jueves, 25 de octubre de 2007

TODOS LOS SANTOS

Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos. Es un día muy grande en la Iglesia. Es el día de todos los que nadie conoce y están en el cielo.

Dice San Mateo hablando de ellos: Hay muchos que vendrán del Este y del Oeste, y ocuparán sus lugares en el reino de Dios con Abraham e Isaac y Jacob .

Son miles y miles de personas, millones que hoy celebran su santo, su fiesta. Por fuerza tiene que ser un día muy especial.

En el Apocalipsis, leemos que San Juan tuvo una visión donde vio una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en sus manos .

Como ves, en el Cielo hay santos de todos los coros: blancos, negros, color café, amarillos, color aceituna… y son tantos que no se pueden contar. Y todos están hoy de fiesta.

–¡Señor te pedimos que, dentro de muchos años, el 1 de noviembre sea también mi fiesta!

En las primeras épocas de la Iglesia los cristianos se llamaban entre sí con esa palabra santo, aunque me temo que habría de todo, como ahora. Fíjate que hasta hay gente que se apellida así: Santos.

San Pablo cuando escribía sus cartas a los primeros cristianos se dirigía a ellos con esa palabra, y decía: …a los santos de Corintio, a los de Éfeso. Si el Apóstol os hubiera escrito una de sus cartas habría empezado diciendo: A las santos de Granada.

Como tu misma te das cuenta, esta manera de expresarse se ha pasado un poco de moda. Hoy no empezamos un SMS así ¿verdad? Si una amiga te escribiera… cómo va eso san Juan, se te caería el móvil de las manos y te quedarías sin él. Y es que las palabras van cambiando de significado.

En los tiempos de san Pablo santo quería decir más bien justo. Ahora llamarnos santos suena raro, sobre todo porque tenemos muchos pecados, tantos que necesitamos confesarnos semanalmente.

La gente de hoy piensa que un Santo es alguien que ha nacido hace muchos siglos, que va con una barba larga y viste con una túnica. Así es como se los representan a veces en las iglesias o en los cuadros que ves en tus libros de arte.

Los santos son muy normalitos. Cuando eran bebés lloraban porque tenía hambre, no porque no habían podido ir a Misa; y la primera palabra que dijeron fue papá o mamá, no Iglesia o Jerusalén.

Te cuento un hecho de la vida de san Josemaría para que veas lo normales que son los santos.
Cuando era pequeño, un día no quiso tomarse el primer plato de la comida. Su madre le insistió. Es esta una escena típica de cualquier familia. El santo se agarró tal enfado que cogió el plato y lo estampó contra la pared.

Su madre dejó aquella mancha durante dos semanas para que se diera cuenta de lo que había hecho y se avergonzara de su actitud. Luego, con el pasar de los años la gracia de Dios le fue cambiando. Se dejó hacer por el Señor y llegó al cielo.

Los santos no han bajado del cielo para vivir unos años en la tierra, han nacido en la tierra y luego se han ido al cielo. Son personas tan normales como la que tienes a tu lado (si es que la que tienes a tu lado es normal).

La idea que se tiene también de ellos es que eran gente que buscaban pasarlo mal y vivir incómodamente. Eso es absurdo, además de mentira.

Un santo no es un desdichado en la tierra con los ojos puestos en el cielo. No, no es eso. Si sufrían y ofrecían sacrificios era porque les parecía el mejor medio de demostrar su amor a Dios. Lo interesante no es el hecho de que sufrieran, sino porqué lo hacían. Y lo hacían por amor, un amor que los consumía.

Los santos son, como decía una niña de Primaria, los mejores amigos de Jesús, con ellos se lo pasa en grande, juega, corre, ríe y llora… Son como los amigos que uno tiene en la urbanización.

–Señor queremos tener amistad contigo… queremos ser santos.

Ser santo es ser un buen amigo de Dios. Lo que pasa es que la santidad como la amistad no hace ruido, lleva tiempo y va por dentro. Hay personas con la que te cruzas por la calle, una viejecilla, un señor con corbata, una estudiante… ¿un cura?, un pintor… que son auténticos amigos de Dios y, por eso llegarán a ser santos, su fiesta será el 1 de noviembre.

Santo es el que tiene un trato muy especial con Dios y hacen lo que Él quiere, lo que su Amigo les dice.

–Señor tu mismo nos has dicho que somos amigos tuyos, vosotros sois mis amigos, ayúdanos a que serlo de verdad.

No se nace siendo santo, lleva horas de trato, de trato con Dios. De estar tanto con Él se han hecho buenos.

Santo es al amigo de Dios, no el que lo hace todo bien y no se equivoca nunca. Ser santo no es imposible. Y eso ¿cómo se consigue esa amistad?

Todas sabéis quién es Juan Pablo II, un hombre con una santidad muy grande. Él aprendió a ser amigo de Dios viendo como le trataba el obispo que le ordenó sacerdote.

Y contaba que, cuando este obispo era muy mayor, después de terminar su trabajo, en vez de irse a la cama se iba a la capilla y allí se pasaba mucho tiempo.

Le impresionó tanto al Papa, que lo empezó a hacer él también y se pasaba mucho tiempo cerca del sagrario cuando vivía en Polonia y luego en el Vaticano. Por eso es tan santo Juan Pablo II.
San Josemaría también hizo eso. Cuando era joven y estaba en Zaragoza, en el seminario, todo el mundo sabía que muchas veces estaba acompañando a Jesús en el sagrario.

Los santos lo han conseguido a base de estar con Jesús, a base de ratos de oración. Una persona que hace oración luego se acuerda de Dios durante el día, está con Él como con un amigo, cuando estudias, cuando haces deporte, incluso cuando bailas…

Por eso, en un día como hoy podemos pedir a Todos los Santos del cielo que nos ayuden con la oración, con la santidad.

–¡Ayudadnos a ser amigos de Dios, a ser almas de oración!
Acudimos a la Virgen, la Reina del Cielo. Ella preside la gran fiesta de hoy porque es la Señora de la Casa.

–Madre nuestra ayúdanos a cuidar nuestra amistad con Dios.

Seguro que entre Ella y Todos los Santos nos conseguirán la gracia de santidad.

Ignacio Fornés

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