miércoles, 6 de mayo de 2009

VIDA CONTEMPLATIVA


San Josemaría nos decía que tenemos que ser santos con lo ordinario. Ese es el mensaje del Opus Dei.

Se trata de encontrar al Señor con lo que hacemos, ser contemplativos. Y para eso, hace falta espíritu de recogimiento.

Necesitamos tener un trato continuo con Dios, de tal manera, que no necesitemos buscar cosas fuera. Nuestro mundo lo llevamos dentro y lo comunicamos a otras personas en la medida en que somos contemplativos.

A eso hemos de llegar, a que todo nos lleve a Dios: a que estemos en coloquio continuo con Él sin que nada nos distraiga.

ANATEMA SIT

Jesús nos llamó para que estuviéramos con él. Eso es lo primero.

Muchas veces nos distraemos en hacer cosas que Dios no quiere, porque, aunque no sean malas nos distraen de él.

A veces, nos metemos tanto en el día a día que nos olvidamos de Dios.

San Pablo dice una frase que nos puede resultar llamativa: Si alguno no ama al Señor, que sea anatema (1Cor 16, 22).

«Sea anatema» es una fórmula de castigo y de maldición (cfr 12,3; Ga 1,8). Parece que significaba la exclusión pública de la Iglesia, es decir la excomunión.

El Apóstol emplea ese término tan contundente, porque las consecuencias de no amar al Señor son graves. Por eso precisamente emplea una fórmula tan dura: "sea anatema".

Todo lo que hacemos nos tiene que servir para amar a Dios, sino no tiene sentido. Lo que no nos una al Señor no sirve.

DOS EJEMPLOS DE LA VIDA

También, un sacerdote amigo me comentó lo mucho que le sirvió un consejo que le dio su director espiritual.

Como, a veces, no podía rezar con tranquilidad en el confesionario, de tanta gente que iba, le aconsejó que, para rezar bien, se fuera a un sitio tranquilo. De esta manera, le decía, si tratas al Señor bien, lo demás te saldrá sólo.

Aprendió una lección muy importante: ser contemplativo no consiste en atender a mucha gente, sino en atender bien a Dios.

Don Álvaro un año estuvo a punto de quitar el UNIV...

DISPERSIÓN

El diablo pretende precisamente eso, e intenta que estemos dispersos, sin recogimiento.

Ya que no puede evitar que trabajemos y saquemos adelante muchas cosas, por lo menos intenta que todo eso no nos lleve a Dios.

La vida contemplativa que hemos de vivir se opone a la dispersión. Lo que busca el enemigo es la dispersión de fuerzas, divide y vencerás.

Vivimos en medio del mundo y hay muchas cosas que reclaman nuestra atención. La cultura de la imagen nos lleva a actuar sin pensar, sin valorar donde nos lleva lo que hacemos. Lo importante es correr, no importa hacia dónde.

MARTA Y MARÍA

Cuando Jesús fue a Betania, Marta no paraba de moverse. Iba de acá para allá, aparentemente sirviendo al Señor. María dejó de hacer cosas porque le llevaban a lo importante.

Las dos querían a Jesús, pero una mejor que otra. Y el Señor dejo claro que María estaba haciendo lo que él quería.

LA CONTEMPLACIÓN DE LOS SANTO

Juan Pablo II sabía encontrar a Dios en medio de su tarea. Y cuentan que, cuando escribía, anotaba en el margen algunas palabras de una antífona a la Virgen que le servía para unirse a ella con lo que hacía.

San Josemaría lo tenía tan aprendido que un día vio como alguien cerraba la puerta dando un portazo. Con paciencia le enseñó a marcar los tres tiempos que lleva cerrar una puerta, bajar la manilla, cerrar la puerta despacio y subir otra vez la manilla. Y mientras le enseñaba esto, aconsejaba acompañar esos movimientos con una jaculatoria al Señor.

UN REGALO DEL CIELO

Si ponemos los medios para que todo nos lleve a él, será fácil tenerlo presente al coger el autobús para ir a la universidad, al descolgar el teléfono, al comenzar el trabajo o al sentarse para organizar cualquier cosa.

Porque la contemplación es un don de Dios, un regalo que nos hace cuando le buscamos. Si no, es muy difícil.

Así vivió la Virgen, amando constantemente a Dios con su tarea diaria. Contemplaba a Jesús hiciera lo que hiciera.

En el trabajo: ¿qué estuve haciendo esta tarde? No sé: ¿oración? ¿trabajo?, es difícil distinguir.

Ser sobrenaturales en las conversaciones, sacarle punta sobrenatural.

No convertir nuestra media hora en tiempo de arreglar la agenda, o qué hay que poner de comer para el día siguiente, sino al revés.

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