viernes, 21 de octubre de 2011

LA PRINCESA PROMETIDA Y EL VERDADERO AMOR


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«La Princesa prometida» es una película que se puso de moda hace unos años. Y las cosas que llaman la atención del gran público algo tienen que son capaces de tocar el corazón.

Normalmente muchas novelas, muchos argumentos que atraen al ser humano están conectados con el amor. Aunque la trama sea de acción suele tener su toque de romanticismo.

Los intereses del ser humano van por ahí. A todos nos gusta amar y ser amados.

Pues con la predicación del Señor sucedía una cosa parecida. Mucho quedaba enganchados porque las cosas de las que hablaba iban al corazón.

Mucha gente se admiraba de oír a Jesús. Pero no todo el mundo lo escuchaba con gusto.

Había gente que iba a cazarle para poder desacreditarlo en público. Y es que el éxito del Señor aunque era muy grande, no era generalizado. Algunos no podían verle.

QUERIAN CAZARLE

Como Jesús había hecho callar a uno de la secta de los saduceos, otro grupo enemigo del Señor se puso de acuerdo para ponerle en un aprieto.

El que le preguntó esta vez fue un doctor en teología de la secta de los fariseos, que quiso poner a prueba los conocimientos de Jesús.

Es como si quisiera desacreditarlo haciendo ver que no tenía una preparación suficiente para predicar.

Como si el Señor se inventara cosas. Dijera originalidades, pero que no estuviesen lo suficientemente fundadas.

–Maestro –le dijo–, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? (Mt 22,36).

La verdad es que la pregunta es bastante buena. La intención era mala, pero el que la formulaba como era una persona instruida nos hizo un gran favor.

SACAR BIEN DEL MAL

Esto sucede con frecuencia que Dios saca bien del mal. El Señor aprovecha la propia malicia de su enemigo para derribarle, como se hace las artes marciales.

Pero a Jesús no solo le interesa vencer, quiere convertir. Por eso no hiere, sino que enseña con mansedumbre. Son los demás los que se desacreditan sino no son buenos.

El que preguntaba no estaba mal informado, sino que era una persona instruida. Y esto es otra enseñanza: hay que seguir la verdad venga de quien venga.

LA VERDAD VENGA DE QUIEN VENGA

Más vale trasmitir la verdad siendo malo. Que ser bondadoso y sembrar el error. La buena voluntad no es suficiente para hacer el bien.

Una bellísima persona no cura si no tiene ni idea de medicina. Desgraciadamente la verdad y el bien a veces no están unidos en la misma persona.

Esta vez aunque había malicia también sabiduría. Por eso la pregunta fue muy oportuna.

LO PRINCIPAL

¿Qué es lo principal en nuestra vida?

Hay gente llamada buena que desgraciadamente no lo sabe. Viven como si no supieran qué es lo más importante en su vida.

Mucha gente te dice: –Mire usted, lo más importante es la salud.

O también te dicen los políticos: –Lo más importante es la economía.

No es que estas dos cosas sean malas. Pero Jesús no responde así.

A veces he preguntado a algún cristiano instruido: –¿Qué es lo que piensas tú que es lo más importante?

Y me dicen: –Pienso que lo más importante es el amor.

EL AMOR

Desde luego la respuesta no es mala, antes hablábamos del éxito que tuvo la película de «La Princesa prometida», pero Jesús no dijo eso.

En nuestros días no hay palabra tan desacreditada que la llamada «amor». Amor es una palabra que de tanto manosearla significa de todo.

Como decía el título de un programa de televisión: «No le llames amor cuando quieres decir sexo».

Esto me recuerda a lo que cuenta un conocido novelista inglés que escribió las Cartas de un diablo a su sobrino.

Trata de un demonio inexperto que recibe instrucciones de su tío para que tenga éxito al tentar a su primer «paciente».

El sobrino sigue al pie de la letra los consejos, pero inesperadamente el hombre al que tenía que tentar se convierte.

Entonces escribe una carta lacrimógena informándole a su tío de esta desgracia.

Y el tío le contesta quitándole importancia a ese desagradable suceso, y le dice:

–Mira, ahora que cree en Dios, consigue que se haga una idea falsa de Dios.

Pues esto es lo que pasa con el amor. No podemos decir que el amor no es importante. Porque Dios es Amor. Pero también se utiliza la palabra amor para hablar de satisfacciones egoístas.

CONFUNDIR EL AMOR

Se confunde el amor con el sentimiento: te quiero para algunos es «me apeteces», «me gustas».

O incluso se llega a confundir el amor con su contrario: «me satisfaces». Como si el amor fuera buscarse a sí mismo y no el bien del otro.

Y el colmo es llamarle amor a la fornicación.

También la palabra amor significa cosas buena, y muy buenas. Pero el Señor no contesta que lo principal es eso, sino que especifica más, para que la cosa quede clara.

Dice: –“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero (Mt 22,37-38).


PRIMERO, DIOS

Jesús habla claro. Este es nuestro primer objetivo. No podemos llegar a la felicidad si no buscamos amar a Dios sobre todas las cosas.

Da pena ver a personas que no son malas pero que tienen a Dios en un segundo plano.

