martes, 3 de junio de 2008

VIRTUDES HUMANAS

El Evangelio nos relata la vida de Jesús, Dios hecho hombre. Lo divino que se apoya en lo humano para salvar al mundo.


El Verbo se encarnó en las entrañas de María. Se hizo hombre (cfr. Oración colecta del 17 de diciembre) y la paz vino sobre la tierra (cfr. Sal 71: responsorial).

Cuenta el libro del Génesis como Jacob reunió a sus hijos para hablarles del futuro de cada uno.

De Judá dijo que le alabarían todos los demás y que sus enemigos se postrarían ante él.

Les contó que iba a cooperar en los planes de Dios hasta que viniera «aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos» (cfr 49, 1-2. 8-10: Primera lectura).

Dios que se sirve de los hombres para preparar la venida de Jesús.

Dependiendo de las disposiciones de cada uno, su gracia da más o menos fruto.

Hay una pequeña dificultad con la que se encuentran los sacerdotes recién ordenados. Y es el día en que tienen que predicar sobre el Evangelio que habla de la genealogía de Jesucristo.

«Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró a Fares, etc» (Mt 1, 1–17: Evangelio de la Misa del 17 de diciembre)

Continúa todo el texto, diciendo nombres, uno detrás de otro, de varones y mujeres.

–Y yo ¿qué digo sobre esto?, piensan.

Con el pasar de los años, te das cuenta de que se trata de uno de los pasajes del que se pueden sacar muchas cosas.

Son versículos importantes, porque demuestran que Jesús procede del pueblo de Israel. Que es el Mesías esperado durante tanto tiempo.

En 16 versículos aparecen nombres propios. Personas concretas.

Dios contó con la obediencia de Abraham y de su hijo Isaac; con la laboriosidad de Rut que atrajo la atención de Booz y después se casaron; con la sinceridad de David que supo abrir su corazón y rectificar después de graves pecados...

Contó tabién el Señor con la honradez de un rey poco conocido como Asá, etc. (cfr Mt 1, 1–17: Evangelio del día).

Aunque es verdad que no todos los antepasados de Jesús fueron ejemplares. Por ejemplo Salomón empezó bien, haciendo un templo inmenso donde habitaba Dios, pero terminó fatal: adoró a dioses falsos para agradar a sus mujeres: tenía 300 esposas y acabó 700 concubinas.

(No sabemos si estos son números reales o bíblicos, porque parece que es mucha gente).

Leyendo el Antiguo Testamento vemos como Yavhé, en su plan de salvación, fue más deprisa cuando se encontró con gente virtuosa que con los que no lo eran.

Efectivamente dan más fruto los que humanamente son más maduros.

Por eso Dios confió la educación de Jesús a dos personas que llegaron a la plenitud humana: María y José.

En ellos lo divino encajó perfectamente con lo humano. Se vio con claridad los frutos que consigue Dios con personas llenas de humanidad.

Con la ayuda de María y José, Jesús fue creciendo en edad, sabiduría y gracia.

El Señor, durante su vida terrena, también contó con las virtudes de los Apóstoles y de sus discípulos.

Cuando Jesús se fue a los cielos, dejó aquí un centenar de seguidores suyos. Eran pocos en comparación con lo que tenían que hacer, es verdad. Pero eran personas virtuosas.

Los Once Apóstoles fieles, además de estar tres años con el Señor, aprendieron de Él.

Aprendieron a no quejarse cuando no tenían tiempo para comer; a levantarse temprano para rezar; a ser pacientes con los ataques de los fariseos; a ser amables, educados, a saber escuchar los problemas de los demás, a quererles con sus defectos, a tener grande el corazón y perdonar siempre, etc.

Y una vez que aprendieron todo eso, entonces vino el Espíritu Santo, les llenó, y pudieron realizar la expansión de la Iglesia.

Ahora, el Señor necesita contar con nuestras virtudes, para hacer que su gracia de mucho fruto.

Cuanto más virtuosos seamos, más posibilidades hay de que Dios «se digne de hacernos partícipes de su condición divina» (Oración colecta).

–Señor, ayúdanos a practicar las virtudes para disponernos mejor a recibir tu gracia.

Por eso, al hacer apostolado hay que procurar que las personas adquieran las virtudes humanas.

Que sean trabajadoras, alegres, sinceras, ordenadas, generosas con su tiempo, serviciales, prudentes etc. Porque así, la gracia de Dios cala más en las almas.

Es tan importante esto que, la Iglesia, cuando quiere ver el grado de santidad de una persona, lo primero que hace es comprobar si ha vivido las virtudes en grado heroico.

Así ve si merece la pena seguir con el proceso de Canonización.

Vamos a pedirle ahora al Señor, como nos aconsejaba san Josemaría, que esa cadena de virtudes nos ancle en su Corazón (Amigos de Dios, p. 127).

Laboriosa, sincera, generosa, alegre, amable, serena, atenta, delicada, ordenada, comprensiva… así es la Virgen María.

Pidámosle que nos ayude a conseguir las virtudes, para que seamos buenos instrumentos de Dios.

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