lunes, 24 de diciembre de 2007

Noche Vieja

Vamos a pedirle al Señor hacer muy bien esta oración. Rezar como rezan los santos. Oír la voz de Dios: -¡Señor danos esa gracia!

Hijos míos –son palabras del Prelado del Opus Dei del uno de enero de hace unos años–,
no se trata de dramatizar, pero la vida se nos va de las manos (…) ¡Se nos va la vida! Una vida que puede tener toda la trascendencia divina.

Dentro de media hora entraremos en el 2008. El Señor nos da más tiempo para quererle.

La doctora más joven de la Iglesia, que murió a los 24 años, escribía a su hermana diciéndole:
la eternidad se acerca a grandes pasos.

Efectivamente vemos que cada día que pasa, cada año que pasa nos acerca más rápidamente a nuestra vida definitiva: donde nos espera una auténtica felicidad.

Leí una vez un estudio curioso sobre el paso del tiempo. Decía que el lugar donde el tiempo pasa más despacio es en los semáforos y, sobre todo, esperando al autobús. Y, curiosamente otro de los lugares donde el tiempo corre lento es cuando uno está tomando unas copas.

Con un vaso en la mano, animándose unos a otros con ganas de disfrutar y repitiéndose una y otra vez: —¡qué bien lo estamos pasando! Son las ganas que tenemos todos de ser felices, pero sabemos que con los cotillones no se llenan.

Dice el salmo: Pon tus delicias en el Señor y te concederá los deseos de tu corazón. Sabemos que Él es quien sostiene nuestra vida.

Tú y yo –decía en una ocasión el Prelado del Opus Dei- estamos llamados a ser del cielo porque sólo en Dios está nuestra esperanza.

También nos sirve aquella idea que repetía de san Josemaría: un año más que pasó nos aproxima a la felicidad del cielo.

Hoy, en vez de pensar en una lista interminable de cosas que tendríamos que mejorar, que además de largo sería deprimente, podemos hacer nuestra meditación mirando a nuestra Madre del Cielo.

Madre de Dios y Madre nuestra. Pensar en la Virgen nos anima, nos da esperanza, aprendemos a movernos en los planes de Dios.

Su protección se nota, sus enseñanzas para tratar al Señor nos sirven de mucho. Con Ella es fácil llenarse de Dios: Hija, Madre y Esposa.

Su trato provoca en nosotros una hoguera. Se cumplen aquellas palabras de la Escritura:…
Ure igne

-He venido a traer fuego a la tierra… ¿y qué quiero sino que arda?

Se lo podemos pedir a nuestra Señora: –
Sancta Mater istud agas: que se haga esto en mí, que no se apague esa hoguera.

En el libro del Apocalipsis, san Juan se dirige a la iglesia de Éfeso. Era la principal de las siete iglesias. Éfeso había sido una comunidad floreciente. Allí vivió María.

En la visita que hizo el Papa a Turquía hace poco tiempo estuvo en su casa, donde celebró Misa. También San Juan vivió allí unos años. Incluso San Pablo residió en Efeso durante casi tres…

Pues, el mismo San Juan, al escribir a esta iglesia primero alaba su paciencia y su fortaleza en mantener la fe, pero luego corrige su pérdida de fervor:
Tengo contra ti que has abandonado tu primera caridad.

Quizá por eso la Iglesia allí no cuajó del todo, a pesar de tener tan reciente la presencia de la Virgen y la de los apóstoles de Cristo.

Hoy la casa de María es un lugar de peregrinación para católicos y musulmanes, y la comunidad católica se reduce a tres monjas italianas…

Vamos a pedirle a la esposa del Espíritu Santo que vuelva a encender ese fuego que nos acerquemos al Niño que parece que nos necesita.

–Oh Dios no te alejes de mí, porque Tú eres mi esperanza, mi seguridad desde mi niñez. Tú eres mi protector.

El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que la Virgen conservaba todas las cosas que sucedían y las guardaba en su corazón.

Guardaba en su interior las instantáneas de la vida de su Hijo, como las abuelas que tienen en una caja de lata de bombones de Nestle recuerdos en papel Kodak: la primera foto del álbum de familia y del hijo pequeño que a parece tal cual después de un baño.

La Virgen guardaba los primeros llantos del Niño, la Palabra de Dios que llora en Belén; o del lejano Egipto: Jesús que empieza a andar a la sombra de las pirámides.

Esas cosas no se le podían olvidar a María. El primer día que Jesús fue a trabajar al taller de José; cuando le empezó a cambiar la voz. Se iba haciendo mayor y cada día era mejor…

Hoy es la fiesta de su Maternidad. Es la celebración de la Madre de Dios. Vamos a pedirle que nos enseñe a querer al Niño, a pensar en Él y tenerle siempre presente.

El gesto típico de una madre es tener a su hijo en brazos. Así aparece en Belén. Y así la vemos en el Calvario, con su Hijo en brazos…

Cuando uno observa con detalle la Pietà de Miguel Ángel, descubre algo curioso. Parece como si el artista hubiera querido mezclar la escena de Belén y la del Gólgota. Y se ve como, a pesar de los años del Señor cuando murió, la Virgen sigue tiene la cara de una niña…

Jesús aparece sin heridas a pesar de las torturas de la Cruz, tiene el cuerpo como el de un niño.

En Belén, en el Gólgota todos le rechazan, la humanidad lo desprecia o no le hace caso…

María no, María lo protege, lo cuida. Las primeras horas en este mundo las pasó en sus brazos y al morir igual.

En medio de un sufrimiento indescriptible, la ve a Ella allí, de pie, a solo unos metros…como en Belén…

¡Cuánto nos sirve mirar a nuestra Madre!
–Ayúdanos en este 2008 a tener más presente a Dios, a tratarle más. Muestra que eres Madre nuestra, enséñanos.

Ignacio Fornés

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