Con paz
Con prisa
Con María
CON PAZ
A veces necesitamos resolver asuntos que
deberían estar hechos para ayer. No es extraño que a causa del estrés, al que
nos vemos sometidos por las prisas, puede hacer que perdamos la paz interior.
Con frecuencia es nuestro ángel
custodio quién nos hace recapacitar enviándonos una señal, que sin milagrerías
nos hace entender: son luces que quizá solo apreciamos nosotros.
Y es gracias a esas iluminaciones cómo
sabemos colocar las cosas en su sitio porque la paz es consecuencia del orden.
En el evangelio de san Lucas aparece la
paz como el centro del mensaje del Nacimiento: paz que el mundo no puede
dar porque solo la trae Jesús (cf. Jn 14,27).
Recientemente ha escrito Mons. Ocáriz:
El mundo está muy necesitado de paz. Cada uno de nosotros... necesitamos de
ese Niño al que los ángeles anunciaron como el Salvador (cf. Lc
2,12).
Parece como si el evangelista tratara
de decirles a los hombres de aquella época que la paz que el emperador Augusto
buscaba realizar se cumpliría en ese Niño pero de una forma más elevada.
En nuestro caso significa que el
trabajo de la política es necesario, a veces urgente, y para muchos cristianos
es su campo. Sin embargo es necesario aspirar a más, no solo a una buena gestión
que garantice el bienestar.
El reino de Jesús, y por tanto su paz,
son diferentes: el reino de Dios no se
ejerce solo en una zona de la tierra, y tampoco se refiere únicamente época;
sino que está abierto al hombre de todos los tiempos.
Es evidente que Cesar Augusto
pertenece ya al pasado, y Jesus en cambio es el presente y el futuro (cf. Hb 13,8).
En el tiempo del Nacimiento de Jesús no
es que la pax Christi se opusiera a la llamada pax Augusti, sino
que la de Cristo superaría a la de Augusto, como el cielo está por encima de la tierra.
Es cierto, como nos enseña la
historia, que ese Emperador estableció años de paz, de seguridad jurídica y de
bienestar.
Es cristiano darle a la política su
propio espacio y su propia responsabilidad. Pero cuando un gobernante intenta
atribuirse cualidades divinas, entonces la política sobrepasa sus límites y
promete lo que no puede cumplir.
Por eso ni siquiera en lo humano, en
el período más glorioso del Imperio Romano la seguridad jurídica, y la paz estuvieron libres de peligro, ni se lograron
plenamente.
Basta una mirada a la Tierra Santa de entonces para darse cuenta
de los límites de la pax romana.
En realidad, lo que el emperador
Augusto buscó al tratar de endiosarse, se cumpliría en Jesús, que sin ningún
poder aparece como un Niño en la gruta de Belén.
Y tuvo por huéspedes a unos pobres
pastores, que no fueron ellos para disfrutar de una cena de Navidad, sino para
llevarles alimentos a un Dios Indigente, que necesitaba hasta alimentos, y
entonces no había bancos. Pero aquel Niño a cambio de esos regalos los lleno de
admiración y de paz. Porque aquellos pastores se sintieron amados por Dios.
Por eso, un propósito para estas
fiestas: acércate al Portal, no lo dejes solo para las muñecas de Famosa...
Recibe bien dispuesto a Jesús en la Eucaristía: se ha quedado en ese pesebre de
metal que es el Sagrario para darnos la verdadera paz, que nadie nos podrá quitar.
CON PRISA
Todas las prisas no son tóxicas, hay
momentos en los que la rapidez es fruto de la alegría.
Nos dice el evangelio sobre los
pastores: Cuando los ángeles los dejaron... se
decían unos a otros: “Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos
ha comunicado el Señor.” Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al
niño acostado en el pesebre (Lc
2,15s).
Los pastores se apresuraron,
escribe san Lucas, lo mismo que dijo de María
cuando fue de prisa a la ciudad donde vivía su pariente Isabel
(cf. Lc 1,39).
Los pastores fueron corriendo,
seguramente motivados por la curiosidad: para ver aquello tan grande que se les
había anunciado. Es una reacción muy humana y el Señor cuenta con ella.
Hay muchas cosas que se hacen en la
vida por ese motivo, y no necesariamente son cosas torcidas, porque sin la
curiosidad no habría ciencia. Es como un remusguillo que nos pica en el alma
para que busquemos la verdad. Una inquietud, un barrunto, un cierto
regomello... que tenemos los hombres por la novedad, que nos hace querer
conocer... a los famosos.
Muchas veces hemos de fomentar el
interés de las cosas de Dios, proponiéndolas de forma atractiva. Presentarlas
como Él lo hace, sin volverlas rancias, previsibles, evidentes... para que nos
pique la curiosidad.
Esto hace el Creador con nosotros:
sorprendernos, asombrarnos. En muchas ocasiones Dios, como todos los
enamorados, se hace el interesante. Hasta que consigue engancharnos, y entonces nos llenamos de ilusión y nos vienen
las prisas por verle más de cerca, como las adolescentes en su afán por tocar a
su ídolo.
Estaba claro que los pastores estaban
emocionados, llenos de ilusión, porque les había dado la gran noticia, esperada
por los hebreos desde hacía siglos. Precisamente ellos estaban en el lugar
oportuno y en el momento oportuno, y salieron corriendo...
Es esta otra reacción muy humana de
esos hombre sencillos: porque sin ilusión hasta las cosas más sobrenaturales
resultan sosas
Y a la vez la ilusión humana al llenarse
de contenido divino se convierte en duradera. No es una percepción engañosa
como dice el diccionario en primer lugar, sino que hace que lo normal sea
atractivo.
El caso es que aquellos hombres ante
el anuncio de la Navidad fueron de prisa a ver al Salvador, para ser los
primeros en poder verlo. Objetivamente fueron unas personas afortunados, pero
también ellos se consideraban así.
En contraposición el papa Ratzinger se
preguntaba algo así como: ¿Qué cristianos se apresuran hoy cuando se trata
de las cosas de Dios?
Si eso sucede tendremos que hacer
autocrítica porque los que vemos a Dios no estamos siendo capaces de transmitir
la alegría del cristianismo. Quizá es
porque trasmitimos la letra, las leyes, pero no la música, el espíritu
Porque si algo merece la pena es
hacerse cristiano de premium, y así saltarnos la publicidad engañosa.
Hay que enseñar a consultar en el banner del Cristian Spotify,
CON MARÍA
El ángel había anunciado una señal a los
pastores: encontrarían a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Era una señal corriente que se podía ver a simple vista.
No era una señal milagrosa en
el sentido de que Dios se manifestaba de tal forma que se pudiera decir: Éste
es el verdadero Señor del mundo. Nada de eso.
En este sentido, dice Benedicto XVI,
que el signo es al mismo tiempo también un no signo.
Lo que estaba claro es que ese Niño
estaba enviando una señal para todo el que lo quiera ver. Como cuando el Papa
Francisco sale con su Opel, Jesús recién nacido está transmitiendo que el
verdadero signo es la pobreza de Dios.
Cosa admirable: pues el Niño, que era
la Palabra de Dios, no dijo nada, sino que estaba allí desprotegido, como
cualquier bebé.
Los pastores lo que habían visto fue
el resplandor de Dios sobre el campo, su lugar de trabajo. Y esta les convenció
porque tenían buenas disposiciones. A otro también se le apareció un ángel y no
creyó.
Estos hombres sencillos en medio de su
ocupaciones son capaces de ver las señales extraordinarias de fuera, porque tenían
también una luz dentro.
En nuestro caso, por el hecho de ser
cristianos, el Señor nos ha elegido para comunicar a otras personas que su vida
tiene remedio porque les ha nacido un Salvador.
Nosotros no somos el Salvador, pero
podemos comunicar la noticia porque sabemos donde se encuentra, en la Eucaristía,
envuelto en el pan en medio de un cajón de metal o de madera. Más pobre que en
Belén y más indefenso está en el Sagrario.
No olvidemos que para los pastores
actuales la señal de la presencia verdadera de Dios es la Eucaristía. Y eso
solo se entiende si nosotros iluminamos a los demás con nuestra fe en este
Sacramento, y los que nos escuchan van contentos a darle al Señor de su tiempo
diario.
Hace poco me decía un universitario de
los primeros cursos de carrera que comulgando a diario y haciendo la oración se
ve todo con muchísima claridad.
Él está feliz. Y lo mismo que el viene
feliz cuando vuelve de Misa, también decía san Lucas de los pastores, que habían
descubierto que lo el ángel ha dicho es verdad (cf. Lc 2,20).
A este chico un día le pregunté que así
como los pastores daban gloria y alaban a Dios por lo que había visto y oido,
que si el me tenía que decir algo:
Sí claro que tengo que decir cosa, y
tecleando en mi Logitech: Me parece que debemos localizar las señales
que Dios nos puede estar enviando, como por ejemplo cualquier pequeño
sacrificio que nos venga a la mente, como no comerte el ultimo croissant.
Pues a mí ya me queda claro que es lo
que le llevarían los pastores si vivieran en nuestro siglo XXI.
Lo que está claro es que si no te
comes el croissant para poder hacer el ayuno eucarístico, y vas rápido a Misa,
te encontrarás: a María y a José y al niño acostado en el pesebre.
Los pastores vieron al Niño en pobreza
material, pero lo que no sabían es que era rico... nada más que hay que mirar a
derecha y a izquierda, menudos Padres tuvo: autenticas joyas que también son
nuestras.
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