Personas con buenos sentimientos, que se esfuerzan en trabajar bien…

Pero que si no cambian, más tarde o más temprano se darán cuenta que las cosas humanas no merecen la pena si se las aparta de lo esencial.

La vida está llena de fracasados que pusieron sus enteras esperanzas en un hombre, en el trabajo, o en el dinero.

Pues lo mismo que hay crisis económicas también hay crisis afectivas, y crisis anímicas. Todo lo humano se tambalea en un momento.

Genios como Napoleón que pretendían con su inteligencia y su poder engrandecer su país. Terminan su vida desterrados, humillados, e incluso con las fronteras territoriales de su patria más empequeñecidas.

Eso hablando de grandes personalidades de la historia. También hay pequeños grandes hombres que terminan sus días en buenos geriátricos, siendo visitados por sus hijos cuando pueden.

¡Qué solos acaban los que no han puesto a Dios lo primero en su vida!

Jesús es el Amigo que no cambia de parecer con el tiempo, que siempre está a nuestro lado. Lo demás pasará. Es ley de vida.

Lo que ocurre es que a Dios no lo vemos con los ojos de la cara. Ni tampoco lo sentimos con los sentidos exteriores.

Por eso el Señor también le dice al fariseo:

–Este mandamiento es el primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,38-39).

Efectivamente no se puede pretender querer a Dios sin amar a las personas que tenemos a nuestro lado. El segundo mandamiento está unido al primero.

A Dios no lo vemos pero a nuestro próximo sí. E incluso lo oímos roncar.

El Señor no tenía que mandar que los israelitas se quisieran a sí mismos, a sus novias, y a sus familiares. Para eso el ser humano no necesita mucha virtud: basta dejarse llevar por la naturaleza.

En el libro del Éxodo (cf. 22,20-26: Primera lectura de la Misa) Dios hablaba para proteger a los débiles y a los que nos resultan extraños.

Porque el amor verdadero no hace distingos entre personas, ni circunstancias: quiere con sentimientos y también cuando no se tiene el sentimiento.
Porque el motivo por el que tenemos que querer a los demás no es porque ellos sean buenos, sino porque nosotros somos buenos.

EL SEGUNDO MANDAMIENTO

Añade San Agustín que estando el segundo mandamiento por debajo del primero –como es lógico– sin embargo en la práctica, en el día a día, el segundo mandamiento tiene que ser el primero.

No podemos subir al escalón más elevado, sin pasar antes por el más bajo. Si no queremos a los demás, es falso nuestro Amor a Dios.

Pero no hay que desanimarse porque una cosa ayuda a la otra. La oración y los sacramentos nos acercan a Dios indudablemente pero también nos ayudan a querer a los demás.

El Amor con mayúscula nos llena de felicidad, por eso san Pablo habla de «la alegría del Espíritu Santo» (1 T 1,7: Segunda lectura). Porque precisamente el Espíritu Santo es el Amor de Dios en Persona.

Y es que el amor, la entrega, es lo que da la verdadera alegría.

Dios es el Amor por excelencia. Dios es la entrega absoluta. Cuando el Señor manda que amemos nos dice algo que Él ya hace, porque está en su Ser.

Un amigo quiso escribir un libro de poemas, y le aconsejaron que lo titulase «Amor verdadero» como tantas veces se repetía en la película de la que hablábamos antes.

AMOR VERDADERO
Pero el libro de mi amigo no terminó llamándose así sino que se tituló «A palo seco».

Porque en esta tierra en la que vivimos ahora, en muchas ocasiones en amor hay que ejercitarlo a contra pelo, sin buscar nada a cambio.

Esto lo que practicó con su vida la Mujer mejor que ha existido.

María consiguió cumplir esos dos mandamientos que se reducen a uno, y que hacen realidad el verdadero Amor. Por eso ella es la auténtica Princesa prometida.

XXX DOMINGO A

viernes, 14 de octubre de 2011

DIOS Y LA POLÍTICA: Dios no es de derechas ni de izquierdas. Ni de centro. Ni de arriba ni de abajo. Dios es de todos.

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PREJUICIOS

Al tratar con una persona lo peor que uno puede tener son prejuicios. Esos juicios impiden conocer bien a los demás.

Un pensador inglés del siglo XIX hablaba de que hay mentes estrechas, que en su interior no admiten muchas más cosas de las que ya poseen.

Tienen ya unos esquemas hechos, y las cosas que les lleva de fuera, no les sirve para cambiar sus estructuras mentales.

Tiene su cabeza ordenada según algunos criterios y lo que le llega de fuera no sirve para que cambien sino para mantenerse en sus opiniones

MENTES ESTRECHAS

En tiempos de Jesús también había mentes estrechas que se dejaban llevar por sus criterios, pero que no escuchaban a los demás.

Lo peor no era solo eso. Sino que en su interior juzgaban con malicia.

Para los que no pensaban como ellos sus pensamientos no eran de misericordia sino de condena.

Para los que no pensaban con ellos la sentencia era: veredicto, culpable. De ante mano condenaban a la gente. Tenían intención de condenar.

Y como dice el proverbio: cuando hay intención de condenar se acaban encontrando pruebas.
La dureza y pequeñez de los corazones de esas personas les llevaba a intentar coger al Señor en un renuncio.

Ellos querían encontrar una prueba que les confirmase en el veredicto condenatorio que antes ya habían formulado.

PONER A PRUEBA

Quisieron que Jesús cayera en una trampa, y le hicieron una pregunta comprometida.

Y Jesús que nunca sale por la tangente sino que siempre dice la verdad, y en este caso sorprendió por una contestación muy sencilla y a la vez muy profunda.

Lo que hace el Señor es no entrar al trapo, no se pone al nivel del que quiere sorprenderle, sino que Jesús resuelve las cuestiones por elevación.

Los problemas se resuelven casi siempre así, por elevación. No enredarse, ni dramatizar sino ir a lo importante. Sin enfrascarse con las personas.

Nunca atacar a las personas, sino combatir las ideas que pensemos que estén desefenfocadas.

Pues uno de los enemigos de Jesús le preguntó para cazarle en una respuesta impopular. Le dijo que si habría que habría que pagar el impuesto al Cesar.

El Cesar era muy mal visto en Palestina, pues se trataba del gobernante extranjero que les había invadido por la fuerza.

El Señor le contesta: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 15-21).

Jesús nunca ataca a las personas, sino que pone las cosas en su lugar. Viene a decirle precisamente eso: que cada cosa tiene su sitio.

Parece que esta respuesta es muy fácil. Pero la realidad es otra. Siempre ha habido la tentación de mezclarlo todo. En nombre de Dios se han hecho autenticas barbaridades. Por ejemplo últimamente el ataque a las Torres gemelas de Nueva York.

Muchos han tenido la tentación de unir la religión con lo que ellos piensan. Y sin embargo en las cosas humanas no hay dogmas.

En las realidades humanas no hay dogmas. Creer lo que se dice creer, los cristianos tenemos que creer unas cuantas cosas: el Credo y poco más.

EN LO HUMANO NO HAY DOGMAS

La política, como el futbol, o el mundo empresarial hay muchas formas de llevarlas a cabo. No podemos decir que nosotros estamos en posesión de la verdad y que los demás se equivocan. Eso sería tiranía.

En las cosas humanas hay muchas maneras de enfocar los asuntos. Cada uno ve la parta de verdad. Como el cuento oriental que relata que unos ciegos se dirigen hacía un animal. Uno palpa una de sus patas enormes y dice que es una columna. Otro toca la trompa del animal y piensa que es una manguera. Otro acaricia uno de sus cuernos y piensa que es un rinoceronte…

Pero en realidad se trata de un elefante visto –si se puede decir así– por un grupo de ciegos

Solo Dios tiene la verdad completa. Nosotros tenemos parcialidades. Por eso en lo humano no hay dogmas.

Porque en las cosas humanas cada uno puede tener su opinión. Formarse su opinión sin trata de imponérsela a nadie.

Nosotros los cristianos tenemos que ser muy respetuosos con las opiniones de los demás.

A Dios hay que darle lo que es de Dios, y al César lo que es del Cesar.

Pero esto no quiere decir que las cosas de cada día estén separadas del Señor.

Hay personas que pueden pensar: ¿Qué tendrá que ver Dios con las matemáticas? ¿Qué tendrá que ver Dios con el resfriado?

¿Qué tendrá que ver Dios con los goles de Silva y la selección española? ¿Qué tendrá que ver Dios con los exámenes?

¿Qué tendrá que ver Dios con los bailes, con la anatomía patológica, o con el virus de la gripe?

¿Qué tendrá que ver Dios con Córdoba y Manolete?

La verdad es que Dios tiene mucho que ver con todo lo que hacemos.

Y esto es una paradoja: de Dios depende todo, pero Él quiere que también haya cosas que solo dependan de nosotros: realmente tenemos libertad.

Por eso las cosas humanas hay muchas formas de realizarlas: tantas como personas.

El Señor no quiere autómatas, ni personas cortadas por el mismo patrón.

Porque Dios es tan poderoso que nos ha dado la posibilidad de hacer las cosas como nos dé la gana.

Por eso en nuestra vida Dios estará presente si nosotros queremos.

LIBERTAD PARA ELEGIR A DIOS

Todo lo que existe depende de Dios, pero ya que nos ha dado libertad hemos de conseguir que nuestra parcela –las cosas que hacemos libremente– también sean de Dios.

Hay personas que al estudiar solo estudian, o al bailar solo bailan.

Los cristianos al comer y al divertirnos, o al hacer deporte hemos de hacerlo cada uno a su manera, pero junto al Señor. Nada puede separarnos de Él.

Que Dios esté presente en el mundo empresarial, en el mundo de la política o en el deporte depende, en gran medida, de los cristianos laicos que tenéis que santificar esas realidades.

De vosotros depende que Dios esté presente en el arte, o en una canción de moda. Y no es lo mismo que un futbolista sea cristiano a que no lo sea.

Pero no se puede decir que haya remates de cabeza «católicos» o saques de puertas propiamente «ateos», porque hay muchas formas en las que un seguidor de Cristo puede jugar al futbol.

Y todos los jugadores han sido creados por Dios. Y los goles se meten no porque se rece el rosario, sino porque se mete el pie.

–Maestro, ¿es lícito dar tributo al Cesar?
Esto equivaldría a decir: –Jesús, ¿qué es mejor ser del Madrid o del Barcelona?

DIOS NO TIENE PARTIDO POLÍTICO

Pues efectivamente Dios no es de derechas ni de izquierdas. Ni de centro. Ni es de arriba ni de abajo. Dios es de todos, no es exclusivo de ningún partido político.

Dios pone y quita gobiernos. Es dueño de la vida y de la muerte de los reyes y presidentes. Permite todo lo que se hace para el bien de los que le aman.

En el libro de Isaías se puede leer como el mismo Dios dice que un rey que no era judío había sido expresamente puesto por él (cfr. Isaías 45, 1. 4-6).

Porque el Dios del universo está por encima de esas decisiones humanas: verdaderamente el gobierna a todos los pueblos (cfr. Salmo responsorial: 95).

Por eso en la política puede haber tantas soluciones validas como personas, siempre que no se aparten de esa sana ecología que Dios enseña.

De ahí que no puede haber un partido que represente a los cristianos, porque en lo humano hay muchas opciones. Los cristianos no somos de carril único en estas materias.

Cuando se intentado unir a Dios con un partido la cosa ha salido mal: Dios es de todos. «El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos» (Antífona de comunión).

Pero puede haber decisiones que vayan en contra de la racionalidad, o del sentido común.

Mucho ha hablado el Papa Benedicto sobre los delitos contra la vida humana, porque eso no son ya decisiones políticas simplemente.

Por eso dice san Pablo que los cristianos brillamos «como lumbreras del mundo» (Aleluya de la Misa), porque hay que manifestar el esplendor de la verdad, y el Papa lo hace.

Por ejemplo: está claro, la Iglesia no hablará de futbol, pero sí levantará su voz cuando en un estadio no haya respeto por los demás.

DIOS Y EL FUTBOL

Está claro que no solo los cristianos juegan bien al futbol. La religión y el futbol son dos ámbitos distintos con diferentes reglamentos.

Pero Dios tiene que estar metido en todo, aunque Él sea respetuoso con nuestras decisiones libres.

Los que trabajan en el mundo del deporte tienen que ser consciente de que a Dios hay que ofrecerle los goles.

E que efectivamente es bueno trabajar, es bueno divertirse, es bueno dedicarle tiempo a los amigos.

Lo triste sería no dedicarle tiempo a Dios y a sus cosas, y las dejáramos para última hora: «A Dios lo que es de Dios».

sábado, 1 de octubre de 2011

EL VINO DE DIOS ES «KE KOU KE LE»: si puedes llevártelo a la boca serás feliz.


El Señor quiere que demos fruto. Para eso nos ha puesto en la mejor de las viñas.
«Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure» (Jn 15, 16: Aleluya de la Misa).
La primera viña de Dios fue el pueblo de Israel (cfr. Is 5, 1-7: primera lectura).
«La viña del Señor, dice el Salmo, es la casa de Israel» (Sal 79: Responsorial).
No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo.
Dios trata a su pueblo como un jardinero que, con paciencia, va cuidado y podando un rosal.
En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña.
Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cf. Mt 21, 33-43).
Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios» (cf. Mc 10, 2,16), y se lo dio a otro pueblo que produciría fruto.
Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad.

TRABAJAMOS EN UNA VIÑA

Nosotros pertenecemos a la Iglesia. Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña, y a distribuir su vino.
Cuando ha probado vino la gente suele estar más sociable y expansiva. Y desde luego está mucho más contenta.

El mejor piropo que se le puede echar a una persona es que es «siempre cálido como el vino y la amistad»
Si se lo pedimos, el Señor nos dará la capacidad para salir de nosotros y vender el verdadero licor que hace felices a la gente, el cariño.
Pues, el Señor quiere que tratemos así de los demás, que cuidemos de su viña. Nos ha enviado para que otras personas también prueben la bondad de Dios, el vino de su Amor.

EL VINO DE DIOS

No podemos quedarnos satisfechos con la tranquilidad y la alegría personal que nos produce estar cerca de Dios.
En verdad, tenemos el mejor de los vinos. El cristiano es alguien que se encuentra bien en el mundo. Y, eso, se tiene que notar en nuestro trato con los demás.
Tenemos que comercializar nuestra bebida. Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor.

Ojalá los cristianos llevemos allí nuestro producto.

Como en el caso de Coca-cola, cuando esta compañía buscó un nombre en mandarín para introducir el producto en China. Surgió «Ke kou ke le», que además de asimilarse a su nombre literalmente, viene a significar «si puedes llevártelo a la boca puedes ser feliz» (vid. en www.idiomachino.com/idioma.htm).


