La hemorroisa (Lc 8, 43-48; Mt 9, 20-22): Amor a la Eucaristía.
Descripción del pasaje: Llevaba muchos años con su mal, gastando su fortuna en médicos. Posiblemente, llevaría bien su enfermedad, pero ésta traería muchos inconvenientes a su familia. Quería trabajar por los suyos y la enfermedad se lo impedía.
Se acerca al Señor con fe pero no quiere molestarle, pensando que los demás le necesitaban mas que ella. Creía que con solo con tocarle el borde de su manto quedaría curada.
Al verse descubierta, se llenaría de sonrojo, pero quedaría contenta y feliz de haber sido sanada.
Consideraciones: ¿Acaso no necesitamos nosotros, más que la hemorroisa, acercarnos a Jesús, para que nos cure de nuestras enfermedades del alma? Tú y yo también tenemos la posibilidad de acercarnos a menudo al Señor en la Eucaristía.
Podemos visitarle cada día en el sagrario. Y podemos no sólo “tocar la orla de su manto”, sino comer y beber su cuerpo, sangre, alma y divinidad, en la comunión.
¡Qué bondad la de Jesús para con nosotros!
Diálogo: ¡Gracias, Señor, por tu entrega en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, por tu cariño hacia mí!
Que yo sepa tratarte siempre con fe, esperanza y caridad. Que no deje, ni un solo día de mi vida, de hacerte una visita para contarte mis alegrías y penas y para pedirte por todo lo que llevo en el corazón.
Que yo me acerque a menudo a recibirte en la Comunión. Que vaya siempre bien preparado, limpio de cuerpo y alma. Que sepa sacar tiempo para dedicar unos minutos a la acción de gracias después de recibirte. Que llene esos minutos de amor y desagravio, de peticiones y propósitos.
Descripción del pasaje: Llevaba muchos años con su mal, gastando su fortuna en médicos. Posiblemente, llevaría bien su enfermedad, pero ésta traería muchos inconvenientes a su familia. Quería trabajar por los suyos y la enfermedad se lo impedía.
Se acerca al Señor con fe pero no quiere molestarle, pensando que los demás le necesitaban mas que ella. Creía que con solo con tocarle el borde de su manto quedaría curada.
Al verse descubierta, se llenaría de sonrojo, pero quedaría contenta y feliz de haber sido sanada.
Consideraciones: ¿Acaso no necesitamos nosotros, más que la hemorroisa, acercarnos a Jesús, para que nos cure de nuestras enfermedades del alma? Tú y yo también tenemos la posibilidad de acercarnos a menudo al Señor en la Eucaristía.
Podemos visitarle cada día en el sagrario. Y podemos no sólo “tocar la orla de su manto”, sino comer y beber su cuerpo, sangre, alma y divinidad, en la comunión.
¡Qué bondad la de Jesús para con nosotros!
Diálogo: ¡Gracias, Señor, por tu entrega en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, por tu cariño hacia mí!
Que yo sepa tratarte siempre con fe, esperanza y caridad. Que no deje, ni un solo día de mi vida, de hacerte una visita para contarte mis alegrías y penas y para pedirte por todo lo que llevo en el corazón.
Que yo me acerque a menudo a recibirte en la Comunión. Que vaya siempre bien preparado, limpio de cuerpo y alma. Que sepa sacar tiempo para dedicar unos minutos a la acción de gracias después de recibirte. Que llene esos minutos de amor y desagravio, de peticiones y propósitos.
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