lunes, 24 de diciembre de 2007

Noche Vieja

Vamos a pedirle al Señor hacer muy bien esta oración. Rezar como rezan los santos. Oír la voz de Dios: -¡Señor danos esa gracia!

Hijos míos –son palabras del Prelado del Opus Dei del uno de enero de hace unos años–,
no se trata de dramatizar, pero la vida se nos va de las manos (…) ¡Se nos va la vida! Una vida que puede tener toda la trascendencia divina.

Dentro de media hora entraremos en el 2008. El Señor nos da más tiempo para quererle.

La doctora más joven de la Iglesia, que murió a los 24 años, escribía a su hermana diciéndole:
la eternidad se acerca a grandes pasos.

Efectivamente vemos que cada día que pasa, cada año que pasa nos acerca más rápidamente a nuestra vida definitiva: donde nos espera una auténtica felicidad.

Leí una vez un estudio curioso sobre el paso del tiempo. Decía que el lugar donde el tiempo pasa más despacio es en los semáforos y, sobre todo, esperando al autobús. Y, curiosamente otro de los lugares donde el tiempo corre lento es cuando uno está tomando unas copas.

Con un vaso en la mano, animándose unos a otros con ganas de disfrutar y repitiéndose una y otra vez: —¡qué bien lo estamos pasando! Son las ganas que tenemos todos de ser felices, pero sabemos que con los cotillones no se llenan.

Dice el salmo: Pon tus delicias en el Señor y te concederá los deseos de tu corazón. Sabemos que Él es quien sostiene nuestra vida.

Tú y yo –decía en una ocasión el Prelado del Opus Dei- estamos llamados a ser del cielo porque sólo en Dios está nuestra esperanza.

También nos sirve aquella idea que repetía de san Josemaría: un año más que pasó nos aproxima a la felicidad del cielo.

Hoy, en vez de pensar en una lista interminable de cosas que tendríamos que mejorar, que además de largo sería deprimente, podemos hacer nuestra meditación mirando a nuestra Madre del Cielo.

Madre de Dios y Madre nuestra. Pensar en la Virgen nos anima, nos da esperanza, aprendemos a movernos en los planes de Dios.

Su protección se nota, sus enseñanzas para tratar al Señor nos sirven de mucho. Con Ella es fácil llenarse de Dios: Hija, Madre y Esposa.

Su trato provoca en nosotros una hoguera. Se cumplen aquellas palabras de la Escritura:…
Ure igne

-He venido a traer fuego a la tierra… ¿y qué quiero sino que arda?

Se lo podemos pedir a nuestra Señora: –
Sancta Mater istud agas: que se haga esto en mí, que no se apague esa hoguera.

En el libro del Apocalipsis, san Juan se dirige a la iglesia de Éfeso. Era la principal de las siete iglesias. Éfeso había sido una comunidad floreciente. Allí vivió María.

En la visita que hizo el Papa a Turquía hace poco tiempo estuvo en su casa, donde celebró Misa. También San Juan vivió allí unos años. Incluso San Pablo residió en Efeso durante casi tres…

Pues, el mismo San Juan, al escribir a esta iglesia primero alaba su paciencia y su fortaleza en mantener la fe, pero luego corrige su pérdida de fervor:
Tengo contra ti que has abandonado tu primera caridad.

Quizá por eso la Iglesia allí no cuajó del todo, a pesar de tener tan reciente la presencia de la Virgen y la de los apóstoles de Cristo.

Hoy la casa de María es un lugar de peregrinación para católicos y musulmanes, y la comunidad católica se reduce a tres monjas italianas…

Vamos a pedirle a la esposa del Espíritu Santo que vuelva a encender ese fuego que nos acerquemos al Niño que parece que nos necesita.

–Oh Dios no te alejes de mí, porque Tú eres mi esperanza, mi seguridad desde mi niñez. Tú eres mi protector.

El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que la Virgen conservaba todas las cosas que sucedían y las guardaba en su corazón.

Guardaba en su interior las instantáneas de la vida de su Hijo, como las abuelas que tienen en una caja de lata de bombones de Nestle recuerdos en papel Kodak: la primera foto del álbum de familia y del hijo pequeño que a parece tal cual después de un baño.

La Virgen guardaba los primeros llantos del Niño, la Palabra de Dios que llora en Belén; o del lejano Egipto: Jesús que empieza a andar a la sombra de las pirámides.

Esas cosas no se le podían olvidar a María. El primer día que Jesús fue a trabajar al taller de José; cuando le empezó a cambiar la voz. Se iba haciendo mayor y cada día era mejor…

Hoy es la fiesta de su Maternidad. Es la celebración de la Madre de Dios. Vamos a pedirle que nos enseñe a querer al Niño, a pensar en Él y tenerle siempre presente.

El gesto típico de una madre es tener a su hijo en brazos. Así aparece en Belén. Y así la vemos en el Calvario, con su Hijo en brazos…

Cuando uno observa con detalle la Pietà de Miguel Ángel, descubre algo curioso. Parece como si el artista hubiera querido mezclar la escena de Belén y la del Gólgota. Y se ve como, a pesar de los años del Señor cuando murió, la Virgen sigue tiene la cara de una niña…

Jesús aparece sin heridas a pesar de las torturas de la Cruz, tiene el cuerpo como el de un niño.

En Belén, en el Gólgota todos le rechazan, la humanidad lo desprecia o no le hace caso…

María no, María lo protege, lo cuida. Las primeras horas en este mundo las pasó en sus brazos y al morir igual.

En medio de un sufrimiento indescriptible, la ve a Ella allí, de pie, a solo unos metros…como en Belén…

¡Cuánto nos sirve mirar a nuestra Madre!
–Ayúdanos en este 2008 a tener más presente a Dios, a tratarle más. Muestra que eres Madre nuestra, enséñanos.

Ignacio Fornés

viernes, 21 de diciembre de 2007

Sagrada Familia

¿Has pensado alguna vez en cómo sería el mundo si la Navidad no hu¬biera ocurrido? ¿Cómo sería sin que hubiera estado viviendo la Sagrada Familia sobre la tierra?

Es algo que no se puede resolver, es una utopía… aunque si que nos lo podemos imaginar. Dios nos hubiera salvado de otra manera, eso seguro. Pero la Teología ya es lo bastante difícil como para hacer ahora experimentos mentales…

Al hacernos esa pregunta ¿qué hubiera sido de este mundo sin la Navidad, sin Jesús, José y María? me refiero más a pensar qué hubiera sido de los hombres, de sus relaciones sin Dios.

Para imaginarse esto no hace falta cerrar los ojos, como se hace cuando quieres imaginar algo…Para pensar en un mundo sin Dios hay que abrir los ojos y mirar lo que está ocurriendo…

El otro día, 24 de diciembre oía la radio, las noticias eran desalentadoras, un hombre de 60 años apuñalaba a su pareja y otro, más joven, apuñalaba a la suya delante de sus hijos…

Así estamos. Así está la familia sin Jesús, José y María…Vivir sin la existencia de un establo oscuro en una noche de nieve, sin la Trinidad de la tierra, es una vida difícil.

Dios no es una hipótesis filosófica; no es algo que “tal vez existe”; sino que nosotros le conocemos y él nos conoce a nosotros. Y podemos conocerle cada vez mejor si permanecemos en diálogo con Él…

Son palabras del Papa que nos ayudan a tener la certeza de Dios aunque calle. Incluso la gente que no cree debería funcionar como si Dios existiera, porque la vida se hace así más humana, más llevadera.

El Señor mismo quiso vivir dentro de una familia, una familia que hizo sagrada con su presencia. Lo que les unía a María y José era el Niño, el amor a Dios. Jesucristo rompe todas las barreras, las distancias entre las personas, por grandes que sean. Así vivía la Familia de Dios en Belén, en Egipto y en Nazaret.

Por eso, vamos en nuestra oración de hoy corriendofestinantes- como los pastores para ver a la Virgen, José y el Niño y pedir por las familias y las relaciones entre los hombres, para que haya paz entre los hombres de buena voluntad… como nos dijeron los ángeles en Nochebuena.

La paz se consigue con cosas pequeñas. ¿Qué vemos en la Sagrada Familia: delicadeza, solicitud unos por otros… Allí nadie se reserva nada… decía San Josemaría.

Hacían cosas unos por otros que se veían diariamente. San José sonreiría por dentro al pensar: ¡caray! que detallosa es María que ha limpiado de virutas mi túnica; o Qué bueno es José –pensaría la Virgen–
que ha traído agua del río, así no tengo que bajar esta tarde…

María se daría cuenta de un burrito de madera nuevo que llevaba Jesús entre sus manos. Detalles todos pequeños pero constantes…

Ese es el ambiente de una familia cristiana. Pero cuando no está Dios presente… ¡Cómo sufrieron la Virgen y San José al perder a Jesús con tan solo doce años…! Tres días que les pareció una eternidad…

Eso le ocurre hoy a mucha gente, que sus vidas les parece una eternidad, se aburren o sufren por mil cosas porque no tienen al Señor y por eso no se quieren.

María y José ayudad a las familias a que el Señor llene sus hogares.

Eso se consigue compartiendo alegrías y tristezas; sonriendo, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; escuchando las cosas de los demás; pasando por alto pequeños roces que el egoísmo podría convertir en montañas;

La soberbia violenta la memoria, la oscurece; justifica nuestro mal comportamiento para no tener que rectificar; almacena argumentos, razones, que van ahogando la voz de la conciencia, cada vez más débil, más confusa…

Cosas pequeñas, muy pequeñas pero que oxigenan la lucha, las preocupaciones, el cansancio diario. Son detalles que suavizan los malentendidos, a veces inevitables…

pasar por alto, son palabras de San Josemaría,
menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; (…) poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria.

Belén, Egipto, Nazaret…
allí nadie se reserva nada… a esa Familia pertenecemos…

-¡Jesús, José y María ayúdanos a vivir así!

Ignacio Fornés

San Juan

Celebramos la fiesta del menor de los Apóstoles: el Señor lo llamó cuando era muy joven. Juan, humanamente era una persona muy lanzada, con grandes deseos, a veces un poco egoístas.

Quería ser de los primeros en el reino de Jesús, pensaba que sería un reino humano, que triunfaría políticamente como David, y se apresuró, a través de su madre a pedir...

La madre pide para Juan y su hermano tener el puesto más importante en el Reino de Jesús. Y el Señor les dijo: No sabéis lo que pedís ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber?

Se refería a la Pasión, ese cáliz, esa copa amarga... y él y su hermano respondieron: ¡podemos! Todos los cristianos tendríamos que ser capaces de responder también:
podemos con tu gracia, superar todas las dificultades.

Sin embargo el ambiente cultural que nos rodea no cesa de repetir su mensaje publicitario:
Huye del dolor, cueste lo que cueste. No busques más que el placer

Pero ese anuncio publicitario no sería cristiano, y además es tremendamente engañoso: seguir el consejo que está en el ambiente es la mejor manera de no ser feliz.

Uno de los protagonistas de las Crónicas de Narnia, el pequeño Edmund se pone tibio de tocino de cielo que la Bruja fabricaba para tenerlo cogido. Lo tenía atrapado al pobre chico por la comida.

No es que los cristianos seamos masoquistas que vamos buscando el dolor: el dolor en la medida de los posibles ha de ser aliviado.



Pero el dolor forma parte de nuestra vida y querer eliminarlo por completo significa eludir la vida misma.

Rehuir el dolor es rehuir la vida: rehuir de lo que la vida puede traernos de bueno y de bello.

En la historia del León, la Bruja y el armario, para salvar a Edmund que había sido embaucado por la Bruja, el León Aslan hace un contrato y morirá en lugar del chico.

Edmund quería ser rey pero con engaños, y fue precisamente la muerte del Rey lo que hizo que el chico se salvara.

En nuestra vida ocurre que cuando damos la vida por los demás nos hacemos señores de nosotros mismos.

Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará, nos dice Jesús. El Evangelio es bastante más fiable que la publicidad actual.




Obviamente, los cristianos no tenemos nada en contra del placer, ni contra el tocino de cielo, que es una cosa buena, y que forma parte de la vida.

El placer es bueno, pero no ha sido hecho para tomarlo egoístamente, sino para darlo y recibirlo.
Es sorprendente la conducta de muchas personas: con frecuencia, huyendo de un pequeño sufrimiento se causan otros mucho mayores.

Hay que ser realistas y dejar de soñar con una vida sin dolor y sin lucha.

Debemos tomar cada día la cruz, para ayudar al Señor. Y antes o después el cáliz amargo de la pasión se transformará en otro de inmensa dulzura. Pero es que además la vida es buena, y bella tal como es, incluso contando con dolor.

Las contrariedades a menudo contienen muchas ventajas. Nos impiden constituirnos en propietarios de nuestras vidas y de nuestro tiempo.

La inteligencia de Dios, es infinitamente más bella, más rica, y más misericordiosa que la nuestra.

Y para ir entendiendo, la sabiduría de Dios muchas veces es necesario que nuestra inteligencia humana se tambalee: La Bruja en las Crónicas de Narnia se ríe cuando al León le cortan la cabellera, y lo martirizan, pues no entiende la Magia de Aslan.

Dios no quiera destruir nuestra inteligencia, sino elevarla y purificarla: pero hay una magia más antigua que la nuestra, que es la Gracia de Dios.

Mientras que el pecado es estrechez, la santidad es amplitud de espíritu, y grandeza de horizontes.

En la historia de El León, la Bruja y el armario, en ese cuento de Navidad, que es cristiano, se observa el desconcierto de las niñas cuando matan al protagonista. No entienden el porqué.

Es cierto que en circunstancias de prueba, lo que nos suele resultar más difícil no es tanto el dolor como no saber su porqué. Y es que existe en el hombre, una necesidad de comprender, una sed de verdad.

La fe no puede prescindir de la razón, de ahí que sea bueno querer comprender el sentido de cuanto vivimos. Lo que nos llena de paz en esta vida es la certeza de que Dios es fiel y jamás nos puede abandonar:

–Dios mío confío en Ti, que buena oración para decírsela ahora, tu que eres joven y como Juan tienes la vida por delante.



Os voy a leer dos citas. Una que dice: La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón. Es mala, atea y perezosa. Jamás será la juventud que ha de ser. Y la otra: Los jóvenes son el futuro de la humanidad y la esperanza de las naciones.

Esta última es de Benedicto XVI en Colonia, el mes de agosto pasado. Y la anterior es de una Inscripción babilónica del siglo XI a.c. Ya se ve que en los siglos de cristianismo la opinión sobre la juventud ha cambiado mucho.

Por eso vosotros que sois jóvenes, la esperanza del mundo, tenéis que fiaros de Dios. Pedro no quería que Jesús fuese a morir a Jerusalén, no entendía el porqué de la cruz.

En una ocasión el Señor le dijo: Lo que yo hago, tú ahora no lo entiendes, lo entenderás después.