QUÉ BELLO ES VIVIR

Hay una película en la que el protagonista está tan desesperado que se encuentra a punto de suicidarse.
Cuando ya se va a tirar por un puente, aparece un ángel muy simpático que le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha influido para el bien de muchas personas.
Para demostrarle esto, le concede el privilegio de ver lo que les hubiera pasado a algunas personas, si él no hubiera existido. No les podría haber ayudado como les ayudó.
Por su vida, familias enteras salieron adelante. Y muchos tomaron el rumbo correcto que, sin su ejemplo y sus consejos, no hubieran acertado a elegir.
Gracias al privilegio de ver todo eso, recupera la alegría y las ganas de vivir, y comprende todo lo que su vida puede seguir aportando a tantísima gente.
La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana: trabajó en esas dos viñas del Señor, en la Antigua y en Nueva.
Gracias a Ella Jesús le dio una gran alegría a unos recién casados que se habían quedado sin vino.
Adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña.
Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.

lunes, 26 de septiembre de 2011

LA SORDERA: Obediencia viene de «audiencia». Muchas veces lo que más nos molesta no es hacer una cosa concreta sino que nos manden.

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Las personas emprendedoras cuando miran su vida ven cosas que hay que mejorar.

Sin embargo los mediocres están a gusto y piensan que no tienen necesidad de cambio.

Los tibios creen que los que tienen que cambiar son los demás.

Todo depende de cómo se miren las cosas. Hay personas que observan la realidad con una lente de aumento para ver lo que sucede fuera. Los defectos ajenos se ven con lupa, y los propios aparecen muy pequeños.

Es la misma lente que dependiendo de cómo se emplea ve en grande o

En su vida, nuestro Señor habló también a ese tipo de persona cumplidora, que se encontraban a gusto consigo mismo.

Y Jesús les dice que las prostitutas y los pecadores de adelantarán en el Reino de los cielos (cf. Mt 21,28-33).

Estas palabras de Señor quizá desconcertaron a sus contemporáneos, pero son verdaderas. La experiencia enseña que es muy difícil que cambien una persona que se considera buena.

Sin embargo una pecadora –al mirar su vida– tiene más facilidad para convertirse. No he de extrañar que algunos santos hayan sido grandes pecadores.

Y como ha dicho Benedicto XVI: «Todo santo se ha hecho a partir de un ser humano pecador, tal y como todos hemos venido al mundo».

Pero algunas personas no ven las cosas así: no observa sus errores, sino los de los demás. Por eso decía Teresa de Jesús: «Miremos nuestras faltas y no las ajenas».

Porque con mucha facilidad vemos la mota en el ojo ajeno, y no somos capaces de mirar que en el nuestro hay un leño.

En nuestra vida sucede como dice el Señor de que a veces decimos a nuestro Padre Dios que vamos a trabajar en su viña, y luego no vamos.

Y otras veces que decimos que no, y después nos arrepentimos, y vamos a trabajar en sus cosas (cf. Mt 21,28-33).

Como ha dicho Benedicto XVI en Alemania: « El daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres».

LA SORDERA

Con frecuencia el pueblo elegido por Dios tenía debilidades, y el Señor les pedía que se convirtiera (cfr. Ez 1,25-28).

Los buenos israelitas le daban gracias al Señor porque siempre tenía misericordia de ellos y les enseñaba el camino correcto (cfr. Salmo responsorial: 24).

San Pablo que era judío habla a los cristianos para que tuviesen los mismos sentimientos de Jesús (cfr. Flp 2,1-11).

Y los sentimientos del corazón del Señor están en sintonía con los de su Padre: Jesús llega hasta el extremo, se sometió al querer de Dios Padre, haciéndose obediente hasta la muerte.

En nuestro caso si queremos convertirnos y tener los sentimientos del Señor hemos de hacer caso a Dios.

Somos humanos y habitualmente nos molesta hacer la voluntad de otro. Y muchas veces lo que más nos molesta no es hacer una cosa concreta, sino que nos la mande alguien.

Como estamos inclinados al orgullo hacemos más a gusto lo que nadie nos manda. Y si tenemos que obedecer, nuestra primera reacción puede ser de rebeldía.

Pero podemos rectificar tal y como dice el Señor en el Evangelio (cfr. Mt 21,28-32). A Jesús le agrada que recapacitemos.

Por eso la conversión no puede darse sin la obediencia, que una virtud que nos asemeja al Hijo de Dios hecho hombre.

El verbo obedecer viene de otro verbo latino que significa oír. Obediencia procedería de audiencia.

Algunas personas elegidas por Dios tuvieron debilidades, como es el que caso del David. Y hay gente que ha tenido experiencias como las tuvo este santo rey, que también fue pecador, pero se arrepintió.

Otras personas en cambio querían hacer cosas buenas por Dios, pero no escuchaban la voz del Señor. Este fue el caso del primer monarca de Israel. Y Dios no quería sus sacrificios sino su obediencia.

La Virgen ha sido la persona que ha tenido el oído más fino: a Ella le pedimos nuestra conversión.

XXVI DOMINGO A, 25 septiembre de 2011

jueves, 22 de septiembre de 2011

LA PROPINA

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Hace unos años leí un libro titulado «El español y los siete pecados capitales». Y decía que –en aquella época–, el pecado más común de los españoles era la envidia.

Pienso que eso no será verdad, porque la envidia es muy mala. La envidia consiste en entristecerse por el bien que tienen los demás.

Hace falta ser muy rastreros para no alegrarse de que los otros reciban cosas buenas.

En el Evangelio, san Mateo nos cuenta una de las parábolas del Señor en la que Jesús habla de unos que protestan contra Dios porque es generoso con otros. Se enfadan porque Dios a otros les da más de lo que en realidad le correspondería.

Está claro que el Señor a todos nos dará el jornal después de haber trabajado en esta vida.

El Señor por colaborar con Él nos dará la vida eterna. Como se la dio a San Pablo, que tanto había trabajado en la viña del Señor. San Pablo llegó a decir que para él morir era una suerte. Pero que si para los cristianos era bueno que se quedase el aceptaba estar todo el tiempo que hiciera falta.

San Pablo trabajo mucho en la expansión de la Iglesia. Años y años extendiendo el Evangelio.

Sin embargo no todo el mundo ha hecho lo mismo. Ha habido santos a los que el Señor llamado a última hora, como al buen ladrón, que se convirtió en menos de un día. Estuvo poquísimo tiempo siguiendo al Señor: unos ciento ochenta minutos, aproximadamente.

Y también es santo. El primero canonizado por la Iglesia, por El Cabeza de la Iglesia, por es el mismo Jesús, que fue quien le dijo: «hoy estarás conmigo en el Paraíso». Dimas que era el último se adelantó al mismísimo san Pedro, que debía ser de los primeros. Ya Jesús lo había dicho: –Mucho últimos serán primeros.

Y al explicación de todo esto nos la da Sagrada Escritura en el libro de Isaías: lo que quiere el Señor, lo que busca es que el malvado abandone su camino.

La lógica de Dios es la del perdón. Y a nosotros perdonar determinadas cosas nos cuesta mucho. Ya se ve que los caminos de Dios son distintos a los nuestros.

Nosotros algunas veces somos egoístas y envidiosos. El Señor siempre es un padre bueno.
En la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid llamaba la atención los doscientos confesonarios situados en el Parque del Retiro, junto a la imagen del Ángel Caído. Allí junto a una de las pocas imágenes en dedicadas a Satanás la gente salía contentísima de los confesonarios.

Es paradójica esa coincidencia: el monumento al que introdujo el pecado junto a la llamada Fiesta del Perdón.

Por eso repetimos en el salmo que el Señor es misericordioso y está cerca de los que le invocan.

El Señor es bueno con todos. No como nosotros, que a veces con algunas personas no nos portamos bien, porque nos desagradan. Y Jesús nos pide que seamos perfectos a la manera de nuestro Padre celestial.

«Sed misericordioso como celestial es misericordioso». Dios carga con nuestra miseria. Es lo contrario a la envidia.

No solo no se entristece con el bien que tienen los demás, sino que goza haciendo regalos a todo el mundo, incluso a los que son malos.

Al hablar de algún monarca se dice que es «su graciosa majestad». Y no es que la reina de Inglaterra sea especialmente divertida, sino porque algunas cosas las concede, gratuitamente,graciosamente.

Al no tener obligación de hacerlo: lo realiza movida por su generosidad. El Evangelio nos habla de un señor que da una propina generosa a algunos que trabajan para él (Mt 20,1-16).

Pero los compañeros que no han recibido la gratificación se quejan de que sólo los que ganan menos han recibido un plus.

Les parece injusto porque aquellos no han trabajado a jornada completa y acaban recibiendo lo mismo.

Quizá muchos de nosotros hubiéramos dicho lo mismo que esos trabajadores del campo que protestaban.

Y por eso el profeta Isaías dice que Dios tiene otra forma de pensar distinta a la nuestra (Primera lectura de la Misa: Is 55,6- 9): «mis planes no son vuestros planes».

El caso es que Dios no da porque tenga obligación, sino porque le da la gana. En definitiva es porque nos quiere.

Amar es regalar, tienen como lema algunos grandes almacenes. Y ojalá que nos regalaran algo cuando vamos, en vez de tener que pagar. Pero el Señor no nos incita a regalar, para sacar negocio. Nos invita a pensar en los demás.

Así actuaron los santos (cfr. Segunda lectura: Flp.1,20c-24.27a). Nos imaginamos a la Virgen siempre dando, sin esperar nada: Ella si que es graci
osa.

sábado, 23 de julio de 2011

LA PALABRA

San Mateo nos cuenta como un día el Señor salió de su casa –entonces vivía en Cafarnaúm–, se sentó junto al lago y se puso a contar anécdotas. Así les habló mucho rato, en parábolas (cf. Mt 13,1-23).
Como a los que hablaba eran pescadores y agricultores las anécdotas eran de ese estilo:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron…»
(Mt 13,1ss).

Seguramente si Jesús tuviera que hablarnos a nosotros, trataría de cosas cercanas, como es lógico, no iba a hablarnos de teorías.Las personas que vivimos en un Colegio Mayor tenemos nuestra vida, con los problemas pequeños, y a veces no tan pequeños.Ayer llevaron a enterrar a un residente del Colegio Mayor donde vivo. Era de la primera planta. De la habitación número cuatro.

Todo el mundo le llamaba Gusgús. Y de una parada cardio-respiratoria no se recuperó.Lo trágico es que el compañero de habitación no se dio cuenta, sino otro, que en ese momento fue a verle.Son cosas que suceden en los Colegios Mayores: siempre hay movidas.Por eso si el Señor tuviera que hablarnos a nosotros no diría nada del sembrador, sino del Colegio. Sin embargo las parábolas del Señor tienen tanta fuerza que todavía sirven, aunque nosotros seamos urbanos.

LA PALABRA DE DIOS
El Evangelio de la Misa de este domingo habla de la Palabra de Dios que cae en nuestro corazón.Este año, el Señor ha sembrado su palabra en todos nosotros. Y lo que sucede es que hay gente que oye con gusto las cosas de Dios, pero viene el Maligno, y hace que lo que el Señor sembró desaparezca.

Sigue diciendo Jesús: Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta en seguida con alegría.Pero al ser superficial, y no tener raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad, o persecución, motivada por creer en Dios, entonces aquel que escuchaba con alegría, sucumbe (cf. Mt 13,1-23).Lo que vemos por experiencia es que lo peor no es un gran pecador que ha cometido grandes crímenes.

Lo peor es intentar hacer compatible el amor de Dios con las cosas del Maligno.Lo que sucede entonces es que el Demonio llega y arrebata lo que se ha sembrado.Para algunas personas las cosas de Dios son sólo cosas bonitas. «Palabras, palabras, palabras», así dice la letra de una canción italiana.

PAROLE, PAROLE, PAROLE
En esa canción italiana se oye una voz masculina que de forma cálida va diciendo en francés cosas bonitas y afectuosas.Mientras que la cantante italiana va repitiendo:

«Parole, parole, parole».El argumento de la canción viene a decir que muchas veces las palabras de amor, no valen nada.Como decía aquella protagonista del papel cuché:

«El amor es eterno mientras dura».Para algunas personas las palabras de amor, sólo significan sonidos de poco valor.Sin embargo hay otras palabras que se clavan como puñales, para bien o para mal.Unas son las palabras de amor sinceras y bellas, y otras son flechas envenenadas. Hay palabras malvadas y palabras sinceras.Pero de Dios sólo nos pueden venir palabras sinceras y buenas, porque Él es bueno.Hace unos días un alemán me decía que hay una expresión de san Josemaría que le resultaba magistral: que a veces hay que «herir para sanar».

HERIR PARA SANAR
Pues si la Palabra de Dios nos hiere es porque estamos enfermos, y Ella nos pueden sanar (cfr. Primera lectura de la Misa: Is 55,10-11).Dice Isaias: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra […] y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo» (Is 55,10-11).

Por eso cuando la palabra de Dios cae en buena tierra siempre da fruto (cfr. Respuesta del Salmo de la Misa: Lc 8,8).Ojalá en nuestro caso se pudiera decir también: «La semilla cayó en tierra buena y dio fruto».Por eso todo lo que el Señor ha sembrado en este curso que acaba tiene que fructificar. Las cosas que te ha ido sugiriendo a través de la conciencia.Precisamente nuestra maduración, no se dará sin las dificultades.
La semilla para dar fruto tiene que morir.La palabra de Dios no se siembra sin esfuerzo, ni da fruto sin sufrimiento. San Pablo habla de dolores de parto, hasta que nos transformemos, hasta que nos convirtamos en otra criatura (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Rom 8,18-23).Me acuerdo de lo que en una ocasión me dijo un sacerdote experimentado: «Casi siempre nos ayudan más los fracasos que los éxitos»

Esto es así, con frecuencia nos maduran más las contrariedades. Y en nuestra vida siempre habrá agobios y contrariedades.

Nada más que hay que ver el libro de intenciones de la Misa en un Colegio Mayor.

El otro día me preguntaba un chico: –¿Son distintas las peticiones que se hacen en un Colegio Mayor femenino que en un masculino?

–Pues sí, en un colegio femenino la gente cuenta su vida. En el de chicos sólo se hacen peticiones concretas. Si Gusgús hubiera vivido en el Colegio femenino hubieran rellenado varias páginas. En cambio del fallecimiento de Gusgús me enteré en la comida.

De todas formas hay excepciones. Por ejemplo, un colega mío que estuvo trabajando en un colegio de enseñanza media, recibió el mail del director del centro educativo que te voy a leer:

«En el oratorio del Colegio –escribe el director– tenemos un dietario donde los niños van escribiendo, día a día, las intenciones por las que aplicar la Santa Misa. Le adjunto el texto de hoy, que no tiene desperdicio. El chico es de 2º de ESO y lleva todo el día llorando como una Magdalena:

»Por mi perro, porque lo quiero, y que Dios lo tenga con él y lo quiera y cuide mejor que yo.


»Por mi perro y los ratos felices que me hecho pasar, las veces que se ha escapado y lo he reñido, los malos ratos con él, que han sido pocos.

»Por mi perro, que se llamaba Patán y lo quería y lo seguiré queriendo hasta el final de mi vida.

»Te quiero, Patán, no te olvidaré jamás.

»Eres un gran perro, el mejor que se pueda desear, y que lo pase bien al lado de Dios porque se lo merece.

