BARTIMEO (Mc. 10, 46-52):
VISIÓN SOBRE-NATURAL
Descripción del pasaje. En el evangelio nos encontramos muchas veces con enfermos: paralíticos, mudos, leprosos,... Eran personas de carne y hueso, que sufrían tremendamente. Y Dios había dispuesto sus encuentros con Jesús para ser curados.
Esta vez es un ciego... una enfermedad muy triste... No sabemos si este ciego era de nacimiento o por un accidente. La ceguera de nacimiento es dura, pero el que la sufre la soporta mejor, porque no sabe lo que es ver y se ha acostumbrado de pequeño y ha desarrollado los otros sentido.
La ceguera del que tuvo vista, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.
La vida de este ciego, que se llamaba Bartimeo, estaría llena de dificultades: problemas económicos, rechazos de la gente, barreras arquitectónicas, y otras molestias mas serias.
Estaba pidiendo limosna y oye un jaleo de gente. Primero trataría de enterarse qué pasaba: ¿una fiesta? ¿una pelea? Cuando la gente se fue acercando, preguntaría a alguien: ¿Jesús? ¿qué Jesús? ¿un profeta? ¿hace milagros? ¿puede devolver la vista a un ciego...? Y entonces se lanzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!” Y se produce el diálogo y la curación.
Consideraciones. Triste es la ceguera del cuerpo, pero más triste es la ceguera del alma. Los que no tienen fe, no ‘ven”. No ven la eternidad, ni quién es Dios, ni la Virgen, ni los Ángeles, ni los santos... ¡no ven nada!
La ceguera del que nunca ha tenido fe es dura. Pero la ceguera del que tuvo fe y la perdió, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.
Se pone en peligro de perder la fe, el que vive como si no la tuviera. El que lee cosas contrarias a la fe sin un motivo importante. El que no reza por comodidad. El que no trata de practicar lo que ha leído en el Evangelio.
Diálogo. ¡Señor, que vea¡ ¡Auméntame la fe! ¡Gracias, Señor, por, la fe que me has dado, y que no la pierda nunca! ¡Señor, tu sabes que algunos de mis amigos no tienen una fe muy fuerte; te pido por ellos, para que se encuentren con¬tigo y Tú les des la vista del alma!
VISIÓN SOBRE-NATURAL
Descripción del pasaje. En el evangelio nos encontramos muchas veces con enfermos: paralíticos, mudos, leprosos,... Eran personas de carne y hueso, que sufrían tremendamente. Y Dios había dispuesto sus encuentros con Jesús para ser curados.
Esta vez es un ciego... una enfermedad muy triste... No sabemos si este ciego era de nacimiento o por un accidente. La ceguera de nacimiento es dura, pero el que la sufre la soporta mejor, porque no sabe lo que es ver y se ha acostumbrado de pequeño y ha desarrollado los otros sentido.
La ceguera del que tuvo vista, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.
La vida de este ciego, que se llamaba Bartimeo, estaría llena de dificultades: problemas económicos, rechazos de la gente, barreras arquitectónicas, y otras molestias mas serias.
Estaba pidiendo limosna y oye un jaleo de gente. Primero trataría de enterarse qué pasaba: ¿una fiesta? ¿una pelea? Cuando la gente se fue acercando, preguntaría a alguien: ¿Jesús? ¿qué Jesús? ¿un profeta? ¿hace milagros? ¿puede devolver la vista a un ciego...? Y entonces se lanzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!” Y se produce el diálogo y la curación.
Consideraciones. Triste es la ceguera del cuerpo, pero más triste es la ceguera del alma. Los que no tienen fe, no ‘ven”. No ven la eternidad, ni quién es Dios, ni la Virgen, ni los Ángeles, ni los santos... ¡no ven nada!
La ceguera del que nunca ha tenido fe es dura. Pero la ceguera del que tuvo fe y la perdió, es más dolorosa todavía, porque uno sabe lo que ha perdido y le cuesta mucho mas la adaptación.
Se pone en peligro de perder la fe, el que vive como si no la tuviera. El que lee cosas contrarias a la fe sin un motivo importante. El que no reza por comodidad. El que no trata de practicar lo que ha leído en el Evangelio.
Diálogo. ¡Señor, que vea¡ ¡Auméntame la fe! ¡Gracias, Señor, por, la fe que me has dado, y que no la pierda nunca! ¡Señor, tu sabes que algunos de mis amigos no tienen una fe muy fuerte; te pido por ellos, para que se encuentren con¬tigo y Tú les des la vista del alma!
No hay comentarios:
Publicar un comentario