La receta para ser santos, ya nos la dio el Señor en
las Bienaventuranzas
Anorexia
Hay una enfermedad que, lleva a no comer. Es la
anorexia. Aunque una pese 30 kilos, siempre se ve gorda. Es una pena. Primero
porque no es verdad que esté gorda. Y, luego, porque puede morirse por falta de
alimento. En la vida espiritual, por desgracia, es una enfermedad muy
corriente.
Hay personas
que no tienen hambre de Dios, y creen que ya hacen bastante, se ven gordas. Con
tres Avemarías que recen por la noche, haciendo la visita a medio día con unos
minutos de oración… y yendo a misa un día entre semana, ya piensan que están
alimentadas, que han hecho bastante.
Es como si se tomaran tres caramelos antes de
acostarse, un Yogurt a medio día, y dos comidas calientes en toda la semana.
Sería como para llevarla a la UVI espiritual: en cualquier momento puede
ofender gravemente al Señor.
En el fondo no tienen hambre de Dios. Morirán
espiritualmente si siguen así. Tendrán siempre una debilidad grande que le
impedirá oír la voz del Señor. Dios nos pide mantener nuestro espíritu fuerte
para poder escucharle.
El Señor, quiere hacernos ver la verdad en nuestra
vida. Si tenemos hambre de hacer la voluntad de Dios, el Señor nos dará luces.
Y si no tuviéramos intención de hacerle caso, lo más seguro es que no nos
dijese nada.
La receta
Algunas personas piden una receta para tener hambre
de Dios, y que no les entré esa enfermedad.
Y aunque no seamos un Karlos Arguiñano la voy a leer para que te la
prepare la Virgen.
Receta de la vida cristiana
Antes límpiese bien el recipiente
Con una buena confesión;
lo de menos es la calidad del cacharro,
no se preocupe si no es de porcelana china,
porque a veces resulta más resistente el barro.
Ingredientes para una persona:
1 kilo de oración.
200 gramos de sinceridad, aunque en esto
no importa pasarse.
Un chorrito de obediencia,
para que no
se pegue la pasta.
Medio litro de mortificación,
que es lo que le da el sabor.
Previamente se le ha añadido
la levadura apostólica,
para hacer fermentar la masa.
A todo se le espolvorea con alegría,
mucha alegría,
y se pone la guinda de las cosas pequeñas.
Se le mete al baño María,
que es nuestra Madre,
y se le dora al fuego del Amor de Dios.
Bienaventurados los que tienen hambre de Dios: ¡Buen
provecho!
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