El Señor quiere que demos fruto. Para eso nos ha puesto en la mejor de las viñas.
«Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure» (Aleluya de la Misa de hoy: Jn 15, 16). La primera viña de Dios fue el pueblo de Israel (cfr. Primera lectura: Is 5, 1-7). «La viña del Señor, dice el Salmo responsorial, es la casa de Israel» (Sal 79). No ha habido una nación como ésta en toda la historia de la Humanidad: tan mimada por Dios mismo.Dios trata a su pueblo como un jardinero que, con paciencia, va cuidado y podando un rosal. En el Evangelio Jesús nos habla de que Dios Padre envió a su Hijo a esta viña. Pero los viñadores del pueblo de Israel lo rechazaron «y lo mataron» (cfr. Mt 21, 33-43). Y ocurrió que a ese pueblo tan querido por el Señor, se le quitó «el reino de Dios», y se lo dio a otro pueblo que produciría fruto. Este nuevo pueblo, esta nueva viña de Dios, es la Iglesia, que ha dado muchos frutos de santidad. Esto es lo que verdaderamente debemos de «tener en cuenta» como decía San Pablo (cfr. Segunda lectura: Flp 4, 6-9). Nosotros pertenecemos a la Iglesia. Dar fruto es nuestra obligación. Porque el Señor nos ha enviado a cultivar su viña. Me gustó la historia que leí hace poco en un libro. La de un chico llamado David que tenía un don especial para ponerse en la situación de los demás, para entenderlas. Él mismo contaba, hablando de uno de sus profesores, que se daba cuenta cómo aquel hombre lo pasaba realmente mal en clase. «Y entonces, decía este David, me acordé de que ese profesor nuestro tendría mujer, y seguramente hijos. Y pensé en ellos, en que probablemente le estarían esperando esa noche para cenar, y le llamarían de tú, y le darían un beso al llegar a casa. Tenían este padre grandote y cansado, digno de todo cariño, al que nosotros estábamos impacientando y despreciando con aquel barullo». Aquel chico tenía un sorprendente talento para comprender lo que sucedía en el interior de las personas, y eso le hacía ser muy sociable. Era de esa clase de gente con la que es agradable estar, porque hace que te sientas bien a su lado. Las personas como David tienen una valía especial, porque pueden influir muy positivamente en los demás. Todo el mundo acude a ellas cuando necesitan un consejo, unas palabras de consuelo o un rato de conversación. Y eso ¿cómo se consigue? Pues con cosas concretas, pequeñas pero que la gente nota: la forma de saludar, el tono de la voz amable y comrensivo, el modo de interesarse por un detalle personal, etc. En definitiva, cosas que hacen que el otro se sienta comprendido y valorado (cfr. Educar Los Sentimientos, Parte segunda: Motivar y motivarse. Capítulo 4: Reconocer los sentimientos de los demás. Alfonso Aguiló). Pues, el Señor quiere que tratemos así de los demás, que cuidemos así de su viña. Nos ha enviado para que otras personas también prueben la bondad de Dios. –Señor enséñanos a valorar esto. No podemos quedarnos satisfechos con la tranquilidad y la alegría que nos produce estar cerca de Dios. Es verdad, tenemos el mejor de los vinos. El cristiano es alguien que se encuentra bien en el mundo. Y, eso, se tiene que notar en nuestro trato con los demás. Tenemos que comercializar con nuestro vino. Tenemos que llegar hasta la China y exportar allí la doctrina de nuestro Señor. Ahora muchas casas comerciales han querido hacer negocio. Por ejemplo, la marca Coca-Cola ha sido traducida al mandarín: se pronuncia como «ke ko ke le» y significa «deliciosa felicidad». Ojalá los cristianos llevemos allí nuestro producto. Hay una película en la que el protagonista está tan desesperado que se encuentra a punto de suicidarse. Cuando ya se va a tirar por un puente, aparece un ángel muy simpático que le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha influido para el bien de muchas personas. Para demostrarle esto, le concede el privilegio de ver lo que les hubiera pasado a algunas personas, si él no hubiera existido. No les podría haber ayudado como les ayudó. Por su vida, familias enteras salieron adelante. Y muchos tomaron el rumbo correcto que, sin su ejemplo y sus consejos, no hubieran acertado a elegir. Gracias al privilegio de ver todo eso, recupera la alegría y las ganas de vivir, y comprende todo lo que su vida puede seguir aportando a tantísima gente. La Virgen, fue verdadera israelita y primera cristiana. Gracias a Ella Jesús le dio una gran alegría a unos recién casados que se habían quedado sin vino. Adelantó los milagros porque era la Madre del dueño de la Viña. Gracias a Ella Caná de Galilea estuvo a punto de convertirse en Caná de la Frontera.
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