viernes, 9 de noviembre de 2007

Visitas a los pobres

En el Vaticano hay una capilla muy grande que se llama la Capilla Sixtina. Es muy alta y tiene en una de sus paredes pintado el Juicio Final.

El Señor nos habló de ese momento. Aparece Jesús acompañado de la Virgen y de los ángeles y alrededor hay una muchedumbre de personas, los millones de hombres y mujeres que han poblado la tierra.


Ese día, el Señor separará a las ovejas de los cabritos siguiendo unos criterios muy prácticos, las Obras de misericordia, y dirá: Venid benditos de mi Padre (…) porque (…) estuve enfermo y me visitasteis (…). Entonces los justos le dirán: ¿Cuándo te vimos enfermo (…) y te visitamos? (…) En verdad os digo que cuanto hicisteis con uno de estos hermanos míos (…) a mí me lo hicisteis» .

Desde pequeños hemos aprendido en el Catecismo cuáles son las Obras de misericordia, y sabemos que una de ellas es visitar y cuidar a los enfermos (no como decía un amigo mío: visitar al desnudo…) y otra consolar al triste .

Dios, que es infinitamente misericordioso, cuando hacemos una de estas obras se alegra tanto como si se la hubiéramos hecho a Él mismo.

La meditación de hoy va sobre las visitas a los pobres. Consisten en hacer un rato de compañía a una persona enferma o que se encuentra sola por los motivos que sean.

Hace años el presidente de la ONG Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel, entregó al Papa Juan Pablo II el Teléfono Dorado. El Papa le preguntó que para qué servía. Este sacerdote le contestó que las personas mayores llamaban al Teléfono Dorado cuando sentían la soledad.

Entonces Juan Pablo II le explicó que los Papas a veces se encuentran muy solos. El sacerdote terminó diciendo: -pues, Santo Padre, llámeme cuando lo necesite.

Cuando hacemos una visita de estas tenemos la certeza de que estamos consolando a alguien, sobre todo consolamos a Dios.

San Josemaría lo tenía bien experimentado, por eso dejó escrito: Mi Jesús no quiere que le deje, y me recordó que Él está clavado en una cama del hospital. Y esta otra frase que nos ayuda ahora: —Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él.

-Señor, cuando visitemos a los pobres y a los enfermos, recibenos Tú

Al leer el Evangelio, nos damos cuenta de que Jesús dedicó mucho tiempo a los pobres y los enfermos. Su vida consistió justamente en eso, en dar consuelo a quienes lo necesitaban. A unos los curó de una enfermedad, a otros les dio de comer, a los ciegos les devolvía la vista, incluso resucitó al hijo único de una mujer viuda. Está dispuesto a hacer lo que sea, incluso milagros, para devolver la alegría y la esperanza a sus criaturas, porque Señor tu eres bueno.


-Danos un corazón como el tuyo.

Pensémoslo ahora delante de Dios: Nosotros ¿de qué somos capaces? ¿Estamos dispuestos a perder una tarde para escuchar a un viejicillo la historia de su vida o el llanto de una señora que nadie va a ver…? ¿De qué somos capaces?

Te cuento lo que le ocurrió a Don Álvaro del Portillo, el primer sucesor de San Josemaría. Iban con frecuencia a un barrio de Madrid peligroso, tanto con Almanjayar. Iban allí para dar catequesis y para ayudar a la gente.

Un día, cuando volvían se encontraron con un grupo de chicos jóvenes que se acercaron para pegarles. Salieron corriendo pero a Don Álvaro le dieron un golpe en la cabeza con una llave inglesa y llegó a su casa con una brecha en la cabeza.

Nos es que nos vaya a ocurrir a nosotros lo mismo, te lo cuento para hacerte ver que hay gente que es capaz de mucho para ayudar a los demás.

Jesús está con los que sufren, con los que no tienen nada, y hay gente que lo que les falta es compañía aunque tengan de todo. En eso consisten estas visitas.

-Señor que te queramos en los pobres y en los enfermos.

El año pasado me ocurrió una cosa que todavía la recuerdo porque me impresionó mucho. Estaba en el ante-oratorio del colegio y salió una niña de Primaria que me preguntó:

-¿A qué no sabes lo que le he dicho a Jesús?... Pues la verdad es que ahora no se me ocurre, le contesté.

-Le he dicho que ahora ya se lo que significaba estar solo como Él en el Sagrario, porque me he pasado tres días en cama y me he aburrido mucho…

El Señor está solo en el Sagrario y en muchas casas de Granada y hospitales. Le podemos visitar a Él y además nos espera. Jesús nos dijo que a los pobres siempre los tendremos. Quizá lo dijo para que supiéramos que siempre nos necesitan, que cuenta con nosotros para darles consuelo.

-Señor que el día del Juicio Final podamos oír de tus labios: Venid benditos de mi Padre porque estuve enfermo y me visitasteis.

La Virgen María es Madre de todos los hombres, especialmente de los más necesitados. Cuando el Arcángel San Gabriel le insinúa que su prima Isabel necesita ayuda porque ya era un poco anciana, Ella se va enseguida para ayudarla en las cosas de la casa y para hacerle compañía…

-Madre nuestra ayúdanos a hacer nosotros lo mismo.



Yago Martínez y Estanis Mazzuchelli

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