«Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
El Adviento es el tiempo de preparación para la llegada del Señor, que vendrá como Rey de la Paz.
REY DE LA PAZ
Su capital es Jerusalén que, como sabéis significa, la ciudad de la Paz.
Por eso, no es extraño que los ángeles, en el primer villancico, la primera nana que le cantaron a Jesús recién nacido la Noche de Navidad, digan: En la tierra, paz a los hombres de buena voluntad.
Como diciendo: así como en el Cielo se le da Gloria a Dios, en la tierra acaba de llegar la paz para los hombres.
BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
El personaje del Adviento es Juan el Bautista, porque se dedicó a preparar la llegada del Reino de Dios, como hemos leído en el Evangelio (ref. Lc 3,1-6).
También nosotros tenemos que prepararle el camino al Señor. Y eso es lo que estamos haciendo en este tiempo.
El Aleluya de la Misa dice: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos (Lc 3, 4.6).
Y San Pablo, a los que le han ayudado, les dice: Habéis sido colaboradores míos en la hora del Evangelio (Flp 1,5-6.8-11: Segunda Lectura de la Misa).
FELICES LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
El salmo nos habla de la felicidad que da trabajar por Dios:
–Los que al trabajar por Dios sembraban con lágrimas, cosechan, recogen el fruto entre canciones (cfr. Sal 125: responsorial).
Por eso, también dice San Pablo, al recordar a los que habían trabajado con él:
–Siempre que rezo por todos vosotros lo hago con alegría.
ALEGRÍA INTERIOR Y ALEGRÍA EXTERIOR
Tiene que haber paz en nuestro interior.
La paz que hay fuera es consecuencia de la paz que hay dentro.
Nuestras peleas son consecuencia del pecado.
Cuando uno está peleado con Dios pierde la paz consigo y con los demás.
Hay una obra literaria ambientada en Granada, que se titula EL PEINADOR DE LA REINA.
Uno de los personajes, Rafa, es un chico que estudia en el Colegio Mayor Cesar Carlos. Siempre ha tenido buen corazón.
Lo que pasa es que a veces no domina su mal genio. Y como es hijo único, nunca ha tenido que adaptarse a otras personas.
Durante una cena en el comedor del Colegio Mayor, se levantó de la mesa para coger otro primer plato.
Y aprovechando esa situación uno de los veteranos le echó vinagre y sal en la coca-cola.
Cuando volvió y probó la bebida se enfadó, tiró el vaso al mantel, y se fue del comedor.
Al día siguiente lo llamó uno de los subdirectores del Colegio.
En esa conversación Rafa se disculpó. Venía a decir que él, normalmente, no es así.
–Mira –le dijo el subdirector– te ha salido la bestia…
La violencia no es una cosa que salga solamente en la segunda parte de los telediarios. Esto nos puede pasar a todos.
Yo me quedaría con esta idea: el mal no es algo externo a nosotros, sino que está en nuestro corazón.
BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
Lo primero que a uno se le puede ocurrir al pensar en esta bienaventuranza es que Trabajar por la paz es apuntarse en una ONG.
Y no, primero, es trabajar en la propia conversión.
Y, a la vez, ayudar a la conversión de los demás. Como hicieron Juan el Bautista y san Pablo.
Ser como Jesús, que la razón de ser de su vida era la salvación de los demás.
Todo el que quiera ser hijo de Dios, como Jesús, tiene que trabajar por la conversión suya y la salvación de los hombres.
Así nos llegaremos a parecer al Señor.
Por eso dice el Papa que: La séptima Bienaventuranza, invita a ser y a realizar lo que el Hijo hace, para así llegar a ser «hijos de Dios».
EL ESPÍA DOBLE
Pero la tentación que podemos tener es luchar en dos bandos, en el de Dios y, a veces, en el del Enemigo.
Por eso, nuestra situación puede ser como la del espía doble, que intenta beneficiarse de los dos ejércitos.
Esta manera de actuar muchas veces se hace de forma oculta, como todo espionaje.
Pero con esa actitud, con el doble juego, se hace que muchas personas pierdan la fe, porque le facilita las cosas a nuestro Enemigo.
Para tener contento a Dios, se compagina ir a misa y rezar por las noches, con una vida frívola, haciéndole el juego al Diablo.
Y lo mismo que un santo transforma las vidas de los que están alrededor, justamente por su santidad, el tibio, aunque tenga fe, facilita que Satanás acabe con la fe de los demás.
El santo con su santidad convierte. El tibio con su tibieza hace que los que están flojos mueran.
Lo mismo que un párroco santo convierte, uno fervoroso hace que los demás practiquen, uno cumplidor consigue que algunos practiquen y otros no. Y un párroco tibio destroza la fe de sus fieles.
Una persona así va bajando el nivel a su alrededor y no ayuda.
Se podría de decir: Malanventurados los que trabajan con el Enemigo, porque conseguirán no ser hijos de Dios.
FELICES, EN CAMBIO, LOS QUE TRABAJAN POR DIOS
La protagonista de la historia que te contaba antes es una chica universitaria del Puerto de Santa María, que se llama Beatriz, y que vino a Granada para estudiar Farmacia.
Sus padres se empeñaron en que viviese en una Residencia universitaria.
La directora de la Residencia Juan Pablo II es una chica casada que se llamaba Rosa.
Un día, Beatriz fue a hablar con ella:
–Rosa, te quiero hacer una pregunta.
–Tú dirás…
–Mira, he conocido a un chico que no es creyente. Y aunque no está bautizado es muy buena persona…
–La verdad es que eso es un milagro, le respondió Rosa. Porque si a los cristianos nos cuesta trabajo ser buena persona…, que será de los que no reciban los sacramentos.
–Pues eso es lo que yo digo, qué es lo que puedo recomendarle.
–Pienso que la meta es que se confiese, porque casi seguro que no lo habrá hecho desde su Primera Comunión…
Quizá este también puede ser un buen propósito para nosotros: ayudar a los demás, no solo confesando nosotros sino hacer que otros muchos se confiesen.
LA VIRGEN NO TUVO PECADO
La Virgen no tenía ningún pecado. Era Inmaculada. Siempre estaba en paz con Dios.
A María no le tocó el pecado primero, dice el lema del Sacromonte.
Ella también trabajó en la salvación de todos nosotros.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.
Ella también fue su Madre.
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