lunes, 23 de febrero de 2009

BORRON Y CUENTA NUEVA

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Después de estar cuarenta días rezando y ayunando, el Señor comenzó a predicar el Evangelio (cfr. el de la Misa de hoy: Mc 1,12-15): la Alianza definitiva que Dios quería hacer con los hombres.

Con Jesús se inauguró una nueva Alianza. Se dejó la Antigua para dar paso a ésta. Por eso se llama Nuevo Testamento.

Y, además, ya no habrá otro mejor. Es tan bueno que siempre es Nuevo, no envejece aunque pasen los siglos. El Evangelio tiene fuerza en cualquier época que se medite, porque Jesús lo que decía lo decía teniendo presentes a todos los hombres de todos los tiempos.

-Señor que me convierta y crea en el Evangelio (cfr. Evangelio de la Misa).

Pero antes de esta Alianza definitiva hubo otras…

EL ARCO IRIS

Nos cuenta el libro del Génesis, que después del Diluvio, Dios quiso hacer un pacto con la Humanidad (cfr. primera lectura de la Misa: Gn 9, 8-15).

La malicia de los hombres había provocado esa inundación. Tanto es así que el Señor se arrepintió de haber creado a los hombres.

Decir esto es fuerte. A simple vista, es difícil de entender, cómo Dios puede ser capaz de actuar así.

Para comprenderlo un poco, podemos ver lo que ha ocurrido en estas últimas semanas: el asesinato de la chica sevillana, que ha sido noticia en todos los periódicos.

Hasta ese punto puede llegar la malicia del hombre, hasta realizar algo totalmente rechazable por la razón humana. Algo espeluznante.

Y, lo peor de todo es que, a eso podemos llegar todos, si nos dejamos llevar por el pecado que es el único mal de este mundo.

Ya se ven las consecuencias que tiene quitarse a Dios de en medio y no cumplir sus pactos. Sin Él somos capaces de los mayores errores y horrores. La reacción de la gente ha sido justamente esa, la de rechazo total.

Con el Diluvio, sólo unas pocas personas se salvaron de la hecatombe: «ocho personas» (segunda lectura de la Misa: 1 P 3,18-22).

Por eso se puede decir que volvió a comenzar la Historia del género humano. Se hizo borrón y cuenta nueva.

Lo del Diluvio fue algo más gordo que lo ocurrido el 11-S, o que una hipotética explosión de una bomba atómica en un país. No quedaron más que ocho personas.

Es como si hubiera habido una guerra nuclear, y solo unos pocos, que estaban dentro de una mina, fueran los que sobrevivieran porque no les llegó la radiación. Eso fue lo que ocurrió con el Diluvio universal.

Fue algo tremendo. Por eso, como señal de la promesa que Dios
hacía de que ya no habría más diluvios que asolaran la tierra, nos dejó el arco iris.

El arco iris siempre sale, y diluvios universales no se conocen, porque el Señor es fiel y guarda sus promesas.

-Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas (Sal 24: responsorial)

GUARDAR SU ALIANZA

Pocas veces los hombres guardaban lo que prometían a Dios. La historia de la salvación es una historia de la infidelidad de los hombres.

Yavhé hacía un pacto y el hombre no lo cumplía. Por eso Dios enviaba jueces y profetas para hacer que lo cumpliera.

¡Cuántas veces nos sigue pasando a nosotros esto mismo! Son muchas las veces que nos hemos hecho propósitos magníficos. Cosas que hemos pactado con Dios en la oración, y luego no las hemos cumplido.

Y el Señor que nos envía gente para reconducirnos. Personas que nos recuerdan lo que sacamos en un curso de retiro o de una convivencia de verano. La historia de la salvación se repite.

El Señor, a pesar de las infidelidades de los hombres, perdona siempre. Y volvía una y otra vez a hacer alianzas con su Pueblo.
-porque eres bueno y recto y enseñas el camino a los pecadores (Sal responsorial).

Al que haya cometido el crimen de estos días, Dios le perdona si se arrepiente. Su amor es infinito y perdona cualquier cosa, aunque sea una barbaridad que merezca el diluvio.

El Señor perdona siempre… siempre que puede. Siempre que haya arrepentimiento, que es el requisito para ser perdonado.

Pero también llega un momento en el que Dios ya no puede perdonar. Y ese momento viene con la muerte. En ese instante, la persona se sale del tiempo en el que puede arrepentirse. Ahí está todo decidido y empieza la eternidad.

El que intenta seguir los propósitos, los pactos con Dios va por buen camino. Benditos eran los que guardaban esos pactos. Por eso dice el salmo (24, Responsorial de la Misa de hoy): «Tus caminos son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza».

Quienes guardan sus preceptos y son leales a Dios se salvarán, porque logran hacer una intensa amistad con Él.

-Señor haz que seamos leales, fieles a tus mandatos.

EL ESPIRITU DE LA CUARESMA

Consiste este tiempo en una preparación para ganar en amistad con Jesús. Él realizaría el pacto definitivo muriendo en nuestro lugar. Es lo que celebraremos en Semana Santa.

Por eso la Cruz es nuestro arco iris: la señal del perdón de Dios por tantos pecados.

En su lucha por hacerse con el Imperio Romano, Constantino tuvo que enfrentarse contra otro candidato llamado Magencio. Y tuvo que luchar con un ejército muy inferior al de Magencio.

Esto fue en el año 312. Antes de entrar en batalla, Constantino tuvo una visión. Se le apareció una cruz en el cielo con estas palabras: en este signo vencerás. Y así fue. Venció a Magencio en el puente Silvio, cerca de Roma.

La Cruz es el signo de la victoria de Jesús. Y nosotros debemos acompañar al Señor en los momentos de dificultad para poder estar también con Él en la Resurrección.

Si a una persona la cruz no le dice nada o la Cuaresma, la Semana Santa, le importan poco, es que está muy pasada de rosca.

Si el perdón de Dios y su misericordia no le mueven a luchar más y a intentar seguirle cumpliendo sus pactos, mala señal. Y, además, si sigue así, uno puede llegar a hacer cualquier barbaridad.

La Virgen es la cumplidora de los pactos con Dios. Allí estaba, en el Calvario, al pie de la Cruz. Que Ella nos ayude a ser fieles al Señor en lo que nos pida en este tiempo.

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