domingo, 22 de marzo de 2009

MADRE HAY MAS DE UNA

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn 1,14: Versículo antes del Evangelio de la Misa). El Señor ha querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María (Oración colecta).

Hoy es una fiesta para meditarla despacio. Es la fiesta del desconcierto de la Virgen, porque quiso entregar una cosa al Señor y Dios le pidió otra.

EL PODER DE DIOS

La Primera lectura de Isaías nos dice que Dios iba a dar una señal a los suyos para que se viera que estaba con ellos. Y esa señal era que iba a dar a luz una Virgen (7,10-14; 8,10).

El parto virginal de María fue para que se viera el poder de Dios.

Se le presentó el Arcángel Gabriel y le dijo: No temas María (…). Concebirá en tu vientre y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Lc 1,26-38: Evangelio de la misa).

LOS SANTOS SE EQUIVOCAN

Antes hemos dicho que celebramos el desconcierto de la Virgen, de su equivocación.

Los santos son muy buenos pero también se equivocan. Se equivocan porque, a veces, le quieren dar algo al Señor, y el Señor lo que quiere es otra cosa distinta.

A la Virgen le pasó esto. Dios sobrepasó su propia generosidad, fue más allá de su virginidad. Por eso se desconcierta y pregunta: ¿Cómo se hará esto si no conozco varón?

Pero como María solo quería hacer la voluntad de Dios, dijo que sí aunque fuera distinto de lo que Ella pensaba.

Y la cosa le salió mejor de lo que que esperaba. Pensaría que nunca le llamarían Madre. Y luego ha sido la mujer que más veces le han llamado así, ¡Madre!

En esta vida estamos para hacer lo que Dios quiera no lo que nos gustaría, por eso podemos repetir ahora: Aquí estoy Señor para hacer Tu voluntad, (Sal 39: responsorial).

MADRE Y VIRGEN

María fue realmente madre y realmente virgen.

Ella, la Virgen, es la patrona de toda maternidad, de todas las madres. Es curiosa la lógica de Dios, distinta siempre a la de los hombres: ¡la Virgen patrona de las madres! ¡Qué cosa más contradictoria!

De ahí que le digamos todos los días en la letanía del rosario: Madre virginal.

En Roma hay una advocación que está en la iglesia de los Agustinos que lleva como nombre: la Virgen del Parto. Y muchas primerizas acuden a Ella.

Y, a la vez, nuestra Señora es la patrona de toda virginidad.

UN ENVOLTORIO ESPECIAL

¿Por qué Jesús quiso algo tan curioso como que su Madre fuera Virgen?

Cuando se hace un regalo todos sabemos la importancia que tiene la manera de hacerlo. Si es algo de valor no se pone en un envoltorio cualquiera, en un papel de periódico por ejemplo.

Que el Hijo de Dios viniera al mundo fue algo especial. Por lo tanto también lo fue el envoltorio.

Sabiendo que Jesús era quien era, no nos puede extrañar que viniese al mundo de un modo sobrenatural, dentro de un misterio.

¡LE HIZO UN HOMBRE!

Dios se encarnó. La Virgen fue verdaderamente su Madre. Jesucristo es hombre porque ha tenido Madre. María no solo fue su Madre biológica, el parecido físico, sino que le enseñó muchas cosas.

Me contaba un sacerdote que, un día, paró a poner gasolina y se encontró a un rumano protestante que le dijo: -nosotros los protestantes somos iguales a vosotros, menos en lo de la Virgen.

Y este sacerdote, después, pensó: ¡Qué sería de Jesús sin su Madre! ¡Qué sería de mí sin mi madre!

Como se suele decir en el lenguaje habitual: ¡Le hizo un hombre! Es lo normal, que aprendamos casi todo de las madres.

HOMBRE DE CARNE Y HUESO

El Cuerpo de Jesús fue realmente formado del cuerpo de la Virgen, lo mismo que el cuerpo de cualquier ser humano, que se forma realmente del cuerpo de su madre.

Por eso se parecen tanto la cara del Niño y de la Virgen. Así lo quiso expresamente nuestro Padre en la imagen de la ermita del Campus, en Navarra.

El Cuerpo de Cristo no fue un fantasma, ni una creación especial. Creció igual que crecen todos los cuerpos humanos. Tan real era su Cuerpo que sufrió mucho en la cruz. Fue la víctima que se ofreció por nosotros para que quedamos justificados (cfr. Hb 10,4-10: Segunda lectura).

LOS HIJOS DEL ESPÍRITU LLENAN EL CORAZÓN

Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

El nacimiento virginal de Jesús nos asegura y nos subraya que el espíritu es más grande que el cuerpo, y que los hijos del espíritu son realmente hijos, aunque no vengan a este mundo como los de carne y hueso.

El padre de san Josemaría lloró cuando éste le dijo que quería ser sacerdote. Lloró porque, entre otras cosas, pensaba que al hacerse cura no iba a tener un hogar ni un amor aquí en la tierra.

Pero se equivocó, decía el mismo san Josemaría. Dios premia la generosidad con hijos espirituales, hijos que de verdad llenan los afectos y el corazón. Y así tienen los santos el corazón, lleno.

El Señor hace nacer hijos del espíritu. Por eso somos todos hijos de María. Jesús le dijo claramente desde la Cruz: Ahí tienes a tu hijo.

Ella no es nuestra madre biológica, pero sí que es nuestra Madre, eso no lo podemos negar. Actúa y nos ayuda como Madre, porque lo es por mandato de Dios.

Acudimos a la Virgen Madre para que nunca nos deje y nos haga un hombre, como a Jesús.

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