Hay cosas en las que tenemos que fiar de Dios, porque no tienen explicación humana, se entienden después de vivirlas. Juan entendió todo después de beber el cáliz.

El cáliz del Señor fue muy amargo: Juan vio la muerte del Maestro, experimentó aquel viernes de muerte que todo lo que el había deseado se había terminado.

Más tarde se daría cuenta de lo afortunado que había sido. Dios lo había elegido para estar junto a María en el calvario. Precisamente allí bebió el cáliz, pero también fue allí donde se le entregó María como Madre.

Ella es la mujer más maravillosa que ha existido, y en Juan estamos representados todos.

NAVIDAD

La Navidad es un tiempo para esforzarse por mirar más a Jesucristo. Fijar los sentidos, contemplar también con el oído porque a los niños, sobre todo, se les oye. Vino a la tierra para padecer y lo primero que hizo fue llorar.

La Palabra de Dios/llora en un establo/dulce música nos dice el poeta…

La Palabra de Dios, el Verbo, la Imagen perfectísima de Dios, que venía a hablarnos con toda su Sabiduría, lo primero que hace es llorar: La Palabra de Dios llora en un establo. Algo sobrenatural que hace de esta noche distinta.

Qué cosa tan poco lógica: Dios que llora y además viene a empezar su misión en el ámbito de una cuadra: no era ni el mejor sitio, ni la mejor actitud que reflejaba a Dios.

Pero sí que es una cosa lógica porque venía a humillarse y a excederse en su Amor, hasta hacer fuerza a los atributos divinos.

Venía a hablarnos de ese Amor tan grande, no con palabras bonitas y poéticas, sino con hechos. Nadie gana a Dios en su Amor.

Pero podíamos habernos preguntado: eso está bien, pero Dios no puede sufrir ¿Podría Dios sufrir por nuestro Amor? ¿Nos querrá tanto como para pasarlo mal por nosotros?

Sabemos que la medida de nuestro amor se mide con el sacrificio.

Por eso, oír llorar al Niño es la mejor de las melodías, una dulce música, mejor que la de los Ángeles. Un cántico humano hecho por el mismo Dios: para sufrir no manda emisarios, viene Él mismo.


Dicen que el mayor honor que hace Dios a un alma no es darle mucho, sino pedirle mucho. Ésta es la lógica del Espíritu Santo, del Amor de la Trinidad: nos pide porque quiere escucharnos el corazón.

Eso hace el Señor con todos los que trata como santos. Dios se da del todo y los que están a su alrededor dan todo: mientras más cerca de Dios, más tendremos que dar.

Dar lo que nos vaya pidiendo, lo que en cada momento nos cueste, eso que parece poco lógico para su triunfo, para el buen funcionamiento de su reinado: quizá lo que con ojos humanos hace que nos rebelemos porque es poco práctico, eso es lo que el Señor, a menudo, nos pide...

Nos pide, porque no nos obliga: lo que busca es nuestro amor: eso es lo verdaderamente eficaz; esto es lo que nos hace santos con el Amor de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Mira al Niño y ve que callando habla: un niño no puede hablar en la noche de su nacimiento.

Dios que llega para hablar y lo primero que hace es no decir nada; mucho tiempo pasa sin decir nada, porque su forma de hablar es con hechos: nadie se esperaba que viniera por la puerta de la humildad, de la pobreza de espíritu; nadie pensaba que es Dios: el

Ser necesario quiere pasar verdadera necesidad, la misma necesidad que pasó San Josemaría, que le llevaba a decir:
¡qué mal me tratas, qué mal me tratas!

¿Qué hay que hacer para tener docilidad al querer de Dios y adaptarse rápidamente a sus planes?

Tener la mentalidad de un ser necesitado, de un niño; decía gráficamente el Señor: hacerse un niño. Dios quiso pasar por aquí, por eso, callando habla y enmudece a los sabios, desconcierta la experiencia humana.

Hoy es un día para estar contentos, la liturgia de la Iglesia entona el Gloria: Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres.

Annuntio vobis gaudium magnum, dijo el ángel a los pastores como si fuera el Cardenal camarlengo el que anuncia el nombre del nuevo Papa.

No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría:
Hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor.

Los comentaristas hablan de la prisa de los pastores, y dice que la alegría da alas: nadie puede buscar a Cristo con la tristeza de los perezosos. El Señor necesita a gente entusiasta a su alrededor: el Señor elige a pastores y pescadores: gente de buena voluntad.

Dios nos quiere por nuestra buena voluntad, se conforma con lo poco que saben y pueden unos pastores y pescadores, que ni siquiera poseen una tierra estable como los que trabajan en la agricultura.

Tienen que cantar los ángeles: era necesario que se manifestase también la Divinidad; el 25 de diciembre los ángeles echan las campanas al vuelo, era la primera canción de cuna, que la Virgen repetiría tantas veces, y que contaría a San Lucas.

Dicen que la Navidad nos vuelve poetas. Nada más hay que leer el texto de la mayoría de los Chritsmas. Te leo un poema que lleva por título Humildad y Gloria que nos ayuda a hacer oración:

La Palabra de Dios/llora en un establo/dulce música/mejor que la de ángeles:/callando habla/y enmudece a los sabios.

Y en el Cielo/resuena el Gloria,/canción de cuna/para un Dios loco/que se ha hecho Niño/por amor a los hombres.

María y José, viendo al Niño, estarían pensando lo mismo: es Dios y está llorando, está aquí por amor a los hombres….

Ignacio Fornés y Antonio Balsera

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Carta de diciembre

Nos dice San Marcos que un día el Señor subió a la montaña y llamó a los que él quiso y vinieron a él. Escogió a doce para que estuvieran con él y enviarlos a predicar.

El Señor nos ha llamado para dos cosas: estar cerca de él y para que hagamos apostolado.

El Prelado en su carta de diciembre dice: Acabamos de empezar un año mariano en la Obra para agradecer a la Santísima Trinidad, por medio de la Virgen, la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei hace veinticinco años.

Y nos anima a dar un salto de calidad justamente en la santidad personal y en el apostolado.

La Virgen María, Madre nuestra, siempre ha tenido mucho que ver en la vida de las personas y, claro está, con el desarrollo de la Iglesia, por eso le invocamos con confianza en las letanías: Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

Es fácil entender a San Josemaría cuando decía que el Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora.

En la llamada que Dios dirige a las personas para decirles el camino que deben seguir para irse al Cielo, María siempre ha tenido que ver de alguna manera. ¡Es tan fácil reconocer la asistencia de Nuestra Señora en cada paso de nuestra vida! escribe el Prelado.

Las intervenciones de nuestra Madre son claras y manifiestas, se notan. Cuando en el siglo XVI se apareció al indio Juan Diego la señal de su presencia fueron unas rosas que crecieron en un sitio imposible y en medio de un clima totalmente contrario. Lo mismo sucedió en Roma cuando cayó nieve en pleno agosto en el sitio donde quería que se le construyera una basílica, la que después fue Santa María la Mayor.

Su ayuda a los hombres, sus hijos, no pasa desapercibida.

A través de su protección nos ha alcanzado luces y gracias nuevas y como abogada nuestra nos ha defendido tantas veces de las insidias del enemigo, nos ha ayudado a vencer las tentaciones, nos ha hecho superar los obstáculos que se interponían en ese caminar hacia Dios.

Así aparece muchas veces pintada en los cuadros, pisándole la cabeza a la serpiente. Ningún obstáculo frena su poder. El libro del Génesis nos dice que el diablo, el tentador, no tiene ningún dominio sobre Ella porque es la Inmaculada, la Toda Santa.

Por eso le pedimos ahora con confianza: bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios.

El Prelado nos invita a que consideremos sosegadamente esta protección en el silencio fecundo de la oración, y descubramos con mayor claridad aún la actuación constante de nuestra Madre del Cielo, hasta en los acontecimientos aparentemente más pequeños de nuestra existencia.

-Señor danos la gracia para tenerla muy presente en nuestra vida.

María nos ayuda a superar los obstáculos para rezar bien y estar muy cerca de Jesús, y para convirtir a muchas almas. Con razón repetía san Josemaría que a Jesús se va y se vuelve por María.

Nos es fácil acudir a su ayuda para recorrer cada tiempo litúrgico y acercarnos más al Señor. En este marco, el Prelado se refiere al Adviento como una llamada a tener muy presente que Dominus prope, que el Señor está cerca. Nos anima a que esa cercanía se convierta en intimidad para superar así las dificultades en nuestra entrega.

Para tomar un poco el pulso de nuestra lucha, nos pregunta: ¿Con qué frecuencia hemos repetido ya: veni, Domine Iesu, ven, Señor Jesús?

Y en el apostolado nos aconseja empeñarnos más, a diario, en transmitir a nuestro alrededor, sin respetos humanos, que Dios está muy cerca y llama a la puerta de las almas, como llamó a las puerta de la posada de Belén. ¡Ábrame, hermana mía, amada mía! nos dice el Cantar de los Cantares. Hacerle ver a la gente que Jesús está a la puerta y llama.

Es fácil recorrer esta semana junto a la Virgen, San José y el burro, mientras recorren los 150 kilómetros que separaban Nazaret de Belén, muy cerca del Niño que nacerá para manifestarse al mundo desde una gruta.

Hay un famoso libro de Navidad titulado El Belén que puso Dios donde se dice que el mayor Belén realizado por Dios fue la Creación del mundo, y que el Señor continúa haciendo belenes en el alma de las personas.

Dios viene. Tenemos que despertar a la gente para que se den cuenta de que el Señor viene no ayer, no mañana, sino hoy, ahora -son palabras de Benedicto XVI- (…) no es un Dios que está en el Cielo, desinteresado… Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y (…) desea encontrarse con nosotros y visitarnos (…) viene a salvarnos.

Estas fechas son una oportunidad muy buena para hacerles ver a nuestros amigos que cuando estos días estén montando el Belén o vayan por la ciudad visitándolos, que se den cuenta de que Dios está entre nosotros, que no pueden vivir como si no existiera, como si fuera una hipótesis, porque el Señor nos conoce y quiere estar cerca de los hombres.

Acudimos a María y a José para que nos ayuden estos días a ser como el borrico, que llevemos a Dios para meterlo en el alma de los demás.

Ignacio Fornés

lunes, 10 de diciembre de 2007

PLÁTICA 2 JUNIO

El leproso (Mt 8, 1-4): Santa Pureza

Descripción del pasaje: ¿Te imaginas la vida de aquel hombre? Antes de enfermar, posiblemente tendría su trabajo, su familia, sus amigos... Pero un día le aparecen manchas en la piel. Intenta ocultarlas pero alguien le ve esas horribles manchas y lo denuncia a los sacerdotes.

Le expulsan de la sociedad y tiene que abandonar todo, para irse a vivir solo o con otros leprosos. Además es considerado “impuro” y no puede ni acercarse a rezar en el templo.

Un día, no se sabe cómo, oye hablar de Jesús, de sus palabras, de sus milagros, y se le enciente la esperanza: ¿tendría Jesús remedio para él?

Quizá los otros leprosos le intentarían disuadir. Y, por supuesto, los sanos no permitirían que se acercara a ellos y tratarían de alejarle, aunque fuera a pedradas.

Él vence todas las dificultades, hasta llegar a Jesús. Y le expone con sencillez y confianza su problema: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Consideraciones: Este hombre tiene una gran fe en Cristo: ¡ puede curarme! Tiene esperanza de ser oído por el Señor. Pide las cosas con sencillez. No se conforma con sus miserias, quiere quitárselas.

Dios permitió aquella enfermedad, que tantos sufrimientos causaría a aquel hombre, para, después, devolverle la salud del cuerpo y del alma.

El Señor tiene sus planes y quiere servirse de los sacerdotes para hacer llegar a cada uno de nosotros la realización de muchos milagros.

Dialogo: Señor, yo también tengo “lepra” en el alma: ¡Cúrame! ¿Qué he de hacer, Señor, para que me cures la “lepra”? Gracias, Señor, por mis miserias, porque así no he tenido más remedio que acudir a ti con total confianza. te pido, Jesús por mis amigos, para que le cures de su “lepra”.

PLÁTICA 1 JUNIO

La hemorroisa (Lc 8, 43-48; Mt 9, 20-22): Amor a la Eucaristía.

Descripción del pasaje: Llevaba muchos años con su mal, gastando su fortuna en médicos. Posiblemente, llevaría bien su enfermedad, pero ésta traería muchos inconvenientes a su familia. Quería trabajar por los suyos y la enfermedad se lo impedía.

Se acerca al Señor con fe pero no quiere molestarle, pensando que los demás le necesitaban mas que ella. Creía que con solo con tocarle el borde de su manto quedaría curada.

Al verse descubierta, se llenaría de sonrojo, pero quedaría contenta y feliz de haber sido sanada.

Consideraciones: ¿Acaso no necesitamos nosotros, más que la hemorroisa, acercarnos a Jesús, para que nos cure de nuestras enfermedades del alma? Tú y yo también tenemos la posibilidad de acercarnos a menudo al Señor en la Eucaristía.

Podemos visitarle cada día en el sagrario. Y podemos no sólo “tocar la orla de su manto”, sino comer y beber su cuerpo, sangre, alma y divinidad, en la comunión.

¡Qué bondad la de Jesús para con nosotros!

Diálogo:
¡Gracias, Señor, por tu entrega en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, por tu cariño hacia mí!

Que yo sepa tratarte siempre con fe, esperanza y caridad. Que no deje, ni un solo día de mi vida, de hacerte una visita para contarte mis alegrías y penas y para pedirte por todo lo que llevo en el corazón.

Que yo me acerque a menudo a recibirte en la Comunión. Que vaya siempre bien preparado, limpio de cuerpo y alma. Que sepa sacar tiempo para dedicar unos minutos a la acción de gracias después de recibirte. Que llene esos minutos de amor y desagravio, de peticiones y propósitos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

PLÁTICA 4 MAYO

La Samaritana (Jn 4, 5-42): apostolado

Descripción del pasaje: Jesús también se agota pero, a pesar de su cansancio, no deja de pensar en los demás: sobre todo en el bien de las almas.

La Samaritana no parecía muy dispuesta a entablar una conversación profunda, pues ya estaba desencantada y desconfiaba de que nadie se acercara a ella sin ningún interés egoísta.

Jesús comienza pidiéndole un favor: ¡que manera tan delicada de ayudar es pedir ayuda!: es hacerles caer en la cuenta de que pueden ser útiles.

La mujer samaritana responde al Señor con cierta ironía: “¿Cómo es que tú, siendo judío, pides agua a una mujer samaritana?” (como si le dijera: vosotros nos despreciáis, pero ahora tienes que pedirme a mi...).

El señor le hace notar que puede darle a ella lo que nunca ha soñado: la vida sobrenatural, la vida de la gracia, la vida eter¬na.

Esta pobre mujer, se preguntaría por que ese interés de Cristo por ella: “Será porque no conoce mi vida”, piensa.

Cristo le hace ver que la conoce perfectamente y, sin embargo, la quiere, y cuenta con ella para una misión apostólica: que trai¬ga a sus paisanos.

