Jesús cura a mucha gente. Son personas que se acercan a él solas o llevadas por otras.
Cuenta el Evangelio que cuando bajaron de la barca, al instante lo reconocieron.
Y recorriendo toda aquella región, donde oían que estaba él, le traían sobre las camillas a todos los que se encontraban mal.
(...) y todos los que le tocaban quedaban sanos (Mc 6,53-56).
URGENCIAS
La sensación que dan estos versículos es que la gente acudía con prisa y en desorden.
No es que se reunieran un día todos los cojos o todos los sordos. Acudían al Señor los que podían, y en medio de un cierto caos.
Y adondequiera que entraba, sigue diciendo la Escritura, en pueblos, o en ciudades, o en aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas.
Se amontonaban. Era como la sala de espera de las Urgencias de un hospital. Allí hay un montón de gente, esperando hasta que les toque su turno.
Al final, se encontraban con el Señor y los sanaba. Lo importante era estar y esperar el turno, y muchos estaban porque alguien les llevaban.
LOS BRAZOS DE DIOS
Podemos pensar ahora en los que no estaban allí porque no les llevó nadie. Pues supongo que se quedarían sin curar.
Cuanta más gente llevemos al Señor, más milagros hará. Somos como sus brazos para llegar a muchos.
Cada brazo se mueve con libertad. No van los dos a la vez. Están gobernados por la cabeza, pero cada uno hace cosas con independencia del otro.
Si nos dejamos guiar por Jesús, tendremos iniciativa para llegar, cada uno, a todos los que podamos.
El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna (cfr. Forja, n.1).
El Señor desea de cada uno, que seamos un alma que da consuelo y que es eficaz en el apostolado (cfr. En diálogo con el Señor, 30-31).
Dar consuelo. El consuelo se da personalmente. Y, es que, la eficacia de nuestro apostolado está en la amistad, en el trato individual.
ÁFRICA
Cuantas más amigas, mejor, porque trataremos más gente. Cuanta más iniciativa más podrá curar el Señor.
Contaba un sacerdote que, cuando llegó a Nigeria y preguntó cuál era su encargo apostólico, el que le escuchaba le llevó a un lugar desde donde se veía grandes extensiones de selva y, a la vista de aquello dijo respondiendo a su pregunta: África.
El Señor nos pide iniciativa. No tendría sentido que estuviéramos como esperando a que nos dijeran lo que podemos hacer.
Tenemos que mirar hacia el mundo porque es nuestro. En los países donde hay pocos católicos, la gente espabila más porque no tienen otra. Y, a veces, lo pasen mal.
¿Quieres saber si tienes iniciativa? Piensa en las meteduras de pata que has tenido en tu apostolado.
Hay muchos que ven el apostolado como algo que se debe hacer, pero que tampoco hace falta prisa.
Están de acuerdo en que se haga la Redención, pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...: serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
Así pensabas tú, hasta que vinieron a "despertarte" (Surco, n. 1).
IR EN AMBULANCIA
Prisa hay. Son muchos los que están por ahí tirados. Cada persona es suficiente para que vayamos corriendo, como una ambulancia, saltando obstáculos. Cada una merece todo nuestro esfuerzo.
Sería tremendo que no se asistiera a una persona porque solo fuera una. Que se esperara a que hubiera más enfermos para intervenir.
Debemos ir con prisa a cada alma, saltándonos los obstáculos con nuestra fe. Recogerlas para llevarlas a Dios. No dar a nadie por muerto.
Los santos siempre han tenido prisa. Es una actitud que sale de su profunda fe. No se quedaban en motivos humanos y estaban llenos de iniciativa.
«Quienes han encontrado a Cristo, dice san Josemaría, no pueden cerrase en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empequeñecimiento!
Han de abrirse en abanico para llegar a todas las almas.
Cada uno ha de crear—y de ensanchar— un círculo de amigos, sobre el que influya con su prestigio profesional, con su conducta, con su amistad,
procurando que Cristo influya por medio de ese prestigio profesional, de esa conducta, de esa amistad» (Surco, 193).
ES QUE JESÚS EMPUJA
Recién puesta la academia DYA, cuando algunos opinaban que debía cerrarla, san Josemaría estaba pensando en abrir otra. Prisa. No es prisa. Es que Jesús empuja.
San Josemaría despertaba urgencias en quien tenía a su alrededor. Contando los medios humanos de que disponía, de dinero, aquella empresa parecía una loca aventura condenada al fracaso.
Pero, tenía tanta fe seguridad y optimismo que más que ir deprisa, iba galopando.
En el verano de 1939 les daba este consejo a los de Valencia: tres cosas estorban, porque no me las explicaría en vosotros: la duda, la vacilación, la inconstancia (...).
Después y mañana son dos palabras molestas, síntomas de pesimismo y de derrota, que, con esta otra: imposible, hemos borrado definitivamente de nuestro diccionario. ¡Hoy y ahora! (Vázquez de Prada, Tomo II, pp. 420-422).
SALIR DE LA CRISIS
Esto exige espíritu de sacrificio, pero merece la pena. El otro día vi un anuncio en la marquesina de la parada del bus. Decía: La iniciativa aparca la crisis.
Aplicándolo a lo nuestro, alguien que tiene iniciativa y trata de llegar a cuanta más mejor, vence la pereza habitualmente, no se desanima porque siempre habrá alguien que responda, y cada vez tiene más fe.
A veces, los desánimos o los bajones son una tapadera de la pereza. Lo más cómodo es quedarse parada sin hacer nada.
Alguien así es difícil que entre en crisis o fácil que salga.
La Virgen dejó actuar a Dios, y la humanidad salió de la crisis.
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