viernes, 13 de junio de 2008

14 de junio

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.

Estas palabras de Isaías (61, 1-3) se pueden aplicar a nuestro Señor que era el Mesías, el Cristo, el Ungido: verdaderamente el Espíritu del Señor estaba sobre Él.

Y lo mismo ocurre con los sacerdotes, en este caso con el Prelado del Opus Dei. Hoy celebramos un nuevo aniversario de su nacimiento.

Cuando el anterior Prelado, don Álvaro del Portillo cumplió 75 años, ese día le dijeron:
–¡Se le ve muy bien, Padre!

Y don Álvaro respondió:
–Este hijo me está llamando viejo. ¿Quieres que me enfade?

Ya sabéis cuáles son las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la madurez y la edad del “se le ve muy bien”.


La gente, con el pasar de los años, cuando se encuentran se dicen unos a otros: Te conservas muy bien… como para quitar hierro. En el fondo se están llamando viejos.

Un niño cuando se encuentra con otro niño no se dice ¡qué bien te conservas…!

Celebramos un nuevo cumpleaños del Prelado… Dios lo ha ungido para que sea el buen pastor que nos ayuda en la lucha y nos darnos esperanza.

Suscitaré un pastor que las apaciente, dice la Escritura.

El Padre, como familiarmente le llamamos en la Obra, es el Pastor que nos ha suscitado Dios: Gracias Señor.

Podemos decir con la Sagrada Escritura:
Dominus pascit me, et nihil mihi deerit.

A través del Padre, el Señor nos gobierna y nos ha colocado in pascuis viréntibus.

El Padre nos da el buen alimento. Las cosas que nos llegan de él nos llenan de optimismo. Sus palabras nos animan y dan fuerza.

La gente cuando se encuentran con él no se queda indiferente. Pasa como a las personas que se encontraban con Jesús.

«Contad las maravillas del Señor a todas las naciones», dice el salmo 95.

-Tus maravillas Señor las tocamos todos los días..

«Os he destinado –dice el Evangelio Jn 15, 9-17– para que vayáis y deis fruto».

El Padre da mucho fruto en nosotros, está siempre ayudando a sus hijas y sus hijos.
En años anteriores decía: «Encomendadme para que me decida a ser un buen sacerdote».

Podríamos traducir sus palabras como encomendarle para que sea un buen ungido de Dios, para que de mucho fruto.

«
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.

Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados
».

Con su oración y sacrificio nos cura las heridas, nos alivia las penas.

-Señor, gracias por el sucesor de San Josemaría que nos has dado.

La paternidad del Padre la ha recibido del Fundador del Opus Dei.

Cuentan que, hace años, el que cuidaba de la salud de San Josemaría le preguntó una mañana:

–¿Cómo ha dormido esta noche, Padre? ¿Ha podido descansar?

Él le respondió:
–Mira, como os quiero tanto, tanto, tanto, siempre tengo algún hijo mío en quien pensar. Os quiero con corazón de padre, de madre... y de abuela.

A veces me hago un lío por dentro, entre lo que debe exigir un padre, lo que tiene que comprender una madre y lo que puede consentir una abuela...

Y en ocasiones echo de menos algunos detallicos, algunas cartas, algunas cosas de mis hijos... (En Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere)

Mi oficio es rezar, decía San Josemaría. Y vemos que es también el oficio del Padre.

«Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren…»

Relaja saber que hay alguien que nos cuida con su oración, con su lucha, con su cariño…

En una ocasión don Álvaro decía:

En mi pequeñez, tengo que procurar vivir las palabras de Jesús: pro eis sanctifico meipsum.
Yo me entrego por vosotros, por vuestra santidad personal (…)

«Os he destinado para que vayáis y deis fruto».

Su fruto es nuestra fidelidad, los años en la tierra los está gastando en eso.

Hacemos mucho bien a la Iglesia cuando seguimos la voz de los buenos pastores.

Vamos a hacer el propósito, en este mes de junio, de ser muy finos en las orientaciones de la dirección espiritual…

¿Qué le pedirá el Padre a la Virgen, a la Reina del Opus Dei, el día de su cumpleaños?

Muchas cosas pero seguro que de entre todas habrá pedido que seamos fieles:

-Madre, haz que seamos buenos hijos…

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