La carta de este mes del Prelado del Opus Dei, además de repasar algunas fiestas litúrgicas, trata sobre la Comunión de los Santos.
Una de las cosas que se dice en el Credo de los Apóstoles es lo siguiente: Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los santos… Llama la atención que sea uno de los dogmas de nuestra fe. Se ve que es más importante de lo que parece.
-Señor, creo en la Comunión de los Santos.
Me contaban de un niño pequeño que se creía que la Comunión de los Santos era una Misa que había en el cielo y que todos los santos iban a comulgar. No es eso exactamente, aunque tampoco está del todo descaminado, porque este dogma lo que hace es unirnos a todos los cristianos: los del cielo, los de la tierra y los del purgatorio.
Noviembre es un buen mes para hablar de esto porque los que estamos en la tierra celebramos a los del cielo, el día de Todos los Santo, y nos acordamos de los del purgatorio, el día de los difuntos.
Aprovechando esto el Prelado nos habla de la ayuda que nos prestamos unos a otros, vivos y difuntos.
San Josemaría explicaba muy bien en cómo se realiza esa ayuda: Comunión de los santos. -¿Cómo te lo diría?-¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los santos para el alma .
Ningún cristiano, escribe el Prelado, debería sentirse solo porque en cualquier momento (…), se halla unidísimo a Jesucristo y a su Madre, a los ángeles y a los bienaventurados que gozan de Dios en el Cielo; a las benditas almas que se purifican en el Purgatorio; y a todos los que combatimos en esta tierra.
–Señor, danos tu gracia para vivir así, para vivir esta comunión.
Cuando murió el primer sacerdotes de la Obra –don Josemaría Somoano–, San Josemaría le comentó a un hijo suyo: «Si a ti o a mí nos llamara Dios ¿qué íbamos a hacer desde el cielo o desde el purgatorio, sino clamar una y otra vez, y muchas veces y siempre: “¡Dios mío!... ¡ellos!... que están luchando en la tierra,… que cumplan Tu voluntad… ¡allana el camino, acelera la hora, quita los obstáculos… Santifícalos!?».
-San Josemaría ayúdanos ahora desde el cielo.
Todos los santos pasan el Cielo haciendo el bien sobre la tierra. Nos ayudan y, también es una realidad que nos ayudamos entre nosotros y que podemos sacar a las almas del purgatorio rezando por ellas. Por eso el Prelado nos pregunta: «¿Qué conciencia tienes de que las personas necesitan tu fidelidad, tu fraternidad?»
Y nos específica más todavía: «cuando vayáis a rezar, a trabajar, a descansar, en los diferentes instantes de la jornada, procurad rezar, trabajar y descansar junto al Señor, acompañando a vuestros hermanos del mundo entero, especialmente a quienes viven y trabajan en lugares donde la labor de la Iglesia es más difícil».
Siempre me impactará leer un episodio de la vida de San Josemaría donde se ve está realidad de la Comunión de los Santos.
Cuando iba por las mañanas a celebrar Misa al Patronato de Santa Isabel, por los años treinta, se encontraba con frecuencia con una mendiga que estaba en la calle. Eran los primeros años del Opus Dei, cuando las circunstancias eran difíciles.
Un día se acercó y le dio la bendición porque no tenía nada más que darle. Después le dijo que encomendara una intención suya que iba a ser para mucha gloria de Dios y el bien de las almas: «¡Dale al Señor todo lo que puedas!», le dijo.
A los pocos días dejó de verla. Como iba con frecuencia a los hospitales, un día la encontró allí.
–Hija mía, ¿qué haces tú aquí, qué te pasa? Me miró y me sonrió. Estaba gravemente enferma.
San Josemaría le dijo que al día siguiente celebraría la Misa para que se curara.
–Padre, ¿cómo se entiende? Usted me dijo que encomendase una cosa que era para mucha gloria de Dios y que le diera todo lo que pudiera al Señor: le he ofrecido lo que tengo, mi vida.
–Haz lo que quieras, pero le pediré al Señor por ti, y si te vas, cumple muy bien este encargo.
Yo os digo que, desde que aquella pobre mendiga se fue al Cielo, es cuando la Obra comenzó a caminar deprisa .
Es una realidad el hecho de que nos ayudamos unos a otros. Cuando hacemos el bien los demás lo notan y cuando no luchamos o cometemos un pecado también.
-Inclina Señor tus oídos y escucha mi petición por los demás.
El Prelado hace referencia a un reciente viaje que ha hecho a Kazajstán donde se desarrolla la labor apostólica desde hace unos años, y nos dice: Gracias a Dios, apoyados en vuestras oraciones, están trabajando con alegría y rebosantes de esperanza.
Hace un mes pude hablar con un sacerdote que está en Kazajstán. Contaba, como si fuera la cosa más normal del mundo, las dificultades que tienen, las horas que le dedica a estudiar el idioma, la dureza del clima en algunas épocas del año…
Después uno lee las palabras del Prelado y se anima a rezar y a hacer lo que debemos en cada momento. Es fácil seguir su consejo de que les acompañemos con nuestra oración y nuestras pequeñas mortificaciones, que –por la Comunión de los Santos– resultarán eficacísimas.
La labor de la Iglesia se está extendiendo por todo el mundo, se cumple aquel mandato del Señor: Id al mundo entero y proclamar el Evangelio a toda criatura .
Por eso debemos hacernos la pregunta que nos dirige el Prelado en su carta: «¿Procuras afrontar todos los días, desde la mañana a la noche con la conciencia clara de que la evangelización y la expansión apostólica es tarea de todos, cada uno en su sitio?».
Aprovechando las fiestas de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán el 9 de noviembre y el 18 la de San Pedro y San Pablo, también nos anima a rezar por la Persona y las intenciones del Papa, y por los que le ayudan en el gobierno de la Iglesia. Eso es vivir la Comunión de los Santos.
-Señor, te pedimos por el Papa, por su persona e intenciones.
Otro ejemplo lo encontramos al final de este mes. El 28 de noviembre se cumplen 25 años de la elección del Opus Dei en Prelatura Personal. Fue algo que salió después de mucha oración y de mucha mortificación. Muchos ofrecieron su vida. Personas del mundo entero ofreciendo cosas por una sola intención. Eso es la Comunión de los Santos. Una persona que vivió esos años me decía que no había rezado tanto en su vida.
Las madres son las que unen a las familias. La Virgen es nuestro punto de unión con los del Cielo y los del Purgatorio. Le pedimos a Ella que nos acordemos de todos cuando nos cuesten las cosas, cuando recemos, cuando trabajemos y cuando descansemos: ¡Madre mía ayúdanos!
Ignacio Fornés y Eduardo Martínez
Una de las cosas que se dice en el Credo de los Apóstoles es lo siguiente: Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los santos… Llama la atención que sea uno de los dogmas de nuestra fe. Se ve que es más importante de lo que parece.
-Señor, creo en la Comunión de los Santos.
Me contaban de un niño pequeño que se creía que la Comunión de los Santos era una Misa que había en el cielo y que todos los santos iban a comulgar. No es eso exactamente, aunque tampoco está del todo descaminado, porque este dogma lo que hace es unirnos a todos los cristianos: los del cielo, los de la tierra y los del purgatorio.
Noviembre es un buen mes para hablar de esto porque los que estamos en la tierra celebramos a los del cielo, el día de Todos los Santo, y nos acordamos de los del purgatorio, el día de los difuntos.
Aprovechando esto el Prelado nos habla de la ayuda que nos prestamos unos a otros, vivos y difuntos.
San Josemaría explicaba muy bien en cómo se realiza esa ayuda: Comunión de los santos. -¿Cómo te lo diría?-¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los santos para el alma .
Ningún cristiano, escribe el Prelado, debería sentirse solo porque en cualquier momento (…), se halla unidísimo a Jesucristo y a su Madre, a los ángeles y a los bienaventurados que gozan de Dios en el Cielo; a las benditas almas que se purifican en el Purgatorio; y a todos los que combatimos en esta tierra.
–Señor, danos tu gracia para vivir así, para vivir esta comunión.
Cuando murió el primer sacerdotes de la Obra –don Josemaría Somoano–, San Josemaría le comentó a un hijo suyo: «Si a ti o a mí nos llamara Dios ¿qué íbamos a hacer desde el cielo o desde el purgatorio, sino clamar una y otra vez, y muchas veces y siempre: “¡Dios mío!... ¡ellos!... que están luchando en la tierra,… que cumplan Tu voluntad… ¡allana el camino, acelera la hora, quita los obstáculos… Santifícalos!?».
-San Josemaría ayúdanos ahora desde el cielo.
Todos los santos pasan el Cielo haciendo el bien sobre la tierra. Nos ayudan y, también es una realidad que nos ayudamos entre nosotros y que podemos sacar a las almas del purgatorio rezando por ellas. Por eso el Prelado nos pregunta: «¿Qué conciencia tienes de que las personas necesitan tu fidelidad, tu fraternidad?»
Y nos específica más todavía: «cuando vayáis a rezar, a trabajar, a descansar, en los diferentes instantes de la jornada, procurad rezar, trabajar y descansar junto al Señor, acompañando a vuestros hermanos del mundo entero, especialmente a quienes viven y trabajan en lugares donde la labor de la Iglesia es más difícil».
Siempre me impactará leer un episodio de la vida de San Josemaría donde se ve está realidad de la Comunión de los Santos.
Cuando iba por las mañanas a celebrar Misa al Patronato de Santa Isabel, por los años treinta, se encontraba con frecuencia con una mendiga que estaba en la calle. Eran los primeros años del Opus Dei, cuando las circunstancias eran difíciles.
Un día se acercó y le dio la bendición porque no tenía nada más que darle. Después le dijo que encomendara una intención suya que iba a ser para mucha gloria de Dios y el bien de las almas: «¡Dale al Señor todo lo que puedas!», le dijo.
A los pocos días dejó de verla. Como iba con frecuencia a los hospitales, un día la encontró allí.
–Hija mía, ¿qué haces tú aquí, qué te pasa? Me miró y me sonrió. Estaba gravemente enferma.
San Josemaría le dijo que al día siguiente celebraría la Misa para que se curara.
–Padre, ¿cómo se entiende? Usted me dijo que encomendase una cosa que era para mucha gloria de Dios y que le diera todo lo que pudiera al Señor: le he ofrecido lo que tengo, mi vida.
–Haz lo que quieras, pero le pediré al Señor por ti, y si te vas, cumple muy bien este encargo.
Yo os digo que, desde que aquella pobre mendiga se fue al Cielo, es cuando la Obra comenzó a caminar deprisa .
Es una realidad el hecho de que nos ayudamos unos a otros. Cuando hacemos el bien los demás lo notan y cuando no luchamos o cometemos un pecado también.
-Inclina Señor tus oídos y escucha mi petición por los demás.
El Prelado hace referencia a un reciente viaje que ha hecho a Kazajstán donde se desarrolla la labor apostólica desde hace unos años, y nos dice: Gracias a Dios, apoyados en vuestras oraciones, están trabajando con alegría y rebosantes de esperanza.
Hace un mes pude hablar con un sacerdote que está en Kazajstán. Contaba, como si fuera la cosa más normal del mundo, las dificultades que tienen, las horas que le dedica a estudiar el idioma, la dureza del clima en algunas épocas del año…
Después uno lee las palabras del Prelado y se anima a rezar y a hacer lo que debemos en cada momento. Es fácil seguir su consejo de que les acompañemos con nuestra oración y nuestras pequeñas mortificaciones, que –por la Comunión de los Santos– resultarán eficacísimas.
La labor de la Iglesia se está extendiendo por todo el mundo, se cumple aquel mandato del Señor: Id al mundo entero y proclamar el Evangelio a toda criatura .
Por eso debemos hacernos la pregunta que nos dirige el Prelado en su carta: «¿Procuras afrontar todos los días, desde la mañana a la noche con la conciencia clara de que la evangelización y la expansión apostólica es tarea de todos, cada uno en su sitio?».
Aprovechando las fiestas de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán el 9 de noviembre y el 18 la de San Pedro y San Pablo, también nos anima a rezar por la Persona y las intenciones del Papa, y por los que le ayudan en el gobierno de la Iglesia. Eso es vivir la Comunión de los Santos.
-Señor, te pedimos por el Papa, por su persona e intenciones.
Otro ejemplo lo encontramos al final de este mes. El 28 de noviembre se cumplen 25 años de la elección del Opus Dei en Prelatura Personal. Fue algo que salió después de mucha oración y de mucha mortificación. Muchos ofrecieron su vida. Personas del mundo entero ofreciendo cosas por una sola intención. Eso es la Comunión de los Santos. Una persona que vivió esos años me decía que no había rezado tanto en su vida.
Las madres son las que unen a las familias. La Virgen es nuestro punto de unión con los del Cielo y los del Purgatorio. Le pedimos a Ella que nos acordemos de todos cuando nos cuesten las cosas, cuando recemos, cuando trabajemos y cuando descansemos: ¡Madre mía ayúdanos!
Ignacio Fornés y Eduardo Martínez
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