miércoles, 23 de mayo de 2018

20. LAS ESTRELLAS


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A la derecha de Jesús

El Señor dijo que el puesto a su derecha, ya estaba reservado. Cuando Jesús explicaba esto a los Boanerges.

No hace falta ser muy inteligente para saber quién es la persona a la que Dios Padre había destinado ese lugar.

Lo que está claro es que Jesús, en cuanto hombre, no ha querido estar solo a la derecha del Padre.

La coronación

La coronación de la Virgen es uno de sus momentos de gloria.  Fue o será una extraordinaria fiesta. No olvidemos que en la eternidad no hay tiempo, quizá veamos nosotros esa maravilla.

La Sagrada Escritura habla de una mujer revestida por el Sol. Que es lo mismo que decir inmersa en Dios, que Dios habitaba en Ella, y por eso tenía una luminosidad especial.

Esta es la sensación que tenemos ante una persona santa, que tiene una especie de aureola invisible, como se representa en los cuadros visiblemente.

Y también a nosotros nos sucede que, cuando tenemos a Dios dentro, se nos nota esa luz.

Por eso hemos de aprovechar los minutos después de comulgar, porque especialmente entonces el Sol se nos ha metido dentro.

En el caso de María, Dios y una Mujer se compenetran tanto y se comunican  de tal forma que parece que lo humano resplandece.

Y es que el cielo y la tierra se han encontrado en Ella. Es la Señora del horizonte, porque la tierra y el cielo se unen en la Virgen sin marchar nada de lo divino.

Porque Ella no tiene mancha ninguna, es Inmaculada, por eso no puede oscurecer a Dios.

A la Virgen Inmaculada se la representa como lo hace el Apocalipsis: como una Mujer radiante que tiene la luna a sus pies.


La luna a sus pies

Por debajo de los pies de esa Mujer aparece la Luna, como signo de que hay cosas que ya han sido superadas, y están debajo.

También en la vida de los cristianos las fases cambiantes hay que superarlas. Hay que ponerse por encima,  sobreponerse, a las pequeñas crisis adolescentes que nos suceden con el tiempo.

No solo en la juventud hay crisis. En nuestra vida está la fase de la madurez, o de la tercera edad, y todas estas lunas normalmente aparecen en plena noche, con oscuridad interior, en la que el alma aparece en sombras.

Seguramente el día de la coronación se recordaran los momentos dolorosos que ahora se vuelven gloriosos.

Y lo mismo que la luna recibe la luz del sol, los sufrimientos van a ser iluminados por Dios.

Nuestras penas serán como condecoraciones. Y por eso la Virgen aparece coronada.


Coronada de doce estrellas

En la corona las doce estrellas simbolizan los doce hijos de Jacob, y también los doce Apóstoles de Jesucristo. Era una representación de lo que luego sería la nueva familia de Dios. Las doce estrellas representan al número de los que obtendrán la salvación.

Millones de estrellas adornan en realidad la corona María: la personas que se han salvados gracias a los sufrimientos de la Virgen.

La unión con Dios hace que todas nuestras penalidades tengan mucho valor, se transformen en joyas al ser bañadas por la sangre del Salvador.

Ella adorna su cabeza con nuestros méritos, porque realmente es nuestra Madre.

Se enjoya con nuestros fracasos  convertidos en éxitos.  

Y también porque Ella es nuestra Madre, todo lo suyo es para nosotros.

Una señora poderosa

Cuentan que cuando una de las señora más poderosa de la tierra llegó a Granada, acompañada de su hija pequeña, para tomar unos helados en Los Italianos.

A la dependienta que le servía le temblaban las manos. Y que la señora Obama, en un gesto de cariño, se las acarició.

Sin embargo a la hija de Michel Obama no se pone nerviosa ante su madre. Quizá es al revés.

Su madre estaría temblorosa cuando se la entregaron por primera vez, después de darla a luz.

María es nuestra Madre y tiembla de cariño ante nosotros. Por eso el apoteosis de María María es como el inicio nuestra llegada a la gloria dentro de unos años.
Pero la gloria del cristiano ya ha empezado aquí abajo. Por la fe vemos las cosas de la tierra con un brillo especial.

Ha comenzado ya la tierra nueva

Nosotros –hasta que llegue nuestra salvación– nos encontramos con un periodo de tiempo en el que hemos de irnos adaptando a Dios.

Como dice la canción: «poco a poco me voy acercando a ti»

Para eso hacemos oración para que nuestra nuestro corazón vaya pareciéndose al de nuestro Señor, y nos vayamos haciendo cada vez más humanos, «poco a poco»

Y así vamos haciendo que esta tierra sea nueva.

Este es mensaje cristiano que el Reino de Dios no es una cosa futura, sino que ha comenzado ya: está en semilla en cada uno de los que siguen a Jesucristo.

La Mujer vestida de sol es la misma que en Palestina no brillaba en nada por su «glamour».

Y en la historia de Israel aparecería como la Madre de un rabino condenado a muerte.

Nosotros que somos corrientes, debemos mirar a nuestra Madre, porque el camino de esta vida no es de gloria sino de cruz. Al mirarla ella nos lo recuerda.

Mirar a la Virgen

Quizá un buen propósito es mirar. Hay montones de cuadros de la  Virgen, que nos encontramos.

Parte de nuestra oración diaria tendría que ser mirar con atención sus imágenes.

Los santos la han mirado embobados. Así hay fotos de San Josemaría.

Y también sentirse mirado por Ella. Que ya nos ve en la Gloria. En esta tierra  permanecemos bajos su protección, en su claustro materno. Y nos dará a luz en la eternidad.

Estamos unidos a Ella por un cordón que llega hasta el centro de nuestra alma. Por la Virgen nos  llega nuestro alimento.

En su claustro materno

En la Visión del Apocalipsis a la Mujer se la representa embarazada. Llevó materialmente a Jesús, pero ahora también nos lleva a nosotros.

En un pueblo de Andalucía robaron la imagen del Niño Jesús, que llevaba la Patrona en sus brazos.

Y como es lógico hicieron otra imagen del Niño Jesús, idéntico al robado.

Pero pasado el tiempo el ladrón se arrepintió, y devolvió  original.

Así que se encontraron con el dilema de que ahora tenían dos niños.

Pero la piedad popular lo arregló salomónicamente

 Pero al revés…: en vez de dividir a un niño, lo que hicieron es duplicarlo.

Escribieron un poema diciendo que ahora la Virgen tiene dos niños: uno es Jesús, y  el otro, la copia, somos cada uno de nosotros.

Mirar a la Virgen con detenimiento, sentirse mirados por Ella. Esa tiene que ser nuestra oración frecuente.

Y sentir que sus manos de Madre tiemblan.

Mirarla nos da importancia, porque somos hijos, aunque adoptivos.

En el último misterio del Rosario miramos la gloria de nuestra Madre

Ella, no solo adoró a Dios con el pensamiento, sino con sus manos. Igual que debemos hacer nosotros, y la dependienta de Los Italianos.

Ella entregó su cuerpo entero para que  Dios tomase cuerpo. Dios ha tomado cuerpo.

Y también nosotros hemos de «materializar» nuestra vida.

Las cosas más humanas tienen trascendencia.

Los santos hablaban de la importancia que tiene la sonrisa.


La Virgen desde el cielo ahora nos sonríe. Quizá para nosotros, sus hijos, está es su principal aureola.

Pero para Ella nosotros somos como las joyas que adornan su corona de Reina.

A una Madre que es Reina, se le puede pedir todo.

Dame tu corazón

En Marbella: un niño muy enfermo: cuando su madre le arropaba, le decía: –Te quiero con todo tu corazón.

La madre, con una sonrisa le dijo:

 –No se dice así, sino te quiero con todo «mi» corazón.

Y el niño, le respondió con sencillez:

– Yo te quiero con todo «tu» corazón, porque tú lo tienes más grande.
Terminamos diciéndole nosotros:

«Totus tuus ego sunt et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mi Cor Tuum, María»

Traduzco estas palabras que tanto emocionaban a Juan Pablo II;

«Soy todo tuyo, y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; dame Tu corazón»

Notas
Homilía del Cardenal J. Ratzinger publicada en el libro publicado por Eunsa: De la mano de Cristo
 (Libro del Apocalipsis 11, l9a; 12, 1. 3-6a. 10ab)

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