viernes, 28 de mayo de 2021

SANTÍSIMA TRINIDAD



Hace unas semanas, vi una madre que llevaba a su niño de la mano por la calle. Cruzaron la calle, se dirigió a un policía, le preguntó algo, el poli le indicó un sitio y se fue hacia allí, siempre con el niño cogido.

Y pensaba yo al verles que así hace también nuestra Madre la Iglesia con nosotros.

Nos lleva de la mano hacia Dios, porque sabe que lo necesitamos. Para eso, nos facilita el trato con el Señor a través de las fiestas litúrgicas.

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Y nos atrevemos a pensar en cómo es Dios.

Hubo un escritor muy conocido en Inglaterra (Collins), famoso por su incredulidad, que se encontró en cierta ocasión con un obrero que iba a la iglesia y le preguntó con ironía:–¿Cómo es tu Dios, grande o pequeño?

El obrero le contestó con sencillez: -Es tan grande que tu cabeza no es capaz de concebirlo, y tan pequeño, que puede habitar en mi corazón (Cfr. T. Tóth, Venga a nosotros tu reino).

LA BONDAD DE DIOS

Bendito sea Dios Padre, y su Hijo unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros (Antífona de entrada).

Así vamos a empezar nuestra Misa: alabando a Dios, que se abaja a querernos como somos, no como Él quiere que seamos. Tiene misericordia de nosotros, asume nuestra miseria, no sólo las cosas buenas que Él nos ha regalado.

¡Cómo descansa saber que el Señor nos quiere con nuestros defectos! Por eso, es capaz de perdonarnos, porque nos quiere. Carga en su corazón con lo malo que tenemos: así de bueno y grande es nuestro Dios.

LA ALEGRÍA DEL ENAMORADO

Ante el amor lo que te sale es cantar. Es como lo que le sucede a la gente que se enamora: cuando se ven correspondidos explotan de alegría.

Se les nota porque no hablan de otra cosa. Están como ensimismados. Incluso los más rudos se vuelven un poco cursis.

Pues, nosotros, al ver el Amor tan grande de Dios, nos volvemos litúrgicos y repetimos lo que han dicho tantos santos durante siglos: A ti gloria y alabanza por los siglos.

-Te reconocemos, Señor, como único Dios (cfr. Dt 4,32-34. 39-40: Primera lectura).

Nos sale solo decir con el Aleluya de la Misa: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Y con el salmo: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

EL AMOR DE DIOS

San Juan nos dice en el Evangelio: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna (Jn 3, 16-18).

¿Cómo nos podemos imaginar el amor que Dios nos tiene? ¿Cómo podríamos entenderlo?

Podemos seguir pensando en el amor humano. Es una imagen no perfecta, pero que todo el mundo entiende.

De hecho, las películas románticas nunca pasan de moda, porque reflejan como está hecho el corazón del hombre.

El amor es tan fuerte que constituye una Persona: Dios Espíritu Santo. El amor entre un hombre y una mujer es tan fuerte que engendran vida.

También el amor de un padre y una madre representa el amor de Dios. Quizá el amor de madre es el amor más fuerte que se da en esta tierra. Puede ser el más parecido al que Dios nos tiene: porque Dios aunque es Padre nos quiere también con corazón de madre.

El Señor, como buen Padre, está con nosotros todos los días, no nos deja (cfr. Mt 28,16-20: Evangelio de la Misas).

Por eso entendemos que san Pablo diga que podamos llamar a Dios como llaman los niños judíos a sus padres: ¡Abba! (Padre) (Rm 8,14-17: Segunda lectura).

LA VIDA INTERIOR DE DIOS

Decíamos que la Iglesia nos lleva de la mano para que nos sorprendamos ante este admirable misterio. Tres personas en la más estrecha unidad. Tres personas que se relacionan en una comunión de Amor.

Una Trinidad de Personas que dan y reciben perfectamente durante toda la eternidad. Se quieren para siempre y mucho. Así es la vida interior de Dios.

Qué bien se entienden las palabras de Benedicto XVI cuando dice: Dios no es soledad infinita sino comunión de luz y amor.

Ante un Dios así caemos de rodillas y, la Iglesia, nos recomienda que repitamos una y otra vez: Tibi laus, Tibi gloria, Tibi gratiarum actio in saécula sempiterna. O Beata Trínitas!

Con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestra voz, te reconocemos, Señor, te alabamos y bendecimos.

San Josemaría, cuando rezaba el Sanctus, Sanctus, Sanctus de la Misa, disfrutaba pensando que miles de ángeles revoloteaban por ahí, cerca del altar, dispuestos a adorar a Dios.

EL CIELO EN LA TIERRA

Los santos, como querían tanto al Señor, han procurado también hacer como él: querer mucho también a sus enemigos.

Porque es más humano y más divino la comunión, la unión con los demás, que la lucha, la división y el egoísmo.

Dice San Pablo: tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros (2 Cor 13, 11-13).

DIOS NOS BUSCA

Somos sociables, necesitamos compartir. Eso es lo que hace Dios: busca compartir con los hombres todo su amor, le sale solo.

Así buscó a su pueblo elegido y lo sacó de las tierras de Egipto con brazo fuerte (cfr. Primera lectura).

Lo peor de todo es que el hombre rechaza ese amor con el pecado. Eso fue lo que les ocurrió a los judíos, que se hicieron un becerro de oro y se enemistaron con él.

La situación de amistad con Dios, que existía antes, en el paraíso, se rompió con el pecado. Adán y Eva quisieron hacerse como Dios y se alejaron de él.

SER COMO DIOSES

El hombre se convierte en más santo cuanto más se parece a Dios. Nos convertimos en imagen suya cuando comulgamos.

Dios se realiza entregándose. A nosotros nos pasa lo mismo. Uno se realiza plenamente cuando se entrega, no cuando se afirma a sí mismo. Esa es la Trinidad, y esa es la vida nuestra.

Una cosa es pecado no porque Dios, de manera arbitraria, declare que lo sea, sino porque destruye la verdad del hombre: que estamos hechos para los demás.

Gracias a María late un corazón humano en el interior de la Trinidad. Gracias al fiat de la Virgen se hizo hombre Dios. Para que nosotros participáramos de su vida divina.

Gracias a Ella somos humildemente dioses, porque contamos con nuestro Padre Dios y con la misma Madre.

viernes, 21 de mayo de 2021

PENTECOSTÉS

 

Casi todos los años se reúnen, en distintas ciudades, miles de personas para celebrar la llegada de la primavera haciendo un macrobotellón.

En Granada había gente de muchos sitios. Además de los universitarios de la ciudad, también vinieron de otras provincias: Jaén, Almería, Madrid, etc. Durante toda la tarde se vio un río de personas que iba con la clásica bolsa de plástico con todo lo necesario. El ambiente era de ilusión, de alegría por la que se iba a armar.

BORRACHERA SIN ALCOHOL

El día de Pentecostés también se reunieron miles de personas en Jerusalén para celebrar la Fiesta de la cosecha, que se tenía cincuenta días después de la Pascua.

En griego, la fiesta de la cosecha se traduce con la palabra Pentecostés, porque se celebraba 50 días después de la Pascua. Venían de Libia, Cirene, de la actual Irak. Casi todos eran judíos nacidos y educados en países extranjeros; por eso hablaban lenguas distintas. Aquello no dejaba de ser un espectáculo curioso.

En ese día los discípulos del Señor estaban reunidos en un mismo lugar, unidos por el miedo, que es lo más penoso que puede unir. Y, de repente, llegó el Amor de Dios (cfr. Hch 2, 1-11: Primera lectura de la Misa).

«Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar» (Hch 2,4). Se llenaron del Espíritu Santo,vque produce en el alma los efectos del vino y empezaron a hablar.

DESINHIBIDOS

De esta manera pasaron aquellos primeros cristianos del miedo y de la tristeza a la ilusión, a la ilusión de la juventud, y así nació la Iglesia (cfr. Prefacio de la Misa de Pentecostés). En cambio, en el botellón de Granada algunos pasaron del punto al coma, del puntillo al coma etílico.

Hay un filósofo español que ha escrito un libro que se titula: «Breve tratado sobre la ilusión». En castellano la palabra «ilusión» tiene varios significados.

Se habla de un «iluso» cuando una persona tiene ideas que no están fundadas en la realidad. Pero también el término «ilusión» tiene una carga positiva: por eso hay cosas que llamamos ilusionantes Es la ilusión tan propia de los niños, los locos y los borrachos.

LOCUACES

Precisamente uno de los efectos del alcohol es transformar la realidad y hacerte más expansivo.

Me contaron que algunos locutores de radio, antes de salir en antena, se toman un copazo, para tener así más facilidad de palabra. ¡Cómo cambia la cosa cuando se tiene el cuerpo entonado!

Pues el Amor de Dios, el Espíritu Santo, es como el vino que enardece, ilusiona y nos hace hablar con el lenguaje que la gente entiende, el lenguaje del corazón.

Por eso le decimos con la Iglesia: –Ven Espíritu divino (…) riega la tierra en sequía. –Entra en el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. –Infunde calor de vida en el hielo (Secuencia de la Misa de Pentecostés).

Los Apóstoles «se llenaron del Espíritu Santo y hablaron de las maravillas de Dios», nos dice el Libro de los Hechos. Aquel día, los Apóstoles no se cortaron un pelo. De hecho, la gente que les escuchó estaba asombrada y perpleja. Tanto que se decían unos a otros: –«¿Qué puede ser esto?». Y otros se burlaban diciendo:–«Están bebidos» (cfr. Hch 2, 12–13).

Dicen, y es muy probable, que la cerveza la inventaron los monjes. Por algo sería...

ENAMORADOS

Los Apóstoles estaban llenos del Espíritu Santo y, por eso, no les paró nadie. San Pedro gritaría las maravillas de Dios en el idioma de la Capadocia. También Santo Tomás se pondría a hablar con fluidez la lengua de los medos, y San Mateo anunciaría el Evangelio como los bereberes del norte de África. Unieron a todos los que estaban allí hablando del Amor de Dios en distintos idiomas.

UNA LENGUA ÚNICA

Todos recordamos cómo la civilización antigua levantó una torre que acabó separando a los hombres de Dios, y a los hombres entre sí, porque no hablaban el mismo lenguaje.

Eso fue Babel, el orgullo que condujo a la separación. Es lo contrario de Pentecostés. Porque el Amor de Dios no tiene barreras. Nos lleva a hablar en el lenguaje que todo el mundo entiende: el lenguaje del afecto, del amor.

Pero el lenguaje es un vehículo; lo importante es el contenido. El mensaje que nosotros tenemos que transmitir es que tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo. Ésta es la maravilla de Dios (cfr. Hch 2, 11).

VERGÜENZA CORNUDA

El diablo no quiere que la gente sepa esto. Nos tienta para que no hablemos de Dios. Nos mete la idea de que si hablamos, entonces los demás nos mirarán como si fuéramos personas raras.

Nos mete miedo y vergüenza: ¿qué van a decir si invito a este amigo para que vaya a Misa conmigo? o ¿qué pensará si le digo que haga un rato de oración o que se confiese...?

El tentador nos quiere convencer de que si hacemos apostolado vamos a perder puntos delante de los demás. Pues quédate sin puntos, como le sucede a los que conducen borrachos. Quédate sin puntos, pero tú conduce a la gente al Cielo.

Ven, Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles (Aleluya de la Misa).

María es su Esposa. Está llena del Espíritu Santo. Ella nos lleva al Señor casi sin darnos cuenta. Con Ella el amor a Dios entra solo, como el buen vino, y va directo al corazón.

viernes, 14 de mayo de 2021

EL OSCAR


 EL SEÑOR se encarnó para poder sufrir por nosotros. Porque Dios no podía sufrir, a menos que se hiciese hombre.


Hemos comprobado el amor que el Señor nos tiene: nada más hay que mirar sus manos y sus pies para emocionarse.

Por nuestro amor sufrió esas tremendas heridas, y muchas humillaciones.

El día de la Ascensión (cfr. Hch 1, 1-11: Primera Lectura de la Misa) llegó Jesús a la Gloria y recibió todo el agradecimiento desbordante, que hasta entonces había estado conteniendo el Cielo.

APLAUSOS

El día que Jesús entró en el Cielo fue como una explosión de alegría. Me acordaba de las Jornadas Mundiales de la Juventud con Juan Pablo II: Santiago de Compostela, Denver, París, Roma, o la última que hubo con Benedicto XVI en Colonia, en la que a lo mejor estuviste.

Impresionaba ver miles y miles de jóvenes, y no tan jóvenes, aclamando al Papa cuando pasaba con el papamóvil entre la multitud: gritos de ¡Viva el Papa!, banderas al viento, gente corriendo intentando seguir el coche blanco…

Podemos imaginarnos así la entrada de Jesús en el Cielo. Tuvo que ser como una explosión de júbilo. Como cuando llega la primavera, que parece que la naturaleza, de repente, despierta de golpe. Se abren las flores y se llena el ambiente de aromas. Incluso la gente parece que tiene una alegría que no puede contener y hablan más. Están contentos casi sin esfuerzo.

Es lo que le pasa a la gente que está a la salida de la Catedral de Granada el día del Corpus cuando ven aparecer la custodia: que rompen a aplaudir con fuerza. Así sería el recibimiento en el Cielo el día de la Ascensión.

Dice la Escritura que ese día los Apóstoles se volvieron llenos de alegría.

EL PREMIO

La gran alegría de que Jesús volviera al Padre pudo más que la tristeza de no volver a oírle y verle como antes en la tierra. Es un día de fiesta, no de ayuno y luto.

La primera Navidad fue un día bonito para los hombres, pero Jesús tuvo que pasar frío. Hoy el Señor también disfruta del momento. Es su día. El día de su Gloria. Dios Padre, que se deshace en cariño y ternura, por la obediencia y la humildad de su Hijo hecho hombre.

Y los Ángeles, que se maravillan, por servir a un Dios tan bueno. Y los Santos que estaban allí con una emoción impresionante: sobrecogidos por un Amor tan fuerte.

EL MEJOR TRABAJO

Un Amor más grande que el dolor y la muerte. El Señor ha transformado esos dos productos del infierno.

Dios, como hace siempre, del mal saca bien, y de un río de maldad saca un océano de cariño. ¡Qué alegría más grande tener un Dios tan bueno!

Dice el salmo que el Señor «asciende entre aclamaciones». Dan ganas de estar allí para aplaudir con fuerza (cfr. Sal 46, 2), en agradecimiento por todo lo que ha hecho Jesús por cada uno.

–Nos alegramos por Ti, Señor, porque has dejado este mundo en el que tanto padeciste, para gozar de la eternidad;
–nos alegramos por nosotros, porque la humanidad ha tomado por asalto la ciudad del Cielo;
–porque Tú, Señor, que en ocasiones nos llamas a compartir tus sufrimiento, nos llamarás a compartir tu Gloria.

A LA ESPERA DE NUESTRO AÑO

Nosotros también somos hombres. Dentro de unos años llegará el momento de recibir el resultado del jurado por nuestra actuación en este escenario de la tierra.

Lo que más se valorará entonces será el cariño con que hayamos interpretado todo, y si hemos sido capaces de trasformar el mal en bien. Esta es la verdadera ciencia del artista.

El Señor recibió el día de la Ascensión el Óscar al mejor hombre que ha existido. Allí está desde entonces a la derecha de Dios Padre (cfr. Ef 1, 17-23: Segunda Lectura de la Misa).

Y nos ha dejado aquí para continuar con su misión (cfr. Mc 16, 15-20: Evangelio de la Misa), que consiste en llevar el secreto de la felicidad a todas las gentes del mundo.

NUESTRA PELÍCULA

Nuestra misión es que mucha gente gane su «estatuilla». Éste será nuestro mejor premio: el que ganen los demás. Cuando entremos en el Cielo –que es Hollywood– mucha gente elegante nos aplaudirá a rabiar, trofeo en mano. Pues nosotros les ayudamos a ellos a ganarlo.

Estaremos igual que los que suben a recoger el Óscar, como en una nube, flotando, pero no durante unos días, sino por toda la eternidad.

La que más se alegró de la Ascensión fue María. Por fin Jesús gozaba de toda su Gloria. Ella disfrutaría de un recibimiento parecido el día que subió al Cielo. Es la mejor entre todas las mujeres. Supo cumplir su misión. No era para menos, «la Astilla proviene de tal Palo».

domingo, 2 de mayo de 2021

LA CHAMPIONS


El Papa en su libro sobre Jesús de Nazaret, cita un salmo que explica porqué lo ha escrito: el interés que tiene en conocer mejor al Señor.

Es el Salmo 27,8–9 se refiere a Dios y dice: «De ti ha dicho mi corazón: “Busca su rostro”»

Y continua el Salmo hablando con Dios: «Sí, tu rostro, Señor, es lo que busco; no me ocultes tu rostro, no rechaces irritado a tu siervo»

Esto se lo podemos decir ahora al Señor en la oración: –Nuestro mayor interés es tener amistad contigo. Es así como nunca nos encontraremos solos.

UN EJEMPLO ACTUAL

Desde luego que en la vida existen más cosas que ésta. Como humanos que somos tenemos también otras cosas que nos ayudan a descansar. Por ejemplo los deportes.

En la actualidad algunos equipos de fútbol se juegan su permanencia en Primera División.

No es lo mismo estar jugando con los grandes equipos que bajar al purgatorio de la Segunda.

La fe nos habla de lo que tiene que ser pasión para los cristianos, nuestro principal ejercicio. En definitiva, el Evangelio nos habla de lo que Dios ve como la permanencia en Primera.

EN PRIMERA

Los hombres de todas las épocas se han preguntado siempre cómo alcanzar la felicidad.

Y muchas veces han encontrado tres salidas para conseguirla: el dinero, el placer, y el poder.

Quizá se identifican con las tres concupiscencias de la que habla San Juan: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida.

De esas tres cosas. El dinero es el medio para conseguir cualquier cosa. Y aunque vivimos en una sociedad metalizada, nos damos cuenta que por ahí no anda la felicidad.

Tampoco está en el placer, que aunque ya no es un medio como el dinero, nos afecta interiormente. Pero vemos que no nos llena del todo.

El poder aparentemente atrae más a los mayores que a los jóvenes. Pero se ha dicho que «nadie se escapa de su capacidad de seducción».

En una obra maestra de la literatura y del cine de todos los tiempos se nos relata la historia de un anillo de poder.

¡Que levante la mano aquél que no le guste mandar! El ansia de los hombres por gobernar y mantener su posición –como se demuestra en la política– debe ser arrebatador.

Por eso se ha escrito: «Las alfombras de los salones donde acontecen los traspasos de poderes en los Ministerios y Secretarías del Estado están regadas por las lágrimas de melancolía de los salientes y de emoción de los entrantes». Conmovedor.

Siempre ha sucedido: el dinero, el placer, el poder, seducen. En definitiva buscamos el éxito. Como los jugadores de todos los equipos buscan la permanencia en Primera.

Y el mensaje que nos transmite es otro. Dice Jesús: «permaneced en mí». Jn, 15,4).

Para los cristianos jugar en Primera División es permanecer en Jesucristo.

–«Permanece con nosotros», le decimos al Señor.

Así le dijeron al Señor dos discípulos, horas después de la Resurrección.

Y el Papa el lunes de la octava de Pascua nos decía:

«En estos días (...) oiremos a menudo resonar las palabras de Jesús: “He resucitado y estoy siempre contigo”».

NO SÓLO EN BBC

–Permanece con nosotros, Señor, por se hace de noche cuando Tú no estás al lado.

Este es nuestro ejercicio, nuestro deporte: permanecer en el Señor.

Y nos ocurre que a veces perdemos partidos, oportunidades, y vamos bajando en la clasificación.

–¿He tenido presente al Señor esta mañana?

Pues se permanece en Jesucristo cuando se le tiene presente durante el día. No basta con tenerle presente en los momentos estelares.

Como algunas personas que se relacionan con Dios sólo en Bautizos, Bodas y Comuniones: BBC. Así es muy difícil estar con él de manera más o menos continua.

TRATO

Si queremos permanecer en el Señor, y no sólo ser conocido de BBC hemos de tratarle mucho. Los santos han sido amigos de Dios porque lo trataban continuamente.

Jesús dedicaba mucho tiempo a la oración, a tratar a su Padre Dios, a escucharle.

Porque Dios habla a través de los sucesos de esta vida. Si los vemos con ojos de eternidad, los acontecimientos actuales son minúsculos: pronto los olvidaremos.

¿Dónde están ahora las glorias de la selección española de hace 20 años?

¿Quizá dentro de 200 años ya no guste el fútbol?

Como diría Jorge Manrique, que no es un entrenador argentino, sino un poeta:

"¿Qué fue de las preocupaciones, que teníamos hace 2 años, de los fracasos de hace 20? Nadie se acuerda."
Todo pasa menos nuestra amistad con Dios.

DIOS NO ABURRE

Con el tiempo uno se va dando cuenta de que no hay almas gemelas. Nadie, por muy amigo que sea, puede llegar a comprendernos totalmente. Siempre hay algo que nos separa, que no podemos comunicar. Eso en el mejor de los casos.

Qué pena es estar solo. Sentirse sin posible comunicación, cuando hemos sido creados para relacionarnos. Para conocer y ser conocidos, amar y ser amados.

Hace poco, yendo por la calle con un amigo me decía que la gente mayor estaba muy sola. Me lo hacía ver porque pasamos al lado de una señora mayor que iba sola con una bolsa llena de lechugas.

Al principio pensé: caray qué capacidad de sacarle punta a todo. Pero luego vi que era verdad, hay gente que está muy sola, por lo menos aparentemente.

Digo aparentemente porque te encuentras con personas que viven solas pero que se sienten muy acompañadas por el Señor. Y, dicen, que si no fuera por él se aburrirían.

Una persona que viva bien su vida cristiana no puede sentirse solo, porque Él nos conoce y nos quiere más que nosotros mismos podemos hacerlo.

UNA PETICIÓN URGENTE

El Salmo (116,9–13) viene a recoger un desahogo del Autor: Quiero vivir en presencia de Dios en mi vida corriente. ¡Tengo fe, aún cuando pienso: «Me apalean porque me ven débil»!,
yo que he dicho en mi tribulación: «No hay nadie que quiera ayudarme».

De todas formas ¿Cómo podré pagar a Dios todo el bien que me ha hecho? Lo que haré es beber el cáliz de sufrimiento, llamando al Señor para que me ayude.

Y Él nos dice: –Ten paz, estoy siempre contigo.

JUNTO A NOSOTROS

Jesús está continuamente junto a nosotros, pero no nos damos cuenta. La fe hace que le veamos sin verle. Que le hablemos aunque parezca que no responde.

El Señor siempre contesta. Lo que ocurre es que hay que descubrir la forma en la que habla.

El nos habla más con hechos que con palabras. Porque la Palabra suya ya la pronunció, y suena en nuestros oídos.

Nos habla con hechos, con lo que los teólogos llaman Providencia.

Las cosas que nos ocurren durante el día podemos verlas como venidas de la mano de Dios, aunque nos contraríen.

Sobre todo notar su presencia al pedirnos que le ayudemos a llevar la cruz.

Y es que cuando el Señor nos envía cosas buenas es porque nos quiere, y cuando permite cosas que la gente llama malas, es para ver si le queremos a Él.

JUGAR LA CHAMPIONS

Para ganar en amistad con el Señor hay tratarle en la Eucaristía: se ha quedado no sólo para sus grandes santos, sino para que nosotros también seamos grandes amigos.

Si en la Comunión lo tratamos bien no sólo estaremos en Primera, sino que jugaremos en el mismo equipo de Dios.

Vamos a decirle a Jesús que nosotros queremos recibirle como le recibió la Virgen.

Ella no buscó el triunfo, ni el dinero, ni el placer, ni el gobierno. Ella buscó el rostro del Señor, y se lo encontraba en su casa. Allí donde nadie lo buscaba, allí estaba junto a María.

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías