lunes, 28 de octubre de 2019

LA RECETA



La receta para ser santos, ya nos la dio el Señor en las Bienaventuranzas


Anorexia

Hay una enfermedad que, lleva a no comer. Es la anorexia. Aunque una pese 30 kilos, siempre se ve gorda. Es una pena. Primero porque no es verdad que esté gorda. Y, luego, porque puede morirse por falta de alimento. En la vida espiritual, por desgracia, es una enfermedad muy corriente.

 Hay personas que no tienen hambre de Dios, y creen que ya hacen bastante, se ven gordas. Con tres Avemarías que recen por la noche, haciendo la visita a medio día con unos minutos de oración… y yendo a misa un día entre semana, ya piensan que están alimentadas, que han hecho bastante.

Es como si se tomaran tres caramelos antes de acostarse, un Yogurt a medio día, y dos comidas calientes en toda la semana. Sería como para llevarla a la UVI espiritual: en cualquier momento puede ofender gravemente al Señor.

En el fondo no tienen hambre de Dios. Morirán espiritualmente si siguen así. Tendrán siempre una debilidad grande que le impedirá oír la voz del Señor. Dios nos pide mantener nuestro espíritu fuerte para poder escucharle.

El Señor, quiere hacernos ver la verdad en nuestra vida. Si tenemos hambre de hacer la voluntad de Dios, el Señor nos dará luces. Y si no tuviéramos intención de hacerle caso, lo más seguro es que no nos dijese nada.

La receta

Algunas personas piden una receta para tener hambre de Dios, y que no les entré esa enfermedad.  Y aunque no seamos un Karlos Arguiñano la voy a leer para que te la prepare la Virgen.


Receta de la vida cristiana

Antes límpiese bien el recipiente
Con una buena confesión;
lo de menos es la calidad del cacharro,
no se preocupe si no es de porcelana china,
porque a veces resulta más resistente el barro.

Ingredientes para una persona:
1 kilo de oración.
200 gramos de sinceridad, aunque en esto
no importa pasarse.

Un chorrito de obediencia,
para  que no se pegue la pasta.

Medio litro de mortificación,
que es lo que le da el sabor.

Previamente se le ha añadido
la levadura apostólica,
para hacer fermentar la masa.

A todo se le espolvorea con alegría,
mucha alegría,
y se pone la guinda de las cosas pequeñas.

Se le mete al baño María,
que es nuestra Madre,
y se le dora al fuego del Amor de Dios.

Bienaventurados los que tienen hambre de Dios: ¡Buen provecho!



jueves, 24 de octubre de 2019

HAMBRIENTO






Hambre de Dios


Todas las Bienaventuranzas son un camino para llegar al Señor partiendo de la humildad. Al hacernos humildes llegamos hasta Jesús, porque nos hacemos como Él, que se humilló. Esa es la enseñanza. La mirada de Jesús se dirige a nosotros, sus discípulos, que tenemos que buscar la justicia, la santidad.


El Señor se dirige a los que no quieren ser mediocres, a los que no quieren que se apaguen las inquietudes de su corazón. El Señor habla a los que no quieren llevar una vida cómoda y perezosa. El Evangelio nos cuenta la historia de unos Magos de Oriente. Como tenían «sangre limpia» sintieron una luz interior que les llevó a emprender un camino que terminó en Jesús. Y la estrella que Dios les envió, les mostró ese camino. Porque Dios a los que tienen interés les envía señales.


Hemos visto salir su estrella, decían los Magos. También algunos podemos decir lo mismo: hemos visto cómo la estrella de Dios nacía en nuestro corazón. 
Y nos acordamos ahora de esos momentos en los que vimos brillar la llamada. 
Nos dimos cuenta de que no eran casualidades lo que nos estaba sucediendo; 
Y como siempre, el Señor nos exigió fe para lanzarnos y ponernos en camino.

Notamos aquella llamada de Jesús –«venid»– y dejamos todas las cosas para seguirle: como hicieron los Magos. Como han hecho todos los santos: para seguir al Señor hay que tener cintura, cambiar los esquemas, no aferrarse a lo que ya hacemos.