La Samaritana, al saberse amada por el Señor se llena de agradecimiento y deseos de llevar a Jesús a todos los que conoce. Y, pasando por encima de respetos humanos -el miedo a lo que dirán, el temor a ser rechazada-, se lanza a hacer apostolado ¡y consigue traer a todo el pueblo!

Consideraciones: El señor nos esta esperando a todos y a cada uno y podemos dejar de aprovechar esos “encuentros”. A pesar de que nos conoce muy bien y sabe de nuestros errores y miserias, nos quiere y cuenta con nosotros.

No se fija tanto en lo que hemos hecho, cuanto en lo que vamos a hacer a partir de ahora.

Todo encuentro verdadero con Cristo nos tiene que llevar al apostolado, a acercar las almas a Dios.

Los respetos humanos, el miedo a quedar mal delante de los otros, son un freno para el apostolado.

Dios, sin tener necesidad de nadie, quiere necesitar de nosotros para redimir al mundo y llevar a las almas por el camino del cielo.

Dialogo:
Señor, que no me conforme con evitar el mal sino que pro¬cure hacer mucho bien a los demás por amor a Ti.

Que yo entienda, Señor, que tengo la obligación -como discípulo tuyo- de hacer un constante apostolado. Más aún, que vea en el apostolado un ideal humano y sobrenatural hacia el cual dirigir todos mis esfuerzos.

Que entienda también que hacer apostolado no es otra cosa que vivir con naturalidad mi fe y mi amor a ti, de modo que lo se note en todas mis actividades corrientes.

Que yo haga apostolado con mis parientes, con mis compañeros de clase, con los amigos y con cualquier persona con la que me relacione con el motivo que sea.

Que sepa aprovechar las oportunidades y que sepa provocarlas.
Que, antes de hablar a los demás de Ti, rece y ofrezca sacrificios por ellos.

Madre mía, reina de los apóstoles enséñame y animame a ser apóstol de tu Hijo.

martes, 4 de diciembre de 2007

PLÁTICA 1 MAYO

Juan, el discípulo amado (Jn 19, 25-27): amor a la Virgen

Descripción del pasaje: Este discípulo era el más joven de todos y, posiblemente por eso, el más “mimado” del Señor.

En el Evangelio que escribió después, se llama a sí mismo “el discípulo que Jesús amaba”.

También Jesús quería a los demás, pero quería especialmente a Juan porque se había entregado libre de ataduras humanas: es el apóstol virgen.

A pesar de su juventud, demuestra ser más valiente que los demás apóstoles: a la hora de la Cruz, él permanece firme junto al Señor.

Posiblemente está allí porque no quería dejar sola a santa María, cuando ella decide ir a estar con Cristo en sus últimos momentos de vida.

De esta manera, gracias a la Virgen, Juan permanece fiel a Cristo en esos momentos de crueldad de los enemigos y de miedo de los amigos.

Y Jesús, desde la Cruz, le concede el mayor regalo que podía hacerle: le entrega por Madre a su madre.

“A partir de ese momento, el discípulo la recibió en su casa”.

¿Cómo trataría Juan, a partir de entonces a Santa María? ¿Cuántas cosas aprendería de ella?: a moderar su carácter, a vivir las virtudes, a crecer en amor a Dios y a los hombres, a sacrificarse por todos...

Consideraciones: Si permanecenos fieles, junto a Santa María, a la hora del sufrimiento entonces el Señor nos dará a su Madre por madre nuestra.

¿Podría yo, como San Juan, tener a la Virgen en mi casa, en mi vida, en mi corazón?

¿Cómo trataría yo a la Virgen si conviviera con ella?¿Qué le pediría? ¿Qué le preguntaría? ¿En qué virtudes tendría que imitarla mas?

¿Qué detalles diarios debería tener con ella?

¿Por qué no intento tratar a la Virgen como a una persona viva, que me oye y me quiere y no como alguien distante?

¿No tendría que poner más cariño en mis normas de piedad marianas: Santo Rosario, Ángelus, tres avemarías por la noche, etc.?

Quizá, acudiendo a San Juan él me puede enseñar quién es y cómo tratar a mi Madre, Santa María y trasmitirme todo lo que el aprendió de Ella.

Dialogo:
Madre mía, voy a procurar tratarte cada día con más cariño y, en concreto, a no dejar jamás de rezar el Ángelus y las tres Avemarías antes de acostarme.

También voy a procurar rezar con mas atención y cariño el Santo Rosario -al menos los sábados y durante el mes de mayo y el mes de octubre-.

Querría, Madre mía, que me trataras como a un niño pequeño al que hay que enseñar a rezar y a vestirse y a comer solo y a corregir los defectos y a descubrir el mundo y a evitar los peligros.

Madre mía, ¡tendría que aprender tantas cosas de Ti!: a ser hu¬mille, a vivir de fe, a cuidar la pureza y el pudor, a ser misericordioso con todos, a gastarme en servicio de los demás, a amar con locura la voluntad de Dios...

Madre mía, “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Adviento

El Señor hablando con los fariseos les puso un ejemplo de la sabiduría popular, de esas cosas que sabe la gente de campo y que se transmite por la experiencia de muchas generaciones. Haciendo como del hombre del tiempo dijo: «Al atardecer decís que va a hacer buen tiempo porque el cielo tiene color de fuego; y por la mañana que hoy habrá tormenta porque el cielo está rojizo y sombrío» Y termina con una queja «¿Así que sabéis descubrir el aspecto del cielo y no podéis descubrir los signos de los tiempos?» .

Esa es la misma queja que podría hacer el Señor ahora, porque muchos se dan cuenta de las cosas materiales que necesitan pero, en cambio, de las espirituales no. Es evidente que la Navidad es una fiesta conocida, y, por desgracia, la gente se quede en la pura fiesta sin darse cuenta de lo signos de los tiempo, que Dios va a estar con nosotros.

La Iglesia quiere que no nos pille de sorpresa, por eso existe el Adviento, para que el nacimiento del Niño Dios no pase como si nada.

Volviendo a la imagen que puso el Señor, es fácil imaginarse un campo árido por la sequía y a todo el mundo mirando con urgencia al cielo para ver si llueve y poder salvar las cosechas.

Así estaba el mundo antes de la venida de Jesús: sediento, seco, esperando su Redención, por eso el pueblo de Israel repetía una y otra vez: –Ven Señor que brille tu rostro y nos salve.

Y de repente, en esa espera mirando al cielo surge a lo lejos una nube que da esperanzas de lluvia y viene la alegría.

Cielos, dirá el profeta, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo; ábrase la tierra y brote la salvación.

Así esta la Iglesia ante el nacimiento de Belén: impaciente, necesitándolo, por eso toda la liturgia nos invita a lo mismo, a prepararnos con prisa: –El Señor llega, salid a su encuentro.

En el Adviento, la Iglesia –son palabras del Catecismo– actualiza esta espera del Mesías . Es un acontecimiento muy importante, tanto que la venida de Jesús al mundo está presente a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Es algo tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos.

La Iglesia nos tira de la manga para que nos demos cuenta de algo maravilloso, que Dios va a estar con los hombres. La traducción latina Vulgata de la Sagrada Escritura designa como adventus la venida del Hijo de Dios al mundo.

El Adviento es una llamada a vigilar con oración y penitencia. Por eso la liturgia en estos días nos enseña a esperar como Juan Bautista y los profetas del Antiguo Testamento recordándonos sus palabras que nos facilitan preparar la venida del Mesías.

Estas cuatro semanas son como la nube que da esperanzas de lluvia. En la Misa de este primer domingo rezamos antes de comulgar: El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto.

Prepararnos para la Navidad, la primera venida del Señor, y a la vez dirigir nuestra mente hacia la segunda venida de Jesús, que tendrá lugar al final de los siglos. Se trata de una espera piadosa y alegre porque vamos a estar con nuestro Dios.


Esa alegría nos viene por la cercanía del Señor, por su protección. Una protección que nos la anuncia el mismo Dios a través de Isaías, con unas palabras que no dejan de tener su gracia y que muestran la grandeza de Dios y la pequeñez nuestra: «No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio».

Vamos a decirle ahora: –A ti Señor levanto mi alma, Dios mío en ti confío . ¡Ven Señor no tardes!

Debemos aprovechar este tiempo para rezar bien y hacer penitencia. Así iba San Juan Bautista, gritando por toda la comarca del Jordán para que la gente se convirtiera para «Preparad los caminos del Señor» .

–«Mira que llego en seguida, dice el Señor».


Tenemos que darnos prisa, concienciarnos porque dentro de nada es Navidad. Estas semanas se pasan en una abrir y cerrar de ojos entre líos del colegio y concursos de villancicos. Vamos a hacer el propósito de rezar mejor y ofrecer al Señor cosas que nos cuesten.

Todos nos acordamos de esa imagen que el Señor les puso a los sacerdotes y ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar a la viña”. Él contestó: “No quiero”. Pero después recapacitó y fue».

Cuando, durante estos días, nos cueste más un sacrificio en el trabajo o en la relación con los demás, cuando vayamos con prisa para rezar… recapacitemos. Que no tengamos que oír el reproche de Jesús a los sacerdotes y ancianos «porque vino Juan a vosotros (…) y no recapacitasteis ni le creísteis».

Hay un Padre de la Iglesia, llamado San Tarasio que hablando de la Virgen dice: «¡Salve, tú, nube ligera, que derramas la lluvia celestial!».

Es curiosa la imagen. María vista como la nube que trajo la promesa de la salvación del mundo. En medio de este mundo, Ella es como un trozo de algodón blanco que refleja los colores del sol, una mezcla de rojo y dorado que se convierte en formas maravillosas.

Nuestra Madre se preparó muy bien para traernos el valioso Rocío de la Gracia que hace brotar la vida en la tierra por muy seca que esté. Vamos a mirarla para no perder de vista la Navidad siendo generosos en la oración y en las cosas que nos cuesten más.

–¡Ayúdanos tú, nube ligera, que derramas la lluvia celestial!

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías