Para algunas personas el trabajo es una especie de losa que hay que aguantar, o lo ven como un castigo que Dios nos impuso por el pecado.
Ninguno de vosotros pensareis que el estudio o el trabajo es un castigo, pero en la práctica uno puede que lo vea como una cosa incómoda. Como algo que se tiene que hacer a la fuerza.
Había un noble alemán de los que salen en la prensa rosa, que decidió irse a vivir a Mallorca.
Tenía una casa enorme y pasaba las horas entre pisicinas, fiestas y campos de golf.
Un día cuando iba con su todoterreno por un camino de tierra de la isla encontró a un paisano que guiaba un carro tirado de una mula. Las ruedas del carro se habían metido en el barro y éste, al ver un coche que pasaba por ahí pidió ayuda. El príncipe en esta ocasión iba vestido sencillamente. Después de un rato largo y de mucho esfuerzo consiguieron entre los dos sacar las desgastadas ruedas del barro.
El carretero agradecido le dio unas monedas y le digo a su ayudante que se tomara una copita en su honor.
Nuestro príncipe guardó con emoción las monedas en su maravillosa casa, y las puso con un cartel que decía “las únicas monedas que he ganado con mi trabajo”.
Un poco tarde pero el noble alemán comenzó a darse cuenta que hubiera valido la pena dedicar su vida a trabajar.
Sin embargo dice la Sagrada Escritura que así como el ave ha nacido para volar el hombre nació para trabajar. Por eso una persona que no pusiera esfuerzo para trabajar bien no maduraría.
En muchas ocasiones la personalidad se forja así. Y eso se ve claramente en personas que desde jóvenes ha tenido que ganarse la vida; y otros que aunque ya maduros, siguen viviendo a costa de sus padres. Se ve que el trabajo algo debe enriquecer cuando hace que una persona madure en tan poco tiempo.
Desde un punto de vista exclusivamente humano las personas que trabajan bien dan confianza.
Pero ¿tendrá que ver esto con Jesucristo? Al hacerse hombre, Nuestro Señor ennoblece lo humano y también esta dimensión; cuando hablan de Él dicen que es el artesano.
¿Se puede ser un buen cristiano si uno es un mal estudante? Si uno no cambia, no puede ser un buen cristiano. Porque la vocación profesional es parte importante de nuestra vocación divina de cristiano.
Una beata o un beato, es eso, una persona que piensa que seguir a Jesucristo consiste en almacenar medallas, devociones y rezos.
Si a uno humanamente le falta la base no se puede edificar. Me acuerdo del título de un libro que es muy significativo: “el valor divino de lo humano”.
Es bueno que en la presencia de Dios veas como estás aprovechado, y como estás intentando rendir estos días.
Primero si estás dedicando horas, después si pones intensidad.
Seguramente en estas semanas has dado un cambiazo con respecto al primer trimestre del curso, eso se debe a los exámenes.
Pero no debemos olvidar que el verdadero movil, lo que nos tiene que impulsar a estudiar, no es la necesidad del momento, sino el Amor a Dios. Si solamente estudiamos mucho y con profundidad cuando hay exámenes, debemos plantearnos que no estamos estudiando por motivos sobrenaturales, y entonces es que hemos caido en la tibieza.Sólo nos mueve lo humano nos falta fe y amor.
Da pena ver, algunas veces, que las personas que se llaman cristianos, no se tomen en serio su estudio o su trabajo, y otros que ni siquiera conocen a Jesucristo, son los número uno.
Le están haciendo un flaco servicio al apostolado, porque la gente no es tonta y, lógicamente, no se fía de uno que saca suspensos habitualmente. Sin embargo la que tiene prestigio en su profesión tiene como un pedestal, como un altavoz porque todo lo que diga se mira con respeto.
San Josemaría cuando vivía en Burgos llevaba a la Catedral de esa ciudad, a los estudiantes que iban a hablar con él, para que vieran de cerca los trabajos de orfebrería de las torre, eran una maravilla, que estaba hecha con un trabajo lleno de paciencia y, además acabado hasta el final.
Una auténtica obra de arte, pero que desdeabajo no se veía. Aquello estaba hecho verdaderamente sólo para Dios, porque desde la calle era imposible darse cuenta. Además aquellos artistas lo sabían pero les daba igual. Hacían su trabajo cara a Dios, y no cara a los hombres, sin pensar en un pago humano, sin buscar el aplauso.
–Aunque a nosotros no nos mire nadie, aunque nadie nos premiare, queremos hacer las cosas por Ti. Señor, para mi nada, quiero todo para Ti.
Empiezan unos meses en los que el agobio está como frotándose las manos,
como un niño que tiene delante una docena de pasteles, de chocolate, nata, limón...
Todos para él y con tiempo por delante…
Porque pronto vendrán los agobios de primavera camino de los de mayo y junio…
¿Sabes cuál es el sinónimo de la palabra agobio?: Bunker.
Es decir, ausencia de sol desde que te levantas hasta que te acuestas.
Es una mezcla de autocompasión, pánico, remordimiento y desorden.
El agobio es padecer hoy lo que vas a sufrir mañana.
Es morir a tope, con intensidad, poco a poco.
-Por eso, Señor, cada vez que oigo tus palabras me suenan mejor y me agarro a ellas:
Venid a mí… que yo os aliviaré.
Os esperan –perdón, nos esperan- días de sudoración fría, párpados pesados y miradas perdidas…
…preguntas que nos hacen en un pasillo y que no recibirán contestación: ¿Cómo lo llevas?…
-¡Dios mío esto no hay quien lo pare, menos mal que estás Tú!
Pero… existe un peligro.
La gente cuando se agobia tiende a evitar cualquier compromiso y… piensa:
-Bastante tengo con esto, como para dedicarme también a Dios.
Y miran hacia otro lado…
No te recomiendo que reacciones así.
-Señor Tú sabrás por qué has dicho eso de Venid a mi los que estáis agobiados…por algo será.
-Pues, la gente cuando se agobia huye de Ti, te trata menos…
Resultado: que lo pasan peor.
–Yo trabajo no por agobios sino porque sé que a ti te agrada, estoy cumpliendo una misión y, aunque nadie me controle, ni nadie me vigile yo lo haré igual.
Ante las dificultades, si estamos con Dios, crecemos por dentro, nos hacemos más fuertes, pacientes, serenos, más sobrenaturales…
Nos llenamos de estas virtudes tan necesarias para la vida…
-Señor, Tú eres mi fortaleza.
Así todo marcha, hacemos pie, no nos ahogamos.
–Señor voy a hacer el propósito de trabajar teniéndo en cuenta lo importante y de la mejor manera con puntualidad con orden. Quiero hacer las cosas bien y hacerlas con arte.
Como María lo hacía, a Ella le pedimos ayuda.
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