jueves, 25 de octubre de 2007

TODOS LOS SANTOS

Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos. Es un día muy grande en la Iglesia. Es el día de todos los que nadie conoce y están en el cielo.

Dice San Mateo hablando de ellos: Hay muchos que vendrán del Este y del Oeste, y ocuparán sus lugares en el reino de Dios con Abraham e Isaac y Jacob .

Son miles y miles de personas, millones que hoy celebran su santo, su fiesta. Por fuerza tiene que ser un día muy especial.

En el Apocalipsis, leemos que San Juan tuvo una visión donde vio una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en sus manos .

Como ves, en el Cielo hay santos de todos los coros: blancos, negros, color café, amarillos, color aceituna… y son tantos que no se pueden contar. Y todos están hoy de fiesta.

–¡Señor te pedimos que, dentro de muchos años, el 1 de noviembre sea también mi fiesta!

En las primeras épocas de la Iglesia los cristianos se llamaban entre sí con esa palabra santo, aunque me temo que habría de todo, como ahora. Fíjate que hasta hay gente que se apellida así: Santos.

San Pablo cuando escribía sus cartas a los primeros cristianos se dirigía a ellos con esa palabra, y decía: …a los santos de Corintio, a los de Éfeso. Si el Apóstol os hubiera escrito una de sus cartas habría empezado diciendo: A las santos de Granada.

Como tu misma te das cuenta, esta manera de expresarse se ha pasado un poco de moda. Hoy no empezamos un SMS así ¿verdad? Si una amiga te escribiera… cómo va eso san Juan, se te caería el móvil de las manos y te quedarías sin él. Y es que las palabras van cambiando de significado.

En los tiempos de san Pablo santo quería decir más bien justo. Ahora llamarnos santos suena raro, sobre todo porque tenemos muchos pecados, tantos que necesitamos confesarnos semanalmente.

La gente de hoy piensa que un Santo es alguien que ha nacido hace muchos siglos, que va con una barba larga y viste con una túnica. Así es como se los representan a veces en las iglesias o en los cuadros que ves en tus libros de arte.

Los santos son muy normalitos. Cuando eran bebés lloraban porque tenía hambre, no porque no habían podido ir a Misa; y la primera palabra que dijeron fue papá o mamá, no Iglesia o Jerusalén.

Te cuento un hecho de la vida de san Josemaría para que veas lo normales que son los santos.
Cuando era pequeño, un día no quiso tomarse el primer plato de la comida. Su madre le insistió. Es esta una escena típica de cualquier familia. El santo se agarró tal enfado que cogió el plato y lo estampó contra la pared.

Su madre dejó aquella mancha durante dos semanas para que se diera cuenta de lo que había hecho y se avergonzara de su actitud. Luego, con el pasar de los años la gracia de Dios le fue cambiando. Se dejó hacer por el Señor y llegó al cielo.

Los santos no han bajado del cielo para vivir unos años en la tierra, han nacido en la tierra y luego se han ido al cielo. Son personas tan normales como la que tienes a tu lado (si es que la que tienes a tu lado es normal).

La idea que se tiene también de ellos es que eran gente que buscaban pasarlo mal y vivir incómodamente. Eso es absurdo, además de mentira.

Un santo no es un desdichado en la tierra con los ojos puestos en el cielo. No, no es eso. Si sufrían y ofrecían sacrificios era porque les parecía el mejor medio de demostrar su amor a Dios. Lo interesante no es el hecho de que sufrieran, sino porqué lo hacían. Y lo hacían por amor, un amor que los consumía.

Los santos son, como decía una niña de Primaria, los mejores amigos de Jesús, con ellos se lo pasa en grande, juega, corre, ríe y llora… Son como los amigos que uno tiene en la urbanización.

–Señor queremos tener amistad contigo… queremos ser santos.

Ser santo es ser un buen amigo de Dios. Lo que pasa es que la santidad como la amistad no hace ruido, lleva tiempo y va por dentro. Hay personas con la que te cruzas por la calle, una viejecilla, un señor con corbata, una estudiante… ¿un cura?, un pintor… que son auténticos amigos de Dios y, por eso llegarán a ser santos, su fiesta será el 1 de noviembre.

Santo es el que tiene un trato muy especial con Dios y hacen lo que Él quiere, lo que su Amigo les dice.

–Señor tu mismo nos has dicho que somos amigos tuyos, vosotros sois mis amigos, ayúdanos a que serlo de verdad.

No se nace siendo santo, lleva horas de trato, de trato con Dios. De estar tanto con Él se han hecho buenos.

Santo es al amigo de Dios, no el que lo hace todo bien y no se equivoca nunca. Ser santo no es imposible. Y eso ¿cómo se consigue esa amistad?

Todas sabéis quién es Juan Pablo II, un hombre con una santidad muy grande. Él aprendió a ser amigo de Dios viendo como le trataba el obispo que le ordenó sacerdote.

Y contaba que, cuando este obispo era muy mayor, después de terminar su trabajo, en vez de irse a la cama se iba a la capilla y allí se pasaba mucho tiempo.

Le impresionó tanto al Papa, que lo empezó a hacer él también y se pasaba mucho tiempo cerca del sagrario cuando vivía en Polonia y luego en el Vaticano. Por eso es tan santo Juan Pablo II.
San Josemaría también hizo eso. Cuando era joven y estaba en Zaragoza, en el seminario, todo el mundo sabía que muchas veces estaba acompañando a Jesús en el sagrario.

Los santos lo han conseguido a base de estar con Jesús, a base de ratos de oración. Una persona que hace oración luego se acuerda de Dios durante el día, está con Él como con un amigo, cuando estudias, cuando haces deporte, incluso cuando bailas…

Por eso, en un día como hoy podemos pedir a Todos los Santos del cielo que nos ayuden con la oración, con la santidad.

–¡Ayudadnos a ser amigos de Dios, a ser almas de oración!
Acudimos a la Virgen, la Reina del Cielo. Ella preside la gran fiesta de hoy porque es la Señora de la Casa.

–Madre nuestra ayúdanos a cuidar nuestra amistad con Dios.

Seguro que entre Ella y Todos los Santos nos conseguirán la gracia de santidad.

Ignacio Fornés

Todos los santos

Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos.

Así empieza la Misa del 1 de noviembre. Es un gran día con sabor familiar, porque con Todos los Santos nos une lo mismo, nos une Dios. –Alegrémonos todos en el Señor…

Celebramos a la Iglesia que ha conquistado el Cielo: …una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, nos dice el Apocalipsis.

Podríamos decir que el primero de noviembre es un día particularmente apropiado. Noviembre es un mes donde en muchos lugares hace un tiempo regular, húmedo y frío. No apetece mucho salir de casa. Así están los santos en el Cielo, abrigados y felices, sin las luchas terrenas que tú y yo tenemos.

Los santos son personas que han sido felices en el mundo, pero lo son aun más cuando dejan este valle de lágrimas.

El Señor habla de que se sientan a la mesa en el Reino con Abraham, Isaac y Jacob. El Cielo es como una gran cena de familia, donde cada uno tiene su sitio preparado y nadie pasa hambre.

Nos miran desde arriba y nos ven caminar entre el barro y la oscuridad, y también caer de vez en cuando en alguna zanja. Nos prestan ayuda con sus oraciones, fuertes y sabias.

Pero hoy es distinto, hoy es al revés. El 1 de noviembre somos nosotros los que miramos al Cielo para contemplarles en su gloria y en su felicidad.

Como es lógico nos acordamos más de los que conocemos más: parientes y amigos. Recuerdo en un Colegio Mayor de Madrid que, cuando se abría el comedor a la hora de comer, la gente se sentaba siempre con las mismas personas. Y el criterio más general era ponerse con los de su pueblo: los gallegos con los gallegos, los catalanes con los catalanes... Es normal arrimarse a lo más familiar que uno tiene en el cielo. Nos sale más fácil pedirles ayuda porque han luchado en las mismas cosas que nosotros.

Leemos en el prefacio de la Misa: …en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. Es verdad, son nuestra fuerza, por eso les decimos: –¡Ayúdadnos a llegar al cielo!

Muchos de los que están allí han tenido una vida cristiana seria y constante. Otros se han convertido en el último momento… Cada uno tiene su historia.

Cada vez habrá más gente del Opus Dei. En ellos se han cumplido las palabras de San Josemaría: un hijo mío que cumple bien las Normas es santo, santo de altar; y bien se le puede canonizar.

Si nos tomamos en serio a Dios acabaremos en el Cielo. Para eso debemos recorrer un camino interior. Por eso rezamos. Los actos de piedad son como esas luces que ve el piloto de un avión antes de aterrizar en plena noche. Brillan a un lado y a otro marcando la pista en plena oscuridad.

–Señor ayúdanos a no desviarnos del camino, aunque veamos nuestra santidad un poco negra.

Todos los santos nos gritan hoy desde el Cielo: –¡Esfuérzate por rezar bien y llegarás! ¡Vale la pena!

A lo mejor llevamos años rezando y ya tenemos ciertos hábitos de piedad. Podríamos decir que Dios está presente en nuestras vidas… Pero, podemos preguntarnos si cuando lo hacemos, cuando vamos a Misa o hacemos la oración ¿nos encontramos con el Señor?

Te leo unas palabras del Prelado del Opus Dei que nos pueden ayudar a pensar: Que no se os haga largo estar con Dios, aunque tengáis que luchar para sacar agua del pozo. Y seremos felices, luchando por esa santidad que se queda entre Dios y nosotros (1).

Es verdad, puede que nuestros esfuerzos se quedan entre el Señor y nosotros. Mejor así.
–Señor ayúdanos a no ser mediocres al rezar, sobre todo cuando nos cueste más.

Cuando estamos más cansados, cuando no nos apetece o estamos enfados. En esos momentos hay más gracia para no quedarnos a medio gas.

Estaba Jesús con sus discípulos después de la Resurrección. De repente, sin previo aviso le pregunta a San Pedro: Simón, hijo de Juan ¿me amas? Y, desde el fondo de su corazón, el Príncipe de los apóstoles le responde: ¡Señor, Tú conoces todo, Tú sabes que te amo!

Dios nos pide la excelencia al tratarle y por eso nos pregunta cada vez: ¿me amas? ¿me amas cuando haces oración, cuando rezas el Ángelus, o por las noches, al visitarme en el sagrario…?

El peligro que tenemos es que recemos para darnos gusto a nosotros mismos, que busquemos al rezar una satisfacción personal. Eso no lo han hecho los santos.

No podemos convertir las cosas de Dios en una especie de droga que nos atonta: No… si yo rezo. Eso no es.

¡A cuántos les tranquiliza el simple hecho de comulgar a diario, o de rezar el rosario! Y no se dan cuenta de que, si no les sirve para unirse más al Señor… ¿para qué sirve?

–Señor que nunca te tratemos con rutina, con indiferencia… Que nuestro fin seas Tú.
Este es el grupo –se dice en el salmo de la Misa- que viene a tu presencia, Señor. En eso consiste la santidad, en estar en su presencia.

Muchos de los que ahora contemplan la faz de Dios no han hecho grandes cosas, pero sin embargo sabían rezar. Han tenido quizá errores y faltas de paciencia, de pereza, de soberbia, pero han buscado al Señor.

Todos han conocido, en mayor o menor medida, la enfermedad, la tribulación, las horas bajas en las que todo cuesta más. Todos han sufrido fracasos y éxitos. Muchos han llorado…
Por algo el Señor nos has dicho: Bienaventurados los que sufren, los que lloran, los que pasan hambre

Todos los santos le han podido al Señor: ¡Tú conoces todo, Tú sabes que te amo!

Hay unas palabras del profeta Oseas que nos pueden ayudar: porque yo quiero amor, no sacrificio. Eso es lo que el Señor quiere. Lo que nos pide. Ese debe ser el objetivo: amar a Dios.

Muchas veces, cuando uno se asoma en plena noche y levanta los ojos al Cielo puede ver un gran número de estrellas que brillan. Hay autores que las comparan con la muchedumbre de los santos del Cielo. Pero cuando uno mira siempre hay alguna estrella que brilla sobre todas las demás. Es la Estrella de la mañana que se ve hasta con luz. Esa estrella es María, que brilla siempre para guiarnos en el camino hacia el Cielo.

Si te fijas cuando, en la Misa, es sacerdote comienza el prefacio, después del ofertorio, cuando dice: -levantemos el corazón…, subiendo las manos y mira hacia arriba… entonces se encuentra con la Virgen que le mira desde el retablo.

María, sobresale por encima de todos los habitantes del Cielo, es la protagonista de la fiesta.
Nos mira. Ve nuestros esfuerzos por rezar bien. Por eso, cada vez que vengas al oratorio, recuerda que la Reina de los Cielos te está mirando. Así rezaremos mejor.


Ignacio Fornés

(1) 1–XI–2003

PLÁTICA 1 ENERO

ADORACIÓN DE LOS MAGOS (MT 2, 1-12): ILUSIÓN EN BUSCAR A CRISTO.

Descripción del pasaje
: ¿Quiénes eran estos Magos? ¿De dónde venían y a qué venían?

Tuvieron que superar muchas incomprensiones de amigos, familia: ¿por qué querían complicarse la vida, ponerse en camino, abandonar comodidades, gastar dinero, ir a un pueblo dominado por los romanos?

Y todo, para “seguir” una estrella... Van a adorVer blogar al Niño Dios. Al encontrarle le ofrecen sus dones: oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre.

Consideraciones:
Dios se sirve de cosas normales o no, según quiere, para indicar el camino que va hacia Él. Cada uno tiene su propio camino y ha de descubrirlo si no quiere ir “descaminado”.

Seguir el camino que lleva a Jesús implica “complicaciones”, pero más “complicaciones” trae el ir sin norte ni rumbo...
Además la ilusión de encontrase con Jesús hará que superemos todas las dificultades. Y si es necesario, el Señor se servirá incluso de sus “enemigos” para ayudarnos con nuestro camino.

Los Magos estaban alegres viendo la estrella. Y al ver a Jesús le entregan cosa. No podemos presentarnos al Señor con las manos vacías.

Diálogo
: Gracias, Melchor, Gaspar y Baltasar, por el ejemplo que nos habéis dado de ilusión por las cosas de Dios, de espíritu aventurero bueno, de empeño para superar las dificultades, de generosidad...


Señor, ¿tengo yo ilusión por descubrir mi propio camino hacia Ti? ¿Me da miedo ese camino?
Señor, muéstrame tu “estrella” y haz que nunca la pierda... ¿Qué cosas concretas te he dado hasta ahora?

miércoles, 24 de octubre de 2007

PLÁTICA 2 DICIEMBRE

RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE JAIRO (Lc 8, 40-56; Mt. 9, 18-25): FAMILIA.

Descripción del pasaje: Jairo era una persona importante en Israel: era jefe de una sinagoga. Tenía influencia en su pueblo y era querido y respetado por todos. Estaba muy triste porque su única hija de doce años se estaba muriendo.

El cariño por su hija le lleva a poner todos los medios humanos y sobrenaturales para curarla, por eso acude a Jesús.

Consideraciones: La familia es la base de la sociedad y de la Iglesia. Es el lugar natural donde se quieren un hombre y una mujer y donde se educan los hijos, por eso hay que defenderla con uñas y dientes.

Cuando se ataca a la familia favoreciendo leyes que la destrozan (divorcio, obstáculos para la enseñanza religiosa, etc), en el fondo se está atacando a la sociedad y a la Iglesia. Por eso es fundamental defenderla y procurar que la familia esté unida por el cariño y respeto mutuo.

Dios es el más empeñado en que la familia esté “unida”, no solo que vivan bajo el mismo techo, sino en que haya feeling entre ellos. Cuando los padres aman a los hijos, les están preparando la felicidad terrena y eterna. Los hijos aman a sus padres cuando les hacen todo el bien posible en lo material y en lo espiritual.

Diálogo:
Ayúdanos, Señor, a portarnos bien con nuestros padres.
¿Tendría que ser mas... obediente, más respetuoso, más servicial, más estudioso?...

Hoy te pido especialmente por mi familia. Te prometo que, a partir de ahora, con tu gracia, intentaré enfadarme menos para unirlos más.

Voy a intentar rezar todos los días por ellos. Después de comulgar te pediré por cada uno.

PLÁTICA 2 NOVIEMBRE.

LA MADRE DE LOS ZEBEDEO (Mt 20, 21-28). AFÁN DE SANTIDAD.

Descripción del pasaje: Es de suponer que antes de lanzarse a hacer aquella petición, la madre habría hablado con sus hijos sobre el asunto. Como todas las madres, desea para sus hijos lo mejor: que estén siempre con Jesús, ¡que fueran los más importantes del Cielo!

El Señor les hace ver que no saben lo que piden, porque su reino se alcanza por el sufrimiento y la cruz, por eso les pregunta: ¿podéis beber el cáliz...?. Y ellos responden que sí.

Pero Jesús, aun aceptando que serán capaces del martirio hace entender que ese puesto ya estaba reservado para otros: la Virgen y San José.

Consideraciones: El Señor necesita gente dispuesta a todo, dispuesta a ser santa. Para eso hay que beber el cáliz que bebió Jesús: el cáliz del dolor, del desprecio, de las burlas, del abandono de los amigos, de la incomprensión de muchos.

Pero la santidad no es “obra del hombre”, sino de Dios “en” el hombre... En la tierra no hay “santos”, sino personas que van camino de la santidad o no. Dios quiere que todos seamos santos, que nos vayamos al cielo.

Diálogo:
¿Señor, tú serías capaz de sacar un “santo” de mí? ¿Qué haría una persona que va camino de santidad si estuviera en mi lugar?

¿Cuánto y cómo rezaría?, ¿cuánto y cómo trabajaría?, ¿Cómo se divertiría?

Santa María, danos luces y fuerzas para ser santos.

PLÁTICA 1 NOVIEMBRE.

LAS HERMANAS DE LÁZARO (Jn 11, 1.3–7; 11–45). ACTITUD ANTE LA MUERTE.

Descripción del pasaje: Las hermanas de Lázaro trataban al Señor con naturalidad y confianza. Le cuentan sus preocupaciones por eso le envían un recado diciéndole que su hermano estaba enfermo. Luego le echan en cara, con cariño, que llegara después de que muriera Lázaro.

Marta sufre, María sufre y Jesús -¡cómo no!- sufre también, por eso se pone a llorar. Llora por la muerte de su amigo y también por la misma existencia de la muerte. Jesús llora porque la gente se rebela ante la muerte.

El Señor nos da la “solución” y nos habla de la resurrección futura. Ante la muerte de los que amamos, no hay otro consuelo que la realidad de la vida eterna y la misericordia de Dios.

Consideraciones: La muerte es algo que sucede y todo el mundo le tiene miedo. Todos estamos “condenados a muerte”. Es un castigo por el pecado original. Dios tenía dispuesto que el hombre no muriera, pero el pecado lo estropeó todo.

Es lógico que suframos por la muerte de la gente que conocemos, pero eso no nos puede hundir y, mucho menos, hacer que desconfiemos de Dios que es un Padre amoroso, que quiere lo mejor para sus hijos. Fíjate, si nosotros amamos a los demás, mucho más los ama Dios…

Diálogo:
Señor, te pido que esté siempre preparado para el momento de mi muerte y que ayude a los demás para que estén en gracia.

Señor, que sea generoso en pedir por los difuntos. En concreto, hago el propósito de ofrecer la Misa, el rosario, algún sacrificio por ellos.

Madre mía , “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora se nuestra muerte. Amén”

lunes, 22 de octubre de 2007

PLÁTICA 2 OCTUBRE

CURACIÓN DEL NIÑO MUDO Y SORDO (Mc 9, 14-29): VERACIDAD Y SINCERIDAD

Descripción del pasaje
: Un día un hombre acudió al Señor para que curara a su hijo que era sordo y mudo. Estas dos enfermedades habían sido causadas por el demonio... Aunque no te lo parezca hoy en día hay más endemoniados de lo que te piensas.

Imagínate los sufrimientos de este pobre padre. Seguro que habría rezado mucho por su hijo… pero nada. Entonces oyó hablar de Jesús y acude a él como última esperanza. El Señor conoce el fondo del corazón de aquel hombre y las dudas que tiene.

Por eso le hace pedir más fe de la que tenía y, entonces Jesús hizo el milagro.

Consideraciones: Para que el Señor pueda cambiar nuestra alma necesitamos confiar totalmente en su poder y en su bondad. Nosotros sabemos que la oración lo puede todo ante Dios: todo lo que pidamos a Jesús con confianza, nos lo concederá.

Los discípulos no pudieron arrojar aquel demonio mudo y sordo porque no hacían bien la oración. En cambio su padre lo hizo bien porque terminó pidiéndolo con fe.

Diálogo:
También nosotros, a veces, tenemos un demonio mudo y sordo que nos impide contar las cosas y aceptar los consejos que nos dan. Incluso nos pueden dar “ataques” –enfados, rebeldías,...- cuando me dicen las cosas que he hecho mal.

Perdón, Señor, porque a veces no cuento todo, no soy sincera. Ayúdame a contar lo que me cuesta. Pídeselo con fe y te echará el demonio mudo.

Te prometo, Señor, que me prepararé muy bien la próxima confesión para que no se me olvide nada de lo que sucede en mi interior y así puedas curar mis enfermedades y echar fuera los demonios mudos que tenga.

jueves, 18 de octubre de 2007

ROSARIO-CONTEPLACIÓN DEL ROSTRO DEL SEÑOR

Una de las cosas que más le cuesta a la gente rezar es el rosario (1). Les supone un esfuerzo enorme porque da mucha pereza.

Casi siempre que se reza uno tiene más ganas de terminarlo que de hacerlo bien.

Además, nos suele ocurrir que no tenemos tiempo. Nos liamos con facilidad para hacer otras cosas y al final lo podemos rezar a trozos: un misterio por aquí, otro yendo a tal sitio…

Nos salen misterios de nueve Avemarías, otros de once, o a veces no sabemos ni porqué misterio vamos… y las letanías pueden terminar por derribo…incluso los más poéticos se inventan algunas…

Es una práctica que se lía con facilidad con el quehacer diario, quizá por eso se nos enreda con facilidad dentro del bolsillo cuando vamos a sacarlo, y necesitamos las dos manos para deshacerlo.

Vamos a sacar ahora en nuestra oración esta práctica de piedad, para pedirle al Señor que nos ayude con su gracia a rezarlo mejor.

–Ayúdanos para ver cómo podemos rezarlo mejor…

Dice el Evangelio que Jesús y tres de sus discípulos subieron al monte Tabor. Y estando allí «…se transfiguró delante de ellos: su rostro brilló como el sol» (2).

Durante aquel episodio de la Transfiguración, Pedro, Santiago y Juan se quedaron asombrados al ver cómo brillaba el rostro de Jesús. Nunca lo habían visto así.
Esta imagen de los tres apóstoles mirando el rostro de Jesús es el prototipo de la contemplación cristiana: fijar los ojos en él y descubrirlo.

–Señor queremos contemplar la luz de tu rostro (3). Tu rostro es lo que busco, no me ocultes tu rostro (4).

Sobre la contemplación del Señor quien más sabe, sin ninguna duda, es su Madre, María. La Virgen es nuestro mejor modelo porque el rostro de Jesús le pertenece de una manera muy especial, es su Madre y humanamente se le parece.

Por eso le pedimos también ayuda a Ella:
–Madre mía ayúdanos a rezar con fruto el rosario.

Nadie como María se ha dedicado tanto a mirar a Jesús. Desde la Encarnación comenzó a imaginárselo durante los nueve meses de espera, a pensar cómo iba a ser la cara de ese Niño tan especial, se entretendría mucho en darle vueltas porque nueve meses dan para mucho.

Cuando finalmente nació en Belén lo pudo contemplar sin prisas, con tranquilidad mientras lo envolvía en pañales y lo acostaba en una cuna (5).

Desde que nació Jesús, los ojos de María no hicieron otra cosa que mirarle, se le iban siempre hacia Él. Durante los años que vivió en la tierra lo miró de muchas maneras, dependiendo del momento.

Lo miró con una mirada interrogativa al preguntarle porqué les había hecho sufrir a Ella y a San José cuando desapareció durante tres días sin decir nada.

Lo miró con ojos penetrantes, profundos, capaz de leer los sentimientos de Jesús durante la celebración de la famosa Boda en Caná.
Con una mirada dolorosa, sobre todo en el Calvario al ver a su Hijo clavado en una Cruz.

Y en la mañana de Pascua sus ojos se volverán radiantes. Le ocurrió lo mismo que a los tres apóstoles en el monte Tabor cuando vieron brillar tanto, lo mismo que María al ver el cuerpo glorioso de su Hijo.

–Madre nuestra enséñanos a mirar al Señor.

Ella vive con los ojos puestos en Jesús. Sus recuerdos se alimentan de su imagen física y de las palabras que salieron de su boca, por eso dice la Escritura más de una vez que «conservaba todas estas cosas en su corazón» (6).

Los recuerdos se le agolpaban en su interior. Le acompañaron durante toda su vida y los repasaba mentalmente, se entretenía mucho meditando.


El rosario es como inscribirse en la Escuela de María. Es como trasladarse a Nazareth a su lado para descubrir la Humanidad de Jesús. Nos enseña a sentir los mismos sentimientos que Él tuvo (7), a revestirnos de Cristo(8), a respirar sus sentimientos.

Esos recuerdos puestos unos detrás de otro son los que en definitiva forman el rosario. El rosario no es un conjunto de cuentas, sino de meditaciones.

La Virgen lo ha recorrido muchas veces, y ahora desde el cielo siguen siendo el motivo de su alegría, porque tiene un empeño grande en presentarnos el rostro de Jesús para que lo contemplemos. Hace lo mismo que hizo en el Portal de Belén, cuando con su mirada indicaba a los pastores y los Reyes de Oriente dónde estaba el Niño.

Visto así ¡qué distinto se nos presenta rezar el rosario…!
Por eso la Iglesia recomienda que, cuando lo recemos, nos paremos en cada misterio para contemplar la escena durante unos segundos. O podemos meditarlos también mientras rezamos las Avemarías.

Rezar el rosario sin contemplación, rezarlo sin contemplaciones, es hacerlo deprisa, queriendo quitárnoslo de encima.

Se convertiría, como dijo el Papa Pablo VI, en un cuerpo sin alma. Por eso Jesús mismo nos advirtió un día: «cuando recéis no digáis palabras inútiles, como los paganos, que se figuran van a ser oídos por su abundancia de palabras» (9).

–Madre nuestra danos la gracia de aprovechar bien tu escuela.

Debemos poner esfuerzo porque el rosario, por su naturaleza, tiene un ritmo pausado y tranquilo que ayuda a la contemplación o a la dormición dependiendo de la lucha que pongamos.

En una conocida visión que tuvo San Bernardo mientras rezaba en el coro, vio al lado de cada monje un ángel que escribía.

Unos ángeles escribían con oro, otros lo hacían con plata, otros con tinta, otros con agua y otros estaban al lado del monje correspondiente sin escribir nada.

El Señor le hizo entender que las oraciones escritas con oro eran las rezadas con el fervor de la caridad. Las de plata las que se hacían con devoción. Las de tinta eran las oraciones que el monje rezaba con empeño en las palabras pero sin devoción, y las de agua eran las que se rezaban sin atención.

Los ángeles que no escribían nada eran los de los monjes que voluntariamente se distraían.

Podemos pensar para movernos a rezar bien que un ángel anota en el libro nuestros rosarios dichos con devoción, y un demonio escribe en otro libro lo rosarios rezados de cualquier manera.

Vamos a terminar.

–Madre nuestra ayúdanos a ser buenos alumnos de tu escuela del rosario, que nuestro ángel lo escriba cada día con letras de oro.

Ignacio Fornés

(1) Rosarium Virginae Mariae, Carta apostólica de Juan Pablo II, versión en italiano.
(2) Mt 17, 2.
(3) Cfr. Plegaria Eucarística II.
(4) Salmo 27, 8–9.
(5) Cfr. Lc 2, 7.
(6) Lc 2, 19.
(7) Cfr. Fil. 2, 5.
(8) Cfr. Gal 3, 27.
(9) Mt 6, 7.

SANTA MISA

Te voy a contar la historia de un chico que vivió hace muchos años.

Un día salió de su casa con la intención de ir de pesca, cogió de su casa unos cuantos bollos de pan para hacerse unos bocadillos, y después cogió la barca que tenían cerca de su chalet, y se marchó sólo.

El tiempo era buenísimo. Cuando estuvo suficientemente lejos de la costa, echó al agua varios anzuelos y, al cabo de un rato, picaron dos peces no muy grandes, de tamaño mediano.

Estuvo un rato más, pero como veía que se le hacía tarde decidió regresar a la orilla. Al llegar encontró otra barca vacía, y se extrañó porque aquel lugar no iba la gente casi nunca.

Le picó la curiosidad y quiso investigar un poco por los alrededores para ver de quién podría ser aquella barca solitaria. Cogió un camino que subía, pensando que al llegar a lo alto averiguaría algo.

De pronto se encontró que cerca de allí había super-cantidad de gente. Como si se hubiera organizado un botellón jipi. Cientos y cientos de personas escuchando a un chico joven que les hablaba.

Supuso que se trataría de un mitin de las juventudes de un partido político, aunque el lugar no le pareció muy bien acondicionado.

Se sentó detrás de todos los que escuchaban y como tampoco entendía mucho se puso a mirar los dos peces que había pescado.

Un hombre pasó junto a él, por el aspecto parecía un pescador, y le vio la bolsa con los peces y las barras de pan.

Sin previo aviso el chico que estaba hablando en el mitin se calló, y al cabo de pocos minutos el pescador regresó y le preguntó:

–¿No te importa compartir tu comida con algunos de los de aquí?

Llevó al muchacho hasta el hombre del mitin y le entregó la bolsa con los panes y los peces.

«Jesús dijo: Haced sentar a esas gentes. El sitio estaba cubierto de hierba. Se sentaron, alrededor de cinco mil hombres. Jesús, entonces, tomó los panes y después de haber dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados; y lo mismo hizo con los peces, dando a todos cuanto querían».

Ya se que la primera parte de la historia del chico es inventada, pero merece la pena imaginársela porque es un personaje importante, imprescindible en el milagro que hizo Jesús ese día.


Un milagro de los más espectaculares: dar de comer a miles de personas con tan solo cinco panes y dos peces…

El Señor podía haber hecho de la nada comida suficiente para tanta gente, pero no lo hizo, quiso contar con algo, aunque fuera poco. Con poco Dios hace mucho, por algo es Todopoderoso.

–Señor que te quiera dar lo poco que tengo, porque del resto te encargas Tú.

El tema del que vamos a hablar hoy es la Santa Misa.

Si Jesús quiso que un muchacho que no se enteraba de lo que estaba hablando ni de cómo se produjo el milagro, aportara lo necesario para hacer un milagrazo en un lugar desértico, es porque quería mostrarnos que en el Santo Sacrificio de la Misa nuestro papel es importante, aunque sea pequeño.

–Señor, danos la gracia de vivir bien la Misa.

Lo único que quiere es que le ofrezcamos lo que tenemos. Durante el ofertorio, que viene justo después del Evangelio, el sacerdote ofrece el pan y vino en el altar. Con ese pan y ese vino, que son muy poca cosa, Dios hará el milagro de la Transustanciación, y se hará presente.

Cuando termina de ofrecer el pan y el vino, el sacerdote dice: «Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable...».

«Mío y vuestro»: es como una especie de acuerdo entre el sacerdote y las personas que allí asisten. La Misa no es solo cosa del cura, no, todos participan en ella.


Cuando el monaguillo, aunque sea un niño de 10 años, pone las vinajeras con el agua y el vino que el sacerdote echa en el cáliz, no lo hace por educación o para facilitarle la labor; es como si los presentara en nombre de todos. Es un sacrificio donde participan el sacerdote y el pueblo.

El chiquillo aquel del Evangelio está representado por vosotros y el sacerdote hace el papel de San Andrés, que toma de tus manos la pobre ofrenda y se la presenta al Señor para que haga el milagro.

¡Qué poco son cinco panes para alimentar a cinco mil personas! Es algo desproporcionado, un pan por cada mil, algo imposible que el Señor resuelve con facilidad.

Jesús no creó 4.995 panes nuevos y los juntó a los que ya había, si no que tomó lo que le dio el niño y los multiplicó.

Nos puede ayudar imaginarnos el ofertorio como el momento en que cada ángel de la Guarda sale al pasillo de la iglesia y va hacia el altar sin pisar el suelo, deslizándose, como resbalando.

Algunos van con una fuente de oro con algo dentro que brillaba mucho. Son los Ángeles de las personas que están ofreciendo la Santa Misa por muchas intenciones y ofrecen sus penas, sus ilusiones, sus tristezas, sus alegrías…

Detrás vienen otros ángeles que no tienen nada en las manos. Son los Ángeles de los que estando en Misa, no ofrecen nunca nada.

Por último van otros Ángeles como entristecidos con las manos juntas en oración mirando al suelo. Son los Ángeles de las personas que estando no están, de los que van a Misa forzados… Esos Ángeles no tienen nada que llevar al altar, salvo sus propias oraciones.

El Señor espera que pongamos en la patena nuestras cosas para santificarlas o arreglarlas cuando baje.

Sucede como las cosas que se meten en el horno, que el fuego las abrasa, las hace más ricas… En la Misa podemos hacer que suceda lo mismo.

–Dios mío quema con tu fuego, con tu presencia toda mi existencia para hacerme mejor.

Si uno participa así en la Misa, entonces «ir a Misa» no será una cosa obligada o un aburrimiento cósmico donde escuchamos sin entender nada y nos dedicamos a pensar en nuestras cosas.

Si no participamos iremos como va un sordo a un concierto o un ciego al cine.

Es verdad que cuando vas los domingos cumples con tu obligación, pero «ir a Misa» no puede limitarse a estar físicamente dentro de una iglesia.

Es importante que ofrezcas tus cosas. Recuerda el texto del Evangelio que hemos leído: «¿Dónde encontraremos pan para alimentar a toda esta gente?... Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces».

Si lo hacemos es como si le dijéramos al Señor: «Mira, tengo algo que ofrecerte. Es muy poca cosa, pero se que Tú harás el resto».

No podemos estar en la Misa como adormilados, empanaos… hasta que nos despierta al sonido de la campana durante la Consagración…

¿Qué habría ocurrido si el chaval no hubiera ido o no hubiese participado aquel día?

No podemos tener la sensación de ir obligados… no podemos asistir enfadados o molestos porque no nos apetece.

No podemos asistir como el niño que va forzado a la playa mientras su madre le dice: «Has venido aquí a disfrutar y vas a hacerlo quieras o no...».

A la Virgen le costó estar en la primera Misa, en el Calvario. Parece que estaba allí sin hacer nada, mirando…

Pero, piensa ¿de dónde sacó Jesús las fuerzas para seguir adelante? Parecía que su presencia no aportaba nada y, sin embargo, Dios la quiso allí porque la necesitaba.

–Madre nuestra dile a nuestro ángel que, cuando vayamos a Misa, nos recuerde que debemos ofrecerle nuestras cosas al Señor.


Versión de Ignacio Fornés de un relato de R. Knox

martes, 16 de octubre de 2007

PLÁTICA 3 DE DICIEMBRE

BARTIMEO (Mc. 10, 46-52):
VISIÓN SOBRE-NATURAL

Descripción del pasaje. En el evangelio nos encontramos muchas veces con enfermos: paralíticos, mudos, leprosos,... Eran personas de carne y hueso, que sufrían tremendamente. Y Dios había dispuesto sus encuentros con Jesús para ser curados.

Esta vez es un ciego... una enfermedad muy triste... No sabemos si este ciego era de nacimiento o por un accidente. La ceguera de nacimiento es dura, pero el que la sufre la soporta mejor, porque no sabe lo que es ver y se ha acostumbrado de pequeño y ha desarrollado los otros sentido.

La ceguera del que tuvo vista, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.

La vida de este ciego, que se llamaba Bartimeo, estaría llena de dificultades: problemas económicos, rechazos de la gente, barreras arquitectónicas, y otras molestias mas serias.

Estaba pidiendo limosna y oye un jaleo de gente. Primero trataría de enterarse qué pasaba: ¿una fiesta? ¿una pelea? Cuando la gente se fue acercando, preguntaría a alguien: ¿Jesús? ¿qué Jesús? ¿un profeta? ¿hace milagros? ¿puede devolver la vista a un ciego...? Y entonces se lanzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!” Y se produce el diálogo y la curación.

Consideraciones. Triste es la ceguera del cuerpo, pero más triste es la ceguera del alma. Los que no tienen fe, no ‘ven”. No ven la eternidad, ni quién es Dios, ni la Virgen, ni los Ángeles, ni los santos... ¡no ven nada!
La ceguera del que nunca ha tenido fe es dura. Pero la ceguera del que tuvo fe y la perdió, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.
Se pone en peligro de perder la fe, el que vive como si no la tuviera. El que lee cosas contrarias a la fe sin un motivo importante. El que no reza por comodidad. El que no trata de practicar lo que ha leído en el Evangelio.

Diálogo. ¡Señor, que vea¡ ¡Auméntame la fe! ¡Gracias, Señor, por, la fe que me has dado, y que no la pierda nunca! ¡Señor, tu sabes que algunos de mis amigos no tienen una fe muy fuerte; te pido por ellos, para que se encuentren con¬tigo y Tú les des la vista del alma!

PLÁTICA 1 OCTUBRE.

MARTA (Lc 10, 38–42):
TRABAJO Y PEREZA.

Descripción del pasaje: Jesús tenía tres amigos que eran hermanos y con frecuencia iba a su casa. Cada uno le quería a su modo.

Marta cuando iba Jesús preparaba todo con mucho cariño. Seguramente se repartirían el trabajo. María se organizaría mejor y terminaría antes de que llegara el Señor. Marta, más nerviosa calcularía peor. Quizá perdía un poco el tiempo o querría quedar bien y se pasaba con los preparativos.

En fin un día que llegó el Señor todavía estaba metida en la cocina. Empezaría a criticar por dentro a su hermana y a pensar que Jesús no se daba cuenta de su sacrificio.

Y como tenía mucha confianza con Jesús le dijo: ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las cosas de la casa? ¡Dile que me ayude!

Consideraciones: cualquier trabajo debo hacerlo por el Señor. No basta con trabajar mucho y hacerlo bien.

El Señor conocía que Marta era muy buena persona, pero quería que fuese mejor. Y como era muy transparente por eso le podía decirle las cosas con claridad.

Un trabajo se puede hacer de distintas maneras: con pereza, de forma chapucera, con desorden. O por el contrario: siendo un agonía o un perfeccionista. O un pesetero, un cumplidor, un responsable o un enamorado.

Diálogo: Señor, ¿hay algo en mi trabajo que te gustaría que cambiara? Perdona el tiempo perdido y las chapuzas.

Señor, trataré de cumplir un horario y ofrecértelo cada día. Voy a ponerme siempre un crucifijo o una estampa de la Virgen delante del libro y así me acordaré de hacerlo por ti.

PLAN DE PLÁTICAS COLEGIO

2. El centurión (Mt 8, 5–13): humildad y fe en la oración.
3. ((IV domingo del T.O. 3–III–08)): El Camino de las Bienaventuranzas.

–Febrero ((Cuaresma: miércoles de ceniza es el día 6)):

1. El buen ladrón (Lc 23, 33–34; 39–43): el arrepentimiento y la misericordia.
4. ((IV domingo de Cuaresma. 2–III)): La alegría en la Cruz.

–Marzo ((Semana Santa: Domingo de Ramos es el día 16)):

1. San José (Mt 1, 18–25): elección divina y virtudes ((se celebra el día 15)).
3. ((V domingo de Pascua. 20–IV)): Ser justos
4. ((IV domingo de Pascua. 27–IV)): La esperanza del cielo.

–Mayo:

1. Juan, el discípulo amado (Jn 19, 25–27): amor a la Virgen.
2. Pentecostés.
3. La Santísima Trinidad.

viernes, 12 de octubre de 2007

CURSO DE RETIRO. ORACIÓN

Hay una frase del Evangelio que nos puede parecer un poco exagerada. Te la leo: «Es necesario orar y no desfallecer» (1) .

Es fácil que nos preguntemos: necesario ¿para qué? ¿Por qué es necesario orar, hablar con Dios?
Cuando uno es pequeño todo lo que se refiere a la religión le interesa mucho y lo ve necesario y divertido.

El otro día me sorprendió la reacción de una niña de 3º de Primaria, que no ha hecho todavía la Primera Comunión, cuando le dije que avisara la profesora porque iban a tener Misa esa mañana.


Se le iluminó la cara y dijo: «¡que guay Misa!, además… ¿va a ser durante el recreo, verdad?».

Yo no entendía nada. Era justo lo contrario de lo que hacen las mayores, que soplan y resoplan cuando hay Misa justamente por eso porque se come el recreo.

A los niños pequeños les gusta estar con Dios, les parece algo necesario en sus vidas. No se extrañan cuando les dices que pueden hablar con Él y tratarle. Por algo dice la Escritura que los niños se acercaban confiados a Jesús.

Dios y las cosas de Dios les interesa mucho, es de lo que más les interesa porque se mezcla el misterio con la trascendencia.

Les es fácil soltar la imaginación y se divierten al pensar en los ángeles (gente invisible que vuela), la Virgen (una Madre que vive en el cielo), los santos (los mejores amigos de Dios)…

Es fácil entender que esa frase del Evangelio, «es necesario orar», se cumple en el caso de los niños…, pero ¿y para nosotros los mayores? ¿No será un poco exagerado decir que es necesario? ¿Necesario para qué?

El Evangelio no dice las cosas por decir, y no dice
«es necesario que los niños recen porque así tendrán una infancia feliz…»

Sino que debemos rezar todos y siempre: cuando uno es pequeño y cuando uno se hace grande, no dejarlo nunca… por dice «es necesario orar y no desfallecer».

Dios se encarnó para estar con nosotros.

–Y por eso, Señor, te has quedado en el sagrario para facilitarnos rezar siempre.

Dios es necesario en nuestras vidas de niño y de adulto. Sin él los niños no tienen la misma infancia ni los adultos saben para qué están en este mundo.

¡Cómo cambia la infancia de un niño sin los ángeles, sin nuestra Madre del cielo, sin Dios!

¡Cómo cambia la vida con Jesucristo que es el único que puede responder a todas nuestras preguntas, como nos decía el Papa!

Para entenderlo mejor, pensemos en algo que sea necesario para vivir, por ejemplo la respiración.

Si dejáramos de respirar nos moriríamos. Pues la oración es como la respiración, nos oxigena, nos ayuda a vivir junto al Señor.

Con la oración hacemos presente a Dios, nos lo metemos dentro, como se mete el aire en los pulmones.

Jesús mismo necesitaba hacer oración y eso que era Dios. Tenía todos los días un rato de conversación con su Padre, se retiraba para estar a solas con Dios.

El Evangelio nos dice que oraba muchas veces, incluso se levantaba pronto para eso. Le era tan necesario que hasta le robaba horas al sueño.

Sobre todo rezaba en los momentos más importantes de su vida.

Antes de elegir a los Doce se puso a hacer oración, también lo hizo en el monte Tabor y momentos antes de instituir la Eucaristía, y no digamos antes de la Pasión en el Huerto de los Olivos, un sitio al que iba mucho para hablar con su Dios Padre…

Ahora entendemos mejor la frase del inicio: «Es necesario orar y no desfallecer».

Pero también y sobre todo es necesario porque somos hijos de Dios.

Los hijos necesitan de sus padres. Un niño necesita de su madre para comer, beber… para vivir. Y cuando crecen hablan con ellos de los problemas de su vida.

Un cristiano necesita hablar con el Señor. Es entonces cuando se superan todos los problemas, porque uno sabe que a Dios lo tiene muy cerca.

Para nosotros la oración es como para los pájaros las alas, algo necesario para poder volar. Gracias a la oración pasamos por encima de nuestras debilidades y errores, y nos ayuda a vivir mejor.

Los apóstoles, con lo poca cosa que eran y sus muchos errores, con el Señor iban seguros por la vida y la vivieron de la mejor manera.

Pasaron de estar en un «pueblín», pescando por las mañanas, de una vida sin Jesús, a vivir a tope con mucha intensidad.

Con el Señor vieron cosas que no habían visto nunca: sordos que oyen, tormentas que se calman, demonios que huyen…

Los apóstoles se recorrieron toda Palestina con Jesucristo, pero sobre todo recorrieron un camino interior en su relación con Dios. Acabaron por no poder vivir sin Él, incluso que le dieron su propia vida.

En estos primeros meses, antes de Navidad, tenemos una oportunidad muy buena para aprender a recorrer esta vida con el Señor, y vivir muy cerca de Dios, como hicieron los Apóstoles.

Es muy bueno que en estas semanas te plantees hacer un curso de retiro. Que te pares y veas cómo es tu relación con Dios. Pensar, meditar en cómo le tratabas cuando eras pequeña y cómo le tratas ahora.

Son muy buenas fechas estas porque tienes todo el curso por delante para poner en práctica los propósitos que salgan.

Jesús, antes de empezar su predicación por Palestina se retiró 40 días al desierto para orar, para meditar y poder hacer bien todo lo que tenía por delante.

Siempre rezó pero de vez en cuando se retiraba y pasaba tiempo rezando, hacía sus cursos de retiro porque lo necesitaba.

Son días en los que uno tiene suficiente tranquilidad para hacerse preguntas de este estilo: ¿Por qué Dios es necesario en mi vida? ¿Qué me aporta Dios? ¿Merece la pena tomármelo en serio?

Es curioso pero todas las que lo hacen, al terminar siempre dicen lo mismo:
–¡menos mal que he venido!

La Escritura podía haber dicho perfectamente: «Es necesario hacer un curso de retiro y no desfallecer», porque aunque no te apetezca nada merece la pena, aunque eso de retirarte a un lugar apartado para estar con Dios no lo veas necesario.

Quien no desfalleció nunca fue María. Desde pequeña trató siempre mucho a Dios, y le trató tanto que llegó a ser su Madre, su Hija y su Esposa.

Los momentos más importantes de su vida son los momentos que pasó con Dios. Que Ella nos ayude a hacer de nuestra vida algo importante… a necesitar de Dios como cuando éramos niños porque además es mucho más divertido….


(1) Lc 18, 1.


Ignacio Fornés

CARTA DEL PRELADO EN OCTUBRE

GRACIAS MUCHAS VECES AL DÍA

«Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día».

Estas palabras de Camino podrían condensar la carta de octubre del Prelado del Opus Dei.

Como siempre hace el Prelado vuelve a invitarnos a que sigamos los pasos de San Josemaría.

En esta ocasión aprovecha la circunstancia de que ha podido recorrer una parte de la travesía que hizo San Josemaría por los Pirineos durante la Guerra Civil.

Y recordando aquello nos dice que «Siguiendo sus pasos, era muy fácil vibrar con los mismos afanes suyos».

Tuvo que pasar San Josemaría pruebas interiores y exteriores, en las que se pusieron de manifiesto su delicadeza de alma, y su heroísmo.

Tenemos que dar gracias a Dios, por cumplirse un nuevo aniversario de la fundación del Opus Dei, que ha comenzado el año 80 de su historia.

«Renovemos nuestra acción de gracias por esta manifestación de la misericordia divina con la humanidad, que es el Opus Dei: instrumento de evangelización y de santificación.»

Y también damos gracias por el quinto aniversario de la Canonización de San Josemaría.

«Y añadimos nuestra gratitud a Dios por haber ofrecido a la Iglesia universal el ejemplo de la santidad de nuestro Padre, proclamada mediante su canonización».

–Gratias tibi Deus, gratias tibi. Le decimos ahora al Señor.


Cuánto le gusta al Señor que le mostremos nuestro amor siendo agradecidos.

Le dijo a una persona santa:
«Recuerda que un solo leproso, entre diez, me dio las gracias. Los otros nueve, simplemente se fueron...»

Los compañeros del leproso, que también fueron curados, en los momentos duros, se acordaron de pedir a Jesús; pero luego se olvidaron.

Y es que con frecuencia tenemos mejor memoria para nuestras carencias que para las cosas que hemos recibido.

Puede ser que vivamos pendientes de lo que nos falta, y nos fijemos poco en lo que tenemos, y por eso nos quedamos cortos en la gratitud.

También puede suceder que pensemos que las cosas salen gracias a nuestra lucha y nuestro trabajo.

Por eso darle gracias a Dios nos aumenta la fe, porque nos hace reconocer que el Señor está detrás de todo lo bueno que nos llega.

Dice el Prelado:
«Examinad vuestra vida, hijas e hijos míos, y descubriréis muchos otros motivos personales de agradecimiento a Dios»

Entre otros motivos está:
«el haber sido convocados por el Señor para colaborar en la misión de la Iglesia precisamente ahora, en los albores del sigo XXI, con el encargo de configurar cristianamente la sociedad...»

Poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades es nuestro fin.

También es bueno que nos acostumbremos a darle gracias a Dios por las cosas que nos parecen malas.

Cuánto bien nos ha hecho la Cruz. Precisamente por la Santa Cruz nos ha venido la salvación al mundo.

Por eso hemos de agradecer las cosas que se nos presentan como dificultades. Dice el Prelado:

«Alcemos al Cielo nuestra oración de gratitud por las alegrías y por las penas, por las facilidades y por las dificultades que hayamos podido encontrar, pues todo concurre al bien de los que aman al Señor (cfr. Rm 8, 28)».

El «omnia in bonum» que tenía grabado en el alma San Josemaría. Todo es bueno para los que aman a Dios.

Todo es bueno: lo dulce y lo amargo, lo blanco y lo negro…con tal de que amemos al Señor. El mismo Dios se encargará de que el veneno se transforme en medicina.

Como decía el mismo san Josemaría: «dale gracias por todo porque todo es bueno».

Por eso le decimos ahora:
–Gracias, Señor, por todo…

San Josemaría aconsejaba que le diéramos gracias a Dios incluso por nuestras infidelidades, porque al reconocerlas le pedimos perdón y hacemos el propósito de nos fallarle más.

Por eso al final de sus años en la tierra nos animaba a permanecer
«siempre en una continua acción de gracias a Dios, por todo: por lo que parece bueno y por lo que parece malo, por lo dulce y por lo amargo, por lo blanco y por lo negro, por lo pequeño y por lo grande, por lo poco y por lo mucho, por lo que es temporal y por lo que tiene alcance eterno. Demos gracias a Nuestro Señor por cuanto ha sucedido este año, y también en cierto modo por nuestras infidelidades, porque las hemos reconocido y nos han llevado a pedirle perdón, y a concretar el propósito —que traerá mucho bien para nuestras almas— de no ser nunca más infieles»

Muchos favores del Señor los recibimos a través de las personas que tratamos diariamente.

Y por eso el agradecimiento a Dios debe pasar por esas personas que tanto nos ayudan a que la vida sea más grata, y el Cielo más cercano.

Al darle gracias a esas personas, se las damos a Dios, que se hace presente en nuestros hermanos.

Y el mejor momento para agradecerle a Dios todo es durante la Santa Misa. Precisamente la palabra Eucaristía significa eso: Acción de gracias.

«Allí, nos dice el Prelado, el Señor presenta la ofrenda de su vida y la de su Cuerpo Místico».

Su cuerpo estaba roto pero el Señor entrega su vida con una inmensa alegría sobrenatural. Por eso decía San Josemaría:

«Sin abandonar las acciones de gracias, os pido ahora, hijas e hijos míos: servite Domino in laetitia» .

La mayor entrega que la humanidad puede hacer a Dios, el mayor don que Jesús hace al Padre por la salvación de los hombres: esa era su intención.

Y por esa intención «Él, hijos no regatea ni una gota».

Por eso el Prelado pide para que aprovechemos las gracias que nos llegan desde el cielo.

Y a continuación cita unas palabras de Benedicto XVI que nos pueden ayudar a concretar:

«Quien quiera ser amigo de Jesús y convertirse en su discípulo auténtico (…), no puede por menos de cultivar una íntima amistad con Él en la meditación y en la oración».

Y pasa el Prelado a aconsejanos un medio tradicional en la Iglesia: los retiros espirituales
«en los que el alma se dedica a pensar en Dios –dejando de lado las preocupaciones de la vida ordinaria– y en el propio provecho espiritual».

El mismo Jesús se retiró muchas veces con sus discípulos para estar con ellos y quiso pasar 40 días en el desierto para rezar con tranquilidad. Es un medio necesario para la vida del cristiano.

A San Josemaría le servían de mucho los retiros. Precisamente en este mes se cumplen 75 años de un curso de retiro que hizo en Segovia en el convento de Carmelitas descalzos edificado por San Juan de la Cruz.

Como siempre hacía, sabiendo la importancia que tenían esos días pidió oraciones a otras personas para aprovecharlo bien.

Y le sacó mucho jugo. Uno de esos días, el 6 de octubre, recibió la moción divina que le llevó a poner bajo el patrocinio de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael las labores apostólicas del Opus Dei.

«Salió de aquellas jornadas, escribe el Prelado en su carta,
con propósitos claros y concretos para sacar adelante la Obra».

También es un hecho que el Opus Dei viniera al mundo mientras su Fundador hacía unos días de retiro en Madrid. Aquello le cambió la vida.

Los retiros espirituales y los cursos de retiro son tan eficaces que muchas personas dan un cambio radical en sus vidas. «Se trata –decía San Josemaría–
de unos cuantos días dedicados a considerar la vida del Señor, para conocerle más, para tratarle más, para amarle más, para seguirle más» .

La cercanía de Dios nos transforma, y nos permite darnos cuenta de la grandeza de nuestra vida. Como dice el Papa todo eso lo realiza «este intimo estar con Cristo» .

Por eso es bueno que nos preparemos nosotros y ayudemos a que se preparen bien esas horas de unión con Dios.

La vida de la Virgen está llena de esos momentos de tranquilidad en los que estaba a solas con Dios.

Sus retiros interiores siempre estuvieron llenos de acciones de gracias.

De hecho la única oración que conocemos porque la rezó en voz alta fue el Magnificat, que es una pura alabanza a Dios por su bondad, su poder y su misericordia.


Ignacio Fornés

miércoles, 10 de octubre de 2007

LA PREDICACIÓN FUENTE DE SANTIDAD PARA EL SACERDOTE

Ahora mismo nuestro Señor aquí en el Sagrario está callado, podíamos decir en frase de San Juan de la Cruz, que Dios se ha quedado mudo. Pues lo que tenía que decir ya lo ha dicho.

Efectivamente, nuestro Señor, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Logos, la Palabra de Dios, se hizo hombre para enseñarnos.

Vino a la tierra para predicar, y eso han hecho los santos: Ay de mí si yo no predicase la buena noticia de Jesucristo.

¿Cómo era la predicación de nuestro Señor? ¿Cómo se preparaba? ¿Cuál era su técnica humana?
El Santo Evangelio, en el capitulo VI de San Lucas nos cuenta como el Señor la noche antes de una gran predicación: “salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración”.

Y después su predicación tocaba todos los resortes: era muy animante, pero a la vez exigía mucho; poética y a la vez salpicada de sucesos prosaicos; por momentos era agresiva, santamente agresiva: hipócritas, sepulcros blanqueados llama a algunos para que se conviertan.

A la vez era una predicación cargada de doctrina, que se adaptaba a la gente poco instruida.

Era una predicación muy práctica. No era una predicación llena de erudición, no estaba cargada de citas, sino de vida.

Lo que el Señor buscaba era la conversión de los oyentes: por eso humanamente necesitaba prepararla en la oración.

Nuestro Señor tocaba todas las teclas al predicar.

Y eso han hecho los santos: esto es lo que nos ha enseñado a hacer por ejemplo San Josemaría.

Uno de los grandes predicadores de nuestro Siglo de Oro decía de su maestro, que fue un gran santo:

“Iba sacando de lo que decía algunos breves avisos y sentencias para diversos propósitos: o para esfuerzo de los tentados, o para consuelo de los tristes, o para confusión de los soberbios, o para personas de diversos estados;

de modo que de un camino hacía muchos mandados [...] por esta razón yo [comparaba su predicación] con esta invención que agora la malicia humana ha inventado, encerrado muchas pelotillas en los arcabuces para hace más mal [más daño]”

Es el invento de la metralla, y seguía diciendo:

“Pero este siervo de Dios buscaba esta invención para más aprovechar”.

Vamos a pedirle al Señor que nuestra predicación también sea así, “hiriente”con la metralla del Amor de Dios.

Que hiera porque esté llena de unción.

Me decía un sacerdote mayor que en la actualidad ha visto pocos clérigos que prediquen con unción.

Pues para todos los curas le pedimos al Espíritu Santo que nos llene de unción:

–Úntanos con tu mantequilla , o mejor con el aceite del Amor de Dios, para que nos parezcamos a Nuestro Señor a la hora de predicar.

Don Santos Moro, el Santo Obispo de Ávila decía de San Josemaría:
–Don Josemaría, cuando habla siempre hiere; unas veces con espada toledana, y otras con bomba de mano.

Esto es lo que pedimos ahora:
–Señor que nuestra predicación hiera, convierta, sea carga de profundidad en el egoísmo y en la tibieza de los que nos escuchan.

A veces de una forma, a veces de otra: con espada tajante en algunas ocasiones, y otras con pequeña metralla.

Hace unos años un sacerdote decía:
La predicación tiene que ser exigente. No porque sí..., sino porque se habla de Dios, y del Amor, y de santidad, poniendo las palabras que sean adecuadas...

Una persona torpona defiende con vigor sus intereses... ¿Cómo no vamos a hablar nosotros con vigor..

El sacerdote del que hablé antes me decía que en la actualidad hay pocos clérigos que tengan unción porque sus prédicas parecen lecciones sobre un determinado tema.

Ahora le pido al Señor en nombre vuestro que nuestra predicación sean ratos de oración, no clases ni pláticas, más o menos eruditas.

Por otra parte esto es lo que sucedía también en el siglo XVI. San Juan de Ávila se queja de algunos clérigos cultos:

“que no hacen sino hablar. ¿Pensáis que no hay más sino leer en los libros y venir luego a vomitar lo que habéis leído?...

Mira[d] no os engañéis que [la predicación] no es una lección”.

–Para que nuestra predicación hiera, sea exigente, convierta, te necesitamos a Ti, Señor: Tu Palabra –y no la nuestra– es tan penetrante como una espada.

Esto es lo que han hecho los santos para predicar con eficacia: rezar, rezar, rezar.

Esto es lo que hacía ese gran predicador quizá el mejor de nuestro Siglo de Oro, patrono del clero secular español.

Y eso es lo que hacía también un pobre párroco de aldea, que según testigos, al principio predicaba fatal.

Pero el iba al sagrario y le pedía al Señor que le inspirara lo que tenía que decir a aquellos labradores; porque Jesús tenía mucha experiencia hablando a ese tipo de gente humilde.

El Cura de Ars se preparaba sus sermones mirando al sagrario, y suplicándole la Señor que le ayudase, a él que contaba con tan pocas luces.

Los santos son tan distintos... San Juan de Ávila, un grandísimo predicador, y San Juan Bautista María, un predicador de pueblo.

Los santos son tan distintos como somos nosotros, los que estamos aquí junto al Señor, importunándole para que nos de su Espíritu, su fuerza, su dinamita, al predicar.

Y nosotros todos tan distintos nos tenemos que parecer a nuestro Señor en lo esencial.

Que el Amor de Dios, en que hemos de esta inmersos se transparente en cada una de nuestra palabras, eso es lo que pedimos ahora:

–Señor no queremos sobresalir por nuestra erudición, no pretendemos que nos admiren sino que te quieran a Ti.

De San Josemaría, el obispo D. Pedro Cantero, decía que “todo el caudal espiritual que anidaba en su alma se manifestaba en su predicación”.

Como si el alma de San Josemaría fuese un gran pantano que abriese las compuertas, como una presa que inunda todo.

Si uno almacena agua, saca agua. Lo que se siembra eso se recoge, lo que uno prepara eso saca...

Como aquel lema de unos congelados: “Congelados Gabrielitos. Porque lo bueno sale bien”.

Si al preparar la homilía hacemos oración saldrá eso, sino saldrá otra cosa.

Y no quiere decir esto que nuestras ratos de oración sean “tiempo dedicado a preparar homilías”, porque nos empobreceríamos, sino al revés...

Si nuestro tiempo de preparación es también tiempo de pedir luces... afectos, entonces estaremos enriqueciendo esa preparación.

Volcar en las almas el tesoro de una vida centrada en Dios, este es el secreto.

Una vez, siendo un cura joven, le pregunté a un cura experimentado (más o menos de broma) “qué como se hacía llorar a la gente en la predicación”.

Porque hacer reír es fácil, pero hacer llorar...

–Mira si quieres que la gente llore, llora tu mismo, me aconsejó.

Cuantas veces tendremos que llorar nosotros mismos, “predicar para nosotros mismos”:

sacar en la predicación cosas de nuestra vida interior, como hacía San Josemaría: “Señor, que vea…

En título de esta meditación diría así: “la predicación, fuente de santidad”.

Es como si digiéranos que la predicación nos tiene que hacer santos.

Se podría pensar lo contrario, que es precisamente “la santidad el motor de la predicación: una persona santa, predica bien aunque sea tartamudo”.

Pero no hay que esperar a ser santos para predicar bien.

Precisamente nos hacemos santos buscando la perfección en nuestro trabajo. “Nos hacemos santos predicando bien”.

Por último un consejo, ir a predicar estando templado.

En las actas del proceso de canonización de un gran predicador del siglo de oro se dice que “su principal cuidado era ir al púlpito templado

Ir templado, es un termino que se utilizaba en cetrería, es ir con ganas, con hambre de convertir a la gente que nos escucha.

No sólo ir a entretener o a enseñar: ir a convertir.

Y seguían diciendo las actas del proceso de ese gran predicador:

con la cual palabra –ir templado–
quería significar que, como los que cazan con aves procuran que el azor o el halcón, con el que han de cazar vaya «templado»,

esto es, vaya con hambre, porque ésta le hace ir más ligero tras la caza,

así él trabajaba para ir al púlpito[...] con una muy viva hambre de ganar almas
”.

Ahora se lo podemos decir a la María lo que la madre de un sacerdote le pidió a la Virgen de las Nieves con su hijo pequeño en brazos, que un día sería sacerdote:

¡ Madre que mi hijo se parezca al tuyo!
Pues nosotros podemos decirle ahora “que siendo fieles a nuestro trabajo sacerdotal, nos santifiquemos en nuestra predicación, y busquemos ganar almas para Cristo”.


Lubrín, 18 agosto 2006

martes, 9 de octubre de 2007

Virgen del Pilar/El rosario

La Criatura más guapa, más simpática, más amable, más delicada, más sensible, más inteligente, más lista… no eres tú, es la Virgen.

Es la mujer más famosa de España y que más gente quiere en todo el mundo. Hoy celebramos una gran fiesta suya: la Virgen del Pilar.

Ahora le decimos: –Llena eres de gracia, el Señor es contigo

Como decía un santo español, aragonés, la fiesta que celebramos hoy, es la «historia de una maravillosa advocación mariana, tan ligada al inicio de la evangelización de España».

Es la historia de una madre que quiere estar con sus hijos.

Según documentos del siglo XIII, el Apóstol Santiago, El Mayor, hermano de San Juan, viajó a España a predicar el Evangelio (año 40 d.C.), y una noche la Virgen María se le apareció en un pilar.

La tradición nos cuenta que Santiago había llegado a Aragón, en concreto a Zaragoza, y una noche, estando en oración con sus discípulos a orillas del río Ebro, la Santísima Virgen María se manifestó sobre un pilar, acompañada por un coro de ángeles, cuando Ella todavía vivía en Palestina.

La Virgen le pidió al Apóstol le edificase ahí una iglesia con el altar rodeando el pilar donde estaba y según cuenta una tradicción le dijo: «Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda».

El lugar ha sobrevivido a invasiones de diferentes pueblos y a la Guerra Civil española de 1936-1939, cuando tres bombas cayeron sobre el templo y no estallaron.

Nuestra Señora hace lo que sea para estar con nosotros y protegernos, y si hace falta se traslada desde Palestina. Por algo es Madre nuestra.

Dile: –Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, pide por nosotros.

Ella vive para sus hijos, nos cuida y nos protege siempre de todos los peligros como hace cualquier madre.

De hecho muchas veces aparece en los cuadros, de pie, pisándole la cabeza a una serpiente, que representa al diablo y que se arrastra silenciosa para tentarnos.

Es Madre nuestra y también lo es de la Iglesia. Por eso la Iglesia la celebra con tantas fiestas durante el año: la Virgen del Pilar, la Inmaculada Concepción, la Asunción, La Natividad, las Angustias, la Virgen de la Cabeza, la Gadalupana y muchísimas más.

Sus fiestas son como las flores que se ven en medio de un prado verde, que le dan un toque especial al paisaje, así resaltan las fiestas de María durante el año.

Durante la meditación, dile con cariño: –Bendita tu eres entre todas las mujeres.

En este mes de octubre se junta dos fiestas importantes: la del Pilar y la Virgen del Rosario…

Una fiesta grande, el Pilar, y uno de los regalos que más le gustan: el rosario.

Ella misma lo ha dicho cuando se ha aparecido en Lourdes y Fátima. Vino desde el cielo para pedir que lo rezáramos, también porque es un medio para conseguir su ayuda.

Precisamente los pastorcillos se reunían con María para rezar el rosario y pedir así por todo el mundo. Durante el tiempo que estaban rezándolo era cuando podían verla con tranquilidad y disfrutar de su presencia.

Es una devoción muy antigua, tanto como el cariño que se le tiene a la Virgen porque nos ayuda a pensar en Ella.

Uno puede pensar que el rosario resulta un poco pesado porque siempre se dice lo mismo, ¡siempre con la misma canción!

Pues justamente la misma canción es la que escuchan los que se quieren para recordar un momento especial. Escuchan siempre la misma canción con la misma letra.

A todos nos ha pasado que al oír una música concreta, nos recuerda un momento feliz y sonreímos al oírla. Pues a la Virgen le ocurre lo mismo con el rosario.

Le gusta mucho porque le recuerda los momentos más importante de su vida o de la de su Hijo: la Anunciación, el nacimiento de Jesús, las Bodas de Caná, la Pasión...

–Ahí tienes a tu Madre, dijo el Señor al discípulo que estaba en el Calvario, junto a María.

Y nosotros ahora en esta meditación le decimos al Señor:
–Jesús, yo también quiero estar junto a María, en estos tiempos difíciles para tus amigos.


María el modelo de mujer fiel, en momentos duros.Cuando todos abandonan al Señor allí está ella, con una fortaleza propia de una persona que tiene un corazón enorme.

Por eso la historia de la Virgen es una historia de Amor. Pero un amor incondicional.

Hay personas que nos quieren porque les hemos hecho un favor. Otras personas que nos quieren porque les resultamos simpáticos.

O porque le agrada una cualidad que tenemos.
Pero si esa cualidad —como es el aspecto externo— desaparece con el tiempo...

O no podemos hacerle un favor. O le fallamos por algo, entonces ya ha dejado de funcionar el cariño que nos tenía.

Hay gente que nos quiere por nuestras cualidades: de alguna forma resultamos interesantes para esas personas.

Sin embargo hay personas que nos querrán siempre. El motivo es que esas nos quieren incondicionalmente.

Nos quieren no porque seamos buenos, sino porque ellos son buenos. Nos quieren de verdad.

Así es el corazón de una madre: incondicional.

Así es el amor de María: no le puso condiciones a Dios. No le dijo: te quiero, Dios mío, si haces mi voluntad.

Podemos decirle ahora al Señor: –hágase tu voluntad, y no la mía.

Voy a leer un cuento. Que tiene su significado alegórico. Empiezo:

—Me dice que saldría conmigo si le llevo una rosa roja. Pero donde voy a encontrar ahora rosas rojas. En mi jardín no hay ninguna rosa roja

El chico estaba triste, románticamente triste, por no poder conseguir lo que ha ella le gustaba,

Además era la condición que ella había puesto para salir por primera vez. Y ahora interviene un Pájaro. Se trata de un ruiseñor, que dijo:

—Por fin encuentro a un auténtico enamorado.
Cada noche he estado cantando una historia de amor sin conocer a nadie que ame de verdad.

Y el ruiseñor siguió diciendo:
—Este es un auténtico enamorado, todo lo que yo canto, él lo sufre. Ciertamente el amor es algo maravilloso, más precioso que las esmeraldas y más estimado que todas la perlas.

Entonces el Ruiseñor se fue volando hasta el Rosal, y se posó en una rama.

—¿Cómo se hace una rosa roja? le preguntó.

—Una vez me lo explicaron —respondió el Rosal— pero es un operación muy dolorosa.

—Dímelo —dijo el Ruiseñor— no tengo miedo.

—Lo que me contaron es que tiene que hacerse con notas de música, y teñirlas con la sangre del propio corazón. Tienes que cantar, mientras una espina te atraviesa el pecho. Pasarás la noche entera cantando, y la espina herirá tu corazón. De modo que tu sangre pasará a mis venas, y se hará mía, dijo el Rosal.

(Esto es así, en esta tierra es difícil hacer algo grande por los demás sin pagar algo de sufrimiento).

El estudiante seguía triste (sigue la historia).

—Alégrate -le dijo el Ruiseñor-
vas a tener una rosa roja. Lo único que te pido es que seas un auténtico enamorado, por que el Amor es fuerte como la muerte.

El estudiante levantó la vista del césped y prestó atención a lo que el Ruiseñor le decía. Pero no pudo comprender nada. Porque el estudiante sólo entendía lo que estaba escrito en los libros.

Y cuando salió la luna, el Ruiseñor se fue volando hasta el Rosal. Y el pájaro apoyó su pecho contra las espinas.

Pasó la noche entera cantando, y las espinas penetraban más y más en su pecho. Y el Ruiseñor iba desangrándose.

Cantaba mientras las espinas penetraban en su pecho. Y su sangre fluía hacía las venas del Rosal.

Y en la rama más alta del Rosal empezaba a florecer una maravillosa rosa roja: florecía pétalo a pétalo, mientras el Ruiseñor cantaba su canción.
Y el Rosal le gritaba:
—Apriétate más pequeño Ruiseñor, para que nazca tu rosa.

El Ruiseñor, se apretaba cada vez más contra las espinas.

(Corazón que no quiera sufrir dolores, pase la vida entera libre de amores: dice la canción. Una persona que no quiera sufrir no podrá amar en esta tierra. Una eternidad nos prepara Dios para gozar. Pero ahora si queremos a alguien siempre nos topamos con el sufrimiento.)

Le decimos al Señor:
–Jesús, no nos importa sufrir con tal de quererte cada vez más.

Hay personas que no no rezan el rosario porque les cuesta. O no van a recibir al Señor porque ese día no les apetece.

O no se confiesan, por no pasar un mal rato. En realidad les sucede que aman poco al Señor.

Habría que decirles como al pájaro de la historia:
—Apriétate más pequeño Ruiseñor, para que nazca tu rosa.

El Ruiseñor, se apretaba cada vez más contra las espinas. Y su canto se fue haciendo cada vez más alto, pues cantaba con pasión. Y el Rosal le gritaba que se apretara más contra las espinas.

—Apriétate y canta pequeño Ruiseñor. ¡Apriétate y canta! Que las rosas rojas se hacen sólo con dolor. ¡Canta Ruiseñor, canta!

(El canto que nosotros hacemos todas las semanas es la oración: este rato que lo pasamos junto al Señor.)

¡Canta Ruiseñor, canta!

También yo te digo: —Reza el rosario. Que para Ella, tus palabras son como una melodía.

¡Canta Ruiseñor, canta!

(El rosario que tu rezas estos días de octubre: aunque te pueda costar es como si hicieses una ramo de rosas.)

Sigo: El Ruiseñor se apretaba con más fuerza a las espinas, hasta que una de ellas le penetró en el corazón. Y le invadió un terrible dolor.

Pero cuánto más cruel era el dolor, más impetuoso se volvía su canto. Porque cantaba con un Amor que es más fuerte que la muerte ...

Pero el canto del Ruiseñor se fue debilitando, hasta que sintió que algo le ahogaba la garganta. Entonces tomó su último impulso.

Tan fuerte y admirable era este último canto que la pálida luna se detuvo. Y entonces una pequeña rosa roja se estremeció extasiada y abrió sus pétalos.

—¡Mira, Mira! -grito el Rosal-,
ya está terminada la rosa.

Pero el Ruiseñor no le contestó. Porque estaba muerto sobre la hierba, con el corazón traspasado por una espina.

(No termina aquí la historia) Al mediodía, el Estudiante se asomó a mirar por la ventana:

—¡Caramba, qué buena suerte! ¡Una rosa roja! Jamás haba visto en toda mi vida una rosa semejante. Es preciosa.

El estudiante corrió a casa de la chica: —Aquí tienes la rosa más roja del mundo. Esta noche la llevarás junto a tu corazón. Y esta rosa te hablará de lo mucho que te quiero.

—Perdona -dijo la chica- pero esta rosa no me la puedo poner, porque no va bien con el vestido. Además ya me he comprometido con otro que me ha regalado unas joyas (y las joyas son más valiosas que las flores)

Entonces el Estudiante se fue enfurecido, y tiró la rosa al camino, y paso un carro y la aplastó.

—¡Qué estupidez es el amor! No sirve para nada.

Una historia triste. Pero a la vez cierta, hay personas egoístas.

Y otras que no se creen que haya gente que sea capaz de entregar la vida por Amor. Pero María, sí. Y sus hijos también.

Por eso haz tus rosas para Ella, reza así cada avemaría:
–Madre de Dios, ruega por nosotros ahora....


Stanis Mazzuchelli e Ignacio Fornés

lunes, 8 de octubre de 2007

LA VIRTUD DE LA POBREZA

Hay muchas formas de rezar, tantas como personas.

Pero para todos coincide en que «la oración es una elevación del pensamiento a Dios».

Esto es lo que vamos a hacer en este rato: dirigir nuestro pensamiento.

No se tiene que traducir en frases concretas, o en palabras interiores,

sino en dirigir nuestro pensamiento, esto es la oración mental.

Y vamos a meditar unas palabras desconcertantes del Señor.

Unas palabras bastante originales, originales

porque vienen del origen, de Dios y que todos los santos las han tenido muy en cuenta.

«Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos».

Resultaba rompedor que nuestro Señor llamara a los pobres felices y además que de ellos era el Cielo, pues entre los judíos un criterio de que Dios estaba contigo era precisamente que contabas con medios económicos.

Fíjate que siempre se han caracterizado por eso por el gusto por las riquezas

También para algunas personas la actitud de San Josemaría ante la pobreza desconcertante.

En el seminario le llamaban el «señorito», porque vestía con mucho gusto.

Y durante toda su vida llamaba la atención por su elegancia.
Y pasando el tiempo las casas que él habría serían tildadas, por algunos, de «lujosas».

Efectivamente contrastaba la forma que tenía san Josemaría de vivir la pobreza con lo «católicamente correcto» de su época.

Al visitar un centro de la Obra, una casa de retiros, algunos decían con ironía:

–Pues si así viven la pobreza cómo vivirán la castidad.

La pobreza que se estilaba, era la pobreza franciscana, y los santos que vivían esta virtud, aunque no fuesen religiosos, normalmente iban mal trajeados, con zapatos sin lustrar y rotos, como el santo Cura de Ars, y cientos de sacerdotes piadosos y buenos.

Sin embargo imitando al Señor, san Josemaría no quería para nosotros una virtud con tintes «conventuales», porque nosotros somos personas de la calle.

También pensaba San Josemaría que no tenía que considerarse la suciedad virtud, y que la materia era reflejo del espíritu.

Si algunos tenían que dar ejemplo de «pasar de la materia»: los religiosos; nosotros tenemos que dar ejemplo de utilizar la materia para la gloria de Dios.

Lo nuestro no es separarnos del mundo sino de amarlo.

Lo que enseñaba nuestro Padre era antiguo, pero también muy nuevo.

Su enseñanza era anterior al nacimiento de los religiosos en la historia.

Por gracia de Dios nuestro Fundador este terreno ha sido un santo revolucionario.

El desprendimiento que el vivía estaba unido a la magnanimidad.

La pobreza no es tacañería. No se trata de ser roñosos sino virtuosos.

La elegancia, la limpieza, son virtudes, que hemos de cultivar.

Es cierto que en la actualidad la gente se deja llevar por el materialismo.

Por eso podemos tener la tendencia a pasarnos por el otro extremo: convertirnos en espiritualistas. Pero ese no es nuestro espíritu.

El espíritu del Opus Dei es de dar a la materia su verdadero sentido. Conjugar el utilizar con el «no tener».

Cuidar las cosas que utilizamos pero no apegarnos a ellas.

Saber vivir en la escasez y también cuando dispongamos de medios.

Es curioso que el Señor dijera bienaventurado los pobres, cuando Dios no es pobre, sino rico: lo posee todo, absolutamente todo.

La actitud de Dios ante las cosas materiales es una actitud magnánima.

Para que viviésemos nosotros no sólo ha creado un recinto pequeñito como la Tierra,
sino que Dios nuestro Señor nos ha llenado de cosas en cierta medida superfluas:

Ha hecho la estrellas cosas que no las solemos ver, pero también ha hecho las flores, muchísima variedad de animales, plantas y personas.

Y es que sin duda nuestro Señor es rico, y por eso magnánimo.

Los que tienen son los que pueden dar con prodigalidad.

También la pobreza que vivía nuestro Padre era magnánima.

San Josemaría conseguía cosas bellas y buenas, pero no eran para él, sino para el disfrute de sus hijos y de otras personas.

Y así es Dios.

Dios no es tacaño, roñoso, ni austero. Dios es rico, exuberante, y generoso, como nos daremos cuenta en el Cielo.

Pero nos dice la Sagrada escritura que siendo rico se hizo pobre por nuestro amor.

Y esta tiene que ser también nuestra actitud.

Pudiendo hacer cosas, no las hacemos por amor de Dios. No porque sean malas, o poco nobles, sino porque somos cristianos.

Me imagino a la Virgen mostrándole a Jesús Niño –como hacen la madres– no los fuegos artificiales del ayuntamiento.

Sino las estrellas, las puestas de sol. María le enseña a valorar también los tejidos de seda.

Y José le lleva al campo para que se fije en lo bonito que está en primavera, y todo eso lo ha hecho Dios, tu Padre Dios.

También nosotros tenemos que ser agradecidos al Señor, por todas las cosas buenas que nos ha dado:

El vino –que en la actualidad es el mejor que se ha hecho nunca–, el pan con aceite.

la comida que nos preparan, la música, las puestas de sol de Granada...

El deporte, las películas. Cada uno tiene sus gustos, y su forma de ser.

Algunas tenéis una sensibilidad especial para la ropa, otras para la música, otras para la literatura..., y tantas cosas que nos agradan.

Pero que también sabemos prescindir con elegancia sino las tenemos, como el Señor, que siendo rico se hizo pobre por nuestro Amor.

En el Señor de los anillos hay una elfo que pierde su inmortalidad para poder casarse con un hombre.

Eso ha hecho Dios, se ha hecho mortal, pobre por amor a nosotros.

Vivir la pobreza por amor.

San Josemaría cuando fue a Grecia para preparar la labor del Opus Dei allí no subió a ver la Acrópolis, se quedó en el coche mientras le decía al actual Prelado que subiera a verla: –sube tú, Javi.

Don Álvaro del Portillo, con la cantidad de tiempo que se pasó en el Vaticano no subía a la Cúpula de San Pedro… por amor a Dios.

Ser pobre no es sólo comprarse un pijama más barato, sino saber prescindir de las cosas que nos agradan porque se las entregamos a Dios.

Porque para seguir al Señor hay que estar libres.

Los santos han sido personas que no han estado enganchados, ni a la música, ni al cine, ni al deporte, ni al sexo, ni a la comida...

Aún reconociendo que esas cosas son buenas. La libertad más grande del corazón coincide con la pobreza absoluta.

Dejadas todas las cosas le siguieron...

Pero pasado el tiempo quisieron recuperar algo de lo que habían entregado.

Al hablar de la pobreza decía Teresa de Jesús que nos sucede que a veces queremos recuperar algunas cosas.

Queremos tener la posesión de algunas cosas. Es muy humano contar con el descanso que da la propiedad.

La posesión, el dominio, la propiedad no de todo, sino de algunas cosas.

Necesitamos ropa, útiles de trabajo. Gracias a Dios cada día podemos disponer de mejores instrumentos: artilugios que nos ayudan a trabajar mejor y a descansar

Nos repugna las peleas de los hermanos en las herencias, por unos cuantos euros.

–¿No es usted la señorita Smith, hija del banquero multimillonario Smith? ¿No?

Perdone, por un momento pensé que me había enamorado de usted.

Hemos entregado todas las cosas, pero somos humanos.

Y ya que no tenemos grandes posesiones, ponemos fácilmente nuestros ojos en cosas menores.

Con frecuencia podemos sentir la atracción por cosas que nos ayudarían a cumplir más eficazmente nuestra misión.

Mi coche. Mi ordenador personal, que solo lo utilizo yo. Porque es como mi pluma estilográfica.

Podemos utilizar: coches, ordenadores y móviles. Pero lo malo sería plantear estas cosas como derechos personales.

Si la entrega de esas cosas nos quitan la paz.

Si defendemos esas cosas como derechos. Instrumentos indispensables para realizar nuestro trabajo.

Entonces nos estamos convirtiendo en peseteros.

Nosotros que hemos dejado tantas cosas, vamos a poner el corazón en tonterías.

–Señor, no quiero recuperar lo que un día te entregué.

Es lógico que nos cueste el desprendimiento.

Pero cuanto nos asalte la tentación de defender nuestros puntos de vista, podemos decir:

–Vienes tarde, eso ya lo entregué a Dios.

¿Tan radical es todo esto? No será que esto tiene que vivirlo la gente joven.

Nuestra pobreza ahora es más conciente. Sabemos lo que cuesta entregarlo todo.

Pero le decimos al Señor que estamos dispuestos con su ayuda.

Bienaventurado los pobres de espíritu, los que entregan las cosas que ellos ven como más importantes.

Así fue María, pobre en el tener, pero con una libertad interior que le hacía más rica que la mujer del César.

A ella que era muy agradecida ante los dones de Dios,

y que dejó todo para estar disponible le decimos: –haznos enamorados a la manera de Dios, que siendo rico se hizo pobre.

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías