Hace cuatro días celebrábamos un nuevo aniversario de la fundación del Opus Dei.
Hoy 6 de octubre nos alegramos por la canonización de San Josemaría.
Su elevación a los altares confirma en la práctica que el espíritu del Opus Dei es un camino asequible para ir al Cielo.
Hoy celebramos la certeza de que San Josemaría, ha alcanzado la meta: está con Dios por toda la eternidad.
Hay unas palabras de la Sagrada Escritura dirigidas a Dios y que al santo le gustaba mucho repetir:
«Pórtate con tu siervo según tu misericordia»
Y siempre añadía, movido por su piedad, la palabra latina «magnam».
«Pórtate con tu siervo según tu gran misericordia».
Y es que la historia de los hombres –es una idea de suya– es la historia de las misericordias de Dios.
–Señor eres capaz de hacer cosas grandes con la pequeñez de nuestra vida. Cosas santas con nuestros defectos y debilidades.
La historia de la Iglesia es la historia de las misericordias de Dios.
No es la historia de grandes hombres y mujeres, de sus hazañas y proyectos increíbles, no.
–Señor, santa es la gente que te tiene como Dios, quien confía en tu misericordia.
Santas no son las personas que confían en sus fuerzas humanas, aunque sean gigantescas o en unas virtudes perfectas.
–Por eso, Señor, nos fiamos de tu misericordia.
Muchas personas pidieron durante años con la oración de la estampa amarilla para la devoción privado que Dios hiciera santo a Josemaría con estas palabras «dígnate glorificar a tu siervo».
Y nos hizo caso con la beatificación del 17 de mayo de 1992.
Después, con esa misma oración un poco cambiada le insistimos «dígnate otorgar la canonización»… y llegó el 6 de octubre de 2002.
–Señor, ¿por qué no va a concedernos tu amistad?
Además, lo hacemos cuando rezamos en la Misa el Canon Romano: «Y a nosotros pecadores siervos tuyos que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea (…) de todos los santos…
Y acéptanos…no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad».
San Josemaría desde el Cielo nos anima:
–Se fiel, lucha, contando con la misericordia de Dios.
Cada vez que hay una canonización se repiten otra vez las palabras del Maestro de Galilea:
«no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín».
Eso es el 6 de octubre de 2002, luz que nos ilumina constantemente. Es como una estrella del cielo que resalta con viveza en medio de otras muchas.
Si miramos al cielo en una noche limpia siempre alguna que brilla más y nos marca el norte, sirve de guía…
Durante los días de la Canonización, hace cinco años, decía el Prelado del Opus Dei:
–«Os pido por el amor de Dios que, todos los días —no penséis que exagero— tengáis presente el 6 de octubre de 2002».
No podemos apagar o dejar de mirar esa intensa luz. Acabaremos en el cielo, si somos fieles porque el camino lo tenemos claro.
Curiosamente Camino es el título de su libro más conocido. El libro con el que se ha dado a conocer al mundo el espíritu de la Obra.
Un montón de almas están llamadas a seguir el mismo camino que san Josemaría que, como todo ser humano, tenía defectos e imperfecciones.
Nació con el pecado original y se confesaba con frecuencia, muchas veces hasta dos veces a la semana.
Superaba los obstáculos con los mismos medios que tenemos tú y yo.
Acudía a la misericordia divina, que eso es el Opus Dei: misericordia de Dios que no falla nunca.
Quien comenzó en vosotros la obra buena, la llevará a cumplimiento, nos dice san Pablo.
El Señor comenzó su obra en nosotros un día y a una hora concreta. Como la comenzó en san Josemaría el día aquel martes 2 de octubre de 1928.
Y para él la terminó en la mañana del 26 de junio de 1975, después de estar luchando en las mismas cosas que nosotros.
El mismo nos decía que si éramos fieles nos prometía el cielo:
ya hay una lista de fieles de la Prelatura de los que se ha abierto ya el proceso de Canonización:
Isidoro, D. Álvaro, Montse, D. Eduardo y su hermana Guadalupe, Dr. Cociño, Toni, Encarnita...
Y un largo etcétera, porque muchos viven todavía… y por la misericordia de Dios también llegarán a la meta «quoniam bonus», porque Él es bueno .
–¡Menos mal que estás Tú, Señor, sino…!
El otro día una niña de segundo de Primaria, que habría oído en las pláticas de esta semana lo de ser santo, preguntaba al cura:
–¿Tú eres un santo, verdad?
–¡Claro, no sé cómo lo has dudado! un santo en potencia, un casi-santo.
–Aaaahhh!
Debemos tener esa seguridad de la santidad porque Dios lo quiere. ¿Cómo conseguirla? Cuidando lo de todos los días, como san Josemaría.
Estando en Burgos, escribió: «Santidad al alcance de todos: hacer con la mayor perfección posible las cosas ordinarias».
Levantándose puntual, luchando por rezar bien, tratando de vencer la vergüenza en el apostolado, haciendo una mortificación en la comida…
Cuidando el orden en tus cosas, atendiendo el teléfono, abriendo la puerta, confesando con frecuencia, escuchando con paciencia a la gente, etc.
–Y así, Señor, hasta que Tú quieras.
–María, Estrella de la mañana, guíanos, para que dentro de un tiempo brillemos en el cielo, junto a san Josemaría.
