miércoles, 28 de noviembre de 2007

La Inmaculada

Cuando Dios hizo el mundo de la nada debió ser algo impresionante, sobre todo cuando creó al hombre a su imagen y semejanza. Es fácil quedarse boquiabierto pensando en los seis días de la creación.

Le contaba un sacerdote a unas niñas pequeñas esto de que el Señor hizo todo de la nada y una de ella, casi gritando, dijo: ¿de la nada? ¡Uy, que divertido!

Efectivamente debió ser como una de esas fiestas donde todo son fuegos artificiales, música, color… y aparecieron montañas, mares, árboles, pájaros, hormigas, piedras, palmeras, el sol, los planetas, el universo entero… Efectivamente debió ser muy divertido.

De hecho si te fijas, cuando se lee en el libro del Génesis que Dios vio que era muy bueno cuanto había hecho , se esconde una especie de gozo, de alegría interior contenida por el Creador. Dios dijo viendo el mundo lo mismo que diría un niño: ¡qué guay!

Pues si la creación es tan espectacular ¿te imaginas como será María, la Madre de Dios? Es lo mejor que le ha salido. Es como dice un autor la Virgen es la sonrisa del Altísimo. Viéndola el Señor disfruta infinitamente más que viendo todo el universo. Como decía Juan Pablo II, María es el mejor Opus Dei, la mejor obra de Dios.

Cuando uno ve fuegos artificiales, al principio le parece que están bien, hay color, luz… pero los momentos finales son los mejores, son los que todo el mundo espera por su espectacularidad. Se hace así para que la gente se lleve un buen recuerdo.

María es lo mejor de la creación, es una explosión de belleza, de color, de amabilidad, delicadeza, cariño… Lo más espectacular del Universo.

Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas , diremos en el salmo responsorial muchas veces porque no podemos decir otra cosa viendo la pureza de la Virgen.

No tuvo pecado, ni imperfecciones, no tuvo inclinación alguna desordenada, ni pasiones descontroladas, ni un mal pensamiento, ni una ligera crítica… Es la Inmaculada, sin mancha de ningún tipo, todo en Ella es de Dios.

Le repetimos ahora en nuestra oración aquellas palabras del Cantar de los Cantares: Eres toda hermosura (…), no hay en ti mancha. Y por eso rezaremos en el prefacio de la Misa: Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de la gracia y ejemplo de santidad.

Por eso celebramos tanto el día de su Inmaculada concepción. Y por eso, también, la Misa empieza con unas palabras de Isaías que se aplican a nuestra Madre y que son como una explosión de alegría: Desbordo de gozo, mi alma se alegra con mi Dios porque me ha vestido de triunfo (…) porque me ha enjoyado como una novia.

Hoy es la fiesta de toda la creación, celebramos a la joya del universo. Ya lo decía un Padre de la Iglesia en los primeros siglos: Exulte hoy toda la creación y se estremece de gozo la naturaleza .

Es lógico que Dios la hiciera así, porque iba a ser el lugar donde iba a vivir: Dichosa eres, Virgen María, morada consagrada del Altísimo. Cuando uno ve por dentro un sagrario se da cuenta de que se intenta cuidar mucho para que sea algo digno, siempre es poco lo que se haga por el Señor, pero intentamos darle lo mejor.

Pero Dios sí se preparó muy bien su morada, lo hizo como quien se hace una casa a la medida: este suelo lo revestiremos con baldosas de mármol, aquí pondremos un mueble–cama, la habitación aquella irá empapelada con este color… Dios se preparó su morada, por eso la Virgen es tan increíble.

En las letanías que rezamos en el rosario le decimos a María: Casa de Oro. En el Antiguo Testamento la casa de Dios, el Tabernáculo se cubría de oro. El magnífico Templo de Salomón se construyó con unos materiales muy concretos, los que dijeron los profetas: las paredes de madera de cedro revestida de oro, y el suelo con planchas de ciprés.

Ella es la auténtica Casa de Oro, el verdadero Templo de Dios, revestida toda de hermosura. Juan Pablo II la llamó así en su encíclica Redemtoris Mater: Templo y Sagrario.

Ella no solo es la morada de Dios sino que también es nuestro Refugio y fortaleza. La palabra refugio viene del latín fugere, que significa huir. Uno huye del frío, de la oscuridad de la noche…

Es fácil tratarla. Es fácil hablar de Ella a cualquier tipo de personas. Es como venderle algo muy bueno a alguien, y es algo tanta calidad que no hace falta esforzarse mucho porque el producto habla por sí mismo.

En estas semanas pasadas he podido hablar con gente muy distinta, gente que reza y gente que está alejada de Dios. A todos les hablé de María, de lo buena que es, de lo que nos cuida. En definitiva de lo maravillosa que es la Madre de Dios y que además es nuestra Madre.

Es nuestro refugio, sobre todo durante este año mariano que apenas ha comenzado. Vamos a meternos más en María. Vamos a pedirle que nos enseñe a cuidar de Dios, a ser también nosotros morada del Altísimo, que nos ayude a rezar.


Ignacio Fornés

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