martes, 29 de diciembre de 2020

LA PUERTA DEL SOL


«¡Salve, Madre, santa!, Virgen, Madre del Rey» (Antífona de entrada de la Misa). Así saludan los cristianos a la Madre de Dios en esta noche. 

Nosotros hemos querido celebrarla junto al Señor, a la puerta del Sagrario.

Queremos que el Señor nos «bendiga y proteja» (Nm 6, 24: primera lectura de la Misa).

Y por eso le repetiremos en el Salmo de la Misa, y lo hacemos también ahora, de la mano de la Virgen, porque hoy es su fiesta:

–Madre, «el Señor tenga piedad y nos bendiga» (Sal 66, 2).

El Señor nos bendice, especialmente cuando recibimos en la Comunión, y ahora que estamos haciendo oración.

Nuestro Señor nos bendice siempre a través de su Madre. María –como Ama de la Casa de Dios– es la Administradora de su Despensa.

Por Ella Dios tiene Humanidad. Tenemos la suerte de que Dios pueda ser un Amigo que tiene los mismo intereses que nosotros, porque es Hombre, y habla nuestro lenguaje.

«En distintas ocasiones habló Dios a nuestros Padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo» Así dice el Aleluya de la Misa de hoy.

Dios nos habla. Y su voz es humana. Si queremos ir al Señor hemos de utilizar este camino. Por eso dice Teresa de Jesús:

«Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino»

EL SOL

Jesús es el Sol que nace de lo alto. Por eso le pedimos que «ilumine su rostro sobre nosotros» (Sal 66,2: Responsorial de la Misa).

Y Dios tiene rostro humano porque ha «nacido de mujer» (Ga 4,4: segunda lectura de la Misa) en la Persona del Hijo.

Por eso para llegar a Dios es necesario pasar por la Humanidad del Señor. Esto es lo que han experimentado los santos:

«He visto claro que por esta puerta hemos de entrar» repetía insistentemente Teresa de Jesús.

«Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita».

La Iglesia en la Misa de hoy, antes de recibir el cuerpo de nuestro Señor, dice:

«Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» (Hb 13,18).

Por eso los santos repiten:

«Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes».

Y para llegar a Jesús el camino más corto es María.

IR A JESÚS A TRAVÉS DE MARIA

Nos cuenta el Evangelio que las personas que se le comunicó la venida del Señor «fueron corriendo» a ver a Jesús «y encontraron a María» (Lc 2,16: Evangelio de la Misa).

Hemos de ir a Jesús por María. Ella es su Madre, la Madre Dios. Éste es el principal título de la Virgen.

Vamos a repetírselo porque es la mejor alabanza que le podemos decir, como le han dicho los cristianos desde hace siglos:

–Santa María, Madre de Dios.

Vamos a decírselo con como un piropo, con chulería: Ma-dre de Di-os.

Cuentan de una señora mayor que vivía en el mismo bloque que su hija, pero en el piso de abajo.

Por eso se oía como la abuela tenía puesto el video, y por enésima vez estaba viendo «Casablanca».

La nieta, cuando pasó un rato, y ya no se oía, fue al piso de la abuela, porque tenía curiosidad por ver esa película en blanco y negro.

Y cuando bajo se encontró a su abuela –que a los veinte años se parecía a Ava Gardner– con el rosario en la mano.

La chica le preguntó: –¿Es buena la película, de que trata?

La abuela le dijo: –Ingrid Bergman y Humphreid se conocen en París. El amor que nace entre los dos está muy unido a una melodía que escuchan en esa ciudad...

–No me lo cuentes, dijo la nieta.

Y siguió: –Abuela, ¿no te resulta pesado rezar el rosario?

Doña Pilar se levantó de la butaca: –Mira te voy a enseñar una cosa.

De una caja de lata, vieja, de Colacao, donde guardaba las fotos antiguas de su marido, del viaje de novios, y la primera del libro de familia.

De allí sacó una foto. Era de un cuadro antiguo. Se veía a San José muy joven, tocando el laúd, y a María asomada a una ventana baja, llena de macetas, oyendo la serenata con una sonrisa.

Y en el cielo, separado de la Tierra por nubes, muchos ángeles, de pie, aplaudiendo.
–Mira, una foto de cuando los dos eran novios.

–¡Qué gracia!, dijo la nieta.

–Abuela, ¿tú no te distraes rezando el rosario?

Fíjate en unas palabras. Y subráyalas. Dilas como si fuese un piropo: bendita tú eres, en-tre to-das las mu-je-res.

Y terminó diciéndole a la nieta, mientras miraba aquella foto de los dos Novios:

–Imagínate que esas cosas se las dices, de parte de San José.

Pues vamos a repetirle hoy a la Virgen, el mejor piropo.

LA MADRE DE DIOS, PUERTA DEL SOL

La Iglesia quiere que celebremos hoy esta solemnidad.

Así empezamos el año dándonos prisa por llegar hasta la Humanidad del Señor, llevados de su mano.

Por eso le decimos: –Eres la Puerta del Sol que nos ha nacido.

Por donde ha pasado Dios desde el cielo a la Tierra.

Dicen los teólogos que Dios podría haber hecho un mundo mejor, pero que no podría haber hecho una Madre mejor: no sé exactamente porque pero nos lo dice el corazón.

Dios no puede hacer una Madre mejor de la que ha hecho. María roza lo infinito, si pudiéramos habla así.

Nos mueve el cariño: sobre María los piropos nunca son suficientemente grandes. Y además como dice el poeta a las palabras de amor le sientan bien su poquito de exageración.

Pero no es exagerado lo que hablamos de María, siempre nos quedaríamos cortos: nunca es bastante.

El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que Ella, «conservaba» todas las cosas que le sucedían a su hijo, las guardaba «en su corazón».

Todas la miradas del Señor las tenía guardadas su corazón de Madre. Especialmente conservaba con más afecto las miradas más necesitadas de su Hijo.

San Josemaría nos habla de las miradas de Jesús a María, el encuentro de la Madre con su Hijo en un momento muy duro.

Es la IV estación del Vía Crucis: el encuentro de Jesús con su Madre, la mirada que cruzaron durante un segundo, el segundo que ha durado más siglos.

La mirada más completa, y podíamos decir más necesitada de afecto que Dios ha lanzado.

«Ha esperado Jesús este encuentro con su Madre. ¡Cuántos recuerdos de infancia!: Belén, el lejano Egipto, la aldea de Nazareth».

Vamos nosotros a meternos en el corazón de la Virgen. Que como todas las madres guarde en su interior las instantáneas de la vida de sus hijos.

Como la abuela que guardaba en la caja de lata de Colacao esos recuerdo en papel Kodak, la Virgen también guardaría esas instantáneas:

El primer lloro de Jesús, la Palabra de Dios que llora en Belén.

El lejano Egipto: Jesús que empieza a andar a la sombra de las pirámides, o cuando se le cayó el primer dientecillo, y vino el ratón Pérez.

Y la aldea de Nazareth: Jesús –que cada vez se parece más a su padre– y va ya a ayudar en la carpintería.

Y cuando empieza a despuntarle el bigotillo, entrando en la adolescencia, y le salió el primer gallito al hablar: cómo sonreirían María y José.

Se va haciendo mayor, y cada día es más bueno.

« ¡Cuántos recuerdos de infancia!» dice San Josemaría.

También la Virgen, que es nuestra Madre, tiene guardadas nuestras fotos porque para Ella, nosotros somos Jesús, que va creciendo.

« ¡La necesitamos!... en la oscuridad de la noche, cuando un niño pequeño tiene miedo grita: ¡Mamá!

Así tengo yo que clamar muchas veces con el corazón: ¡Madre, Mamá, no me dejes!»

Vamos a repetírselo también nosotros con el corazón. Porque todavía, quizá seguimos con nuestros miedos: quizá no el miedo a la oscuridad. Pero puede pasarnos que todavía seguimos teniendo miedo a sufrir.

Nos sigue horrorizando pasarlo mal, y no queremos pasar por el pasillo oscuro de las humillaciones, nosotros que pensamos que nacimos para triunfar, y que los demás nos admiren.

En este año que comienza hemos de ir a Ella y decirle ya desde el primer momento: «¡Madre! ¡Mamá! no me dejes».

miércoles, 23 de diciembre de 2020

DIÓ A LUZ (NAVIDAD)


«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1: primera lectura de la Misa de medianoche).

Y eso que profetizó Isaías se cumple hoy: nosotros que caminamos en este mundo hemos visto una luz maravillosa. Esa Luz es Cristo.

Jesús es la luz de nuestros ojos. Como dijo el poeta: 

«veante mis ojos, pues eres lumbre de ellos, y sólo para ti quiero tenello

LUZ DE LUZ

Celebramos que esta noche la Virgen ha dado a luz a la Luz.

La Segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, se ha encarnado. Es Dios que procede de Dios, Luz que procede de la Luz, como decimos en el Credo.

Verdaderamente Dios Padre, puede decir a Jesús: «Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal 2: antífona de entrada de la Misa de medianoche)

Pero esto es valido siempre, porque Jesús es el Hijo de Dios que está siendo engendrado en el hoy eterno.

Dios Padre continuamente está entregándose a Dios Hijo, lo está engendrando. Y Dios Hijo corresponde continuamente a ese amor con la misma generosidad, no quedándose nada.

Por eso Isaías da en el clavo cuando dice que hoy hemos visto «una luz admirable». Precisamente hoy Dios ha querido revelarse, mostrarse a los hombres de una forma que el hombre entiende.

DIOS SE HA ENPEQUEÑECIDO

Dios ha querido hacerse hombre para que lo escucháramos mejor. Y ha nacido débil, como nosotros nacemos.

El Grandioso que se hace diminuto. Para que nosotros comprendamos el Amor que Dios nos tiene: para eso se pone a nuestra altura, mejor dicho se pone a nuestra bajura.

Ya nadie podrá decir que es difícil conocer a Dios. Porque hasta el más ignorante puede contemplar el cielo en la tierra.

ASOMAR NUESTRA CABEZA 

Hemos de utilizar la cabeza para fijarnos. Pensar en un Dios que se hace pequeño.

Decía un pensador inglés que «el sabio es quien quiere asomar su cabeza en el cielo».

Esto es lo que nosotros deseamos esta noche: contemplar a Dios. 

Quizá nos desconcertará ver al Creador del universo entre dos animales. Es imposible entenderlo: porque el amor de Dios sólo se puede admirar, el hombre es imposible que lo abarque.

Decía el inglés: «El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza».

Hoy reza la Iglesia: «Oh Dios, que has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera, concédenos» llegar al cielo, y allí ver el «esplendor de su gloria» (Colecta de la Misa de Medianoche).

BUENANOCHE

Hoy la Iglesia no solamente nos propone rezar con palabras nos dice que cantemos al Señor, y si es posible «un cantico nuevo» (Sal 95,1: responsorial de la Misa de medianoche)

Un sacerdote desde Guatemala me escribe como se preparan allí para la Navidad.

«Cuatro niños llevan en andas unas imágenes de S. José, y de la Virgen, embarazada de nueve meses. La gente se divide en dos grupos. 

Un grupo se mete en una casa del pueblo, cerrada a cal y canto. Y otros están fueras con las imágenes de José y María.

A esto se le llama una “Posada”. Tradición de muchos sitios de América que principio se desde 9 días antes de Navidad.

Os copio lo que iban cantando y respondiendo: 
–En el nombre del Cielo os pido posada, pues no puede andar ya mi esposa amada.

–Aquí no es mesón sigan adelante yo no puedo abrir no sea algún tunante.

–Venimos rendidos desde Nazareth, yo soy carpintero de nombre José.

–No me importa el nombre Déjenme dormir pues ya les digo que no hemos de abrir. 

–Mi esposa es María es reina del Cielo y madre va a ser del Divino Verbo. 

–Tu esposa es María, eres tú José: entren peregrinos, no les conocía. 

(Se abren las puertas, y entran todos cantando)

–Entren santos peregrinos, peregrinos reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón.

Luego como ya os podéis imaginar más villancicos, ponche (fruta en almíbar hervida en agua y esta vez sin alcohol), pastas … y frijoles en grandes abundancia.

San Lucas nos cuenta en el Evangelio de la Misa del Gallo que la Sagrada Familia «no tenían sitio en la posada» (2,7).

Y por eso estos guatemaltecos quieren darles hoy posada con alegría, aunque no haya alcohol. 

El sacerdote guatemalteco me habla de que allí al alcohol se le llama “piquete”, y que, comúnmente es ron lo que allá se produce en abundancia.

Hoy vamos a inaugurar un nuevo villancico: cantaremos al Señor con ilusión nueva.

Hay un libro que trata sobre el desamor, sobre la tibieza, que se titula así: Donde duerme la ilusión.

La ilusión, eso que es tan propio de los soñadores, y también de los borrachos.

Hemos de pedirle a la Virgen que nos de su ilusión. A ella que está llena de gracia le decimos que queremos llenarnos de ese vino maravilloso que es el Amor de Dios:

–Dame la bota María que me voy a emborrachar. 

Los cristianos estamos alegres, no con una alegría etílica, que da una comida de empresa. Estamos alegres por el regalo que nos ha hecho Dios.

EL REGALO ESENCIAL

El sacerdote de Guatemala contaba que al final de la misión que realizó en un poblado de inditos.

«Al final reparto de los regalos: muñequillos de plástico, pistolas, algún cochecito… Aunque hicieron grupos por edades y sexos aquello fue la debacle, se quería meter todos en la furgoneta por si quedaban más regalos.

Y aunque era uno por niño, todos decían tener un hermano no sé donde... 

Todos los regalos iban envueltos en papel de regalo (nuestro tiempo nos llevó), pero la ilusión de abrirlos duraba poco: lo hacían de una vez».

Santo Tomás que era un sabio decía que el Amor es «el regalo esencial».

Por definición el amor es un regalo que se nos hace sin merecerlo. Y además de que la esencia del amor es que sea un regalo.

También podemos decir que el mejor regalo, el regalo por esencia es el amor.

Un poeta expresando en qué consiste lo que nosotros llamamos un regalo. Dice que es: «Símbolo puro, símbolo de que me quiero dar»

Y sigue: «Qué dolor, separarme de aquello que te entrego y que te pertenece sin más destino ya que ser tuyo, de ti, mientras yo me quedo en la otra orilla, solo, todavía tan mío».

Y termina diciendo, lo que desearían todos los enamorados al hacer un regalo:

«Cómo quisiera ser eso que te doy y no quien te lo da».

Pues eso que los hombres de todos los tiempos desean y no pueden conseguir, el Señor lo ha hecho. 

San Pablo nos habla de «la aparición gloriosa del gran Dios» (Tt 2,13: segunda lectura de la Misa de medianoche). Hemos abierto el regalo y nos hemos encontrado con sorpresa que lo que el Señor nos ha regalado no es un símbolo de su amor, sino que se nos entrega Él mismo.

LA MEJOR NOTICIA

«Os traigo una buena noticia, una gran alegría: nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11: Aleluya de la Misa de medianoche).

El ungido de Dios, el Mesías, el Salvador, sería el mismo Señor, que se ha hecho hombre.

Por eso Jesús lleva ese nombre: significa Dios que salva.

No ha enviado a un mensajero para salvarnos sin que ha venido en la Persona de su Hijo. Y San José no fue su padre según la carne porque ya tenía un Padre.

NACIDO PARA SALVAR 

«La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria» Esto que dice San Juan (1,14) y la Iglesia lo recita esta noche como antífona de comunión, lo hemos querido hacer en la meditación.

El Hijo de Dios se ha hecho carne y nosotros estamos aquí contemplando esta maravilla.

Pero no sólo ha venido sólo para que nos sorprendamos con alegría. Ha venido para salvarnos. Por eso terminamos rezando:

«A cuantos celebramos rebosantes de gozo el misterio de Cristo, concédenos, Señor, la gracia de vivir una vida santa y llegar así un día a la perfecta comunión con Cristo en la gloria» (Oración después de la Comunión de la Misa de medianoche).

Y terminamos con la letra de un Villancico manchego: «¡A San José y la Virgen, felicidades y enhorabuena!».

jueves, 17 de diciembre de 2020

CUERVOS MENSAJEROS

 



David quería construirle al Señor un santuario digno: el Rey vivía en una casa hecha con buena madera, mientras que el lugar destinado a Dios era una tienda de campaña.

El Señor agradece este ofrecimiento del Rey David. Y es su hijo Salomón el que construiría el famoso templo de Jerusalén.

Pero el verdadero lugar donde habitará Dios será el vientre de una mujer, porque el Señor ha decidido hacerse hombre, poner verdaderamente su tienda entre nosotros.

Dios se hará hombre y ya nunca dejará de serlo. Además tenía pensado nacer de la familia de David.

Como se ve Dios siempre supera nuestros deseos. Y al que quiere tener un detalle con Él le premia como algo nunca soñaría.

Es como si Dios hubiese pensado: –Tú has querido tener el detalle de hacerme una casa para mí, pues mi templo será una mujer de tu familia. Y allí estaré pero de una forma especial: como un niño.

También a nosotros se nos ocurre hacer cosas por Dios. Hemos de pensar que todas esas ideas el Señor las transformará en regalos sorprendentes.

En el cielo nos daremos cuenta de cómo ha mejorado Dios nuestras ilusiones. Con los hechos el Señor nos dice: –Atrévete a desear cosas grandes que Yo que soy Tu Padre te las mejoraré. Tú pides juguetes, yo te daré cosas reales.

Por eso en tiempos de crisis y en tiempos de bonanza la mejor inversión es la que se hace en las cosas del Señor. Nuestro Padre Dios siempre es «la pasada», porque siempre se pasa: supera nuestras expectativas.

Todos los monarcas buscan estabilidad en el reinado. Y todo eso Dios se lo promete a David, pero de una forma que el Rey no podía imaginar.

En profeta Natán fue el enviado por el Señor para decirle a David: «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre» (2 Sam 7,16: primera lectura de la Misa).

El Señor envía a un mensajero para decirle que había escuchado sus buenos deseos. Y esto es curioso. Dios no sólo mira nuestras obras sino nuestros deseos.

También en nuestro caso puede que, una persona de parte de Dios, nos comunique que el Señor está contento con lo que pensamos el otro día.

Dios que podría hablarnos directamente, por lo general, utiliza instrumentos. A nosotros nos gustaría que Él personalmente nos dijese las cosas, pero...

Algunos santos se han quejado en su oración: –Que no me envíes ya más mensajeros, que no saben decirme lo que quiero.

Es lo que han dicho las personas enamoradas: –No me mandes papeles, que no sé leer, que no sé leer. Por el correo mándame a tu persona...

Hoy se diría menos poéticamente: –No me mandes e-mail que se cuelga la red, que se cuelga la red. Por internet mándame a tu persona...

El Señor se adapta a nuestra forma de ser, por eso prefiere no avasallar. Y hace como la persona que buscan el cariño de otro. Nada más que hay que leer a Jane Austen para darse cuenta de lo que hacen los enamorados.

Hay que dejar aparte «orgullo y prejuicio», y tener «sentido y sensibilidad» para buscar que la otra persona no se sienta acorralada y de el primer paso. Hacerle ver que nos interesa pero sin grandes aspavientos. Buscar a otros que le vayan contando lo que nosotros pensamos. Y evitar a todo trance que la persona que nos interesa nos dé calabazas. Estas son las cosas del amor.

Y Dios actúa así. Nos quiere tanto que sentiría mucho la ruptura, que nosotros zanjáramos la cuestión. Prefiere ir dando pasos poco a poco para ganarse nuestro afecto.

Y, cuando ya lo ha conseguido, sigue avisando de su cercanía, para que el amor crezca. El Señor nos va dando «toques» a nuestro móvil, antes de presentarse, para ir preparando nuestro amor.

Y esto es lo que hizo con David, y con María: después de tanto preparar su llegada, al final la sorpresa.

Lo que había sido profetizado, se cumplió. Y fue otro mensajero de Dios, esta vez propiamente un «ángel», el que le dijo a María: «Darás a luz un hijo[...], el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 31-24: Evangelio de la Misa).

Menuda sorpresa. María estaba casada, pero había decidido entregarse a Dios por completo, en alma y en cuerpo. Se había consagrado a Dios en virginidad.

Sabia que de ella podría descender el Mesías esperado, pero prefirió ofrecerle a Dios todo ese honor. Y el Señor la sorprendió con una gracia mayor.

Ella pensaría que nadie sobre la tierra le diría nunca «mamá». Pero se equivocó: ha sido la persona que en la historia de la humanidad ha oído la palabra «Madre».

Además no sólo ha sido la Madre de un hombre, sino que es verdaderamente la «Madre de Dios».

También esta vez el Señor envió a un mensajero: su nombre era Gabriel.

Más tarde, el apóstol Pablo fue enviado por Dios para revelarnos a nosotros ese «misterio mantenido en secreto durante siglos» Rm 16, 25: segunda lectura de la Misa).

Ya se ve que Dios no deja de enviarnos mensajeros para que conozcamos a Jesús. Ahora también lo hace. La iluminación de las calles, los belenes, los regalos, el turrón, el pavo, y los árboles de Navidad... todo nos recuerda el nacimiento de este Niño que dará la vida por nosotros y que resucitará, para que su reino no tenga fin.

Todo nos recuerda que los hombres y nuestras cosas pasaremos, pero que el reino de Jesús estará siempre ahí.

Aunque los cristianos sean masacrados, humillados, perseguidos, crucificados como lo fue Jesús, sin embargo su reino seguirá.

Siempre habrá gente –aunque queden pocos– que sean súbditos de este Rey muerto y resucitado.

Dios también te ha elegido a ti –que lees estás líneas por internet– como eligió a Natán, a Gabriel, y a Pablo.

En este tercer milenio quiere el Señor que comuniques a los que tienes alrededor la posibilidad de tener amistad con Él.

En algunos países que antes fueron adoctrinados en el ateísmo, como Rusia o Rumanía, hoy el cristianismo está de moda.

En otros que fueron llamados católicos, en la actualidad, seguir a Jesucristo no está de moda. Los que son amigos de Dios son etiquetados como «carcas».

Y por la calle, a los curas, que visten de curas, suelen llamarles «cuervos». Tanto es así que un sacerdote francés se ha extrañado de la falta de educación en algunas ciudades españolas. No importa.

Cuando no está de moda ser católicos. Cuando ser amigo del Señor no está bien visto por la mayoría aquí estamos nosotros para hacer como los primeros cristianos.

Hablar de Jesús. En Roma, durante la época Nerón, un niño cristiano estudiaba en la escuela de pajes. Y sus compañeros para reírse de él habían hecho una pintada en la que se veía a un crucificado con cara de asno, y junto a él alguien orándole.

Y como lema había escrito el nombre del chico: Anaximeno adora a su Dios. Pero el muchacho cristiano no se cortó un pelo porque añadió: Anaximeno, fiel.

Esto es lo que tenemos que hacer no desanimarnos sino seguir hablando de Dios. Alguien nos escuchará. Puede ocurrir como en el caso de Pablo: también los fanáticos se convierten, y no cuando nosotros queremos sino cuando le toca la gracia de Dios. Porque el reino de Jesús no es un reino de violencia, sino de misericordia.

Y aunque nos llamen cuervos, habría que decir: –soy un cuervo, pero un cuervo mensajero.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

VIVA LA PEPA


«Me alegro con mi Dios»: hemos oído que exultaba Isaías en la Primera lectura (61, 10B). Y el lema de este domingo podría ser algo parecido: «estoy contento con Dios».

Sin embargo, las personas mayores suelen tener otro lema que repiten con frecuencia: «La salud es lo principal».

También se oye decir, en las conversaciones, a la gente madura: «durante la semana he estado de médicos»
.

Todavía recuerdo un anuncio de televisión, en blanco y negro. Se veía a un sabio griego vestido con una sábana y alguien le preguntaba: –Dime Academo, ¿qué es la felicidad?

Y de forma sentenciosa, el maestro respondía: –La felicidad es la ausencia del dolor.

Y una voz en off terminaba el anuncio publicitario diciendo: «Contra el dolor, tableta OKAL»

Por eso a un santo le oí hablar de un tipo especial de alegría: la del animal que está sano.

Al hablar de los jóvenes dicen algunos:
–«Déjales que se diviertan, que la juventud sólo se tiene una vez en la vida».

También a los quince años se le llama: «la niña bonita».

Y es que para otros la felicidad consiste en la juventud. No es de extrañar que Dorian Gray hiciera un pacto con el diablo para que le concediera la eterna juventud.

Conclusión: cuando uno está sano y es joven, tiene posibilidades de estar contento. Y si encima está enamorado, la cosa se vuelve exultante.

Pero ¿qué sucedería si una persona empieza a tener achaques? Ya cumplió quince años varias veces, y se le terminó hace tiempo «el amor eterno»...

Entonces puede ser que no sólo tenga canas, sino que también su alma se haya llenado de arrugas, que es peor. Y comience a tener alopecia espiritual.

Uno se pregunta si no habrá algún minoxidil con el que pueda «untarse» y evitar la caída de la ilusión.

Por eso no es extraño que San Pablo dijese a los primeros cristianos: «estad siempre alegres» (1 Ts 5,16-24: segunda lectura de la Misa).

Seguramente conocéis la historia del mejor poeta en lengua castellana, Juan de Yepes. También llamado San Juan de la Cruz.

Nadie como él ha escrito poemas de amor. Y los compuso rodeado de unos sufrimientos terribles. Pero no era infeliz. Porque se dio cuenta de que la felicidad verdadera la tenían las personas que amaban, los amadores.

Y es que en esta tierra, que es un valle de lágrimas, el Amor crece cuando se sufre por la persona que uno quiere. Sólo el amor puede darnos la felicidad, y en la actualidad sólo el dolor es la verdadera prueba de que se quiere de verdad.

Estando San Juan de la Cruz en un pueblo de Andalucía, le cantaron una canción que tenía la siguiente letra:

«Quien no sabe de penas, en este valle de dolores, no sabe cosas buenas, ni ha gustado de amores, pues penas es traje de amadores».

Y Juan de la Cruz, que había sufrido mucho, se echó a llorar.

Y cuando el Señor le dijo que le pidiese lo que quisiera, él le contestó: –Sufrir y ser despreciado...

Porque San Juan de la Cruz sabía, por experiencia, que si sufría por Dios, alcanzaría un Amor tan grande que no le podría quitar nadie la felicidad.

Y todo el mundo dice que sus poemas de Amor son los más maravillosos que se han escrito, porque su corazón había experimentado una felicidad exultante.

Con razón un santo de nuestra época ha dicho que «la felicidad tiene sus raíces en forma de cruz».

Un amigo ha publicado un libro que se titula «Amar y ser feliz». Pero en realidad podría titularse también: «Amar es ser feliz». La persona que en su vida se «roza» con el Amor de Dios, llegará a la felicidad.

Y esa persona, que ha sido «untada con el Amor de Dios», «desborda» de alegría y trasmite la felicidad a los demás (cfr. Is 61, 1-2 a.10-11: Primera lectura de la Misa).

Por eso la persona santa puede decir: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia».

«Me alegro con mi Dios», repetimos hoy los cristianos (Is 61, 10B: Respuesta del Salmo).

A veces nos preguntamos si el Señor estará contento de nosotros, y es bueno hacerlo así. Pero también nos ayuda pensar si estamos contentos con Dios.

Una de las cosas que más dificulta la santidad es el espíritu de queja. Por eso los santos han dicho y escrito que «el que se queja no es buen cristiano».

Eso lo decía San Juan de la Cruz, que por ser hoy domingo no celebramos su fiesta. Pero nos acordamos de él por el buen ejemplo que nos dio. Sufrió mucho pero con alegría.

«Estad siempre alegres» nos dicen San Pablo, y esto es difícil. Pero también es verdad que nos da la solución: «Sed constantes en la oración».

Efectivamente la oración es la mejor medicina contra la tristeza. La infalible «tableta OKAL» que anunciaban en televisión.

Me acuerdo de que por aquella misma época, en la pequeña pantalla había un programa religioso que casi nunca veíamos en mi casa. No porque tuviéramos nada en contra del «cura de la tele»: era más bien por un motivo técnico.

Resulta que, entonces, los aparatos de televisión funcionaban con un elevador de tensión. Y el dispositivo se recalentaba bastante después de varias horas de tenerlo encendido.

Los sábados veíamos la película de sesión de tarde: «el Virginiano». Y después «Cesta y puntos», que era un programa concurso. Más tarde había otra serie bastante famosa: «Viaje al fondo del mar».

Y para que se enfriase el elevador, apagábamos la televisión, puntual y religiosamente, en el programa del cura. Así que vi pocos.

Pero me acuerdo de algunos. Por ejemplo un capitulo titulado: «Hoy he roto con mi novia». Era un auténtico drama.

El cura era bastante simpático (era una pena lo de las dificultades técnicas del elevador).

Vi pocos episodios, pero nunca se me olvidará el lema del programa, porque el cura acababa siempre diciendo: –No lo olvidéis, «siempre alegres, para hacer felices a los demás»

Efectivamente, éste es un buen lema para un cristiano. Porque esto es lo que han hecho los santos: estar siempre alegres.

Pero nosotros, que todavía no tenemos la fuerza necesaria, quizá porque nuestro «elevador de tensión espiritual» se recalienta mucho, dejamos de transmitir alegría en algunos momentos.

Lo que podríamos hacer cuando nos demos cuenta de que no estamos contentos, es rezar: ponernos en presencia de Dios, y así se nos pasará el «calentón».

San Juan Bautista era como el «cura de la tele» que gritaba en el desierto. Y nos cuenta el Evangelio (de la Misa de hoy) que decía: «en medio de vosotros hay uno que no conocéis» (Jn 1, 26).

Tenía mucha razón y la sigue teniendo: cuando no estamos alegres, es porque no sabemos descubrir, que el Señor está en medio de nosotros.

Hoy es el domingo que llaman «Gaudete», que es una palabra latina, un imperativo, que se traduce como «Estad alegres».

Tenemos que alegrarnos porque el Señor ha querido hacerse Hombre como nosotros, y ya nos acompaña siempre.

«Siempre alegres» estaremos si no perdemos de vista que el Señor está a nuestro lado. Ahora mismo, mientras escuchamos estas palabras.

«Siempre alegres, para hacer felices a los demás». Porque los que nos rodean necesitan ver caras sonrientes. Y el Evangelio es una buenísima noticia que la transmitimos con mucha eficacia si estamos contentos.

Porque la música del Cristianismo es la alegría desbordante.

Por eso hemos de pedir: –Señor: que los malos sean buenos; y los buenos, simpáticos.

Porque los santos han sido personas que han estado contentísimas de Dios. Precisamente la oración que se conserva de la Virgen es así: exultante, por lo bien que se portaba el Señor con Ella (cfr. Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54: Salmo responsorial).

La oración de María es como el desbordarse de felicidad de un niño cuando recibe los regalos de Reyes.

Todavía me acuerdo de la expresión de mi hermana pequeña la noche de un 6 de enero. Al verse rodeada de las cosas que había deseado, gritó: –¡Viva la Pepa!

jueves, 3 de diciembre de 2020

FRIKIS


El adviento tiene dos protagonistas importantes. El primero es un profeta. Y el segundo «es más que un profeta» (Lc 7,26).


El profeta es Isaías. Siglos antes de que ocurriese nos habla del primer adviento de la historia, la primera venida del Señor.

Nos dice por ejemplo: «El Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una virgen está encinta y va a dar a luz un Hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14). Emmanuel significa Dios con nosotros.

Y siete siglos después, una joven virgen llamada María fue visitada por el Arcángel Gabriel, que le anunció que daría a luz un hijo, que sería llamado Hijo de Dios (cfr. Lc 1,31-32).

Isaías es el profeta que anuncia con más claridad la figura de Jesús. Por eso san Agustín comenta que algunos decían que parecía un evangelista.

Y escribió Isaías : «Preparadle un camino al Señor» (Primera lectura de la Misa: Is 40,1-5-.9-11.

Inspirado por el Espíritu Santo el profeta había predicho que un hombre prepararía el «camino» para el Señor.

Estaba profetizado y se cumplió: el ingeniero que tenía que allanar la sendas de Jesús fue Juan el Bautista. Él es el principal personaje del Adviento.

Juan «predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados» nos dice el Evangelio (de la Misa: Mc 1,1-8).

Y esto es lo que tenemos que hacer nosotros en este tiempo: buscar nuestra conversión acudiendo a la misericordia de Dios.

Por eso le decimos al Señor con el Salmo (84: Responsorial de la Misa):

–«Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación».

La Iglesia nos pone a nuestra consideración la figura del Bautista, para que nosotros en este tiempo nos preparemos limpiándonos de nuestros pecados.

No se trata de un simple lavado superficial, el Señor nos pide una cambio interior que elimine las manchas de nuestra alma.

En un programa de radio en el que se hablaba de las manchas, una de las que participaba en la tertulia decía a los varones que estaban allí presentes:

Los hombres habláis de cómo se producen las manchas pero somos las mujeres las que decimos cómo se quitan.
A nosotros nos puede ocurrir lo mismo: que hablamos de las cosas que van mal en nuestra vida, pero no nos decidimos a quitarlas. Cuando es muy fácil: para eso está el sacramento de la penitencia.

Hay gente que piensa que los errores se limpian pasando página y seguir haciendo cosas como si no hubiera pasado nada.

Todas las cosas que hacemos, si no nos sirven para que seamos mejores, no sirven para nada. Porque hacer cosas es muy importante, pero más importante es el ser.

Estamos en un ambiente superficial en el que cuenta sobre todo la apariencia: ya no es el homo sapiens sino el homo faber: el que hace cosas.

Precisamente, hace pocos días le hacían una entrevista a una mujer famosa en la vida política en la que decía: a mí, lo que me interesa es el hacer, no el ser.

Esta persona se define a sí misma como rígida. En el colegio decían de ella las monjas que era muy orgullosa. Hay bastantes anancásticos, enfermedad de personas fieles, perfeccionistas.

Lo que Dios nos pide a nosotros es que convirtamos el hacer en el ser. Que las obras sean manifestación de que somos buenas personas, gente con buen corazón

Eso nos llevará a buscar ser amables más que ser perfectos. No gente a la que se admira sino a la que se quiere.

No se trata de aparentar amabilidad, sino de tener buen corazón

Por eso, me gustó que esa mujer famosa dijera que ella no tenía enemigos sino oponentes políticos. Y de otra, que está en un partido opuesto dijera: –Somos amigas.

Igual que es conocido que son amigos los dos grandes rivales del tenis actual: Nadal y Federer. Esto da alegría porque es cristiano.

Y da mucha pena lo que decía el Señor: Y los enemigos del hombre serán los de su misma casa. (Mt 10,36). Hay mucha gente que se lleva muy bien con los extraños pero son inaguantables en su casa. Ésta es la conversión que nos pide el Señor: una conversión de dentro y de fuera.

San Josemaría decía que la superficialidad no es cristiana. Estamos en una sociedad muy volcada en el exterior. Hay mucha gente que tiene alma de portera, que se interesa sólo por lo que viene y lo que va, pero reflexiona poco: vive muy al día.

Si queremos convertirnos, tenemos que pensar y hacer pensar: reflexionar. Muchas veces, lo que hace el Señor es que reflexionemos: el hijo pródigo volvió con su padre porque reflexionó sobre su situación.

Pensar y hacer pensar. Es muy contrario al fundamentalismo, propio de gente de mentes estrechas que sólo funcionan con el principio de autoridad: Lo que no viene de arriba no es bueno, o no puede ser tomado en consideración.

Esto ahoga el espíritu de iniciativa.

Los fundamentalistas dicen que hay que ir a los fundamentos de la fe y que sólo la Escritura es importante.

El mundo islámico recibe el fundamentalismo con emoción pues el Corán viene de Dios Textualmente: hasta la materialidad del libro.

Pero eso no es así: Dios da la inteligencia. Es verdad que la Escritura viene de Dios, pero la conocemos por otros hombres, por tradición.

Y además otras personas nos la interpretan: la homilía siempre ha sido un elementos clave para los cristianos.

Conversión en profundidad: pensar y hacer pensar. No es un lavado superficial.

Por eso Juan el Bautista aclaraba que el Señor no bautizaría con agua sino «con Espíritu Santo» que es el que nos hace recapacitar y nos convierte.

La figura de Juan es una de las más interesantes de la Historia. Mucha gente acudía a él, pero no se dejó llevar por la vanidad: no buscó el triunfo humano. Claramente avisó que él no era el que esperaban.

La humildad de este hombre fue heroica. No busca sobresalir. Cuando el Señor entra en escena, Juan desaparece. Y les cede sus mejores discípulos a Jesús.

La humildad no es una virtud que se lleve en la actualidad. Se busca el triunfo, no se entiende que un fracaso pueda beneficiarnos.

Estamos en una sociedad «mediática» donde las niñas ya no quieren ser princesas sino modelos famosas: para que se fijen en ellas. Se cultiva muchísimo la imagen, y hay clínicas de embellecimiento, donde se arreglan la patas de gallo y los códigos de barras de la cara, y se estira todo lo estirable.

La imagen es fundamental para esta generación en la que vivimos. Hay especialistas en imagen, y hay nuevas enfermedades por motivo de la imagen.

Por eso Juan el Bautista no está bien considerado. Algunos han dicho de él que era «un energúmeno peludo» y que gritaba mucho. Sin embargo el Señor lo alaba al máximo, porque era un hombre coherente: decía lo que había que decir, y no lo que pegaba.

Se podría decir que Juan el Bautista era un tanto original. Por como vestía, por las cosas de las que hablaba...

También pasa esto hoy: que a las personas coherentes se las puede tachar de originales, de frikis.

San Pablo, San Martín de Tours, San Francisco, Santa Teresa, Santa Catalina, el Santo Cura de Ars, San Juan Bosco, Juan Pablo II... todos ellos tienen una cosa en común que son un poco frikis.

Es que el Señor es un poco friki: es el fundador de los frikis.

El cristianismo organizado viene después pero los santos siempre han sido revolucionarios.

Le decimos al Señor: –¿Cuando llegara mi conversión?

No es previsible. Las cosas del Señor llegan cuando llegan.

Por su parte San Pedro nos habla de la segunda venida del Señor: «del día del Señor» que «llegará como un ladrón» (Segunda Lectura de la Misa: 2P 3,8-14).

Había gente que esperaba que el Jesus volviera de inmediato, y San Pedro escribe que «para el Señor un día es como mil años», que lo que debían de hacer es llevar una vida santa.

Nosotros nos preguntamos: –¿cuando vendra mi conversion?

Pero lo importante es llevar una vida santa, hoy.

En la actualidad poca gente espera la llegada del Señor. Un obispo comentaba que los grandes almacenes se han cargado el adviento. Efectivamente ya han puesto los adornos de Navidad antes de que empezara el adviento.

El adviento no vende, pero es necesario. Hay que prepararse, como se preparó la Virgen para el nacimiento de Jesús. Ella quiere contar con nosotros para preparar la venida del Señor, la Navidad 2020-2021, aunque la gente nos vea un poco frikis.

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías