«Salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca» (Mt 13, 1-2).
Así está el Señor rodeado de gente de todo tipo: hombres, mujeres, altos, bajos, sanos y enfermos, intelectuales, pescadores, recaudadores de impuestos, amas de casa…
«Y se puso a hablarles en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar» (Lc 13, 2).
¿Te acuerdas, verdad? Parte de la semilla «cayó en buena tierra y dio mucho fruto» (Lc 13, 8).
Hoy es el quinto aniversario de la Canonización de san Josemaría Escrivá, el Fundador del Opus Dei.
El Señor lanzó su semilla que cayó en una tierra muy buen, en el alma de un santo…
Aquella semilla creció hasta hacerse grande, porque la santidad consiste en hacer grande lo pequeño, en hacerlo por amor.
El 6 de octubre, día de la canonización de san Josemaría, las palabras que se oyeron en la Plaza de san Pedro hacen referencia a esto. Te leo la fórmula que se emplea para declarar que alguien es santo: «siervo bueno fiel porque han sido fiel en lo poco pasa al seno de tu Señor».
Consiguió la santidad cuidando lo ordinario durante toda su vida.
Siguiendo la parábola del Señor, si te fijas en una semilla te das cuenta de que es algo casi insignificante, pero que, con el tiempo crece, sobre todo si la tierra es buena…
Aquel niño pequeño que nació en Barbastro en 1902 fue creciendo con sus errores y sus aciertos como todo el mundo, pero siempre de la mano de Dios y respondiendo a sus llamadas.
Y con el pasar del tiempo fundó el Opus Dei porque Dios se lo pidió.
Se cumplieron en su vida las palabras del Señor, cuando comparaba el Reino de los Cielos con «el grano de mostaza que se siembra en la tierra. Aunque es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, cuando se siembra, crece y se hace la mayor de las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden habitar bajo su sombra » (Mt 4, 30–32).
Muchos, gracias a su vida santa, gracias a su entrega se han cobijado en el árbol del Opus Dei. Los hay negros, blancos, amarillentos, color aceituna… personas de muchas profesiones: ingenieros, policías, maestros, deportistas, amas de casa, taxistas, bailarinas…
Han descubierto que se puede ser santo viviendo en medio del mundo, haciendo un trabajo normal junto a Dios…
–Señor ¡Cuánto fruto tiene la vida de un amigo tuyo!
A lo mejor tú misma estuviste en la Plaza de san Pedro el 6 de octubre de 2002 o, por lo menos, has visto fotos de cómo estaba de llena aquel día.
Miles de personas de países muy distintos y costumbres diferentes… apiñados para agradecerle al Fundador de la Obra su vida, para agradecerle que dejase crecer la semilla de Dios en su alma de donde salió ese árbol estupendo que es el Opus Dei, donde caben muchos.
El fruto de su vida ha sido que gente de todo el mundo se ponga alrededor de Jesús, para oírle, tratarle y seguirle…
Los santos siguen muy activo desde el Cielo.
El Catecismo de la Iglesia afirma que los santos «contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra» CIC, 2683.
San Josemaría decía los últimos años de su vida que desde el cielo nos ayudaría más.
Son unas palabras muy parecidas a las de santa Teresa del Niño Jesús cuando afirmaba que pasaría su cielo haciendo el bien sobre la tierra.
Por eso sigue diciendo el Catecismo: «Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero» CIC, 2683.
Muchas personas tienen devoción a san Josemaría. Se ha corrido de boca en boca la cantidad de favores que hace, de todo tipo: espirituales, de enfermedades que se curan, alguien que consigue un trabajo o llegar a una gasolinera con el coche seco, familias que se recomponen, lentillas encontradas en medio de una playa…
Hay dos favores que no son espectaculares pero que me han hecho mucha gracia…
Uno es el de un chico de diecisiete años que para sacarse unos dinerillos se pone a dar clases particulares.
Le llama el papá de uno posible candidato y, por teléfono, le empieza a contar que su hijo es un poco cafre. El chico se da cuenta de que aquel padre le llama todo el rato «profesor» para arriba y «profesor» para abajo, que si «usted» comprenderá, etc.
El chico le intenta explicar que es muy joven, que haber que se iba a pensar que se trata de un máquina.
Pero el papá lo toma como pura modestia y quedan para verse días después.
El joven profesor el día se pone chaqueta, corbata y todo lo que lleva una persona mayor para procurar amortiguar el golpe óptico del cliente.
Efectivamente, el padre del alumno se sorprende de su juventud al verle, pero hace como si nada y empieza a hablarle del «problema». El «problema» es su hijo, que es una buena pieza. Ha suspendido casi todo y solo quedan 15 días para intentar que no repita…
Como era de esperar nuestro joven profesor la única solución que ve es encomendarle el caso a un buen santo, elige a san Josemaría y se pone a darle clases.
Cual fue su sorpresa cuando aparece en el boletín de notas de su «magnífico alumno» todo «sufis raspaos» y en solo 15 días.
El otro día una señora mayor me contaba lo siguiente:
–«¿Sabe lo que me ha sucedido? Hace unos meses estaba tomando café con una amiga y me dijo que había perdido su bolso en un viaje al extranjero.
Como estaba muy apenada porque el bolso era de muy buena calidad y además tenía cosas de valor, espontáneamente le dije que no se preocupara y que íbamos a rezar las dos juntas a San Josemaría para que apareciera.
Varios meses después, cuando parecía imposible le llamaron del consulado de ese país para decirle que lo había encontrado intacto y con todo dentro».
Ahora terminamos con una oración:
–Madre mía ayúdanos a dar también mucho fruto como hizo san Josemaría
…y que nunca perdamos nuestro bolso.
Así está el Señor rodeado de gente de todo tipo: hombres, mujeres, altos, bajos, sanos y enfermos, intelectuales, pescadores, recaudadores de impuestos, amas de casa…
«Y se puso a hablarles en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar» (Lc 13, 2).
¿Te acuerdas, verdad? Parte de la semilla «cayó en buena tierra y dio mucho fruto» (Lc 13, 8).
Hoy es el quinto aniversario de la Canonización de san Josemaría Escrivá, el Fundador del Opus Dei.
El Señor lanzó su semilla que cayó en una tierra muy buen, en el alma de un santo…
Aquella semilla creció hasta hacerse grande, porque la santidad consiste en hacer grande lo pequeño, en hacerlo por amor.
El 6 de octubre, día de la canonización de san Josemaría, las palabras que se oyeron en la Plaza de san Pedro hacen referencia a esto. Te leo la fórmula que se emplea para declarar que alguien es santo: «siervo bueno fiel porque han sido fiel en lo poco pasa al seno de tu Señor».
Consiguió la santidad cuidando lo ordinario durante toda su vida.
Siguiendo la parábola del Señor, si te fijas en una semilla te das cuenta de que es algo casi insignificante, pero que, con el tiempo crece, sobre todo si la tierra es buena…
Aquel niño pequeño que nació en Barbastro en 1902 fue creciendo con sus errores y sus aciertos como todo el mundo, pero siempre de la mano de Dios y respondiendo a sus llamadas.
Y con el pasar del tiempo fundó el Opus Dei porque Dios se lo pidió.
Se cumplieron en su vida las palabras del Señor, cuando comparaba el Reino de los Cielos con «el grano de mostaza que se siembra en la tierra. Aunque es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, cuando se siembra, crece y se hace la mayor de las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden habitar bajo su sombra » (Mt 4, 30–32).
