Jesús, siendo muy joven, la
primera vez que va con sus padres de peregrinación a Jerusalén, en vez de seguirles
se va por otro camino, sin decir nada a nadie. María y José al no encontrarlo, lo
buscan, y de forma angustiosa, porque
Jesús nunca se había portado así, y pensaban que le habría pasado algo.
¿Por qué?
¿Por qué? Parece que esto
contradice lo que escribe san Lucas de que obedecía a sus padres en todo. Y
cuando sus padres lo encuentran en el Templo, Jesús les dice: «¿Por qué me buscabais»
Con esa contestación da la
impresión de que pone distancias. «¿Por
qué me buscabais, no sabíais que yo he de ocuparme en las cosas de mi Padre?».
De esta forma, un tanto
enigmática Jesús les está diciendo a
María y a José que la unión con Dios Padre es más fuerte que la unión con ellos,
que eran su familia de la tierra.
Al celebrar cada año la
fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, nos acordamos de nuestra familia. Y es
que debemos estar estrechamente unidos a ellos. Pero el Señor nos pide, sobre
todo, que estemos con Él, y en las cosas
suyas. Los cristianos tenemos que tomar esa decisión. En primer lugar está Jesús.
Primero, Dios
« Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre…no
puede ser mi discípulo» (Lc 14,26) dice
el Señor. Palabras duras, que en alguna ocasión se han traducido como «quien no pospone» en lugar de «quien no odia».
Pero el Señor dice: « Si alguno viene a mí y no odia a su
padre y a su madre…no puede ser mi discípulo». Palabras muy fuertes. Pero en alguna ocasión puede presentarse esa
tendencia humana de querer contentar a
todo el mundo.
Por eso Jesús lo dice con radicalidad que la familia está por
debajo, y que habría incluso que
«odiarla» si nos separara de Dios. Si la familia nos estorbara del amor a
Dios, entonces la «odiaríamos».
Juan Pablo II al meditar
esta escena dice que en este misterio se nos revela la personalidad fuerte que
tiene Jesús.
Radicalidad
Con doce años no hace lo
que la mayoría. Efectivamente estaba sometido a la voluntad de sus padres, pero quiere dejar claro cuál es su misión,
su entrega completa a Dios. Y además desde muy joven.
También en la vida habremos
tomado decisiones fuertes que hacen ver que no tenemos un carácter blando.
Nosotros hemos decidido servir al Señor sobre todas las cosas. Aunque a veces nos haya costado despegarnos de
amores que aunque eran buenos, nos
impedían poner a Dios en primer lugar.
Tres días
«Tres días» de sufrimiento,
buscándole, estuvieron sus padres. «Tres días» que son un anticipo del Triduo
Pascual: los días de su pasión, de su muerte, y de su resurrección. Jesús está
preparando a su a su madre para el momento difícil de la salvación.
Quizá José pensaría que él era
el responsable último de la «perdida». Se echaría todas las culpas: –Tendría que haber venido conmigo, ya es un
hombre…
Pero Jesús deja que sus
padres se vayan sin Él. Es un misterio: ¿por
qué Dios permite eso?
También en nuestra vida
también nos preguntamos en alguna ocasión: ¿esto
por qué ha ocurrido?
María y José que buscaban a Jesús se quedan asombrados de
que Jesús esté en el Templo en medio de los doctores escuchándoles y
preguntándoles.
Asombro
No es un comportamiento
normal en Jesús. Se quedan asombrados, lo mismo que nosotros antes algunas
cosas que hace Dios. Entonces nos admiramos de que Dios no haya tenido un
comportamiento lineal según nuestra lógica.
Su Madre lo encuentra y le
pregunta: «¿por qué?». Tantas madres también
se preguntan «¿por qué?». La nuestra también se lo preguntaría en alguna ocasión
al ver nuestra vida.
Y es que cuando una persona
decide entregarse a Dios las madres se vuelven preguntonas: –¿No puedes hacer las mismas cosas, pero con
tu familia?...
