viernes, 25 de septiembre de 2009

HARAMBEE

Dedicado a María Fernández Balsera

EL CIELO EN LA TIERRA

El Señor, a una persona muy santa del siglo pasado le dijo lo siguiente: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Esto sería el cielo en la tierra. Que todos estuviéramos contento y unidos.
El marxismo intentó hacer un cielo en la tierra y no lo consiguió. Para eso construyeron muros, que aislaban los «paraíso comunistas» del resto del mundo.
Hace unos días llamé para felicitar a una sobrina. Y lo que pasa con estas, estaba en Berlín con unos amigos, y le dije:

-¡¡¡Qué estás en Berlín!!!!

-Sí es que hemos pillado uno de esos vuelos baratos. Respondió
-¿Oye? le dije, mándame un trozo de muro

-Sí, sí, te lo voy a mandar.

Yo pienso que habría bebido alguna cerveza, porque la vi más contenta que nunca. Por supuesto sin pasar del punto.

Después de una semana, me llegó una postal desde Alemania con un trocito de muro de Berlín.

Estaba metido en una cajita incrustada en la postal. La verdad es que los alemanes han hecho del muro una reliquia.

En la postal, me decía mi sobrina:

-Querido tío ahí tienes tu trocito de historia.

Lo comunistas quisieron aislar su mundo del de occidente. Aquello era como una cárcel: se podía entrar pero no salir. Muchos se pasaban a nuestra zona jugándose la vida. Muchos murieron.

Era el muro de la vergüenza, o también llamado Telón de acero. Dentro de los muros no te podías fiar de nadie, había escuchas telefónicos y, además tu propia familia y vecinos te podían delatar y condenarte por antirrevolucionario.

La gente estaba triste. Había museos sobre el ateísmo, en vez de religiosos. Querían inculcar a la gente desde pequeños que se podía vivir sin Dios. Fue un auténtico fracaso.

Ahora en Rusia y en los países satélites hay un florecimiento espiritual. Me decía un sacerdote rumano que, en su país, la religión está de moda. Y esto ocurre en muchos países del este.

Yo conservo la postal del muro de Berlín como una reliquia que me recuerda lo que le dijo el Señor a esa persona santa: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Los cristianos conseguiríamos que el cielo se hiciera presente en la tierra si viviéramos como nuestro Señor. Pero hemos de empeñarnos todos a una.
Decía Juan Pablo II: construyamos puentes, no muros de separación.

TODOS A UNA
Porque la tendencia de la gente es la de ser exclusivistas. Separarnos de los demás e ir por libre está muy generalizado.

A veces, ni siquiera nos gusta el bien que hacen los demás, incluso lo criticamos.
Inconscientemente, algunos piensan que el bien no es bien si lo hace otro. Y el mal no es tan malo si lo hago yo.
–¡Cómo va a ser pecado esto si lo he hecho yo!

Criticamos el mal que hacen otros y justificamos el nuestro.
Una persona que trabaja en una ONG, me contaba el otro día que, estando en el norte del Congo, en una zona de pigmeos, fue a un dispensario médico.
Allí vio a una señora con su hijo recién nacido. Para tener un detalle con ella, le preguntó cómo se llamaba el niño.
La madre le respondió con un nombre en lingala, una de las lenguas del país.

Al oír el nombre, le preguntó: -Y eso ¿qué significa?

-Significa: “Siempre habrá alguien que te critique aunque hagas el bien”.

MIRAR O AYUDAR
En esta tierra todo lo que hacemos influye en las personas.

Y, lo que más desune, a veces, son los pensamientos y las críticas. Hay quienes van a un sitio y siempre ven lo negativo: las manchas.
En ocasiones hay personas que siempre ven pegas en lo que se les ocurre a los demás.
En vez de impulsar las opiniones de otros, ven siempre inconvenientes. Parecen jueces o fiscales, pero no madres. Así consiguen que nadie aporte nada.
Pero Jesús no vino a juzgar sino a ayudar. Y así también los cristianos.
Pero también hay otra forma de vivir, que es pasiva: mirar, sólo mirar, e ir a lo nuestro.

SI NO ES MI ENEMIGO ES MI AMIGO.
Es curioso, pero algunos suelen pensar que el que no es amigo es enemigo.
Para el Señor es al revés: si no es mi enemigo, tiene que ser mi amigo.

El Evangelio habla de un apóstol que se molestó porque uno, que no era discípulo del Jesús, hacía milagros (cfr. Evangelio de la Misa).
Eso también pasó siglos antes, cuando hubo quien se enfadó porque varias personas que no estaban con Moisés recibían dones especiales de Dios.
Y Moisés, con sentido común, se alegró que aquellos recibieran esas gracias del cielo.

Por eso dijo: Ojalá todo el mundo profetizara. No había que desconcertarse porque otros hicieran el bien (cfr. Primera Lectura de la Misa).

Nos parece que lo nuestro es lo mejor. Si lo propone otro, en cierta forma nos molesta, porque lo bueno es lo que se me ocurre a mí.
Al final, con esa actitud, en torno a nosotros creamos un muro. Quizá con nuestras reliquias podrán hacer postales.

Sin embargo, esta tarde el Señor nos dice: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Porque, detrás de la alegría, está el pegamento más fuerte:

SUPERGLÚ
San Josemaría, estaba viendo una película de cine que protagonizaba Ingrid Berman.
Trataba de unas chicas que estaban en una ONG trabajando en una misión en un país pobre.

Como tenían bastantes dificultades, acabaron peleadas unas con otras.
En el intermedio, a los que tenía a su lado, san Josemaría comentó: -Eso les pasa porque no tienen al Señor en la Eucaristía.
Nosotros tenemos a Jesús aquí. Y donde está Él, está la alegría y la unidad.
Porque la Eucaristía es el Sacramento del Amor. Y la virtud cristiana de la Caridad, del cariño, es el mejor superglú.

Si tenemos dificultades unos con otros, tenemos que venir al sagrario. El Señor quita los muros, es un ingeniero que hace puentes que parecen imposibles.
Por eso Jesús, en un momento importante, en la Primera Misa, pidió que todos fuéramos uno.

La unidad de unos con otros se realiza en la Eucaristía, en la común-unión.

TODOS A UNA
Si queremos hacer el cielo en la tierra, hemos de vivir la caridad que es lo que une.

En Kenia hay una palabra que expresa justamente esto, significa Todos a una. En suagili es Harambee. En castellano diríamos Fuenteovejuna.

Un chico universitario cuenta su experiencia de un viaje a Kenia.

Un día fue con otros voluntarios a un hospital que tienen allí las monjas de la Madre Teresa de Calcuta.

Te leo sus impresiones. Al llegar al sitio noté un contraste fortísimo entre las hamacas llenas de niños enfermos y lloriqueando, con los limpísimos trajes blancos y azules de las Hermanas de la Caridad, que rebosaban alegría.
Yo me quedé bloqueado en mitad de la habitación. Nunca había visto nada igual.

Mis compañeros universitarios se pusieron en seguida a trabajar siguiendo las indicaciones de las hermanas.

Entonces, una monja me preguntó en inglés:

–¿Has venido a mirar, o quieres ayudar?

Sorprendido por la pregunta tan directa, le contesté muy cortado:

–A ayudar...
Entonces me dijo esta hermana de la caridad:

–¿Ves a ese niño de allí, el del fondo que llora?

Lloraba mucho, pero sin fuerza.

–¿Cuál? ¿ése? (le dije señalándolo).

–Sí. Pues tómalo con cuidado y tráelo. Lo bautizamos ayer.
Lo cogí y lo noté con bastante fiebre. El niño tendría un par de años.
Habría que ver la pinta que tendría este chico universitario cogiendo un niño africano, sin saber muy bien qué hacer con él.

Por eso la monja, que se dio cuenta, le dijo:

–Ahora dale todo el cariño que puedas...

–No entiendo... (le respondió).

(La verdad es que para un hombre es una situación un poco curiosa, porque no somos precisamente unos máquinas de la ternura).
Por eso, la hermana le volvió a repetir:

–Pues, que le des todo el cariño de que seas capaz… A tu manera...
(Y, sigue diciendo el chico):

-Entonces, me dejó con el niño.

Le canté, le besé... dejó de llorar, me sonrió, y se durmió...
Al cabo de un rato busqué llorando a la hermana:
–Hermana: no respira...

La monja certificó su muerte. Y me dijo:

–Ha muerto en tus brazos... Y tú le has adelantado quince minutos, con tu cariño, el amor que Dios le va a dar por toda la eternidad.
Entonces entendí tantas cosas: el cielo, el amor de mis padres, el amor del Señor, los detalles de afecto de mis amigos...

Mi viaje a Kenya supuso un antes y un después en mi vida.
Ahora sé que todos tenemos "kenyas" a nuestro alrededor para tratar con cariño a los que están a nuestro lado.

Esto también nos lo dice el Señor a cada uno de los que estamos aquí.
La Virgen, que es la mejor alumna de Jesús, es lo que hizo durante toda su vida.
Y esto es lo que tenemos que hacer todos a una: Harambee.

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