Son muchos los que siguen al Señor. Una muchedumbre, dice el Evangelio.
Nuestro apostolado consiste precisamente en que le sigan cuantos más, mejor. Por eso no podemos desaprovechar ninguna ocasión que se nos presente.
Pero, a pesar de interesarles todos, Jesús eligió a unos pocos que eran sus amigos, para que fueran después por ahí predicando el Evangelio al mundo entero.
POCOS PARA MUCHOS
Nuestro Señor tenía una amistad verdadera con los Apóstoles. Les dedicó horas de trato.
A los amigos uno los elige. A la familia y el ambiente en el que se nace no. Jesús se rodeó de personas a los que eligió personalmente.
Fue a buscarlos. A Mateo lo cuando estaba cobrando impuestos. A Pedro y los otros remendando las redes, a Natanael a través de Felipe. Y así todos. Los buscó uno a uno.
A otros no los eligió para que estuvieran con él. Como el hombre al que curó de muchos demonios en Gerasa, que no le dejó aunque se lo pidiera.
Las amistades se eligen y se cultivan. Durante tres años estuvo formando a los Doce, día y noche. Les dedicó mucho tiempo. Y, aún así, no todos perseveraron.
AMIGOS PARA SIEMPRE
El Señor no abandonó a ninguno. Siempre los trató con confianza, aún sabiendo que uno le iba a traicionar. La mayoría no fueron fieles en el momento duro de la Cruz, pero él no los rechazó por eso.
Es más, fruto de esa verdadera amistad, pasado el tiempo, dieron la vida por Él. Todos menos Judas, que no quiso saber nada.
Sería un error que la amistad dependiera de si la gente responde o no a lo que nosotros queramos. Sería algo que no va con las maneras de hacer del Señor.
Si dejamos a una porque no reza como nosotros quisiéramos, es que nunca fue amiga de verdad, sino una a la que invitamos a cosas.
AMIGOS ENTRE LOS AMIGOS
Eligió a los que quiso y cuando quiso. A Pedro siendo ya mayor. Juan era un adolescente.
Tenía entre 10 y 15 amigos, contando también con Lázaro y su familia. Y de entre su círculo de amigos, algunos parece que lo son más.
A veces, se iba solo con tres, siempre con los mismos tres. Y así ocurrió cuando fue al monte Tabor, al resucitar a la hija del jefe de la sinagoga o en el huerto de los olivos.
Es normal que, entre los que tratan a Dios, haya quienes el Señor llame para que estén más cerca.
SEGUIR SU EJEMPLO
Si nos fijamos, Jesús hizo la Iglesia con amigos de verdad. Y los santos han empezado igual, con un grupillo de amigos: san Francisco de Asís, san Ignacio, etc.
El Opus Dei comenzó rodeándose san Josemaría de amigos. Por eso, en la primera semblanza que se hizo de su Fundador, a los primeros tiempos se les llamaba Tiempos de amigos.
Nuestro Señor eligió a sus amigos, y san Josemaría también hizo esa labor de selección a través de la amistad. Para hacer lo mismo hace falta tiempo.
AMISTAD ES CONOCERSE
El apostolado de amistad no consiste en soltar sermones, aunque sean buenos, porque para eso ya estamos los curas. Consiste en comprender, en escuchar las preocupaciones de los demás. Y también en contarles cosas nuestras, lo que hacemos.
Sino se hiciera así daríamos la impresión de que somos directores espirituales en vez de amigos. Y eso es muy raro. Sería extraño que no nos conociesen bien.
No podemos confundir la amistad con saludar todos los día a la misma persona, estar en la misma clase o llamarla 3 veces por teléfono.
Esto es lo que a veces pasa, que decimos mis amigos, y son simples conocidos o conocidas.
La amistad es mucho más que eso. Es un sentimiento noble y grande que nos lleva a aceptar toda clase de sacrificios por los amigos, a pasarlo nosotros mal para que ellos no tengan dificultades, decía don Álvaro, el primer sucesor de san Josemaría.
El fruto de la amistad es el cariño, porque más que en dar, la amistad está en comprender. Y, cuando se comprende surge la confidencia.
CUANDO UN ÁRBOL CRECE TORCIDO SE PARTE
Se trata de llevar a nuestras amistades al trato con Jesús.
El diablo sabe que, si nuestro apostolado no se fundamenta en la amistad, tiene mucho ganado.
Tenemos el peligro de la vanidad también en este campo. Cuando no hay amistad podemos estar buscando éxitos para que nos digan que lo hemos hecho bien o por lo menos que lo piensen.
Y, aunque consigamos que una persona haga oración, a lo mejor nos entran las prisas y no somos capaces de descubrir al ritmo de Dios para esa persona, porque nos falta rectitud. No buscamos lo mejor para ella, sino para nosotros.
EL OJO DE UN SANTO
Los santos, como están en sintonía con Dios, saben descubrir la voluntad del Señor para las personas. Así hacía san Josemaría.
Carmen Canals, hizo unos días de retiro en la Residencia universitaria de Zurbarán, dirigidos por el Fundador del Opus Dei.
Le impresionaron la fuerza de su palabra, su cariño a la Virgen y el modo de preparar a las participantes para la confesión.
En dos ocasiones charló con él. La primera vez, muy brevemente. San Josemaría le preguntó si seguía las meditaciones, si hacía oración y si iba a misa con frecuencia.
La segunda vez que acudió al sacerdote fue para pedirle la admisión en la Obra: «le dije que quería ser del Opus Dei. El Padre me dijo que no».
Siguió Carmen frecuentando la residencia por un tiempo y luego dejó de ir. Cuatro años más tarde hizo un curso de retiro en Molinoviejo. «Y me conmovió —dice— volver a escuchar ideas que yo guardaba casi sin darme cuenta en el alma: eran las mismas cosas que yo había escuchado al Padre».
Allí renovó su decisión de pertenecer a la Obra, un 12 de marzo de 1950. No pasó mucho tiempo cuando un día se encontró en Los Rosales con san Josemaría.
Le saludó y le dijo que se había quedado preocupada por su negativa de que fuera de la Obra la primera vez que salió la vocación.
san Josemaría la tranquilizó y le comentó que, entre sus dos hermanos —que eran del Opus Dei— y su oración, habían arrancado del Señor la llamada que había sentido a su tiempo, tras el primer encuentro (Vázquez de Prada, Tomo II, p. 663).
EL MEDALLERO
La falta de rectitud nos puede llevar a buscar trofeos. Y eso no tiene pinta de terminar bien.
Todos nos acordamos de la imagen del nadador que ha batido todos los récords en las últimas olimpiadas. De pie, orgulloso con todos sus trofeos colgados al cuello.
El diablo sabe, que si no se hacen las cosas bien y vienen los frutos por un interés humano, la fidelidad de una persona es más fácil que fracase o, por lo menos, que cueste mucho sacarla adelante.
Por eso, aunque haya mucho fruto humanamente hablando, muchas medallas, el enemigo se frota las manos.
Salía la noticia en los periódicos hace poco, que este famoso nadador se le había ido un poco la cabeza con tanto oro, y que se había dejado de entrenar y dedicado a la buena vida.
Incluso una casa mundialmente conocida de cereales, le había quitado la publicidad porque, decían, así no se puede ser un buen modelo para los niños.
Y la federación de natación de su país, le había retirado la licencia para poder competir durante unos meses. Realmente es una pena, con lo bien que nadaba.
Juan Pablo II, nos dijo en una Cuaresma que mirásemos al que traspasaron. Al pie de la cruz estaban María con sus amigas.
La Virgen hizo de ellas almas de oración. Que Ella nos enseñe a hacer lo mismo para que el Señor elija a las que quiera.
Pedid, pues, al Señor que os agrande el corazón,
de modo que tengáis muchos amigos y con cada uno hagáis apostolado,
tratando a cada uno según sus circunstancias personales, y perseverando en ese trato, aunque tarde en dar fruto.