Como en el caso de los Magos, el Señor nos pide cosas curiosas. Cada etapa de nuestra vida tiene su cierta originalidad: Lo de seguir una estrella tiene mucho de poético pero, en realidad, no deja de ser pintoresco. Hemos de dejar a Dios que juegue con nosotros, que nos haga descubrir su Voluntad de la forma que Él quiere: en este caso fue poco racional, si lo miramos humanamente hablando; si quería que unos reyes le adoraran, podía haberlos avisado a través de un ángel, y la cosa hubiera sido menos problemática.



«Dichosos los que tienen hambre y sed de santidad porque ellos serán saciados» En nuestro caso se trata de ser personas con sensibilidad interior para ver las luces que Dios nos envía.


«¿Estarías dispuesto a seguir el camino que el Señor te indicase? Si Dios te pidiera dejar tu vida cómoda y lanzarte a una vida más sacrificada buscándole a Él ¿lo harías? ¿No…? Entonces nunca podrás ver, porque no hay peor ciego que el que no quiere oír». 

Santos ha habido muchos en la historia de la humanidad. Pero la receta de la santidad es siempre la misma: un santo es uno que tiene hambre de Dios. Esa hambre es dichosa, es buena, porque lleva a Dios, a la felicidad. De esas personas habla esta Bienaventuranza. 

El hambre de un santo

Estamos en el año sacerdotal, y el patrono de los curas de todo el mundo es el Cura de Ars. Se pasaba bastantes horas en el confesionario: 12, 13, hasta 17 horas. Es conocido que comía muy poco, pero sin embargo era un hombre hambriento. Puede ser que fuera justamente por eso, porque comía poco. Tenía una obsesión: su propia santidad y la salvación de los demás.


Un día, el 23 de enero de 1840, estaba confesando, como de costumbre. Había bastante cola. Dos personas organizaban la cosa para conseguir un cierto orden. Estas dos personas fueron las que contaron lo que ocurrió. Llegó una señora de pueblo, con su pañuelo negro. Ni siquiera hablaba francés, sino en dialecto, patuás. Se arrodilla en el confesionario y se queda callada. El cura de Ars, ante el silencio, le anima a que empiece… Y de buenas a primeras, se oye una voz ronca y profunda, que dice en alto: «¡absuélveme no tengo pecados!».


No te puedes ni imaginar cómo se quedaron las que estaban esperando en la cola. ¡Cómo puede decir una persona que no tiene pecados! El cura de Ars, con lo intuitivo que era, se dio cuenta de que esa mujer estaba poseída de Satanás. Una persona que diga que no tiene pecados o que no necesita confesarse, y gritando, algo le pasa... Los santos se han confesado hasta dos o tres veces por semanas. Entonces, empieza una conversación muy curiosa entre el cura de Ars y el Demonio. El cura, para cerciorarse de si era Satanás o no, empieza a hablarle en latín. El Demonio sabe idiomas, una señora de pueblo no, ni siquiera sabía francés, no te digo ya latín.


Le pregunta: «Tu quis es?».

Y el Demonio: «Magister caput!» (yo soy un jefe, no un demonio cualquiera). 
Y siguió el cura de Ars: «¿Qué me dices de tal sacerdote?» (era un sacerdote de una virtud probada). 
Y la posesa le respondió: «No me gusta». Esto lo dijo con una rabia reconcentrada y acompañada por terrible rechinamiento de dientes. 
El cura le volvió a preguntar: «Y ¿de tal?» (era otro sacerdote). 
«¡Vaya, ése nos deja hacer lo que queremos! Tú lo habías metido en cintura. ¡Pero no ha durado mucho! Y tú dime ¿por qué no haces como los otros?». 
Y el Cura le responde: «¿Qué hacen los otros?». 
Y la posesa les dice: «Disfrutan de grandes comilonas». 
«Yo no tengo tiempo», le responde el santo. 
Y la poseída le dice: «Los otros se lo toman bien. Hay sapos negros que no me hacen sufrir tanto como tú. Asisto a sus misas. Las celebran para mí». 
Y el Cura: «¿Asistes a las mías?». 
«Tú me haces enfurecer», le respondió la posesa. 


El Diablo asiste a nuestras Misas y a nuestros banquetes cuando no buscamos verdaderamente a Dios. Bienaventurados los que tienen hambre de Él.



jueves, 17 de octubre de 2019

EL GRAN PODER


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El Gran Poder

Su Gran Poder, su omnipotencia, lo demuestra Jesús al humillarse de esa forma. En el Madero es donde se puede ver de verdad que Dios es amor (1 Jn 4, 8).

Pero eso no ocurrió una vez, y ya está. Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía.

Su Gran Poder, su omnipotencia, lo demuestra Jesús al humillarse de esa forma. En el Madero es donde se puede ver de verdad Dios es amor (1 Jn 4, 8).

Pero eso no ocurrió una vez, y ya está. Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía.

Esto es la Misa: el amor de Dios que llega extremo de aniquilarse por nosotros: la kénosis que llaman los teólogos.

Qué importante es la Misa para nuestra vida corriente. Es el momento más importante de nuestro día. Lo sabemos por experiencia: cuando una persona asiste un día y otro día, un mes y después otro mes, se da el cambio.

De forma silenciosa el Señor va transformando el alma de las personas que se le acercan tan de cerca.

Eso es lo que nos ocurrió a muchos de nosotros. Cuando pasaron los meses y miramos para atrás nos dimos cuenta del cambio tan grande.

Los sacerdotes hemos visto conversiones en gente que ha empezado a asistir regularmente. Se da el cambiazo, por eso es el momento más importante de la formación.

Eucaristía y Amor

Solo a partir de la Eucaristía se entiende el mandamiento que Jesús hace de que nos amemos. Precisamente al instituir ese Sacramento formula su mandato.

El Señor nos manda que amemos, y esto parece una cosa extraña: ¿se puede mandar eso?

Benedicto XVI aclara que Dios puede mandarnos que nos queramos porque antes nos ha dado ese Amor. 

Por eso, en la Última Cena, en el momento en el que Jesús anticipa su entrega, es también cuando se nos manda el amor.

Y luego envía a sus discípulos a que vayan y den fruto de Amor de Dios y al próximo.

Precisamente se llama Santa Misa dice el Catecismo "porque la liturgia en la que se realiza el misterio de la salvación se termina con el envío de los fieles (“missio”) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana" (n.1332).

Los Santos —por ejemplo Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo gracias a su encuentro con el Señor en la Eucaristía.

Como contrasta todo esto con la imagen que dan –no los santos– sino algunos buenos cristianos:

La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto (Camino, n. 529).

La Misa, como todas las cosas en la que participamos los hombres, podemos convertirla en una rutina: puede formar parte de nuestra rutina diaria.

Y aunque haya rutinas buenas, también es verdad que no es sólo una cosa que hacemos nosotros.

Así como para una persona joven la Misa es una fuente de conversión rápida, para la gente mayor existe un problema: somos humanos y el ser humano se acostumbra a todo.

El ser humano se acostumbra a vivir con poquísima comida en un campo de concentración. Y se acostumbra no sólo a lo malo. También a lo bueno: puede vivir en un palacio y parecerle lo más normal del mundo.

Uno puede vivir cerca de una estación o cerca de un aeropuerto, y se acostumbra, y no impedirle dormir el ruido que hacen los trenes o los aviones. Porque el ser humano tiene esa capacidad acomodaticia.

Por eso podemos acostumbrarnos a lo más importante de nuestra vida y de nuestro día.

Podíamos hablar de cosas maravillosas sobre la Santa Misa… Porque en verdad la Santa Misa es lo más grande que nosotros podemos hacer en este vida.

Tiene más valor que todos los santos juntos, incluida la Santísima Virgen. Quizá hemos asistido hoy a este prodigio y sin embargo, aquí estamos.

El ser humano tiene una capacidad increíble para acostumbrarse a todo. Hacer costumbre: eso es una cosa positiva si se trata de construir hábitos buenos.

Pero también la costumbre puede quitarle importancia a las cosas, simplemente porque las repetimos. La costumbre nos acostumbra.

Le decimos ahora al Señor: –Que no me acostumbre jamás a tratarte

La Misa es un rito, pero es mucho más. El Papa nos habla de la “mística” de la Eucaristía: la base de este sacramento es el abajarse de Dios hacia nosotros.

Es lo que nos convierte en el mismo Cristo, lo que nos hace ser uno, por la común-unión.

La gran Obra de Dios

Como decía el Sto. Cura de Ars: "todas las buenas obras juntas no pueden compararse con el sacrificio de la Misa, pues son obras de hombres, mientras que la Santa Misa es obra de Dios"

 (cfr. Bernat Nodet, El cura de Ars, Pensamientos, Bilbao: Ed. Desclée de Brouwer, 2000, p.107).

Si en nuestra vida queremos luchar contra las tentaciones hemos de contar con este medio que Dios nos ha dado. Nuestra batalla sin la Eucaristía está condenada al fracaso.

Por el contrario el "príncipe de este mundo" que odia la santidad, nos tienta mediante la riqueza, el poder y el orgullo.

Y lo hace para convencernos de que confiemos en nuestros propios medios, y no en los de Dios.

(cfr IVEREIGH, Austen. El gran reformador, Barcelona: Ediciones B, 2015).

Precisamente la santa Misa es obra de Dios, así lo entendió San Josemaría, que celebrar la Misa era un trabajo que le rendía, pero que le era muy grato. Por eso escribió:

Es tanto el Amor de Dios por sus criaturas, y habría de ser tanta nuestra correspondencia que, al decir la Santa Misa, deberían pararse los relojes. FORJA 436.

A esa actitud de amor de los santos se contrapone nuestra rutina y nuestra acostumbramiento, en definitiva nuestra tibieza.

El Santo Cura de Ars, que tantos sacerdotes confesó, aseguraba que la tibieza en el sacerdocio se deba a no dar importancia a las distracciones durante la Santa Misa.

Las distracciones, que no deben asustarnos, sino corregirlas sin perder la paz: somos niños débiles delante de Dios.

San José, modelo de persona atenta, siempre con el alma a la escucha de la voluntad de Dios.

Ahora le decimos una oración que se aconsejaba que los sacerdotes, para que la hiciesen antes de la Misa, como preparación. Y el motivo es evidente, como se verá al final. Dice más o menos así, me he permitido traducirla a mi manera:


–¡Qué hombre tan afortunado!
Porque tuviste la suerte de ver y escuchar a Dios en tu misma casa.  

Aquel a quien gente importante ha querido ver pero no ha podido; ni tampoco han conocido su timbre de voz.

Y Tú, José, también lo has llevado en brazos, le has dado infinidad de besos. Le enseñaste a trabajar. Incluso le has oido muchísimas veces llamarte papá.

Y terminamos diciéndole: José, ayúdanos para que también nosotros tratemos con mucho cariño a Jesús.

Hay gente que piensa en la Comunión como si fuese un premio que se da a los buenos. Y por eso si ven que uno comulga y tiene debilidades se extrañan.

Pero la Comunión no es un premio sino una ayuda de Dios. Por eso si nos portamos mal tenemos que ir a que el Señor nos cambie.

Sabemos que con pecados mortales no debemos recibir al Señor, porque sería una barbaridad

Pero  con faltas y pecados veniales sí podemos recibir la Comunión, porque el Señor se ha quedado para ayudarnos.

La Virgen se daba cuenta perfectamente de lo que era la Eucaristía: que Jesús se había quedado. Por eso cada vez que comulgase estaría coloradita, guapísima.

Radiante, como si el Sol se le hubiera metido dentro.

Pincha aquí para oírla en audio

martes, 8 de octubre de 2019

CÓMO VENCER AL LADO OSCURO

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El arma de la misericordia

Si somos semejantes al Señor, también seremos misericordiosos. La misericordia es un arma que Dios nos concede para vencer en esta guerra de paz. Con ese arma estamos blindados contra el lado oscuro.

Porque aunque digamos que hay personas que “nos llevan al infierno”, eso no es cierto. Nadie tiene la capacidad de «hacernos malos» si nosotros no queremos. A Dios nadie puede hacerle malo, incluso los que van contra Él, acaban demostrando que el Señor es bueno.

Jesús decía que nuestro Padre Dios hace salir el sol sale para todos (cfr. Mt 5, 45). Así debe ser el cristiano: una persona con defectos, pero que sabe querer a todos, con las miserias que ellos tengan.

A nosotros, muchas veces nos cuesta actuar así. Pero no a Dios, que es mas humano que nosotros. El nos ayudará si se lo pedimos...

Orar, que no es solo hablar nosotros... Necesitamos escuchar la voz de Dios. Estar junto a él –como estamos ahora– para que nos pueda comunicar la forma de ser felices en esta vida.

Recuerdo que antes de marchar a la primera convivencia a la que asistí, me dijeron que el secreto para pasarlo bien era hacérselo pasar bien a los demás. Y esto es una paradoja del amor.

Ya nos dice san Juan que Dios es Amor. El Amor de Dios es radical porque Él es asíSiendo Todopoderoso, va y se hace Niño. Teniendo la vida, la entrega, para que lo maten en una cruz.

Curiosamente, la gente que lo imita y se entrega a Dios casi toda es joven. Porque hay que estar un poco loco para darlo todo sin esperar nada. 

El arma de la humildad

Es cierto que en nuestro interior tenemos  deseos de realizar cosas grandes. Y si logramos que reconozcan nuestra valía entonces estamos felices.Y de lo contrario nos consideraríamos unos fracasados.

Lo mismo que uno se mira en un espejo para ver si está bien. Hay personas que se miran en el espejo de los demás. ¿Qué imagen tendrá de mí?

Evidentemente todos tenemos deseos de que los demás nos vean como importantes.

–¿Doy buena imagen? ¿Me consideran una persona valiosa?

¿Me estará saliendo bien esta predicación?

Y para realizar todos esos deseos de ser importantes, los adolescentes piensan que necesitan una moto. Un vecino tenía una con la que podía ser la envidia del barrio. Porque llevaba a la rubia de la urbanización. Para este chico la moto formaba parte de su personalidad.

Y lo mismo que un adolescente puede pensar que conducir un vehículo enriquece su yo.

Para un adulto es el liderazgo lo que podría hacerle creer que vale más que los demás. El mandar tiene un cierto valor añadido entre los hombres. Pero el cristianismo dice otra cosa: Si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño (San Josemaría, Santo Rosario, prólogo).

El deseo divino de ser grande tendría que haberlo llenado Satanás con el amor.

Pero su ego de ángel se hinchó, tanto, tanto, como un inmenso globo. Se infló con el orgulloque es un gas pesado y serioy por eso no es extraño que el Demonio cayese del cielo por la fuerza de su propia gravedad.

Y lleno de amor propio, Satanás utilizó a los demás como si fuesen esclavos. Era de esperar que su grito fuese "no serviré".

El arma del rosario

Sin embargo, nuestra Madre, la Virgen del Rosario, se autodefine como la esclava, la que sirve a Dios y a los demás.

Así es como es capaz pisar la cabeza del dragón infernal, con un amor compuesto de cosas pequeñas y cotidianas, que nosotros llamamos  humildad.

Que son como las diminutas cuentas del rosario bien rezado, constantes y verdaderas. Y por eso el rosario es un arma poderosa porque está conectado con nuestra vida, que está compuesta de pequeños detalles de amor.

Pincha aquí para oírlo en audio

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías