El Señor dijo que el puesto a su derecha, ya estaba reservado. Cuando Jesús explicaba esto a los Boanerges.
No hace falta ser muy inteligente para
saber quién es la persona a la que Dios Padre había destinado ese lugar.
Lo que está claro es que Jesús, en cuanto
hombre, no ha querido estar solo a la derecha del Padre.
La
coronación
La coronación de la Virgen es uno de sus momentos de gloria. Fue o será una extraordinaria fiesta. No
olvidemos que en la eternidad no hay tiempo, quizá veamos nosotros esa
maravilla.
La Sagrada Escritura habla de una mujer
revestida por el Sol. Que es lo mismo que decir inmersa en Dios, que Dios
habitaba en Ella, y por eso tenía una luminosidad especial.
Esta es la sensación que tenemos ante una
persona santa, que tiene una especie de aureola invisible, como se representa
en los cuadros visiblemente.
Y también a nosotros nos sucede que,
cuando tenemos a Dios dentro, se nos nota esa luz.
Por eso hemos de aprovechar los minutos
después de comulgar, porque especialmente entonces el Sol se nos ha metido
dentro.
En el caso de María, Dios y una Mujer se
compenetran tanto y se comunican de tal
forma que parece que lo humano resplandece.
Y es que el cielo y la tierra se han encontrado
en Ella. Es la Señora del horizonte, porque la tierra y el cielo se unen en la
Virgen sin marchar nada de lo divino.
Porque Ella no tiene mancha ninguna, es
Inmaculada, por eso no puede oscurecer a Dios.
A la Virgen Inmaculada se la representa
como lo hace el Apocalipsis: como una Mujer radiante que tiene la luna a sus
pies.
La
luna a sus pies
Por debajo de los pies de esa Mujer
aparece la Luna, como signo de que hay cosas que ya han sido superadas, y están
debajo.
También en la vida de los cristianos las fases
cambiantes hay que superarlas. Hay que ponerse por encima, sobreponerse, a las pequeñas crisis adolescentes que nos suceden
con el tiempo.
No solo en la juventud hay crisis. En
nuestra vida está la fase de la madurez, o de la tercera edad, y todas estas lunas normalmente aparecen en plena noche, con oscuridad interior, en
la que el alma aparece en sombras.
Seguramente el día de la coronación se
recordaran los momentos dolorosos que ahora se vuelven gloriosos.
Y lo mismo que la luna recibe la luz del
sol, los sufrimientos van a ser iluminados por Dios.
Nuestras penas serán como condecoraciones.
Y por eso la Virgen aparece coronada.
Coronada
de doce estrellas
En la corona las doce estrellas simbolizan
los doce hijos de Jacob, y también los doce Apóstoles de Jesucristo. Era una
representación de lo que luego sería la nueva
familia de Dios. Las doce estrellas representan al número de los que obtendrán
la salvación.
Millones de estrellas adornan en realidad la corona María: la personas
que se han salvados gracias a los sufrimientos de la Virgen.
La unión con Dios hace que todas nuestras
penalidades tengan mucho valor, se transformen en joyas al ser bañadas por la
sangre del Salvador.
Ella adorna su cabeza con nuestros
méritos, porque realmente es nuestra Madre.
Se enjoya con nuestros fracasos convertidos en éxitos.
Y también porque Ella es nuestra Madre,
todo lo suyo es para nosotros.
Una
señora poderosa
Cuentan que cuando una de las señora más
poderosa de la tierra llegó a Granada, acompañada de su hija pequeña, para
tomar unos helados en Los Italianos.
A la dependienta que le servía le
temblaban las manos. Y que la señora Obama, en un gesto de cariño, se las
acarició.
Sin embargo a la hija de Michel Obama no
se pone nerviosa ante su madre. Quizá es al revés.
Su madre estaría temblorosa cuando se la
entregaron por primera vez, después de darla a luz.
María es nuestra Madre y tiembla de
cariño ante nosotros. Por eso el apoteosis de María María es como el inicio
nuestra llegada a la gloria dentro de unos años.
Pero la gloria del cristiano ya ha
empezado aquí abajo. Por la fe vemos las cosas de la tierra con un brillo
especial.
Ha
comenzado ya la tierra nueva
Nosotros –hasta que llegue nuestra salvación–
nos encontramos con un periodo de tiempo en el que hemos de irnos adaptando a
Dios.
Como dice la canción: «poco a poco me voy
acercando a ti»
Para eso hacemos oración para que nuestra
nuestro corazón vaya pareciéndose al de nuestro Señor, y nos vayamos haciendo
cada vez más humanos, «poco a poco»
Y así vamos haciendo que esta tierra sea nueva.
Este es mensaje cristiano que el Reino de Dios no es una cosa futura, sino
que ha comenzado ya: está en semilla en cada uno de los que siguen a Jesucristo.
La Mujer vestida de sol es la misma que
en Palestina no brillaba en nada por su «glamour».
Y en la historia de Israel aparecería
como la Madre de un rabino condenado a muerte.
Nosotros que somos corrientes, debemos
mirar a nuestra Madre, porque el camino
de esta vida no es de gloria sino de cruz. Al mirarla ella nos lo recuerda.
Mirar
a la Virgen
Quizá un buen propósito es mirar. Hay
montones de cuadros de la Virgen, que
nos encontramos.
Parte de nuestra oración diaria tendría
que ser mirar con atención sus imágenes.
Los santos la han mirado embobados. Así
hay fotos de San Josemaría.
Y también sentirse mirado por Ella. Que
ya nos ve en la Gloria. En esta tierra
permanecemos bajos su protección, en su claustro materno. Y nos dará a
luz en la eternidad.
Estamos unidos a Ella por un cordón que
llega hasta el centro de nuestra alma. Por la Virgen nos llega nuestro alimento.
En
su claustro materno
En la Visión del Apocalipsis a la Mujer
se la representa embarazada. Llevó materialmente a Jesús, pero ahora también
nos lleva a nosotros.
En un pueblo de Andalucía robaron la
imagen del Niño Jesús, que llevaba la Patrona en sus brazos.
Y como es lógico hicieron otra imagen del
Niño Jesús, idéntico al robado.
Pero pasado el tiempo el ladrón se
arrepintió, y devolvió original.
Así que se encontraron con el dilema de
que ahora tenían dos niños.
Pero la piedad popular lo arregló salomónicamente…
Pero
al revés…: en vez de dividir a un niño, lo que hicieron es duplicarlo.
Escribieron un poema diciendo que ahora
la Virgen tiene dos niños: uno es Jesús, y
el otro, la copia, somos cada uno de nosotros.
Mirar a la Virgen con detenimiento,
sentirse mirados por Ella. Esa tiene que ser nuestra oración frecuente.
Y sentir que sus manos de Madre tiemblan.
Mirarla nos da importancia, porque somos
hijos, aunque adoptivos.
En el último misterio del Rosario miramos
la gloria de nuestra Madre
Ella, no solo adoró a Dios con el
pensamiento, sino con sus manos. Igual que debemos hacer nosotros, y la
dependienta de Los Italianos.
Ella entregó su cuerpo entero para que Dios tomase cuerpo. Dios ha tomado cuerpo.
Y también nosotros hemos de
«materializar» nuestra vida.
Las cosas más humanas tienen
trascendencia.
Los santos hablaban de la importancia que
tiene la sonrisa.
La Virgen desde el cielo ahora nos
sonríe. Quizá para nosotros, sus hijos, está es su principal aureola.
Pero para Ella nosotros somos como las
joyas que adornan su corona de Reina.
A una Madre que es Reina, se le puede
pedir todo.
Dame
tu corazón
En Marbella: un niño muy
enfermo: cuando su madre le arropaba, le decía: –Te quiero con todo tu corazón.
La madre, con una sonrisa le
dijo:
–No se
dice así, sino te quiero con todo «mi»
corazón.
Y el niño, le respondió con
sencillez:
– Yo te quiero con todo «tu» corazón, porque tú lo tienes más grande.
Terminamos diciéndole nosotros:
«Totus tuus ego sunt et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe
mi Cor Tuum, María»
Traduzco estas palabras que tanto
emocionaban a Juan Pablo II;
«Soy todo tuyo, y todo cuanto
tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; dame Tu corazón»
Notas
Homilía del
Cardenal J. Ratzinger publicada en el libro publicado por Eunsa: De la mano de Cristo
(Libro del Apocalipsis 11, l9a; 12, 1. 3-6a.
10ab)