El Señor quiere que demos fruto. Para eso nos ha puesto en la mejor de las viñas.
«Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure» (Jn 15, 16: Aleluya de la Misa).
La primera viña de Dios fue el pueblo de Israel (cfr. Is 5, 1-7: primera lectura).
«La viña del Señor, dice el Salmo, es la casa de Israel» (Sal 79: Responsorial).
No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo.
Dios trata a su pueblo como un jardinero que, con paciencia, va cuidado y podando un rosal.
En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña.
Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cf. Mt 21, 33-43).
Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios» (cf. Mc 10, 2,16), y se lo dio a otro pueblo que produciría fruto.
Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad.
TRABAJAMOS EN UNA VIÑA
Nosotros pertenecemos a la Iglesia. Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña, y a distribuir su vino.
Cuando ha probado vino la gente suele estar más sociable y expansiva. Y desde luego está mucho más contenta.
El mejor piropo que se le puede echar a una persona es que es «siempre cálido como el vino y la amistad»
Si se lo pedimos, el Señor nos dará la capacidad para salir de nosotros y vender el verdadero licor que hace felices a la gente, el cariño.
Pues, el Señor quiere que tratemos así de los demás, que cuidemos de su viña. Nos ha enviado para que otras personas también prueben la bondad de Dios, el vino de su Amor.
EL VINO DE DIOS
No podemos quedarnos satisfechos con la tranquilidad y la alegría personal que nos produce estar cerca de Dios.
En verdad, tenemos el mejor de los vinos. El cristiano es alguien que se encuentra bien en el mundo. Y, eso, se tiene que notar en nuestro trato con los demás.
Tenemos que comercializar nuestra bebida. Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor.
Ojalá los cristianos llevemos allí nuestro producto.
Como en el caso de Coca-cola, cuando esta compañía buscó un nombre en mandarín para introducir el producto en China. Surgió «Ke kou ke le», que además de asimilarse a su nombre literalmente, viene a significar «si puedes llevártelo a la boca puedes ser feliz» (vid. en www.idiomachino.com/idioma.htm).
QUÉ BELLO ES VIVIR
Hay una película en la que el protagonista está tan desesperado que se encuentra a punto de suicidarse.
Cuando ya se va a tirar por un puente, aparece un ángel muy simpático que le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha influido para el bien de muchas personas.
Para demostrarle esto, le concede el privilegio de ver lo que les hubiera pasado a algunas personas, si él no hubiera existido. No les podría haber ayudado como les ayudó.
Por su vida, familias enteras salieron adelante. Y muchos tomaron el rumbo correcto que, sin su ejemplo y sus consejos, no hubieran acertado a elegir.
Gracias al privilegio de ver todo eso, recupera la alegría y las ganas de vivir, y comprende todo lo que su vida puede seguir aportando a tantísima gente.
La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana: trabajó en esas dos viñas del Señor, en la Antigua y en Nueva.
Gracias a Ella Jesús le dio una gran alegría a unos recién casados que se habían quedado sin vino.
Adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña.
Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
«Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure» (Jn 15, 16: Aleluya de la Misa).
La primera viña de Dios fue el pueblo de Israel (cfr. Is 5, 1-7: primera lectura).
«La viña del Señor, dice el Salmo, es la casa de Israel» (Sal 79: Responsorial).
No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo.
Dios trata a su pueblo como un jardinero que, con paciencia, va cuidado y podando un rosal.
En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña.
Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cf. Mt 21, 33-43).
Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios» (cf. Mc 10, 2,16), y se lo dio a otro pueblo que produciría fruto.
Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad.
TRABAJAMOS EN UNA VIÑA
Nosotros pertenecemos a la Iglesia. Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña, y a distribuir su vino.
Cuando ha probado vino la gente suele estar más sociable y expansiva. Y desde luego está mucho más contenta.
El mejor piropo que se le puede echar a una persona es que es «siempre cálido como el vino y la amistad»
Si se lo pedimos, el Señor nos dará la capacidad para salir de nosotros y vender el verdadero licor que hace felices a la gente, el cariño.
Pues, el Señor quiere que tratemos así de los demás, que cuidemos de su viña. Nos ha enviado para que otras personas también prueben la bondad de Dios, el vino de su Amor.
EL VINO DE DIOS
No podemos quedarnos satisfechos con la tranquilidad y la alegría personal que nos produce estar cerca de Dios.
En verdad, tenemos el mejor de los vinos. El cristiano es alguien que se encuentra bien en el mundo. Y, eso, se tiene que notar en nuestro trato con los demás.
Tenemos que comercializar nuestra bebida. Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor.
Ojalá los cristianos llevemos allí nuestro producto.
Como en el caso de Coca-cola, cuando esta compañía buscó un nombre en mandarín para introducir el producto en China. Surgió «Ke kou ke le», que además de asimilarse a su nombre literalmente, viene a significar «si puedes llevártelo a la boca puedes ser feliz» (vid. en www.idiomachino.com/idioma.htm).
QUÉ BELLO ES VIVIR
Hay una película en la que el protagonista está tan desesperado que se encuentra a punto de suicidarse.
Cuando ya se va a tirar por un puente, aparece un ángel muy simpático que le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha influido para el bien de muchas personas.
Para demostrarle esto, le concede el privilegio de ver lo que les hubiera pasado a algunas personas, si él no hubiera existido. No les podría haber ayudado como les ayudó.
Por su vida, familias enteras salieron adelante. Y muchos tomaron el rumbo correcto que, sin su ejemplo y sus consejos, no hubieran acertado a elegir.
Gracias al privilegio de ver todo eso, recupera la alegría y las ganas de vivir, y comprende todo lo que su vida puede seguir aportando a tantísima gente.
La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana: trabajó en esas dos viñas del Señor, en la Antigua y en Nueva.
Gracias a Ella Jesús le dio una gran alegría a unos recién casados que se habían quedado sin vino.
Adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña.
Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario