lunes, 2 de marzo de 2009

NECIOS Y ESCANDALOSOS


Un escándalo es algo que, cuando se produce, la gente se lleve las manos a la cabeza. No pasa desapercibido.

Un necio es una persona que hace cosas que a los demás le parecen absurdas, que no tienen ni pies ni cabeza.

Tanto lo escandaloso como lo necio se salen de lo normal. Llaman la atención. En el fondo son actitudes políticamente incorrectas.

Pues curiosamente, san Pablo, dice que la Cruz de Cristo es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles (cfr. 1Cor 1,23).

ESCÁNDALO PARA LOS JUDÍOS 

Los judíos, cuando oían hablar de la Cruz se echaban las manos a la cabeza. Pensaban que los cristianos estaban locos. La Cruz la ven como un obstáculo que impide alcanzar las realidades divinas. Va en contra de la realidad de Dios.

El apóstol, al ver la reacción de los de su raza, se llevó un gran chasco. 
Los judíos no querían saber nada de la cruz de Jesús. Muchos se sabían de memoria la Escritura. Y allí se decía muy claramente: Maldito el que cuelga de un madero (Dt 21,23). 

Era la maldición que se lanzaba contra el cuerpo de un criminal ejecutado. Los cuerpo debían retirarse después de la puesta del sol, sino contaminaban la tierra, por eso se le maldecía.

NECEDAD PARA LOS DEMÁS

Los que no eran judíos, los gentiles, no entendían en absoluto el cristianismo. Se consideraban dueños de la verdad y lo que no se podía demostrar con la razón, no merecía la pena tenerlo en cuenta.

Pensaban que los cristianos eran unos necios, porque seguían a un Dios que los romanos habían clavado en unas tablas, y allí murió. Eso era algo que era una tontería absoluta para la razón.

Hoy en día tampoco es que haya cambiado mucho la cosa. También se piensa que, los que nos mortificamos y buscamos la cruz, estamos un poco locos o somos unos necios, o las dos cosas.

Hay en el ambiente, dice san Josemaría, una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida (Via Crucis, II estación, punto 5).

NO ESTAMOS LOCOS, SABEMOS LO QUE QUEREMOS.

¿Qué tendrá la cruz de Jesús para que haya tantos que la busquen y sigan: hombres, mujeres, niños, jóvenes, mayores, solteros, casados,...? 

Algo tiene. La verdad es que en todo esto hay algo de misterio, de incomprensión. Es difícil comprender que el dolor, con Dios, de alegría; o que el sacrificio, hecho por amor, produzca felicidad.

Es lo de siempre. La entrega, cuanto más total, mejor. La felicidad, cuanto menos la buscas más la alcanzas. Son frases escandalosas o propias de un necio ¿verdad?

El escándalo y la necedad lo encontramos en decir que, donde parece que sólo hay fracaso, dolor y derrota, allí está todo el poder del Amor ilimitado de Dios, porque la cruz es expresión de amor (B16 discurso de la audiencia 29-X-08).

Es curioso, pero la mortificación, el sacrificio buscado por Dios nos hace felices: con la cruz experimentamos el amor del Señor. 

El dolor y la alegría son compatibles, aunque los grandes sabios digan que no, porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres (1Cor 1, 25).

EL AYUNO NOS HACE AMIGOS DE DIOS

La cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno del Señor. Jesús, dice San Mateo, después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre (Mt 4,2).

Ayunó hasta pasar hambre. Este es uno de los sacrificios que más le gustan a Dios. 
Decía un santo que al Señor le agrada que disfrutemos de las cosas buenas, y un buen bocadillo de jamón lo es. Pero que disfruta el doble si, por él, no nos lo comemos.
Y, podemos decir que hacer disfrutar a Dios es ganárselo, porque conseguimos tener más filing con él.

Por eso, Benedicto XVI afirma que el ayuno es un medio para recuperar la amistad con el Señor (Mensaje de cuaresma 2009). 

¿Qué cosas, verdad? ¿Qué sentido puede tener privarnos de algo que en sí mismo es bueno y útil para el cuerpo como es la comida? Parece un poco de locos.
Pues curiosamente, Dios les dijo a Adán y Eva que no comieran del árbol del bien y del mal. O sea que ayunaran estando en el Paraíso. Es de lo primerito que aparece en la Escritura.

Y, por no hacer caso se enemistaron con Dios. Si hubieran ayunado no estaríamos aquí.

La experiencia de los santos dan la razón a la tradicional práctica del ayuno. Por eso la han vivido y la han recomendado siempre.

LOS AYUNOS DE UN SANTO

Me resultó curioso descubrir que los desayunos de san Josemaría consistían en un panecillo y una taza de café con leche, ni frío ni caliente, sin azúcar.
Los ayunos estuvieron muy presentes durante toda su vida. En los años treinta, muchas noches llegaba a la Residencia sin haber probado bocado durante todo el día. Invitaba a un estudiante para charlar con él mientras cenaba una tortilla de un solo huevo. 

Ocurría, a veces, que, si el mucha­cho miraba el plato con apetito, eran tiempos de escasez, el sacerdote se lo daba, fingiéndose desganado; y el ayuno se prolongaba hasta el día siguiente.

Era una lucha que le costaba. Haciendo su oración decía: ¡Señor, cuánto me cuesta el ayuno! [...]. Valiendo tan poco, ¿cómo me cuesta un Lepanto?

Durante los meses que estuvo en la Legación de Honduras escondido en unas condiciones incómodas y pasando hambre, aprovechaba para mortificarse más todavía. 

Su hermano Santiago, cuenta como todos los refugiados que estaban como él, esperaban la noche del domingo como un niño ilusionado con unas golosinas. La cena de los domingos era de migas con chocolate; pero «los domingos Josemaría no cenaba nunca».
Después de predicar un curso de retiro en plenos años de guerra, donde se pasaba auténtica hambre, la dueña de uno de los sitios donde predicaba preparó un desayuno. Le impresionó ver como, san Josemaría, para mortificar el hambre, acarició una naranja del desayuno y la dejó allí, elegantemente olvidada sobre la mesa. 

Esta señora recogió con veneración la naranja que había tocado el sacerdote y todavía la conservaban después de cuarenta años.

EL AYUNO ENGORDA EL ALMA

Ayunar nos hace santos. Nos engorda por dentro. Sirve el ejemplo de la gente que se pone a dieta. Hacen auténticos ayunos. Pasan hambre. 

Cuando se vencen y siguen el régimen, están felices. No solo por los resultado futuros, sino porque han sido capaces de vencerse. 
Y, cuando no han sido capaces, se deprimen porque ya lo decían, que no iban a aguantar.

En lo espiritual la eficacia del ayuno es inmediata. No hace falta pesarse para comprobar qué tal sienta. No. 

Nos acerca a Dios en seguida. Saciamos de manera inmediata nuestra sed y hambre del Señor.

DIETAS DISTINTAS

Como cada persona es distinta, las dieta también lo son. 
Hay quienes necesitan ayunar de ordenador . A otros les vendría bien pasar hambre de música, sobre todo cuando van en coche. O no ser tan curiosas y no mirar los escaparates o enterarse de todo.

Hay quienes deberían dedicar menos tiempo al arreglo personal, o no leer una revista, o no quejarse por tener sueño, etc. Como se ve, cada régimen depende de la persona.
La locura y necedad de la cruz la Virgen la vivió. Por eso fue feliz. Estaba con Dios.



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