(Se leerá en el Evangelio La parábola del buen samaritano: Lc 10, 25-37).
Un teólogo de los tiempos de Jesús le pregunta:
–¿Quién es mi prójimo?, como diciendo ¿qué obligaciones tengo yo con los demás?
¿Con quiénes tengo yo obligación de portarme bien?
Para los judíos, su prójimo, eran los demás judíos. Y el teólogo quería saber qué obligaciones tenía con respecto a ellos.
Si le hubiera preguntado: –¿los samaritanos son mi prójimo?
La respuesta razonable hubiera sido que no, que no tenía obligaciones con alguien que no era judío.
¿Quién piensas que es tu prójimo? ¿A quién tienes obligación de tratar bien?
–A mi padre, a mi madre, a mis hermanos. En general a mi familia.
Bueno, también a las compañeras de clase, a las amigas… e incluso a los inmigrantes.
Pero los teólogos de entonces ni siquiera se planteaban si los samaritanos eran o no su prójimo.
Habían dejado de pertenecer al pueblo elegido. Se habían separado de ellos.
No eran su prójimo porque no tenían su religión y no pensaban como ellos. Incluso eran sus enemigos.
JESÚS RESPONDE CON UNA PARÁBOLA
A esta pregunta ¿quién es mi prójimo?, Jesús responde con una parábola que le rompe el saque al teólogo judío.
Lo que explica la parábola es que su enemigo tradicional, el samaritano, se porta mejor con los judíos que los mismos judíos, representados por el sacerdote y el levita.
Lo que cuenta el Señor es que un samaritano, un enemigo, acaba haciéndole bien a un judío, al que no hacen ni caso otros judíos.
Piensa hora en tus enemigos.
A los que tu criticas, evitas el trato, y, a veces haces daño y tratas mal…
Pues ese, dice Jesús, puede ser que en tu vida será el único que te haga más bien
Y, ¿qué dirías tú si, pasado el tiempo, a esa persona a la que tu no quieres, se portara contigo mejor que tus propios hermanos?
–Pues te desconcertarías: pensarías que es un fuera de serie, que es un máquina.
Por eso, Jesús termina diciéndole al que le preguntó:
–Haz tú lo mismo que el samaritano de la parábola.
EL BUEN SAMARITANO
En realidad el buen samaritano es Jesús.
Precisamente, Dios, al que tanto ofendemos, no sólo nos perdona, sino que es capaz de morir por nosotros, en nuestro lugar.
Al que a veces criticas porque no piensa lo mismo que tú. Al que evitas el trato, y, a veces, haces daño y tratas mal…
Nosotros tenemos que hacer como hizo Dios.
Por eso Jesús nos dice: –Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.
Una vez, hablando con una persona me decía:
–Parece que Dios es un egoísta, porque siempre quiere que se haga su voluntad.
DIOS PARECE EGOISTA
Incluso nos dice que pidamos eso: –Hágase tu voluntad. Esto ya es el colmo, me decía.
Pero es que, además, en vez de morir Dios Padre, manda a su Hijo para que muera por Él.
–Dios parece egoísta.
Por eso lo curioso, lo paradójico, es que Jesús dijera: –Sed misericordiosos como mi Padre.
– ¿Qué pasa, que Jesús está ciego? ¿No se da cuenta de que Dios Padre quiere que Él muera en su lugar?
Tanto es el sufrimiento de Jesús, que suda sangre por hacer la voluntad de su Padre del cielo.
ESTO HOY NO SE ENTIENDE
Hace unos años, algunos lo recordaréis, murió asesinada, en Granada, una chica que se llamaba Beatriz.
Durante semanas fue la portada del Ideal.
Incluso llegaron a implicar hasta a su novio, que luego se demostró que era inocente.
Conozco a su padre.
Ya os podéis imaginar lo que supuso encontrar el cadáver de su hija en el pantano de Cubillas: después de haberla buscado durante días.
Y además fue muy duro descubrir que el motivo del asesinato era robarle el móvil.
Y decía el padre de Beatriz: –Ahora entiendo yo lo que le costó a Dios la muerte de su Hijo.
Por eso Jesús nos dice: –Sed misericordiosos como mi Padre.
Porque su Padre hubiera preferido morir en su lugar. Le costó mucho la muerte de su Hijo.
NUESTRO PRIMER PRÓJIMO
Jesús es el Buen samaritano, porque, por orgullo, nos enemistamos con Él. Y, precisamente es Él, el único que nos ayuda.
Se da la casualidad de que, a veces, los que más tendrían obligación de ayudarnos, pasan de nosotros.
En cambio, Dios, que tendría que sentirse ofendido es capaz de morir por cada uno.
Jesús al decir Bienaventurados los misericordiosos, nos está diciendo lo que Él ha hecho.
Y quiere que nosotros hagamos lo mismo, porque somos sus discípulos.
HAZ TÚ LO MISMO
Nos dice: Sed misericordiosos
Y ¿qué significa esto en tu caso?
Pregúntate: – ¿Tú vida es para ti o para los demás?
Como hemos visto, Dios es amor, es entrega. No es el egoísmo infinito, sino la entrega infinita.
– ¿Serías capaz de entregar tu vida por los demás, o… tu vida es para ti?
¿Tú piensas como el teólogo que le preguntó a Jesús: qué obligaciones tengo yo con los demás?
No olvidemos que nuestro primer prójimo es Dios.
Dios necesita de nosotros para que le ayudemos a hacer bien a los demás.
Puedes pensar: –Llevo mucho tiempo dándole vueltas a lo que Dios me pide. Pero me cuesta entenderlo, no lo veo.
Pues mira lo que decía san Agustín:
– ¡Tanto tiempo gastado pensando en entender, cuando lo que tenía que hacer era amar!
–Y… ¿qué es amar?
–Pues ser como es Dios. El Padre que entrega todo al Hijo, y no se queda con nada.
…y el Hijo que todo se lo entrega a su Padre, y no se queda con nada.
Dios es Amor, no para de decir el Papa. Pero… Amor en la verdad.
El amor no es un sentimiento eléctrico, que hoy se tiene y mañana no.
No consiste en pedir para mí, sino en dar para el otro.
El samaritano tuvo misericordia y por eso se entregó al judío.
Dios es Amor y por eso se entregó a los hombres.
A nosotros nos pide que también por Amor, nos entreguemos a Él y a los demás.
Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia.
ASÍ ERA LA VIRGEN
No olvidemos que estamos viendo su vida interior. Así era Ella.
Esto es lo que hizo María, porque es la que mejor siguió las enseñanzas de Jesús.
Quería a Jesús más que a Ella misma.
Hubiera preferido morir en la cruz en lugar de Él. Llevar su cruz.
Su Pasión fue que, en lugar de a Ella, mataron a su Hijo.
La Virgen refleja cómo es el corazón de Dios.
La Virgen fue feliz por ser misericordiosa. Ella cargó con los sufrimientos de los hombres y los de Dios.
–Gracias, Madre por tu entrega
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