Las lecturas de la Misa nos hablan de la necesidad de pensar en los demás.
La Primera (Am 6, 1; 4-7.) nos presenta la indignación del Profeta Amós, que se encuentra con los dirigentes llevando una vida lujosa, mientras el país estaba en la ruina.
En la Segunda lectura (1 Tim 6, 11-16.), San Pablo recuerda a Timoteo que la raíz de todos los males es la avaricia: cuando uno va a lo suyo
Por su parte, el Evangelio (Lc 16, 19-31) nos describe a un hombre rico que no supo sacar provecho de sus bienes.
La descripción que nos hace el Señor en esta parábola tiene fuertes contrastes: gran abundancia en la vida del rico, extrema necesidad en Lázaro.
Los bienes del rico no habían sido adquiridos de modo fraudulento; ni tampoco parece que tenga la culpa de la pobreza de Lázaro, al menos directamente.
Este hombre rico no está contra Dios ni tampoco oprime al pobre. Únicamente está ciego para ver a quien le necesitaba. Vive para sí, lo mejor posible.
Ciego
¿Cuál fue su pecado? Pues que no se fijo en Lázaro, a quien hubiera podido hacer feliz viviendo él con menos egoísmo: con menos afán de ir a lo suyo.
Lo que llevo al rico al infierno no fueron sus riquezas –Dios es también rico– sino su egoísmo.
Y lo que llevó a Lázaro al cielo no fue la pobreza material –entonces los pobres serían santos– sino la pobreza de espíritu, la humildad (cfr S. Agustín, Sermón 24, 3).
El egoísmo deja ciegos a los hombres para las necesidades ajenas y lleva a tratar a las personas como cosas sin valor. Todos tenemos a nuestro alrededor gente que tiene algún tipo de necesidad, como Lázaro, de la que no debemos pasar por ir a lo nuestro.
Ricos
Las personas que tienen dinero con frecuencia han sido personas mal vistas. Todos conocemos a ricos buenos, pero a veces no es así. Ya en su tiempo el profeta Amós se queja de ellos (cfr. Primera lectura de la Misa).
Tengo amistad con una persona muy rica. No voy a decir el nombre porque es muy conocido. La verdad es que vive en sitios estupendos. Por ejemplo he visitado su finca de Marbella y es más impresionante que la del Rey Fa.
Mucha gente le pide dinero. En concreto me acuerdo, que como es conocido de mi familia, me consta que le han pedido muchas veces. El tiene la teoría que dar en metálico hace daño. Prefiere ayudar a que la gente encuentre trabajo, y se esfuerce.
Sólo ha podido tener un hijo. La verdad es que las mujeres van detrás del chico.
A este chico –bueno ya es mayor, tiene más de veinte años– casi nunca lo sacan en las revistas del corazón, pasa lo mismo que con el creador de Zara.
Un dato. Por ejemplo a su bautizo no acudió nadie de la prensa, y por supuesto no fue en España.
Ya digo que son excepciones. Pero tú ves a su Madre, y es que no aparenta en absoluto que está absolutamente forrada. Es una de las mujeres más discretas que yo conozco.
Lo que me sorprende de esta familia es lo preocupada que está siempre por los demás. Sólo han podido tener un hijo, y sin embargo han querido adoptar a niños abandonados y con problemas. Yo sé lo que cuesta adoptar porque tengo tres sobrinos en esa situación.
Preocuparse por los demás
En el Evangelio, el Señor nos cuenta historias. La verdad es que impacta mucho la parábola del pobre Lázaro y del rico epulón (en la Misa de hoy).
En este mes se empieza un nuevo curso. Y hay estudiantes que comienzan a vivir con gente a la que no conocían anteriormente.
En la esquina de la calle Rector López Argueta con Gran Capitán me he encontrado un anuncio en el que se deja el teléfono, porque están buscando una tercera persona para compartir el piso. Y está escrito algo así: «Estamos deseando compartir el piso contigo, es muy coqueto y se encuentra en el centro de Granada».
La verdad es que dan ganas de pagar 200 euros e irse a vivir con gente tan simpática. Lo cristiano es ser amable incluso con los desconocidos.
No digo yo que los que quieren compartir piso no tengan algún «interés». Quieren que su vivienda le resulte más barata, y para eso esperan que se apunte otra persona.
Pero lo que está claro es que Dios no tiene ningún «interés personal» en que nosotros nos vayamos a vivir con Él en la eternidad.
No es que Dios «necesite» que paguemos 200 euros, Él quiere que vayamos al cielo porque nos quiere: como un padre a sus hijos.
Y nosotros que somos cristianos también hemos de pensar en los demás. Jesús cuenta la parábola del pobre Lázaro y el rico que iba a lo suyo. El Señor narra esta historia para que veamos la importancia que tiene preocuparse de las necesidades de los demás.
Antes os hable del multimillonario que yo conozco. Pues mandó a su hijo mayor, el que no es adoptado, para que trabajase como uno más entre los de su empresa.
Suena bonito, pero es que los compañeros no sabían que era el hijo del dueño. Pero lo dramático del caso es que estando en un país extranjero unos italianos lo mataron.
Los que me conocéis sabéis que soy adoptado, y que me he criado en esa familia de la que vengo hablando, y que la ilusión de mi padre adoptivo es que yo fuera sacerdote.
Bueno, pues ya me conocéis: soy hijo adoptado por Dios. Mi Hermano mayor – al que mataron los romanos– es Jesucristo, que «siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8, 9: Aleluya de la Misa).
Esta es la realidad, Dios es rico, muy rico. Él lo tiene todo. Sin embargo fue capaz de desprenderse de todo para conquistarnos.
En la Segunda lectura (1 Tim 6, 11-16.), San Pablo recuerda a Timoteo que la raíz de todos los males es la avaricia: cuando uno va a lo suyo
Por su parte, el Evangelio (Lc 16, 19-31) nos describe a un hombre rico que no supo sacar provecho de sus bienes.
La descripción que nos hace el Señor en esta parábola tiene fuertes contrastes: gran abundancia en la vida del rico, extrema necesidad en Lázaro.
Los bienes del rico no habían sido adquiridos de modo fraudulento; ni tampoco parece que tenga la culpa de la pobreza de Lázaro, al menos directamente.
Este hombre rico no está contra Dios ni tampoco oprime al pobre. Únicamente está ciego para ver a quien le necesitaba. Vive para sí, lo mejor posible.
Ciego
¿Cuál fue su pecado? Pues que no se fijo en Lázaro, a quien hubiera podido hacer feliz viviendo él con menos egoísmo: con menos afán de ir a lo suyo.
Lo que llevo al rico al infierno no fueron sus riquezas –Dios es también rico– sino su egoísmo.
Y lo que llevó a Lázaro al cielo no fue la pobreza material –entonces los pobres serían santos– sino la pobreza de espíritu, la humildad (cfr S. Agustín, Sermón 24, 3).
El egoísmo deja ciegos a los hombres para las necesidades ajenas y lleva a tratar a las personas como cosas sin valor. Todos tenemos a nuestro alrededor gente que tiene algún tipo de necesidad, como Lázaro, de la que no debemos pasar por ir a lo nuestro.
Ricos
Las personas que tienen dinero con frecuencia han sido personas mal vistas. Todos conocemos a ricos buenos, pero a veces no es así. Ya en su tiempo el profeta Amós se queja de ellos (cfr. Primera lectura de la Misa).
Tengo amistad con una persona muy rica. No voy a decir el nombre porque es muy conocido. La verdad es que vive en sitios estupendos. Por ejemplo he visitado su finca de Marbella y es más impresionante que la del Rey Fa.
Mucha gente le pide dinero. En concreto me acuerdo, que como es conocido de mi familia, me consta que le han pedido muchas veces. El tiene la teoría que dar en metálico hace daño. Prefiere ayudar a que la gente encuentre trabajo, y se esfuerce.
Sólo ha podido tener un hijo. La verdad es que las mujeres van detrás del chico.
A este chico –bueno ya es mayor, tiene más de veinte años– casi nunca lo sacan en las revistas del corazón, pasa lo mismo que con el creador de Zara.
Un dato. Por ejemplo a su bautizo no acudió nadie de la prensa, y por supuesto no fue en España.
Ya digo que son excepciones. Pero tú ves a su Madre, y es que no aparenta en absoluto que está absolutamente forrada. Es una de las mujeres más discretas que yo conozco.
Lo que me sorprende de esta familia es lo preocupada que está siempre por los demás. Sólo han podido tener un hijo, y sin embargo han querido adoptar a niños abandonados y con problemas. Yo sé lo que cuesta adoptar porque tengo tres sobrinos en esa situación.
Preocuparse por los demás
En el Evangelio, el Señor nos cuenta historias. La verdad es que impacta mucho la parábola del pobre Lázaro y del rico epulón (en la Misa de hoy).
En este mes se empieza un nuevo curso. Y hay estudiantes que comienzan a vivir con gente a la que no conocían anteriormente.
En la esquina de la calle Rector López Argueta con Gran Capitán me he encontrado un anuncio en el que se deja el teléfono, porque están buscando una tercera persona para compartir el piso. Y está escrito algo así: «Estamos deseando compartir el piso contigo, es muy coqueto y se encuentra en el centro de Granada».
La verdad es que dan ganas de pagar 200 euros e irse a vivir con gente tan simpática. Lo cristiano es ser amable incluso con los desconocidos.
No digo yo que los que quieren compartir piso no tengan algún «interés». Quieren que su vivienda le resulte más barata, y para eso esperan que se apunte otra persona.
Pero lo que está claro es que Dios no tiene ningún «interés personal» en que nosotros nos vayamos a vivir con Él en la eternidad.
No es que Dios «necesite» que paguemos 200 euros, Él quiere que vayamos al cielo porque nos quiere: como un padre a sus hijos.
Y nosotros que somos cristianos también hemos de pensar en los demás. Jesús cuenta la parábola del pobre Lázaro y el rico que iba a lo suyo. El Señor narra esta historia para que veamos la importancia que tiene preocuparse de las necesidades de los demás.
Antes os hable del multimillonario que yo conozco. Pues mandó a su hijo mayor, el que no es adoptado, para que trabajase como uno más entre los de su empresa.
Suena bonito, pero es que los compañeros no sabían que era el hijo del dueño. Pero lo dramático del caso es que estando en un país extranjero unos italianos lo mataron.
Los que me conocéis sabéis que soy adoptado, y que me he criado en esa familia de la que vengo hablando, y que la ilusión de mi padre adoptivo es que yo fuera sacerdote.
Bueno, pues ya me conocéis: soy hijo adoptado por Dios. Mi Hermano mayor – al que mataron los romanos– es Jesucristo, que «siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8, 9: Aleluya de la Misa).
Esta es la realidad, Dios es rico, muy rico. Él lo tiene todo. Sin embargo fue capaz de desprenderse de todo para conquistarnos.