sábado, 24 de mayo de 2025

I. PARÁBOLAS DE JESÚS

 


El evangelista Mateo dice que Jesús hablaba a la gente con parábolas (cf. 13, 34). Era esta su forma habitual de enseñar. Las parábolas de Jesús conectan fácilmente con nosotros por su humanidad y sencillez. Son a la vez claras y profundas. Llaman la atención por su originalidad y maestría literaria. 


Jesús, Hijo de Dios y de una Mujer, nos habla en parábolas, porque es la forma de hablar que más conecta con nosotros. 



DIOS HABLA COMO HOMBRE 


Al ser humano le agrada las historias, el cuento, las anécdotas. Nos atrae la expectación que genera un relato según avanza el argumento, porque la inteligencia humana es narrativa.


Dios, al hacerse hombre, nos habla de la manera más eficaz para captar nuestra atención y de que la memoria retenga lo que quiere transmitirnos. Nuestra inteligencia necesita ideas, pero no expresadas de forma desnuda. 


Necesitamos que las ideas abstractas se vistan de realidad. Así la belleza de la forma hace que demos mejor entrada a lo que escuchamos. El ser humano, que no es solo inteligencia, conoce mejor si la verdad va precedida de la belleza, como si ese esplendor divino fuese su tarjeta de presentación. 


Por eso no es de extrañar  que un hombre guapo se escuche con más agrado. Y también, que después de escuchar una charla, el oyente diga: –Me gustó. Cuando lo lógico sería decir: –Me ilustró. 


O una señora después de la meditación de un sacerdote diga: –Me ha parecido muy bonita. Cuando por pura lógica sería decir: –Me ha parecido muy verdadera.


Pero el hombre no es solo ser provisto de inteligencia. Y Jesús, como perfecto Hombre, sabe como hablar a sus semejantes, con un lenguaje que atrae a todo su ser, no solo a una parte.  


Y al ser Jesús, Dios y Hombre, la belleza no es solo expresión de su divinidad, sino también de su humanidad. 


Pues cuando Jesús habla, habla Dios con lenguaje de Hombre. Jesús hace de enlace entre lo divino y lo humano. 


Jesús es un Hombre que nos habla con el poder de Dios: con él se puede decir que Dios habla, pero también ríe, trabaja, come, llora… Todo lo que hace es expresión de Dios. En él la cosas divinas son también muy humanas. 


Por otra parte  Jesús nos enseña que las cosas humanas, que hacemos todos los días, pueden ser muy divinas. Porque al hacerse materia Dios eleva a la materia. Así podríamos hablar de un materialismo cristiano. Por eso no puede extrañarnos que la creación del Hijo de Dios en esta tierra fuera muy material. 


Pero además de ejercer de artesano la mayor parte de su vida laboral, también se dedicó durante tres años a enseñar, a elaborar parábolas. Empleó tiempo y esfuerzo en pulir una idea, como antes habría hecho en lijar una pieza de madera, porque la sencillez y belleza en la expresión se consiguen con el trabajo.  


Jesús elaboró sus historias para hacerlas inteligibles a todo tipo de personas. Estaban dirigidas a teólogos, pero también a personas poco cultivadas intelectualmente. En ellas 


Dios nos habla como hombre, atrayéndonos a la verdad con el esplendor de su belleza. 


En esas parábolas aparece cómo vivía y enseñaba el Rabí de Nazaret, que se declaró como Hijo de Dios, hecho hombre. Por eso el esfuerzo por entender las parábolas ha sido una constante en la Historia.


Si las meditamos, vemos que es Jesús el que se revela en cada una y nos habla de su misma vida, de la misión a la que ha sido destinado. Y a la vez nos pide a cada uno, que descubramos a ese Dios que se esconde, pues si se manifestase en todo su esplendor nos sentiríamos forzados; y, actuando de esta forma discreta, mendiga nuestra confianza. Efectivamente, sin confianza en Dios no es posible entender el mensaje de las parábolas, que solo son luminosas para los que buscan ver.


La palabra hebrea «parábola» abarca los más diversos géneros. Pero, claro, nadie crucificaría a un maestro que relata historias amenas para reforzar sus enseñanza morales. Lo que Jesús enseña va más allá. Con sus parábolas nos comunica que él ha venido a dar la vida por nosotros, su pasión y su muerte fue empleada por Dios para salvarnos. 


Así todo lo cruel que puedan hacernos nuestros enemigos, Dios lo utiliza para nuestro bien y el de la gente que amamos. Jesús nos enseña a derrotar a Satanás con sus mismas armas: el dolor con el que somos afligidos, la indiferencia y la falsedad que viene sembrando en el mundo. En definitiva, todo lo que llamamos cruz.



LA CLAVE PARA ENTENDER


En realidad de lo que hablaba Jesús en las parábolas era de él, de su misión: es Hijo de Dios enviado para estar con los hombres, para ser uno de nosotros y así realizar la salvación con la entrega de su vida. 


Con su persona ha llegado el reinado de Dios al mundo. Con Jesús llega el Salvador, que sin duda oculta su majestad, pero resplandece en sus enseñanzas.


Al explicar su modo de «hablar en parábolas», Jesús cita un texto de Isaías (cf. 6, 9s): «A vosotros (al círculo de los discípulos) Dios os ha concedido el secreto del Reino de Dios: pero para los de fuera todo resulta misterioso, para que (como está escrito) “miren y no vean, oigan y no entiendan, a no ser que se conviertan y Dios los perdone”» (Mc 4, 12). 


¿Qué significa esto? ¿Sirven las parábolas del Señor para restringir su mensaje a un grupo? ¿Es Dios selectivo?, ¿busca a una elite?


En la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023, el Papa Francisco no paró de repetir que en la Iglesia caben «todos, todos, todos». Por eso el mismo Jesús desveló el sentido de la falta de visión de muchos en Israel. 


Lo que faltaba para que se revelara el misterio a «todos» era la muerte de Jesús en favor de los hombres. 


Jesús, unos días antes de su pasión, desveló el significado: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). 


De lo que en realidad habla Jesús en las parábolas es de su misión: su muerte y su resurrección. La cruz es la clave para entender sus enseñanzas: Jesús mismo es la semilla, ese grano que muere. El «fracaso» del Maestro en la cruz hará que su mensaje no solo lo entiendan unos pocos. A partir de su muerte se verá que el mensaje de las parábolas está destinado 


a muchos, a todos. Por eso añade Jesús: «Y cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32).


Llama la atención la importancia que adquiere la imagen de la semilla en el conjunto del mensaje de Jesús. En su enseñanza, él no solo es el que siembra la semilla de la palabra de Dios, sino que es la misma semilla, que cae en la tierra para morir, y así poder dar fruto.



EL DIOS ESCONDIDO DE LAS PARÁBOLAS 


Jesús mediante las parábolas, nos quiere guiar hacia Dios, Luz eterna que nuestros ojos no pueden soportar, y quizá por eso la evitamos. Para hacernos más accesible la Luz de Dios, las parábolas nos muestran cómo se «refleja»  esa Luz divina en las cosas de este mundo y en las realidades de nuestra vida diaria. Jesús, con imágenes cotidianas, fáciles de entender, busca enseñarnos el fundamento de nuestra existencia, para que podamos seguir el camino que nos lleve a la felicidad.


Las parábolas muestran a Dios, causa de toda Belleza y todo contento, pero no un Dios abstracto, sino un Padre bueno que actúa en nuestra vida y está empeñado en ayudarnos, 


llevándonos de la mano, pero respetando exquisitamente nuestra libertad. Porque sin libertad no es posible amar.


Las parábolas también buscan mostrarnos como somos y qué debemos hacer en consecuencia; nos transmiten un saber que nos compromete, y que no solo trae nuevos conocimientos teóricos, sino que puede mejorar nuestras vidas.


Nos anuncia que Dios está en camino hacia nosotros para llenarnos de felicidad. Pero también plantea una exigencia: hay que fiarse de él. Sin fe en Dios no es posible entender el mensaje de Jesús. 


Las enseñanzas, que contienen las parábolas pueden ser rechazadas, porque no tienen la virtud de abrir el corazón humano de forma automática, no poseen una fuerza mágica, sino que siempre cuentan con el asentimiento de nuestra voluntad. Jesús no obliga, propone. Su Verdad no es evidente, está envuelta, escondida, para no obligar a los ojos que no quieran ver. 


Cualquier maestro que busca transmitir nuevos conocimientos a sus alumnos, recurre al ejemplo, a la parábola. 


Mediante la parábola, el educador descubre a sus discípulos una realidad que hasta entonces no percibían, aunque se tratase de algo que se encontrara cerca. 


La parábola es como un puente que nos lleva de lo conocido a lo desconocido. Y sirve para que el discípulo, una vez que ha descubierto algo, se vea movido a la acción. En este sentido las parábolas son expresión del carácter oculto de Dios en este mundo, que hay que descubrir. Y para encontrar a este Dios escondido no solo hay que utilizar la inteligencia, sino que se requiere la implicación del hombre en su totalidad. 


Es un conocimiento que forma un todo único con la vida misma, un conocimiento que no puede darse sin conversión. Es normal no «entender» las parábolas cuando no se quiere aceptar su exigencia. Por eso dijo Jesús que algunos no ven y no entienden porque tienen el corazón endurecido: el conocimiento de Dios no puede darse sin una conversión del corazón.


Hoy solo se considera real lo que se puede probar experimentalmente. Pero Dios no se deja someter a experimentos. 


Y según este concepto moderno de realidad, Dios no se hace presente. Creer en Dios, y vivir en consecuencia, puede parecer  hoy una cosa trasnochada. Y en este caso la parábolas llevan a no ver, a no entender.

Las parábolas sirven para interpelar al que escucha si cuenta con su colaboración. Sobre todo cuando la parábola afecta a la propia vida. Es entonces cuando puede darse una resistencia, porque no haya voluntad de dejarse llevar por lo que la parábola exige.


Con esto hemos vuelto a las palabras de Jesús sobre el mirar y no ver, el oír y no entender. Pues la llave para entrar en la estancia íntima de nuestro Padre Dios la tenemos nosotros y tiene forma de cruz.


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MATEO 13


10Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». 11Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. 12Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 13Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; 15porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. 34Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, 35para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».



MARCOS 4


10Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. 11Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino De Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, 12para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». 







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