Hoy 6 de octubre nos alegramos por la canonización de San Josemaría.
Su elevación a los altares confirma en la práctica que el espíritu del Opus Dei es un camino asequible para ir al Cielo.
Hoy celebramos la certeza de que San Josemaría, ha alcanzado la meta: está con Dios por toda la eternidad.
Hay unas palabras de la Sagrada Escritura dirigidas a Dios y que al santo le gustaba mucho repetir:
«Pórtate con tu siervo según tu misericordia»
Y siempre añadía, movido por su piedad, la palabra latina «magnam».
«Pórtate con tu siervo según tu gran misericordia».
Y es que la historia de los hombres –es una idea de suya– es la historia de las misericordias de Dios.
–Señor eres capaz de hacer cosas grandes con la pequeñez de nuestra vida. Cosas santas con nuestros defectos y debilidades.
La historia de la Iglesia es la historia de las misericordias de Dios.
No es la historia de grandes hombres y mujeres, de sus hazañas y proyectos increíbles, no.
–Señor, santa es la gente que te tiene como Dios, quien confía en tu misericordia.
Santas no son las personas que confían en sus fuerzas humanas, aunque sean gigantescas o en unas virtudes perfectas.
–Por eso, Señor, nos fiamos de tu misericordia.
Muchas personas pidieron durante años con la oración de la estampa amarilla para la devoción privado que Dios hiciera santo a Josemaría con estas palabras «dígnate glorificar a tu siervo».
Y nos hizo caso con la beatificación del 17 de mayo de 1992.
Después, con esa misma oración un poco cambiada le insistimos «dígnate otorgar la canonización»… y llegó el 6 de octubre de 2002.
–Señor, ¿por qué no va a concedernos tu amistad?
Además, lo hacemos cuando rezamos en la Misa el Canon Romano: «Y a nosotros pecadores siervos tuyos que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea (…) de todos los santos…
Y acéptanos…no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad».
San Josemaría desde el Cielo nos anima:
–Se fiel, lucha, contando con la misericordia de Dios.
Cada vez que hay una canonización se repiten otra vez las palabras del Maestro de Galilea:
«no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín».
Eso es el 6 de octubre de 2002, luz que nos ilumina constantemente. Es como una estrella del cielo que resalta con viveza en medio de otras muchas.
Si miramos al cielo en una noche limpia siempre alguna que brilla más y nos marca el norte, sirve de guía…
Durante los días de la Canonización, hace cinco años, decía el Prelado del Opus Dei:
–«Os pido por el amor de Dios que, todos los días —no penséis que exagero— tengáis presente el 6 de octubre de 2002».
No podemos apagar o dejar de mirar esa intensa luz. Acabaremos en el cielo, si somos fieles porque el camino lo tenemos claro.
Curiosamente Camino es el título de su libro más conocido. El libro con el que se ha dado a conocer al mundo el espíritu de la Obra.
Un montón de almas están llamadas a seguir el mismo camino que san Josemaría que, como todo ser humano, tenía defectos e imperfecciones.
Nació con el pecado original y se confesaba con frecuencia, muchas veces hasta dos veces a la semana.
Superaba los obstáculos con los mismos medios que tenemos tú y yo.
Acudía a la misericordia divina, que eso es el Opus Dei: misericordia de Dios que no falla nunca.
Quien comenzó en vosotros la obra buena, la llevará a cumplimiento, nos dice san Pablo.
El Señor comenzó su obra en nosotros un día y a una hora concreta. Como la comenzó en san Josemaría el día aquel martes 2 de octubre de 1928.
Y para él la terminó en la mañana del 26 de junio de 1975, después de estar luchando en las mismas cosas que nosotros.
El mismo nos decía que si éramos fieles nos prometía el cielo:
ya hay una lista de fieles de la Prelatura de los que se ha abierto ya el proceso de Canonización:
Isidoro, D. Álvaro, Montse, D. Eduardo y su hermana Guadalupe, Dr. Cociño, Toni, Encarnita...
Y un largo etcétera, porque muchos viven todavía… y por la misericordia de Dios también llegarán a la meta «quoniam bonus», porque Él es bueno .
–¡Menos mal que estás Tú, Señor, sino…!
El otro día una niña de segundo de Primaria, que habría oído en las pláticas de esta semana lo de ser santo, preguntaba al cura:
–¿Tú eres un santo, verdad?
–¡Claro, no sé cómo lo has dudado! un santo en potencia, un casi-santo.
–Aaaahhh!
Debemos tener esa seguridad de la santidad porque Dios lo quiere. ¿Cómo conseguirla? Cuidando lo de todos los días, como san Josemaría.
Estando en Burgos, escribió: «Santidad al alcance de todos: hacer con la mayor perfección posible las cosas ordinarias».
Levantándose puntual, luchando por rezar bien, tratando de vencer la vergüenza en el apostolado, haciendo una mortificación en la comida…
Cuidando el orden en tus cosas, atendiendo el teléfono, abriendo la puerta, confesando con frecuencia, escuchando con paciencia a la gente, etc.
–Y así, Señor, hasta que Tú quieras.
–María, Estrella de la mañana, guíanos, para que dentro de un tiempo brillemos en el cielo, junto a san Josemaría.
Ignacio Fornés y Antonio Balsera
No hay comentarios:
Publicar un comentario