Descripción del pasaje: Este discípulo era el más joven de todos y, posiblemente por eso, el más “mimado” del Señor.
En el Evangelio que escribió después, se llama a sí mismo “el discípulo que Jesús amaba”.
También Jesús quería a los demás, pero quería especialmente a Juan porque se había entregado libre de ataduras humanas: es el apóstol virgen.
A pesar de su juventud, demuestra ser más valiente que los demás apóstoles: a la hora de la Cruz, él permanece firme junto al Señor.
Posiblemente está allí porque no quería dejar sola a santa María, cuando ella decide ir a estar con Cristo en sus últimos momentos de vida.
De esta manera, gracias a la Virgen, Juan permanece fiel a Cristo en esos momentos de crueldad de los enemigos y de miedo de los amigos.
Y Jesús, desde la Cruz, le concede el mayor regalo que podía hacerle: le entrega por Madre a su madre.
“A partir de ese momento, el discípulo la recibió en su casa”.
¿Cómo trataría Juan, a partir de entonces a Santa María? ¿Cuántas cosas aprendería de ella?: a moderar su carácter, a vivir las virtudes, a crecer en amor a Dios y a los hombres, a sacrificarse por todos...
Consideraciones: Si permanecenos fieles, junto a Santa María, a la hora del sufrimiento entonces el Señor nos dará a su Madre por madre nuestra.
¿Podría yo, como San Juan, tener a la Virgen en mi casa, en mi vida, en mi corazón?
¿Cómo trataría yo a la Virgen si conviviera con ella?¿Qué le pediría? ¿Qué le preguntaría? ¿En qué virtudes tendría que imitarla mas?
¿Qué detalles diarios debería tener con ella?
¿Por qué no intento tratar a la Virgen como a una persona viva, que me oye y me quiere y no como alguien distante?
¿No tendría que poner más cariño en mis normas de piedad marianas: Santo Rosario, Ángelus, tres avemarías por la noche, etc.?
Quizá, acudiendo a San Juan él me puede enseñar quién es y cómo tratar a mi Madre, Santa María y trasmitirme todo lo que el aprendió de Ella.
Dialogo: Madre mía, voy a procurar tratarte cada día con más cariño y, en concreto, a no dejar jamás de rezar el Ángelus y las tres Avemarías antes de acostarme.
También voy a procurar rezar con mas atención y cariño el Santo Rosario -al menos los sábados y durante el mes de mayo y el mes de octubre-.
Querría, Madre mía, que me trataras como a un niño pequeño al que hay que enseñar a rezar y a vestirse y a comer solo y a corregir los defectos y a descubrir el mundo y a evitar los peligros.
Madre mía, ¡tendría que aprender tantas cosas de Ti!: a ser hu¬mille, a vivir de fe, a cuidar la pureza y el pudor, a ser misericordioso con todos, a gastarme en servicio de los demás, a amar con locura la voluntad de Dios...
Madre mía, “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En el Evangelio que escribió después, se llama a sí mismo “el discípulo que Jesús amaba”.
También Jesús quería a los demás, pero quería especialmente a Juan porque se había entregado libre de ataduras humanas: es el apóstol virgen.
A pesar de su juventud, demuestra ser más valiente que los demás apóstoles: a la hora de la Cruz, él permanece firme junto al Señor.
Posiblemente está allí porque no quería dejar sola a santa María, cuando ella decide ir a estar con Cristo en sus últimos momentos de vida.
De esta manera, gracias a la Virgen, Juan permanece fiel a Cristo en esos momentos de crueldad de los enemigos y de miedo de los amigos.
Y Jesús, desde la Cruz, le concede el mayor regalo que podía hacerle: le entrega por Madre a su madre.
“A partir de ese momento, el discípulo la recibió en su casa”.
¿Cómo trataría Juan, a partir de entonces a Santa María? ¿Cuántas cosas aprendería de ella?: a moderar su carácter, a vivir las virtudes, a crecer en amor a Dios y a los hombres, a sacrificarse por todos...
Consideraciones: Si permanecenos fieles, junto a Santa María, a la hora del sufrimiento entonces el Señor nos dará a su Madre por madre nuestra.
¿Podría yo, como San Juan, tener a la Virgen en mi casa, en mi vida, en mi corazón?
¿Cómo trataría yo a la Virgen si conviviera con ella?¿Qué le pediría? ¿Qué le preguntaría? ¿En qué virtudes tendría que imitarla mas?
¿Qué detalles diarios debería tener con ella?
¿Por qué no intento tratar a la Virgen como a una persona viva, que me oye y me quiere y no como alguien distante?
¿No tendría que poner más cariño en mis normas de piedad marianas: Santo Rosario, Ángelus, tres avemarías por la noche, etc.?
Quizá, acudiendo a San Juan él me puede enseñar quién es y cómo tratar a mi Madre, Santa María y trasmitirme todo lo que el aprendió de Ella.
Dialogo: Madre mía, voy a procurar tratarte cada día con más cariño y, en concreto, a no dejar jamás de rezar el Ángelus y las tres Avemarías antes de acostarme.
También voy a procurar rezar con mas atención y cariño el Santo Rosario -al menos los sábados y durante el mes de mayo y el mes de octubre-.
Querría, Madre mía, que me trataras como a un niño pequeño al que hay que enseñar a rezar y a vestirse y a comer solo y a corregir los defectos y a descubrir el mundo y a evitar los peligros.
Madre mía, ¡tendría que aprender tantas cosas de Ti!: a ser hu¬mille, a vivir de fe, a cuidar la pureza y el pudor, a ser misericordioso con todos, a gastarme en servicio de los demás, a amar con locura la voluntad de Dios...
Madre mía, “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario