Las mujeres de la Vía dolorosa (Lc 23. 27-31): Amor a la Cruz, corredentores con Cristo
Descripción del pasaje: Según la ley romana, estaba prohibido llorar por los condenados a muerte, así de crueles eran los romanos con los pueblos ocupados.
Estas mujeres, sin embargo no podían resistir sus lágrimas debido al gran dolor que les producía ver a Cristo -el ino¬cente por excelencia- sometido a la Pasión.
Siempre las mujeres, a la hora del dolor y de la lealtad, han sido más fieles que los hombres. Pero el Señor corrige y endereza esos llantos hacia el motivo fundamental: los pecados de los hombres.
“No lloréis por mí”, les dice Jesús, “llorad mas bien por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Aquellas buenas mujeres sentirían un dolor agudo en el alma: ¿es que el Señor estaba profetizando que algo parecido a lo que Él sufría iba a sucederles a ellas y a sus hijos?
Y el Señor añade: “Porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué será en el seco?” Si al inocente le tratan así, ¿cómo nos tratarán a nosotros, que somos culpables?
Consideraciones: Al contemplar los dolores de Cristo en la Pasión, no debemos olvidar que Él sufre lo que merecen nuestros pecados.
Tampoco podemos olvidar que, por grandes que sean nuestros sufrimientos, nunca serán como los que sufrió El Señor.
Además, nuestros dolores y cruces son -en algún sentido- merecidos por nuestras ofensas.
Por último, tampoco debemos olvidar que nuestros sufrimientos los podemos unir a los sufrimientos del Señor y colaborar así con Él en la salvación de todos los hombres.
Descripción del pasaje: Según la ley romana, estaba prohibido llorar por los condenados a muerte, así de crueles eran los romanos con los pueblos ocupados.
Estas mujeres, sin embargo no podían resistir sus lágrimas debido al gran dolor que les producía ver a Cristo -el ino¬cente por excelencia- sometido a la Pasión.
Siempre las mujeres, a la hora del dolor y de la lealtad, han sido más fieles que los hombres. Pero el Señor corrige y endereza esos llantos hacia el motivo fundamental: los pecados de los hombres.
“No lloréis por mí”, les dice Jesús, “llorad mas bien por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Aquellas buenas mujeres sentirían un dolor agudo en el alma: ¿es que el Señor estaba profetizando que algo parecido a lo que Él sufría iba a sucederles a ellas y a sus hijos?
Y el Señor añade: “Porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué será en el seco?” Si al inocente le tratan así, ¿cómo nos tratarán a nosotros, que somos culpables?
Consideraciones: Al contemplar los dolores de Cristo en la Pasión, no debemos olvidar que Él sufre lo que merecen nuestros pecados.
Tampoco podemos olvidar que, por grandes que sean nuestros sufrimientos, nunca serán como los que sufrió El Señor.
Además, nuestros dolores y cruces son -en algún sentido- merecidos por nuestras ofensas.
Por último, tampoco debemos olvidar que nuestros sufrimientos los podemos unir a los sufrimientos del Señor y colaborar así con Él en la salvación de todos los hombres.
Diálogo: Dame, Señor un corazón sensible que me haga sufrir por tus dolores en la Pasión. Que tenga también misericordia ante el sufrimiento físico y moral de todos y de cualquier hombre.
Cuando me venga la hora de sufrir, Señor, que no me rebele y desespere, sino que acepte los dolores como purificación por mis pecados, pensando que es muy poco ante lo que merezco.
Gracias, Señor, porque, con tu Pasión, has conseguido que nuestro dolor sirva para ayudarte a salvarnos de nuestros pecados.
Madre mía, Santa María, a la hora de la Cruz, sostenme con tu fortaleza y hazme fiel a tu Hijo.
Cuando me venga la hora de sufrir, Señor, que no me rebele y desespere, sino que acepte los dolores como purificación por mis pecados, pensando que es muy poco ante lo que merezco.
Gracias, Señor, porque, con tu Pasión, has conseguido que nuestro dolor sirva para ayudarte a salvarnos de nuestros pecados.
Madre mía, Santa María, a la hora de la Cruz, sostenme con tu fortaleza y hazme fiel a tu Hijo.
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