sábado, 31 de octubre de 2009

EL CONCIERTO (TODOS LOS SANTOS)

Hoy es la fiesta de todos los santos. Sobre todo es la fiesta de los que están en el cielo.

Pero que no vemos en las paredes de las iglesias, porque no han sido canonizados.

De estos habrá alguno de tu familia. Porque los santos son los que están en el cielo.

Alguna vez he preguntado a alguien:

–¿Tú, quieres ser santo?

Y sin ningún reparo me han contestado:

–Por supuesto que no.

NO QUIERO SER SANTO

Ellos no quieren irse a un convento, y estar toda su vida sin oír a El canto del loco.
Y ellas no quieren ser gente que todo le sale mal en la vida. Porque parece que las santas
o son viudas, o son monjas, o han muerto jóvenes por tener un cáncer.

En ese plan no quieren en la práctica apuntarse a la santidad. Porque piensan que las personas santas no han sido normales, sino gente que hacía cosas un poco raras.

Para ellos los santos jamás se hubieran presentado a Operación Triunfo.

Los santos, piensan algunos, eran más bien tímidos, y un pelín melancólicos. Siempre rezando oraciones…

En definitiva que no les gusta la marcha: nunca te los encontrarías en un concierto de La Oreja.

QUIERO SER NORMAL

Prefiero ser un cristiano normal, que toca la guitarra eléctrica, y está ahorrando para comprarse una batería.

En el cielo los santos interpretan una melodía.

Y más que cualquier instrumento, el Señor prefiere nuestra voz humana.

Ahora te puedes dirigir a Él. Lo mismo que conoce mi voz, conoce la tuya, y sabe lo que estás pensando en este momento.

Precisamente tu voz es la de uno de sus hijos. Dios te la ha regalado. Y con ella tenemos que presentarte para cantar tu melodía junto con otras personas.

Todas las voces son buenas para Dios, pero todas son distintas. Eso es lo bonito, cantar la misma canción cada uno con su voz peculiar.

No es lo mismo la voz de Pavarotti, que la de Plácido, o la de José Carreras. Una voz es más potente, la otra más dulce, otra más varonil. Todas tienen sus peculiaridades.

CADA UNO TIENE QUE SER SANTO A SU MANERA

Todavía recuerdo el concierto donde actuaron los tres tenores que antes hemos citado. Me parece que fue en el año 2000.

Aquello sonaba como los ángeles.

Ahora me hace recordar lo que dice uno de los salmos:

–Delante de los ángeles cantaré para ti, Dios mío.

Ojalá dentro de unos años nosotros cantemos la sinfonía de la santidad. La letra la sabemos. Sabemos lo que tenemos que hacer.

Porque el cielo puede compararse con un concierto en el que todos los que están allí interpretan una sinfonía con voces distintas.

¡Qué bien sonaban las voces conjuntadas de aquellos tres tenores! ¡Qué bien suenan las voces de todos los que están en el cielo!

Porque todos los que están en el cielo cantan una misma canción. Han tenido vidas distintas, pero les une la misma partitura.

Todos los que están en el cielo cantan una canción de amor.

También aquí en la tierra, casi todas las canciones que triunfan son canciones de amor. Nada más hay que mirar la lista de las canciones más oídas.

UNA CANCIÓN DE AMOR

Cada uno tiene su tono de voz, un tono de voz inconfundible, su potencia, su timbre.

Por eso, los santos son muy diferentes. Tuvieron una educación distinta, un carácter distinto… sus gustos y aficiones también lo eran. Unos eran del Madrid otros del Barcelona.

NO QUIERAS SER FERFECTO

Dile al Señor: –Hazme santa pero no perfecta.

Hablando con un chico joven, químico, me dijo que él pensaba que la santidad consistía en la perfección... Fue hace unos días, haciendo deporte.

Efectivamente algunos piensan eso. Y luchan por no tener fallos. Sufren por sus defectos.

Piensan que su vida es como una gimnasio donde hay que hacer ejercicio. Como si hubiera que hacer pesas.

Y alcanzar, con esos ejercicios, una meta egoísta.

Precisamente eso es la vigorexia, una enfermedad mental que, a los hombres, les hace estar obsesionado con tener músculo y estar en plena forma.

Si uno vive pensando en no tener fallos, acaba mal de la cabeza. Es lo que los siquiatras llaman el anancástico, el perfeccionista.

Los santos no vivían obsesionados con la perfección, porque eso les hubiera apartado de Dios y hubieran caído en enfermedades mentales.

En uno de estos libros de autoayuda encontré una frase que erróneamente se la atribuyen al Señor. Dice el escritor que Jesús le dijo a sus discípulos.

–Si queréis ser perfectos, nunca me entenderéis.

Evidentemente estas palabras nos la dijo el
Señor, pero la idea es muy aprovechable: Si queréis ser perfectos, nunca me entenderéis.

La voz humana es bonita, y tiene muchos registros, que la hacen muy buena para cantar. Pero no es perfecta.

Gracias a Dios los santos siempre han tenido defectos: murieron con ellos.

Antes hemos hablado de dos tenores españoles que son de los mejores del mundo.

Una historia que quizás pocos conocen, se refiere Plácido Domingo y José Carreras, que se enemistaron por cuestiones políticas desde 1984, y es una pena.

Por lo visto, como actúan en todo el mundo, lo que pusieron como condición en sus contratos que no cantarían nunca juntos.

Esto que pasa en la tierra, no ocurre en el cielo. ¡Qué pena que los cristianos, que queremos hacer el bien, acabemos peleados con otros que también lo quieren hacer!

Todos tenemos defectos, también los cantantes.

TENER DEFECTOS ES HUMANO

Porque lo bonito del timbre humano, del canto humano, no es que sea técnicamente perfecto sino que está lleno de calidez y de una imperfecta belleza.

Si uno quisiera hacer artificialmente una voz perfecta, le saldría una voz fría y poco humana: sería una voz enlatada.
Como la que se escucha en los contestadores automáticos. Que, precisamente por ser demasiado perfecta, te da una sensación rara. No es humana.

Las palabras exactas, textuales, que el Señor dirigió a sus discípulos es que fueran perfectos como su Padre celestial es perfecto.

No les animó a que no tuvieran fallos, como su Padre no los tiene, sino que les dijo: sed perfectos a la manera como mi Padre es perfecto.

En otro punto les aclara la manera cómo su Padre es perfecto: sed misericordiosos como mi Padre es misericordioso.

SER SANTOS ES TENER EL CORAZÓN COMO DIOS

Dios es misericordioso. Él, que está aquí, carga con nuestra miseria. No todas las semanas sino todos los días.
Y esta es la perfección que nosotros hemos de conseguir.

Hacer como nuestro Padre del cielo, que no sólo hace cosas por los buenos sino por todo el mundo. También por los malos.

La razón es porque Él es bueno, porque es misericordioso.

Un santo es el que tiene corazón grande, no mezquino, pequeño.

Y un cristiano tiene que intentar ir por ese camino. Llevar la miseria de los demás, todos los días. Porque así se porta Dios.

No hacer acepción de personas. Este me cae bien, pues le hago caso. Aquella ha hablado mal de mí, la critico.

Los santos son las personas amables, cordiales, que no devuelven mal por mal.

Uno puede tratar bien de vez en cuando a los demás. Para hacer eso basta ser un poco buena persona.

Pero, para devolver bien por mal continuamente hace falta rezar.

En la vida la gente, a veces, rectifica. Antes contábamos la enemistad entre los dos tenores.

Resulta que, en 1987 a Carreras le apareció un enemigo más duro que Plácido Domingo. Le diagnosticaron leucemia. Su lucha contra el cáncer fue muy penosa.

Se sometió a varios tratamientos. Un transplante de médula ósea, un cambio de sangre que le obligaba a viajar una vez al mes a Estados Unidos.

Y, al final del tratamiento, se tuvo que operar sin anestesia porque, si se la ponían corría el riesgo de afectarle a las cuerdas vocales.
Y esto lo hizo porque, aunque fue una tortura lo aguantó porque arriesgarse a perder la voz, para él, José Carreras, hubiera supuesto enterrarlo en vida.

Como era lógico, en estas condiciones no podía trabajar, y a pesar de tener mucho dinero, el tratamiento y los viajes le dejaron casi sin nada.

Cuando ya no pudo pagar, se enteró de la existencia de una fundación, llamada Hermosa, que ayudaba económicamente a personas con esta enfermedad.

Gracias a esa fundación, José Carreras se curó y volvió a cantar.

Lo bonito es que, como agradecimiento, trató de asociarse a la fundación para poder ayudar también él.

Es una forma de rectificar. Porque un cristiano debe responder siempre con el bien, como hace Dios.

En el Silmallirion, una de las obras de Tolkien, que como sabes también es el autor del El Señor de los anillos, se nos relata la creación del mundo por parte de Dios, que allí le da el título del Único.

El Único, para crear al universo, se sirve de otras criaturas.

Y, Tolkien, compara la creación con un concierto en el que todos esos seres superiores intervienen con sus cantos.

Pero hay uno de esos valar, seres superiores, que mientras todos cantan, el quiere ir por libre, desafinando.

Pero Dios utiliza ese desafine para hacer una nueva sinfonía, que es mejor que la anterior, y en la que también intervienen el resto de los valar.

Esto es lo que ha pasado en la vida de José Carreras. Dios de males, saca bienes, si uno rectifica.

Lo que no sabes es que, José Carreras, al leer los estatutos de la fundación para hacerse socio, descubrió que su fundador, mayor colaborador y presidente, era su gran enemigo Plácido Domingo.

Más tarde, se enteró que Plácido Domingo había creado esta entidad para atenderlo a él, precisamente a él.

Y, se había mantenido en el anonimato para que no se sintiera humillado al aceptar la ayuda.

Uno de los momentos más emocionantes fue el encuentro de los dos tenores durante un concierto de Carreras en Madrid.

Entró Plácido Domingo mientras Carreras cantaba.

Lo vio entrar, dejó de cantar, interrumpió su actuación y puesto de rodillas le pidió disculpas, y le agradeció públicamente todo lo que había hecho por él.

Plácido Domingo le ayudó a levantarse, y con un fuerte abrazo sellaron el inicio de una gran amistad.

Pero, ser santo no solo es tener un acto heróico como este, una vez en la vida, sino hacer pequeños actos heróicos todos los días.

Ser santo es cargar con las miserias de los demás. Sus impaciencias, sus malas caras, su falta de puntualidad… Hacer todos los días una fundación hermosa para ellos y terminar dándonos un abrazo.

Esto es el cielo, incluso los enemigos se querrán.

Allí se dieron un abrazo San Esteban y San Pablo. Y San Esteban fue apedreado en la tierra gracias a San Pablo.

En una entrevista a Plácido Domingo, una periodista le preguntó porqué había creado la Fundación Hermosa.

Una Fundación que iba a beneficiar al único artista que podía hacerle competencia con su voz.

Su respuesta fue corta y definitiva: porque no se podía perder una voz como esa.

Tenemos que conseguir, que toda la gente que queremos, vayan al cielo, que sean santos.

Dios nos dice, ahora a mismo, a cada uno: No se puede perder una voz así, la tuya.

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