Muchos, gracias a su vida santa, gracias a su entrega se han cobijado en el árbol del Opus Dei. Los hay negros, blancos, amarillentos, color aceituna… personas de muchas profesiones: ingenieros, policías, maestros, deportistas, amas de casa, taxistas, bailarinas…
Han descubierto que se puede ser santo viviendo en medio del mundo, haciendo un trabajo normal junto a Dios…
–Señor ¡Cuánto fruto tiene la vida de un amigo tuyo!
A lo mejor tú misma estuviste en la Plaza de san Pedro el 6 de octubre de 2002 o, por lo menos, has visto fotos de cómo estaba de llena aquel día.
Miles de personas de países muy distintos y costumbres diferentes… apiñados para agradecerle al Fundador de la Obra su vida, para agradecerle que dejase crecer la semilla de Dios en su alma de donde salió ese árbol estupendo que es el Opus Dei, donde caben muchos.
El fruto de su vida ha sido que gente de todo el mundo se ponga alrededor de Jesús, para oírle, tratarle y seguirle…
Los santos siguen muy activo desde el Cielo.
El Catecismo de la Iglesia afirma que los santos «contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra» CIC, 2683.
San Josemaría decía los últimos años de su vida que desde el cielo nos ayudaría más.
Son unas palabras muy parecidas a las de santa Teresa del Niño Jesús cuando afirmaba que pasaría su cielo haciendo el bien sobre la tierra.
Por eso sigue diciendo el Catecismo: «Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero» CIC, 2683.
Muchas personas tienen devoción a san Josemaría. Se ha corrido de boca en boca la cantidad de favores que hace, de todo tipo: espirituales, de enfermedades que se curan, alguien que consigue un trabajo o llegar a una gasolinera con el coche seco, familias que se recomponen, lentillas encontradas en medio de una playa…
Hay dos favores que no son espectaculares pero que me han hecho mucha gracia…
Uno es el de un chico de diecisiete años que para sacarse unos dinerillos se pone a dar clases particulares.
Le llama el papá de uno posible candidato y, por teléfono, le empieza a contar que su hijo es un poco cafre. El chico se da cuenta de que aquel padre le llama todo el rato «profesor» para arriba y «profesor» para abajo, que si «usted» comprenderá, etc.
El chico le intenta explicar que es muy joven, que haber que se iba a pensar que se trata de un máquina.
Pero el papá lo toma como pura modestia y quedan para verse días después.
El joven profesor el día se pone chaqueta, corbata y todo lo que lleva una persona mayor para procurar amortiguar el golpe óptico del cliente.
Efectivamente, el padre del alumno se sorprende de su juventud al verle, pero hace como si nada y empieza a hablarle del «problema». El «problema» es su hijo, que es una buena pieza. Ha suspendido casi todo y solo quedan 15 días para intentar que no repita…
Como era de esperar nuestro joven profesor la única solución que ve es encomendarle el caso a un buen santo, elige a san Josemaría y se pone a darle clases.
Cual fue su sorpresa cuando aparece en el boletín de notas de su «magnífico alumno» todo «sufis raspaos» y en solo 15 días.
El otro día una señora mayor me contaba lo siguiente:
–«¿Sabe lo que me ha sucedido? Hace unos meses estaba tomando café con una amiga y me dijo que había perdido su bolso en un viaje al extranjero.
Como estaba muy apenada porque el bolso era de muy buena calidad y además tenía cosas de valor, espontáneamente le dije que no se preocupara y que íbamos a rezar las dos juntas a San Josemaría para que apareciera.
Varios meses después, cuando parecía imposible le llamaron del consulado de ese país para decirle que lo había encontrado intacto y con todo dentro».
Ahora terminamos con una oración:
–Madre mía ayúdanos a dar también mucho fruto como hizo san Josemaría
…y que nunca perdamos nuestro bolso.
Ignacio Fornés
OJo a la ortografía:
ResponderEliminarDICE: El chico le intenta explicar que es muy joven, que haber que se iba a pensar que se trata de un máquina
DEBE DECIR: A VER QUE
Gracias, lo correguimos.
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