sábado, 26 de abril de 2008

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

FORTALEZA

El Amor de Dios tiene que ser el motor de nuestra vida. Y ese Amor hay que ejercitarlo, y protegerlo.

Protegerlo frente a nosotros y a otros amores. Precisamente el Amor de Dios que llena nuestro corazón lo protegemos con la virtud de la fortaleza.

Señor, danos fortaleza para proteger el tesoro que llevamos en un recipiente tan frágil.

La fortaleza es una virtud para la fidelidad en el amor. No hay, no puede existir fidelidad sin fortaleza.

Cuentan los Hechos de los Apóstoles que estando San Pablo en Listra vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio para lincharlo.

Y así fue, cogieron a san Pablo y lo apedrearon. Luego lo arrastraron fuera de la ciudad y lo dejaron medio muerto (Cfr. Hch 14, 19–28).

Pero, y esto es lo asombroso, «él se levantó y volvió a la ciudad» (Hch 14, 20).

Después se fue a otras ciudades para seguir predicando: Derbe, otra vez Listra, Iconio y de nuevo a Antioquia.

No tuvo miedo de volver al sitio donde le habían dado, donde casi lo matan.

No solo no tenía miedo sino que animó a los cristianos con los que se iba encontrando, y les decía que «hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios» (Hch 14, 22).

No es fácil ser fiel. Jesús mismo lo dijo: «Era necesario que el Mesías padeciera» (Lc 24, 26).

Señor, haznos fuertes para ser fieles.

Cuando el amor es verdadero no puede dejar de ser fuerte: y el Amor con mayúscula es lo más fuerte que hay.

El Amor pasa por encima de la muerte. También en lo humano: cuando se demuestran los verdaderos amigos es en las cosas duras.

En los momentos duros están los verdaderos amigos.

«cuantos te alaban si triunfando estás, y si fracasas, bien comprenderás, los buenos quedan los demás se van»

En resumen la vida sigue igual.

Cuántas veces hemos dicho que la piedra de toque para descubrir el verdadero Amor es el dolor.

Y hemos observado que gente que parecía de poca capacidad, cuando se enamora es capaz sin embargo de cosas grandes.

El Amor es duro y a la vez notamos que lo llevamos en un recipiente quebradizo.

El corazón humano necesita de la fortaleza para que eche las raíces de la fidelidad.

Hemos de pedir fortaleza. Es más, hemos de decirle al Señor: –Tú eres mi fortaleza.

Escribe San Pablo, sabiendo muy bien lo que dice: –Cuando soy débil entonces soy fuerte.

Y la razón de todo esto es que cuando somos débiles necesitamos de Dios.

Porque nuestra fuerza, nuestro poder nos viene de Dios. Por eso nuestra fortaleza se prueba en la debilidad.

Nunca somos más fuertes que cuando acudimos al poder de Dios.

Estamos en momentos difíciles para esta virtud: la generación que nos hereda es una generación blanda y sentimental.

Y sin embargo la vocación cristiana plantea metas altas, que son arduas.

Con nuestras solas fuerzas serían inasequibles, pero con la ayuda de Dios podemos.

El gran peligro de estos tiempos duros es el desánimo. Por supuesto que hay dificultades, siempre las habrá, pero no hay que exagerarlas.

El Reino de los cielos padece violencia, y los esforzados lo arrebatarán (Mt 11, 12).

Señor, protege el corazón para que no me llegue el desánimo.

Estamos en una época en la que se lleva la lírica sentimental. La reciedumbre no está de moda. La abnegación se ve como una cosa absurda.

Lo bueno es lo que produce buenos sentimientos, buenas vibraciones.

Y si una cosa es difícil, entonces se da por imposible.

Muchas veces la fachada es de energía y de músculo pero por dentro hay falta de voluntad. Mucho superman que se si se pincha explota.

El sentimentalismo llena el ambiente:
esto es un rollo, se oye con mucha frecuencia.

Me apetece, no me apetece. Vibro o no vibro.

¡Cuántas veces por amor uno tiene que pisotear sus sentimientos!

La virtud de la fortaleza nos lleva a resistir, a aguantar.

Las tentaciones nos van marcando de alguna manera los límites del verdadero amor.

Rechazar una tentación es desagradable porque uno se ve atraído por algo que le gusta. Pero si no la rechaza es peor porque se siente traidor.

Si no desplegamos nuestra capacidad de amar en las dificultades, nuestra vida se empobrece.

Los niños son fuertes en la imaginación. Pero nosotros tenemos que ser fuertes en la realidad.

Con una fortaleza que despliegue nuestro amor en el día a día.

En el horario: decir que sí cuando todo nos incita a decirle que no: al levantarse, al acostarse. Muchas veces llegar puntual depende de nuestra fortaleza.

Serenidad: saber sonreír, no dejarnos llevar por el nerviosismo ante las cosas urgentes. Resistir es el acto propio de la fortaleza.

Constancia en el apostolado. Insistir sin cansancio. El voluntarismo es malo, pero la voluntad es necesaria para querer a los demás.

Pero sabiendo que toda nuestra fortaleza es prestada, viene de Dios. Quia tu es Deus fortitudo mea.

Al pie de la Cruz y junto a la Virgen, aparecen la reciedumbre y la fidelidad de las mujeres.

En contraste con la desbandada general de los hombres: sólo queda Juan.

Más recia la mujer que el hombre, y más fiel, a la hora del dolor. —¡María de Magdala y María Cleofás y Salomé! Con un grupo de mujeres valientes, como ésas, bien unidas a la Virgen Dolorosa, ¡qué labor de almas se haría en el mundo! (Camino, 982)

Virgen fiel, consíguenos la fortaleza necesaria para llegar a la meta.

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