sábado, 27 de junio de 2020

UN PROYECTO COMÚN


El próximo día 29 celebraremos la fiesta De San Pedro y San Pablo (cfr. Mt 16, 13-19: Evangelio de la Misa del día).

La verdad, es que los dos Apóstoles eran muy distintos.

Tenían diferencias por nacimiento (San Pablo no era de Palestina), por culturas, incluso también las profesiones no se parecían en nada: Pedro era pescador, y Pablo, parece ser que trabajaba en un negocio de tiendas de campaña.

Muchas cosas los separaban en lo humano, y también en los espiritual: Pedro había vivido con el Señor, y Pablo había sido enemigo declarado de los cristianos.

Pablo era un experto en la Escritura, y Simón tenía una cultura teológica elemental.

La manera de actuar en el apostolado también era distinta. Por lo que sabemos San Pablo viajó y escribió mucho más que San Pedro.

Todo esto es complementario, porque tenían un proyecto común.

Aunque eran muy diferentes, los dos fueron a lo mismo: «plantaron la Iglesia con su sangre» (Antífona de entrada de la Misa).

«Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó» (Prefacio de la Misa).

Los dos dedicaron su vida al mismo proyecto: guardar la fe. Y por eso sufrieron cárcel y persecuciones.

A Pedro se le podrían aplicar íntegramente las palabras que dijo San Pablo poco antes de morir: «he peleado buena batalla, he acabado mi carrera, he guardado la fe» (2 Tim 4, 6-8: Segunda Lectura de la Misa).

Participaban de la misma empresa aunque tuviesen puntos de vista diferentes. Mejor: así se adaptaban a todas las sensibilidades.

Los dos estaban en la tierra para lo mismo: salvar almas. Pero de distinta forma: Pedro «fundó la primitiva iglesia con el pueblo de Israel, Pablo la extendió a todas las gentes» (Prefacio de la Misa).

–Señor, haz que nosotros también actúemos con un solo corazón y una sola alma (cfr. Oración depués de la comunión).

Hoy le damos gracias a Dios por haber hecho a los santos tan diferentes y tan amigos.

Porque no se fijaban en lo que les separaba sino en lo que les unía: la amistad con el Señor.

En el carácter no parece que tengan mucho que ver el Santo Cura de Ars y el Fundador del Opus Dei. Son lo menos parecido que puedes encontrar. Uno era descuidado para algunas cosas materiales, el otro muy práctico.

Y sin embargo, San Josemaría escogió al Santo párroco como uno de los intercesores de la Obra.

Siendo distintos quieren lo mismo: salvar almas, como San Pedro y San Pablo.

Hay santos que se han pasado la vida en un mismo sitio, como San Alejo debajo de una escalera?

Otros, en cambio, han dormido en cama y han viajado por todo el mundo, como Juan Pablo II. Pero, sin embargo, Benedicto XVI viaja mucho menos. Pero al final todos pretenden lo mismo.

Al comenzar hoy el año de San Pablo, hacemos el propósito de aprender a hacer apostolado en nuestro ambiente, cada uno a su manera de ser. Sin miedos.

En la Iglesia hay maneras muy distintas de actuar. Lo importante no son las diferencias, sino tener un mismo proyecto común.

Estos días lo estamos viviendo con la Eurocopa de fútbol. Jugadores que durante el año están en equipos distintos.

Incluso que son eternos rivales, pero que tienen ahora un proyecto único: ganar la Eurocopa para su país.

Nuestro proyecto común es llevar almas al Cielo.

La manera, quizá, más frecuente de hacerlo es hablando de Dios de tú a tú, a través de la amistad:

este es el mejor regalo que le podemos hacer a las personas que queremos.

Para eso hemos nacido, para ser santos y hacer apostolado.

-Señor, concédenos seguir en todo las enseñanzas y el ejemplo de estos dos Apóstoles (cfr. Oración colecta Misa del día).

Si somos amigos de Dios –eso es lo que nos une a todos en la Iglesia–, entonces daremos la cara por Él, cada uno a su estilo.

Dar la cara. San Pedro y San Pablo murieron por el Señor y por su Iglesia. A uno lo crucificaron, y al otro le cortaron la cabeza.

A Juan Pablo II no había más que verlo por la televisión, lo gastado que estaba.

Nosotros ¿qué estamos dispuestos a hacer? ¿Hablamos con frecuencia de Dios? ¿Estamos dispuestos a quedar mal, a cansarnos hasta físicamente?

Cuando San Josemaría montó la residencia de Ferraz, aquello costó mucho.

«El primero en sucumbir al cansancio fue Ricardo, el director. Tuvo que guardar cama en el mes de agosto.

Don Josemaría, más curtido y resistente —también más agotado—, arrastró como pudo su cansancio hasta septiembre, en que se fue a hacer un retiro espiritual en los Redentoristas de la calle Manuel Silvela.

Meses antes, don Francisco Morán, notando su agotamiento, le ofreció unos días de descanso en una finca de su propiedad, en Salamanca. No pudo aceptar don Josemaría
» (Vázquez de Prada, Vol I, p. 551).

Estaba tan cansado que él mismo comentaba: «me echaría ahora en cualquier sitio, aunque fuera en medio de la calle, igual que un golfo, para no levantarme en quince días» (Ibidem).

–Regina Apostolorum. ¡Reina de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo ayudádnos en nuestro proyecto común!

sábado, 20 de junio de 2020

EL CUCHICHEO DE LA GENTE


Todos los que han querido hacer el bien se han encontrado con dificultades.

Se las encontró Jesús y Él mismo nos adelantó que nosotros también las tendríamos.

De hecho, es fácil encontrarlas. Basta que alguien empiece a ir a Misa a diario o a hablar de Dios, para que le señalen o sea tema de conversación entre algunas personas.

Por algo, el profeta Jeremías habla, de forma gráfica, del «cuchicheo de la gente» (Primera lectura de la Misa: cfr. 20,10-13).

Se refiere a la crítica clásica, la de toda la vida. La que, como a veces se dice, parece ser el deporte nacional.

-Señor, por Ti aguantamos comentarios que duelen. Por seguirte hay quienes nos miran como si fuéramos extraños (cfr Salmo responsorial).

Y es que, como dice el dicho cuando el carro anda levanta polvo.

En la actualidad el bien no es aplaudido, es cierto. Incluso, en ocasiones, es perseguido. Pero esto ha ocurrido siempre.

Hoy, parece que lo que tiene más gancho, lo popular, lo que queda bien ante la gente y ante el mundo es ir en contra del sistema, también de Dios, claro.

Por eso es importante que, delante del Señor pensemos: yo ¿estoy dispuesta a ser distinto, a dar el cante? Porque, cuando se intenta vivir como un buen cristiano, se nota.

Me contaba un amigo cura que, yendo por la calle vestido como sacerdote, se cruzó con una chica que iba con pinta estrafalaria. Y en el momento justo de cruzarse, ella dijo: –vaya pinta.

Y a este sacerdote le salió de dentro contestar: –la que te adorna.

Las maneras de vivir se notan. Las personas tienen una fama por su manera de comportarse.

Es algo que todo el mundo sabe aunque no se diga nada. Se sabe y ya está.

A veces, hacer la voluntad de Dios depierta antipatías o comentarios despectivos.

Por eso, hay cosas que oyes en un ambiente cristiano y que, luego, son lo contrario de lo que la gente hace o piensa.

De todas formas, nuestro Señor nos dice a los cristianos, que tampoco es para tanto: «que no tengamos miedo» a los que nos quieran hacer daño (cfr. Evangelio de la Misa: Mt 10, 26-33).

No debemos temer porque Dios nos protege. Sería como si el hijo del Jefe de policía tuviera miedo a que le atracasen por la calle, yendo, como va, con un guardaespaldas a cada lado.

La razón que nos da Jesús es que el Señor cuida de nosotros: estamos en buenas manos, en manos de nuestro Padre.

Señor, Tú nos proteges. Nadie puede nada contra nosotros (cfr Primera lectura).

Sería ridículo que tuviéramos miedo, porque nos cuida Dios, es el Creador del mundo.

No hay nada que suceda sin su permiso, ni siquiera el movimiento de una diminuta hoja de olivo.

A pesar de que sepamos esto, nos comportamos como si Dios no existiera o nos avergonzamos en ocasiones de dar la cara por Él.

Por esa razón, nos da cosa romper con determinadas amistades o con ciertos ambientes y costumbres poco cristianas, porque tenemos miedo a quedarnos solos.

A veces vivimos sin abandonarnos totalmente en las manos de Dios. Eso nos da miedo.

Desgraciadamente, cuando la familia de un paciente le pregunta a un médico sobre su estado de salud, y el doctor responde que estamos en manos de Dios, parece que las cosas están muy mal para el enfermo, que la medicina ya no puede hacer nada.

¡Qué tranquilidad nos debería dar pensar que «hasta los cabellos de nuestra cabeza» los tenemos contados!

Y también que, como dice el salmo, el «Señor escucha» a los necesitados (cfr. Responsorial: Sal 68). Porque Dios está siempre dispuesto a ayudarnos.

–Señor, gracias por estar como las madres, atento siempre, a la escucha.

Así está Dios, sabe que tarde o temprano vamos a necesitarle.

Las dificultades están ahí. Si uno quiere hacer el bien casi siempre se las encuentra.

Esos obstáculos no los pone el Señor, sino el pecado, como nos dice San Pablo.

Pero, también nos dice, que es mucho mayor el poder de la gracia que el daño que puede ocasionar el pecado (cfr. Segunda lectura: Rom 5,12–15).

Por eso, si somos inteligentes el miedo al que dirán no nos ha de mover. Lo que en realidad ha de preocuparnos es lo que puede dañar el alma: el cáncer que nos hace malos.

Jesús nos habla muy claro: «lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea» (Mt 10, Evangelio).

En definitiva, que no nos cortemos un pelo para hablar de Dios, ni de comportarnos como Él quiere.

El Papa para preparar el Encuentro Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Sydney, nos decía que debemos reflexionar:

«sobre el Espíritu de fortaleza y testimonio que nos da el valor de vivir el Evangelio y la audacia de proclamarlo» (Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, Lorenzano, 20–VII–2007).

Y San Josemaría escribió unas palabras que nos pueden ayudar ahora:
«En estos momentos de violencia, de sexualidad brutal, salvaje, hemos de ser rebeldes. Tú y yo somos rebeldes: no nos da la gana dejarnos llevar por la corriente, y ser unas bestias. Queremos portarnos como hijos de Dios, como hombres o mujeres que tratan a su Padre, que está en los Cielos y quiere estar muy cerca –¡dentro!– de cada uno de nosotros (Forja, n. 15).

Jesús volvió a Nazaret durante su vida pública. Y San Lucas nos cuenta que, en una ocasión, quisieron matarlo después de lo que les dijo (cfr. Lc 4, 16–30).

Podemos imaginar como mirarían a la Virgen cuando Jesús se fue de allí. Lo que dirían de Ella por ser su Madre.

–Madre nuestra, ayúdanos a ser fieles a pesar de lo que cuchichee la gente.

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías