Nos dice San Marcos que un día el Señor subió a la montaña y llamó a los que él quiso y vinieron a él. Escogió a doce para que estuvieran con él y enviarlos a predicar.
El Señor nos ha llamado para dos cosas: estar cerca de él y para que hagamos apostolado.
El Prelado en su carta de diciembre dice: Acabamos de empezar un año mariano en la Obra para agradecer a la Santísima Trinidad, por medio de la Virgen, la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei hace veinticinco años.
Y nos anima a dar un salto de calidad justamente en la santidad personal y en el apostolado.
La Virgen María, Madre nuestra, siempre ha tenido mucho que ver en la vida de las personas y, claro está, con el desarrollo de la Iglesia, por eso le invocamos con confianza en las letanías: Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Es fácil entender a San Josemaría cuando decía que el Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora.
En la llamada que Dios dirige a las personas para decirles el camino que deben seguir para irse al Cielo, María siempre ha tenido que ver de alguna manera. ¡Es tan fácil reconocer la asistencia de Nuestra Señora en cada paso de nuestra vida! escribe el Prelado.
Las intervenciones de nuestra Madre son claras y manifiestas, se notan. Cuando en el siglo XVI se apareció al indio Juan Diego la señal de su presencia fueron unas rosas que crecieron en un sitio imposible y en medio de un clima totalmente contrario. Lo mismo sucedió en Roma cuando cayó nieve en pleno agosto en el sitio donde quería que se le construyera una basílica, la que después fue Santa María la Mayor.
Su ayuda a los hombres, sus hijos, no pasa desapercibida.
A través de su protección nos ha alcanzado luces y gracias nuevas y como abogada nuestra nos ha defendido tantas veces de las insidias del enemigo, nos ha ayudado a vencer las tentaciones, nos ha hecho superar los obstáculos que se interponían en ese caminar hacia Dios.
Así aparece muchas veces pintada en los cuadros, pisándole la cabeza a la serpiente. Ningún obstáculo frena su poder. El libro del Génesis nos dice que el diablo, el tentador, no tiene ningún dominio sobre Ella porque es la Inmaculada, la Toda Santa.
Por eso le pedimos ahora con confianza: bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios.
El Prelado nos invita a que consideremos sosegadamente esta protección en el silencio fecundo de la oración, y descubramos con mayor claridad aún la actuación constante de nuestra Madre del Cielo, hasta en los acontecimientos aparentemente más pequeños de nuestra existencia.
-Señor danos la gracia para tenerla muy presente en nuestra vida.
María nos ayuda a superar los obstáculos para rezar bien y estar muy cerca de Jesús, y para convirtir a muchas almas. Con razón repetía san Josemaría que a Jesús se va y se vuelve por María.
Nos es fácil acudir a su ayuda para recorrer cada tiempo litúrgico y acercarnos más al Señor. En este marco, el Prelado se refiere al Adviento como una llamada a tener muy presente que Dominus prope, que el Señor está cerca. Nos anima a que esa cercanía se convierta en intimidad para superar así las dificultades en nuestra entrega.
Para tomar un poco el pulso de nuestra lucha, nos pregunta: ¿Con qué frecuencia hemos repetido ya: veni, Domine Iesu, ven, Señor Jesús?
Y en el apostolado nos aconseja empeñarnos más, a diario, en transmitir a nuestro alrededor, sin respetos humanos, que Dios está muy cerca y llama a la puerta de las almas, como llamó a las puerta de la posada de Belén. ¡Ábrame, hermana mía, amada mía! nos dice el Cantar de los Cantares. Hacerle ver a la gente que Jesús está a la puerta y llama.
Es fácil recorrer esta semana junto a la Virgen, San José y el burro, mientras recorren los 150 kilómetros que separaban Nazaret de Belén, muy cerca del Niño que nacerá para manifestarse al mundo desde una gruta.
Hay un famoso libro de Navidad titulado El Belén que puso Dios donde se dice que el mayor Belén realizado por Dios fue la Creación del mundo, y que el Señor continúa haciendo belenes en el alma de las personas.
Dios viene. Tenemos que despertar a la gente para que se den cuenta de que el Señor viene no ayer, no mañana, sino hoy, ahora -son palabras de Benedicto XVI- (…) no es un Dios que está en el Cielo, desinteresado… Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y (…) desea encontrarse con nosotros y visitarnos (…) viene a salvarnos.
Estas fechas son una oportunidad muy buena para hacerles ver a nuestros amigos que cuando estos días estén montando el Belén o vayan por la ciudad visitándolos, que se den cuenta de que Dios está entre nosotros, que no pueden vivir como si no existiera, como si fuera una hipótesis, porque el Señor nos conoce y quiere estar cerca de los hombres.
Acudimos a María y a José para que nos ayuden estos días a ser como el borrico, que llevemos a Dios para meterlo en el alma de los demás.
El Señor nos ha llamado para dos cosas: estar cerca de él y para que hagamos apostolado.
El Prelado en su carta de diciembre dice: Acabamos de empezar un año mariano en la Obra para agradecer a la Santísima Trinidad, por medio de la Virgen, la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei hace veinticinco años.
Y nos anima a dar un salto de calidad justamente en la santidad personal y en el apostolado.
La Virgen María, Madre nuestra, siempre ha tenido mucho que ver en la vida de las personas y, claro está, con el desarrollo de la Iglesia, por eso le invocamos con confianza en las letanías: Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Es fácil entender a San Josemaría cuando decía que el Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora.
En la llamada que Dios dirige a las personas para decirles el camino que deben seguir para irse al Cielo, María siempre ha tenido que ver de alguna manera. ¡Es tan fácil reconocer la asistencia de Nuestra Señora en cada paso de nuestra vida! escribe el Prelado.
Las intervenciones de nuestra Madre son claras y manifiestas, se notan. Cuando en el siglo XVI se apareció al indio Juan Diego la señal de su presencia fueron unas rosas que crecieron en un sitio imposible y en medio de un clima totalmente contrario. Lo mismo sucedió en Roma cuando cayó nieve en pleno agosto en el sitio donde quería que se le construyera una basílica, la que después fue Santa María la Mayor.
Su ayuda a los hombres, sus hijos, no pasa desapercibida.
A través de su protección nos ha alcanzado luces y gracias nuevas y como abogada nuestra nos ha defendido tantas veces de las insidias del enemigo, nos ha ayudado a vencer las tentaciones, nos ha hecho superar los obstáculos que se interponían en ese caminar hacia Dios.
Así aparece muchas veces pintada en los cuadros, pisándole la cabeza a la serpiente. Ningún obstáculo frena su poder. El libro del Génesis nos dice que el diablo, el tentador, no tiene ningún dominio sobre Ella porque es la Inmaculada, la Toda Santa.
Por eso le pedimos ahora con confianza: bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios.
El Prelado nos invita a que consideremos sosegadamente esta protección en el silencio fecundo de la oración, y descubramos con mayor claridad aún la actuación constante de nuestra Madre del Cielo, hasta en los acontecimientos aparentemente más pequeños de nuestra existencia.
-Señor danos la gracia para tenerla muy presente en nuestra vida.
María nos ayuda a superar los obstáculos para rezar bien y estar muy cerca de Jesús, y para convirtir a muchas almas. Con razón repetía san Josemaría que a Jesús se va y se vuelve por María.
Nos es fácil acudir a su ayuda para recorrer cada tiempo litúrgico y acercarnos más al Señor. En este marco, el Prelado se refiere al Adviento como una llamada a tener muy presente que Dominus prope, que el Señor está cerca. Nos anima a que esa cercanía se convierta en intimidad para superar así las dificultades en nuestra entrega.
Para tomar un poco el pulso de nuestra lucha, nos pregunta: ¿Con qué frecuencia hemos repetido ya: veni, Domine Iesu, ven, Señor Jesús?
Y en el apostolado nos aconseja empeñarnos más, a diario, en transmitir a nuestro alrededor, sin respetos humanos, que Dios está muy cerca y llama a la puerta de las almas, como llamó a las puerta de la posada de Belén. ¡Ábrame, hermana mía, amada mía! nos dice el Cantar de los Cantares. Hacerle ver a la gente que Jesús está a la puerta y llama.
Es fácil recorrer esta semana junto a la Virgen, San José y el burro, mientras recorren los 150 kilómetros que separaban Nazaret de Belén, muy cerca del Niño que nacerá para manifestarse al mundo desde una gruta.
Hay un famoso libro de Navidad titulado El Belén que puso Dios donde se dice que el mayor Belén realizado por Dios fue la Creación del mundo, y que el Señor continúa haciendo belenes en el alma de las personas.
Dios viene. Tenemos que despertar a la gente para que se den cuenta de que el Señor viene no ayer, no mañana, sino hoy, ahora -son palabras de Benedicto XVI- (…) no es un Dios que está en el Cielo, desinteresado… Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y (…) desea encontrarse con nosotros y visitarnos (…) viene a salvarnos.
Estas fechas son una oportunidad muy buena para hacerles ver a nuestros amigos que cuando estos días estén montando el Belén o vayan por la ciudad visitándolos, que se den cuenta de que Dios está entre nosotros, que no pueden vivir como si no existiera, como si fuera una hipótesis, porque el Señor nos conoce y quiere estar cerca de los hombres.
Acudimos a María y a José para que nos ayuden estos días a ser como el borrico, que llevemos a Dios para meterlo en el alma de los demás.
Ignacio Fornés
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