La guerra en nuestro territorio
Dice
el Apocalipsis que una batalla se libra en el cielo (cf. Cap 12 y 13). Pero, esa batalla ha bajado a la tierra al crear Dios al hombre. La
batalla entre el bien y el mal en la actualidad se pelea aquí abajo. Ahora
mismo estamos librando una batalla a escala mundial. Es una guerra fría en la
que todos peleamos.
Es
una batalla que se libra fundamentalmente en corazón de cada uno, y que terminará con nuestra vida.
No
es que en esta tierra haya buenos y malos: y
precisamente nosotros seamos los buenos.
Porque
la línea divisoria entre el bien y el mal está dentro de nosotros. A veces
somos buenos, y a veces nos dejamos vencer por el mal. La línea divisoria entre
el bien y el mal está en nuestro corazón.
La
frontera comanche
Todos
somos pecadores, el mal está junto al bien, el trigo junto a la cizaña. Pero
hay personas que piensan que los pecadores son los otros. Por eso hay que
preguntarse: ¿en qué territorio me encuentro yo?
Podríamos
decir que la humanidad se divide en dos. Entre pecadores que saben que son
pecadores, y pecadores que piensan que son santos.
El mal es la bestia
En
la vida de los hombres, el mal siempre ha existido y existirá. Parece como si uno
no pudiera hacer nada contra el mal porque siempre está ahí. Es como la bestia
del Apocalipsis. Le cortas una cabeza y todavía le quedan otras.
Ante
las amenazas externas que han existido en la historia de la humanidad, los
cristianos de todos los tiempos le han pedido al Señor: –líbranos del mal.
Para
los primeros cristianos, el mal estaba representado por el Imperio Romano. Roma
tenía un poder enorme que amenazaba con
eliminar al cristianismo.
Por
eso San Juan habla en el Apocalipsis de una
Bestia que vio salir del abismo. Y esta bestia infernal representaba al
poder de Roma.
En
el siglo XX fueron –entre otros– el marxismo o el poder nazi. Ahora las
amenazas externas pueden tener otro signo.
Dice
Benedicto XVI, que aunque ya no existe el Imperio Romano sin embargo hay otras
amenazas.
Pero
esas amenazas actuales no son de signo político, ni están representadas por una
persona. No hay que confundirse.
La
verdadera amenaza, como dice el Papa es otra, nos envuelve: El ambiente nos dice una y otra vez: ¡no
pienses en Dios!
Esta
es la verdadera tentación.
La bestia moderna
En
la actualidad, la Bestia del Apocalipsis quiere aparentar que es moderna.
Podíamos decir que bestia se viste de Zara. Pero es la vieja ramera de la que nos habla San Juan.
Por
el placer de un rato quiere que le entreguemos nuestro cuerpo y nuestra alma.
Quiere
seducirnos, que nos olvidemos de nuestro Padre Dios, que es el que nos quiere
que de verdad.
Por
eso hemos de rezar: –Señor, líbranos del mal.
Porque
si perdemos a Dios, perdemos lo mejor de nuestra vida.
La batalla por la fe
Cuenta
una persona muy santa, que precisamente a los 18 años, el demonio quiso
arrancarle la fe.
Explica
en un libro que escribió «la gran batalla
que Satanás prepara para el alma», cuando ve que busca a Dios.
Para
eso lleva a todo su ejército infernal. Su única intención es arrancarnos la fe.
Porque si lo consigue, también destroza la esperanza y el amor.
Eso
es lo que les acaba pasando a las personas que han perdido la fe. Porque
Satanás va a por la fe. Porque la fe es como la raíz del árbol, si la arranca,
el árbol caerá. Es cuestión de tiempo.
Aunque
esas personas ahora tengan fruto, más tarde o más temprano perderán la
esperanza y se quedaran solas, como los egoístas. A no ser que cambiemos.
Es
importantísimo que seamos liberados del pecado porque es el verdadero mal.
Y
en la actualidad nuestro peligro es que acabemos siendo un espía doble. Que a
veces trabajamos para el bien y otras veces para el bando del mal.
Esto
es lo peligroso. Que en ocasiones llevemos la marca del Enemigo, el número de
la tibieza: el 666.
La tibieza
No
llegar al 7, que es el número de la plenitud, sino quedarnos en la tibieza, en
el 6.
Y
así algunas cosas que hacemos pueden estar marcadas por el 666.
Precisamente
antes de contar lo del número de la Bestia, en el Apocalipsis se habla de los
cristianos tibios.
El
Señor dice: «Ojala fueras, frio o
caliente, pero como eres tibio estoy a punto de vomitarte de mi boca».
El
Señor prefiere que seamos fríos, porque las personas que tienen grandes pecados
se convierten con más facilidad que los tibios.
Síntomas de tibieza
En
el punto 331 de Camino se describen
los síntomas de esta enfermedad.
No
es que no vayamos a Misa un día, es que
no quedarse a la acción de gracias por el amor a un bocadillo.
No
es que no se haga la oración, es que la hacemos como si le hicieras un favor a Dios.
«Eres tibio […] si no
piensas más que en ti y en tu comodidad»
Mira
a ver si tienes esa enfermedad porque es contagiosa.
Lee
despacio el capítulo de tibieza de Camino:
«Eres tibio […] si tus
conversaciones son ociosas y vanas»
¿De
qué hablas? Porque dice el Señor que de lo que se tiene en el corazón habla la
boca.
No
es que no se pueda hablar de música, de ropa… Pero…
«Eres tibio […] si no
aborreces el pecado venial»
Es
verdad que con el pecado venial no matas al Señor, pero le flagelas hasta
arrancarle la carne…
«Eres tibio […] si obras
por motivos humanos».
–Líbranos del mal,
Señor, líbranos de la tibieza.
Esto
es lo más peligroso: la tibieza. El tibio juega a dos bandas: con Dios y con el
Enemigo. Pretende servir a los dos.
El espía doble
De
alguna forma es como en el espionaje. El tibio es un espía doble: intenta
beneficiarse de los dos ejércitos.
La
tibieza muchas veces es una cosa oculta. Pero con esa actitud, con su doble
juego, hace que muchas personas pierdan la fe, porque le facilita las cosas a
nuestro Enemigo.
El
tibio, para tener contento a Dios, compagina las normas de piedad, con una
imaginación suelta y frívola, haciéndole el juego al Diablo.
Lo
mismo que un santo transforma las vidas de los que están alrededor, justamente
por su santidad, el tibio, aunque tenga fe, facilita que Satanás acabe con la
fe de los demás.
El
santo con su santidad convierte. El tibio con su tibieza hace que los que están
flojos mueran.
Lo
mismo que un párroco santo convierte, uno fervoroso hace que los demás
practiquen, uno cumplidor consigue que algunos practiquen y otros no.
Y
un párroco tibio destroza la fe de sus fieles.
Una
persona que no va camino de santidad baja el nivel a su alrededor.
Por
eso dice san Juan en el Apocalipsis: porque no eres ni frío ni caliente, porque
eres tibio estoy a punto de vomitarte de mi boca.
María
pisó la cabeza a la Serpiente, pidámosle a ella, que nos ayude a vencer el mal
en nuestro corazón, porque en nuestro interior está el territorio comanche.
Que
reconozcamos nuestros pecados porque de lo contrario no podríamos ser curados
por Dios.
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