–Pero «¿por qué» no vienes en Navidad?…
Los «por qué» que tiene cualquier persona cuando no entiende lo que
está pasando. Y quizá sufre cuando en su vida entra Dios, y no lo esperaba.
Con su respuesta Jesús está
diciendo Quién era Él, y que «debía
ocuparse en las cosas» de su «Padre». Evidentemente no se refería a las
cosas de José. Jesús es el Hijo de Dios. Así quedaba claro.
Su misión es lo más importante
Caiga quien caiga la misión
debe realizarla. Ha venido a eso, a obedecer a su Padre. Por encima de sus
amores humanos está su misión, qué no es
nada egoísta.
La voluntad de Dios es lo
primero también en nuestra vida. Quizá sufrimos, e hicimos sufrir sin pretenderlo a las personas que queríamos.
Fue por un motivo más alto.
Y así la vida del Señor se estuvo cumpliendo en nuestra vida desde el primer
momento.
Nuestro camino debemos
seguirlo a pesar de tener que dar un disgusto a la gente que más queremos.
Jesús estaba pidiendo a sus
padres que les dejaran cumplir su misión. Por ahora tiene que estar sometido a
ellos. Tenía doce años, todavía no había salido de la adolescencia.
Pero más adelante tenía que
cumplir algo que le iba a distanciar de ellos, por lo menos físicamente.
Dice el evangelista que
María y José «no entendieron» ni la
respuesta, ni el modo.
Sus padres no entendían
Igual nos ha podido pasar a
nosotros. No nos entendían. A veces es difícil que lo entienda una madre. No es
comprensible que una persona a los dieciocho años cambie «por gusto» el lugar
de residencia.
También María y José siendo
santos no entienden la respuesta ni el modo. Podría parecerles un rechazo a lo
que ellos tenían que hacer como padres. Por eso se desconciertan muchísimo.
Les quedará grabado
Con esta enseñanza no se
les olvidará jamás que la relación verdaderamente íntima, Jesús la tenía con
Dios.
Es verdad que hasta el
momento había estado haciendo todo lo que hace un buen hijo.
No es de extrañar que la
Virgen intuyera algo, pero que ahora en el momento de la perdida, en el momento
del dolor, ella se da cuenta de que es difícil entender el plan de Dios.
Sufrían sin culpa
En nuestra vida, sin
quererlo habremos hecho sufrir a alguien, porque había que hacer lo que Dios
nos pedía, por encima de todo.
Y quizá alguien pensaría
que Dios dividía a la familia.
Es Dios el que se mete en
nuestra alma y quiere que cumplamos una misión, y no podemos cumplirla estando
físicamente junto a nuestros padres.
Rezar para entender
«Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón»,
nos dice el evangelista (Lc, 2,51). Porque después con el paso
del tiempo se entiende todo.
Y la gente que quizá nos
criticaba porque no entendía, al final, acaba entendiendo: –Dios no desune a los padres con los hijos. Si ellos no quieren claro.
Con este episodio María
empieza a su papel sobrenatural de madre para ponerse al servicio de la misión
de Jesús.
Empieza a atisbar que es la
madre del Salvador, y que Dios tiene sus planes, y sus momentos. También esto
le ha ocurrido a la madre de los santos.
También a la madre de los santos
Es simpático el episodio de la vida de san Josemaría le
entrega a su madre una biografía en la que se escribe como la madre de Don
Bosco colabora con su hijo.
Y la madre de san Josemaría
le dice: –¿Tú qué quieres, que haga como
la madre de don Bosco?
–Pero si lo estás haciendo ya, le responde san Josemaría.
Queremos que nuestros
padres colaboren con nuestra misión.
María se irá dando cuenta
de que los planes de Dios tienen su lógica tienen su lógica y que a veces no se
entienden con ojos humanos.
Hay que entrar por el aro de Dios
La gente buena acaba
«entrando por el aro», y Dios lo hace así, de forma dura, porque quizá de otra
forma no se podía hacer.
La Virgen va comprobando
que los planes de Dios en esta tierra cuestan sacrificio.
El señor cuenta con el sufrimiento propio y
ajeno: «una espada te traspasará» le
dice Simeón, inspirado por el Espíritu Santo.
A veces podemos quejarnos
que toda nuestra vida esté sembrada de cruz.
Cruz desde el principio
Desde el principio de
nuestra vida hemos dejado muchas cosas por Dios.
«Dejar a los de nuestra casa por seguir a nuestro
Padre celestial»: muchos hemos hecho
esto.
Y Jesús cumple la voluntad de su padre a pesar de haya dificultades o
sufrimiento: este es el mensaje.
Hemos hacer lo que Dios nos
vaya pidiendo: –Señor, ¿qué quienes?
Preguntarle: –¿Qué más quieres? Yo lo haré.
Que nos estará pidiendo
ahora. ¿Tendré que ofrecerle algo más? Quizá quiere que nosotros nos
entreguemos por amor a las almas.
Sufrir por las almas
Los sufrimientos que
nosotros tenemos que padecer no son para «perfeccionarnos».
Jesús no vino a morir por
Él, para «perfeccionarse».
Y nosotros hacemos las
cosas que nos cuestan por el amor a los demás, para salvarlos.
–Dame fuerza, Señor, para cumplir la voluntad tuya
aunque tenga que sufrir.
Orar para adaptarse a Dios
La Virgen va «guardando en
su corazón» va meditando todo. Va contemplando la vida del Señor. Igual debemos
hacer nosotros: orar para meternos en la vida de Jesús.
Las madres son siempre
madres. Recordaba a la de santa Catalina
de Siena que le costó entender la vocación de su hija.
Era la más pequeña y había seguido
un camino distinto al la madre había querido que siguiese.
En aquella época no se
entendía que una madre dijera una cosa y la hija otra. Cuando Catalina decidió entregarse a Dios su
madre iba repitiendo: –Si es casi una
niña.
Pasado el tiempo
Pasado el tiempo, a los
ochenta años acompañaba la procesión que llevaba las reliquias de su hija a la
catedral de Siena para proclamarla santa…
Y mientras caminaba en
silencio la madre recordaba sus incomprensiones, que había sido muchas, las
pegas que le había puesto a su hija…
Lo mucho que había tardado en
entenderla y en perdonarla, las veces
que la había zaherido, y la había humillado delante de otras personas…
Y ella ahora escuchaba a su
alrededor los murmullos de admiración de la gente que decía: –Mira esa es la madre.
Una señora anciana
arrugadilla.
Fue derrotada por su hija
Ahora su gloria, su
consuelo, es haber sido derrotada por el empeño de su hija pequeña, en seguir
el camino del Señor. Y temblaba al pensar que su hija de haber sido débil.
Y pensaba: –Menos mal que no me hizo caso… Pero
su corazón de madre no podía reprimir su antiguo lamento: –Pero si era una niña…. Y lo era, cuando decidió entregarse a Dios.
La Virgen también se quejó:
«Hijo mio, ¿Por qué nos haces esto?».
El desconcierto
Así fue el desconcierto de
una mujer santa como era Ella.
Pero hay cosas que no son
de entender: ¿Cómo vamos a entender a Dios?
Por muy santos que sean
unos padres no podrán entender nunca a Dios: –Hijo, pero y esto…
Sin embargo Ella entendió,
porque «guardaba en su corazón», contemplaba
la vida de su Hijo. En la presencia de Dios le daba vuelta a todo lo que le
sucedía.
Meditar el presente
Igual tenemos que hacer tú
y yo. Porque hay cosas que en nuestra vida todavía no habremos asimilado.
Puede ser que las cosas de
la vida pasada sí, pero en la presente todavía no asimilamos, y eso que sabemos
que vienen directamente de Dios:
– Pero, bueno si ha permitido esto… Pero ¿por qué? Bueno, medítalo, y dile: –Señor, ¿por qué me haces esto? Te responderá aumentándote la fe,
como hizo con su Madre.
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