»Adiós. Te quiero».


No me voy a tomar a broma la tragedia de un chaval de catorce años que acaba de perder a uno de sus mejores amigos.

No me voy a tomar eso a broma como me tomé la muerte de Gusgús, que seguramente ya habréis adivinado que se trataba del pez que tenía el residente de la habitación número cuatro.

Me pidió consejo cómo enterrarlo porque lo iban a hacer con solemnidad, como aparecerá en Tuenti.

Le dije que para honras fúnebres de un pez lo mejor sería llevarle en una funda de gafas, porque son como un ataúd en pequeñito.

Y así lo llevaron hasta el Triunfo, pero no para enterrarlo sino para echarlo en una de las más conocidas fuentes de Granada.

MORIR PARA DAR FRUTO

Para que la palabra de Dios de fruto tiene que morir. Y estamos en una sociedad sentimental, en la que no se entiende el por qué de la cruz. No se entiende el valor del sacrificio.

Y para que la palabra de fruto, también la tierra tiene que ser buena. Esta es nuestra misión: conseguir que nuestro corazón este preparado (cfr Evangelio de la Misa: 13,1-23).

La tierra de nuestro corazón puede estar llena de piedras que hacen que no arraigue la palabra de Dios cuando hay dificultades. Pero las verdaderas dificultades están dentro, no fuera de nosotros.

También están las zarzas de las preocupaciones excesivas por lo material, que ahogan la voz de Dios.

Y también está la superficialidad, porque nuestro corazón se ha convertido en un lugar de paso, un camino que transita cualquier idea. La palabra de Dios no arraiga en un alma de portera.

Todo esto que nos cuenta nuestro Señor en el Evangelio puede resultar interesante, pero sonarnos como palabras bonitas: parole, parole, parole, que dice la canción.

Pero no olvidemos que son palabras de honor, puesto que nuestro señor murió por mantenerlas. Así fue, la Palabra de Dios murió crucificada. Pero resucitó. La semilla tuvo que morir para dar fruto.

De hecho esto se repite todos los días: Jesús muere, y resucita en la Santa Misa. Jesús mismo es la Palabra de Dios que se hace trigo, pan, para que nosotros podamos recibirle.

Lo que hemos hablado no son cosas teóricas. Recibimos la Palabra de Dios cuando comulgamos.

RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

Por desgracia el Señor viene a nosotros, pero después de la Misa la gente sale, y parece que aquello no arraiga.

Es como si se sembrara al borde del camino, y enseguida desaparece. Una persona que no da gracias después de la Misa, aunque comulgue a menudo la semilla no crece porque carece de la tierra de nuestro tiempo.

Por superficialidad otras cosas parecen más urgentes o necesarias, y las preocupaciones de la vida la ahogan la Palabra de Dios.

Vamos a terminar haciendo este propósito: quedarnos siempre haciendo los diez minutos de acción de gracias.

Por eso le decimos a Jesús: yo quisiera, Señor, recibiros como te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

martes, 5 de julio de 2011

PAROLE, XV DOMINGO CICLO A


Palabras, palabras, palabras, así dice la letra de una canción italiana. Y así decimos cuando las palabras sólo significan sonidos de poco valor.

Sin embargo hay otras palabras que se clavan como puñales, para bien o para mal. Unas son las palabras de amor sinceras y bellas, y otras son flechas envenenadas.

Pero de Dios sólo nos pueden venir palabras sinceras y buenas, porque Él es bueno. Y si hieren, es porque estamos enfermos, y ellas nos pueden sanar (cfr. Primera lectura de la Misa: Is 55,10-11).

Por eso cuando la palabra de Dios cae en buena tierra siempre da fruto (cfr. Respuesta del Salmo de la Misa: Lc 8,8).

Aunque el fruto de nuestra conversión no se da sin esfuerzo. En esta tierra para que la semilla dé fruto tiene que morir.

La palabra de Dios no se siembra sin esfuerzo, ni da fruto sin sufrimiento. San Pablo habla de dolores de parto, hasta que nos transformemos, hasta que nos convirtamos en otra criatura (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Rom 8,18-23).

Pero para que de fruto, la tierra tiene que ser buena. Esta es nuestra misión: conseguir que nuestro corazón este preparado (cfr Evangelio de la Misa: 13,1-23).

La tierra de nuestro corazón puede estar llena de piedras que hacen que no arraigue la palabra de Dios cuando hay dificultades. Pero las verdaderas dificultades están dentro, no fuera de nosotros.

También están las zarzas de las preocupaciones excesivas por lo material, que ahogan la voz de Dios.

Y también está la superficialidad, porque nuestro corazón se ha convertido en un lugar de paso, un camino que transita cualquier idea. La palabra de Dios no arraiga en un alma de portera.

Todo esto que nos cuenta nuestro Señor en el Evangelio puede resultar interesante, pero sonarnos como palabras bonitas: parole, parole, parole, que dice la canción.

Pero no olvidemos que son palabras de honor, puesto que nuestro señor murió por mantenerlas. Así fue, la Palabra de Dios murió crucificada. Pero resucitó. La semilla tuvo que morir para dar fruto.

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