Oh, Dios, tu Unigénito confió a María Magdalena, antes que a nadie, el anuncio de la alegría pascual, concédenos, por su intercesión y ejemplo, proclamar a Cristo vivo y que le veamos reinando en tu gloria.
Así dice la oración que recoge el contenido de la fiesta de hoy, y por eso la llamamos colecta.
Efectivamente el Papa Francisco ha querido que se celebre la fiesta de una Mujer, que tuvo una amistad muy grande con Jesús, y que después de la Virgen, posiblemente vaya ella. Estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver a Jesús resucitado (Mc 16, 9).
Jesús le dice: «¡María!».
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní! », que significa: «¡Maestro! ».
Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental. Se sabe que el Señor había expulsado siete demonios. Seguramente sería una mujer atractiva. Y por lo que cuenta el Evangelio era muy apasionada.
El joven rico del que nos habla el Evangelio se amaba a sí mismo sobre todas las cosas, y por eso no siguió al Señor. Amar es correr un riesgo. Es aceptar la inseguridad, la incertidumbre de dar sin esperar nada a cambio.
Amor radical
El Amor misericordioso de Dios es radical porque Él es así. Siendo Todopoderoso, va y se hace Niño. Teniendo la vida, la entrega, para que lo maten en una cruz. La misericordia es radical, porque el Amor de Dios es así de radical. Curiosamente, la gente que se entrega a Dios casi toda es joven, porque hay que estar un poco loco para darlo todo sin esperar nada. Y, en caso de que se dé esa locura en “personas mayores” es porque tienen una chispa juvenil.
María Magdalena es un modelo de amor radical. Todos los que seguían al Señor la conocen. La mala fama que tenía había llegado a sus oídos. Se sabía que Jesús había expulsado de ella siete demonios (cfr. Mc 16, 9). Pero eso a ella le da igual.
Cuando Jesús resucita (Jn 20, 11), la Magdalena no se aparta del sepulcro, a pesar de que el Cuerpo del Señor no está. De allí no se va ella hasta que lo encuentre. Al final el Señor se le aparece, especialmente a ella, porque a Jesús le emociona que le se busque así, de manera radical.
Seguramente sus pecados y sus virtudes eran como consecuencia del amor que tenía. Una chica joven y guapa muy apasionada. Suele pasar porque lo humano es la base de todo lo bueno y de todo lo malo que hacemos.
Pero el Señor no la agobió. También nosotros nos encontramos a gente así. Que llevan una vida frívola. Que están bastante desquiciadas. Pero por muy pecadora que sea una persona también tiene derecho a vivir. El Señor tiene el arma secreta para convertir a la gente: su misericordia.
Nosotros que somos cristianos no debemos fijarnos en que una persona es un estorbo “para mí”, me molesta con su modo de ser, o que no cumple las expectativas que yo me había hecho con respecto a ella.
Jesús no actúa así con la Magdalena porque el amor lleva a aceptar a una persona tal como es.
Pero el amor no es una actitud pasiva y no es sólo un sentimiento. El amor está más en las obras que en las cosas bonitas que decimos a los demás. María Magdalena es santa por su amor, que le llevó a anunciar la resurrección del Señor a los apóstoles.
Cuando Jesús resucita (Jn 20,11), la Magdalena no se aparta del sepulcro, a pesar de que el Cuerpo del Señor no está. De allí no se va hasta que lo encuentre. Al final Jesús se le aparece, porque no deja a nadie que le busca de esa manera, de manera radical.
Después de la Virgen esta mujer has sido una de las cristianas más importantes. Precisamente por su amor. El amor es radical porque Dios es así.
Hambre de santidad
Felices los que tienen hambre de santidad, decía Jesús. El Señor se dirige a los que no quieren ser mediocres. Por muy pecadores que seamos, si le buscamos como Magdalena, con pasión él se hará el encontradizo. Ella pensaba que era el hortelano.
Porque el Señor a los que tienen interés les envía señales. Los que nos entregamos a Dios en la juventud nos acordamos ahora de esos momentos. Nos dimos cuenta de que no eran casualidades lo que nos estaba sucediendo.
Notamos aquella llamada de Jesús y dejamos todas las cosas para seguirle: como hizo Magdalena y las otras mujeres, que iban junto a la Virgen. Para seguir al Señor hay que tener cintura, cambiar los esquemas, no aferrarse a lo que ya hacemos. Cada etapa de nuestra vida tiene su cierta originalidad: hemos de dejar a Dios que juegue con nosotros, que nos haga descubrir su Voluntad de la forma que Él quiera: Dichosos los que tienen hambre y sed de santidad porque ellos serán saciados.
Se trata de ser personas con sensibilidad interior para ver las luces que Dios nos envía. Santos ha habido muchos en la historia de la humanidad. Pero la receta de la santidad es siempre la misma: un santo es uno que tiene hambre de Dios. Hay una enfermedad que, como sabéis, lleva a no comer. Es la anorexia.
Anorexia
Aunque una pese 30 kilos, siempre se ve gorda. Es una pena. Primero porque no es verdad que esté gorda. Y, luego, porque puede morirse por falta de alimento.
En la vida espiritual, por desgracia, es una enfermedad muy corriente. Hay personas que no tienen hambre de Dios, y creen que ya hacen bastante, se ven gordas. Con tres Avemarías que recen por la noche, haciendo la visita a medio día con unos minutos de oración…Y yendo a misa un día entre semana, ya piensan que están alimentadas, que han hecho bastante.
Es como si una se tomara tres caramelos antes de acostarse, un Yogurt a medio día, y dos comidas calientes en toda la semana. Sería como para llevarla a la UVI espiritual: en cualquier momento puede ofender al Señor. En el fondo no tienen hambre de Dios. Morirá espiritualmente si siguen así. Tendrán siempre una debilidad grande que le impedirá oír la voz del Señor. Dios nos pide mantener nuestro espíritu fuerte para poder escucharle. El Señor, quiere hacernos ver la verdad en nuestra vida. Si tienes hambre de hacer la voluntad de Dios, el Señor te da luces.
Oh, Dios, tu Unigénito confió a María Magdalena, antes que a nadie, el anuncio de la alegría pascual, concédenos, por su intercesión y ejemplo, proclamar a Cristo vivo y que le veamos reinando en tu gloria.
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