PREJUICIOS
Al tratar con una persona lo peor que uno puede tener son prejuicios. Esos juicios impiden conocer bien a los demás.
Un pensador inglés del siglo XIX hablaba de que hay mentes estrechas, que en su interior no admiten muchas más cosas de las que ya poseen.
Tienen ya unos esquemas hechos, y las cosas que les lleva de fuera, no les sirve para cambiar sus estructuras mentales.
Tiene su cabeza ordenada según algunos criterios y lo que le llega de fuera no sirve para que cambien sino para mantenerse en sus opiniones
MENTES ESTRECHAS
En tiempos de Jesús también había mentes estrechas que se dejaban llevar por sus criterios, pero que no escuchaban a los demás.
Lo peor no era solo eso. Sino que en su interior juzgaban con malicia.
Para los que no pensaban como ellos sus pensamientos no eran de misericordia sino de condena.
Para los que no pensaban con ellos la sentencia era: veredicto, culpable. De ante mano condenaban a la gente. Tenían intención de condenar.
Y como dice el proverbio: cuando hay intención de condenar se acaban encontrando pruebas.
La dureza y pequeñez de los corazones de esas personas les llevaba a intentar coger al Señor en un renuncio.
Ellos querían encontrar una prueba que les confirmase en el veredicto condenatorio que antes ya habían formulado.
PONER A PRUEBA
Quisieron que Jesús cayera en una trampa, y le hicieron una pregunta comprometida.
Y Jesús que nunca sale por la tangente sino que siempre dice la verdad, y en este caso sorprendió por una contestación muy sencilla y a la vez muy profunda.
Lo que hace el Señor es no entrar al trapo, no se pone al nivel del que quiere sorprenderle, sino que Jesús resuelve las cuestiones por elevación.
Los problemas se resuelven casi siempre así, por elevación. No enredarse, ni dramatizar sino ir a lo importante. Sin enfrascarse con las personas.
Nunca atacar a las personas, sino combatir las ideas que pensemos que estén desefenfocadas.
Pues uno de los enemigos de Jesús le preguntó para cazarle en una respuesta impopular. Le dijo que si habría que habría que pagar el impuesto al Cesar.
El Cesar era muy mal visto en Palestina, pues se trataba del gobernante extranjero que les había invadido por la fuerza.
El Señor le contesta: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 15-21).
Jesús nunca ataca a las personas, sino que pone las cosas en su lugar. Viene a decirle precisamente eso: que cada cosa tiene su sitio.
Parece que esta respuesta es muy fácil. Pero la realidad es otra. Siempre ha habido la tentación de mezclarlo todo. En nombre de Dios se han hecho autenticas barbaridades. Por ejemplo últimamente el ataque a las Torres gemelas de Nueva York.
Muchos han tenido la tentación de unir la religión con lo que ellos piensan. Y sin embargo en las cosas humanas no hay dogmas.
En las realidades humanas no hay dogmas. Creer lo que se dice creer, los cristianos tenemos que creer unas cuantas cosas: el Credo y poco más.
EN LO HUMANO NO HAY DOGMAS
La política, como el futbol, o el mundo empresarial hay muchas formas de llevarlas a cabo. No podemos decir que nosotros estamos en posesión de la verdad y que los demás se equivocan. Eso sería tiranía.
En las cosas humanas hay muchas maneras de enfocar los asuntos. Cada uno ve la parta de verdad. Como el cuento oriental que relata que unos ciegos se dirigen hacía un animal. Uno palpa una de sus patas enormes y dice que es una columna. Otro toca la trompa del animal y piensa que es una manguera. Otro acaricia uno de sus cuernos y piensa que es un rinoceronte…
Pero en realidad se trata de un elefante visto –si se puede decir así– por un grupo de ciegos
Solo Dios tiene la verdad completa. Nosotros tenemos parcialidades. Por eso en lo humano no hay dogmas.
Porque en las cosas humanas cada uno puede tener su opinión. Formarse su opinión sin trata de imponérsela a nadie.
Nosotros los cristianos tenemos que ser muy respetuosos con las opiniones de los demás.
A Dios hay que darle lo que es de Dios, y al César lo que es del Cesar.
Pero esto no quiere decir que las cosas de cada día estén separadas del Señor.
Hay personas que pueden pensar: ¿Qué tendrá que ver Dios con las matemáticas? ¿Qué tendrá que ver Dios con el resfriado?
¿Qué tendrá que ver Dios con los goles de Silva y la selección española? ¿Qué tendrá que ver Dios con los exámenes?
¿Qué tendrá que ver Dios con los bailes, con la anatomía patológica, o con el virus de la gripe?
¿Qué tendrá que ver Dios con Córdoba y Manolete?
La verdad es que Dios tiene mucho que ver con todo lo que hacemos.
Y esto es una paradoja: de Dios depende todo, pero Él quiere que también haya cosas que solo dependan de nosotros: realmente tenemos libertad.
Por eso las cosas humanas hay muchas formas de realizarlas: tantas como personas.
El Señor no quiere autómatas, ni personas cortadas por el mismo patrón.
Porque Dios es tan poderoso que nos ha dado la posibilidad de hacer las cosas como nos dé la gana.
Por eso en nuestra vida Dios estará presente si nosotros queremos.
LIBERTAD PARA ELEGIR A DIOS
Todo lo que existe depende de Dios, pero ya que nos ha dado libertad hemos de conseguir que nuestra parcela –las cosas que hacemos libremente– también sean de Dios.
Hay personas que al estudiar solo estudian, o al bailar solo bailan.
Los cristianos al comer y al divertirnos, o al hacer deporte hemos de hacerlo cada uno a su manera, pero junto al Señor. Nada puede separarnos de Él.
Que Dios esté presente en el mundo empresarial, en el mundo de la política o en el deporte depende, en gran medida, de los cristianos laicos que tenéis que santificar esas realidades.
De vosotros depende que Dios esté presente en el arte, o en una canción de moda. Y no es lo mismo que un futbolista sea cristiano a que no lo sea.
Pero no se puede decir que haya remates de cabeza «católicos» o saques de puertas propiamente «ateos», porque hay muchas formas en las que un seguidor de Cristo puede jugar al futbol.
Y todos los jugadores han sido creados por Dios. Y los goles se meten no porque se rece el rosario, sino porque se mete el pie.
–Maestro, ¿es lícito dar tributo al Cesar?
Esto equivaldría a decir: –Jesús, ¿qué es mejor ser del Madrid o del Barcelona?
DIOS NO TIENE PARTIDO POLÍTICO
Pues efectivamente Dios no es de derechas ni de izquierdas. Ni de centro. Ni es de arriba ni de abajo. Dios es de todos, no es exclusivo de ningún partido político.
Dios pone y quita gobiernos. Es dueño de la vida y de la muerte de los reyes y presidentes. Permite todo lo que se hace para el bien de los que le aman.
En el libro de Isaías se puede leer como el mismo Dios dice que un rey que no era judío había sido expresamente puesto por él (cfr. Isaías 45, 1. 4-6).
Porque el Dios del universo está por encima de esas decisiones humanas: verdaderamente el gobierna a todos los pueblos (cfr. Salmo responsorial: 95).
Por eso en la política puede haber tantas soluciones validas como personas, siempre que no se aparten de esa sana ecología que Dios enseña.
De ahí que no puede haber un partido que represente a los cristianos, porque en lo humano hay muchas opciones. Los cristianos no somos de carril único en estas materias.
Cuando se intentado unir a Dios con un partido la cosa ha salido mal: Dios es de todos. «El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos» (Antífona de comunión).
Pero puede haber decisiones que vayan en contra de la racionalidad, o del sentido común.
Mucho ha hablado el Papa Benedicto sobre los delitos contra la vida humana, porque eso no son ya decisiones políticas simplemente.
Por eso dice san Pablo que los cristianos brillamos «como lumbreras del mundo» (Aleluya de la Misa), porque hay que manifestar el esplendor de la verdad, y el Papa lo hace.
Por ejemplo: está claro, la Iglesia no hablará de futbol, pero sí levantará su voz cuando en un estadio no haya respeto por los demás.
DIOS Y EL FUTBOL
Está claro que no solo los cristianos juegan bien al futbol. La religión y el futbol son dos ámbitos distintos con diferentes reglamentos.
Pero Dios tiene que estar metido en todo, aunque Él sea respetuoso con nuestras decisiones libres.
Los que trabajan en el mundo del deporte tienen que ser consciente de que a Dios hay que ofrecerle los goles.
E que efectivamente es bueno trabajar, es bueno divertirse, es bueno dedicarle tiempo a los amigos.
Lo triste sería no dedicarle tiempo a Dios y a sus cosas, y las dejáramos para última hora: «A Dios lo que es de Dios».
Al tratar con una persona lo peor que uno puede tener son prejuicios. Esos juicios impiden conocer bien a los demás.
Un pensador inglés del siglo XIX hablaba de que hay mentes estrechas, que en su interior no admiten muchas más cosas de las que ya poseen.
Tienen ya unos esquemas hechos, y las cosas que les lleva de fuera, no les sirve para cambiar sus estructuras mentales.
Tiene su cabeza ordenada según algunos criterios y lo que le llega de fuera no sirve para que cambien sino para mantenerse en sus opiniones
MENTES ESTRECHAS
En tiempos de Jesús también había mentes estrechas que se dejaban llevar por sus criterios, pero que no escuchaban a los demás.
Lo peor no era solo eso. Sino que en su interior juzgaban con malicia.
Para los que no pensaban como ellos sus pensamientos no eran de misericordia sino de condena.
Para los que no pensaban con ellos la sentencia era: veredicto, culpable. De ante mano condenaban a la gente. Tenían intención de condenar.
Y como dice el proverbio: cuando hay intención de condenar se acaban encontrando pruebas.
La dureza y pequeñez de los corazones de esas personas les llevaba a intentar coger al Señor en un renuncio.
Ellos querían encontrar una prueba que les confirmase en el veredicto condenatorio que antes ya habían formulado.
PONER A PRUEBA
Quisieron que Jesús cayera en una trampa, y le hicieron una pregunta comprometida.
Y Jesús que nunca sale por la tangente sino que siempre dice la verdad, y en este caso sorprendió por una contestación muy sencilla y a la vez muy profunda.
Lo que hace el Señor es no entrar al trapo, no se pone al nivel del que quiere sorprenderle, sino que Jesús resuelve las cuestiones por elevación.
Los problemas se resuelven casi siempre así, por elevación. No enredarse, ni dramatizar sino ir a lo importante. Sin enfrascarse con las personas.
Nunca atacar a las personas, sino combatir las ideas que pensemos que estén desefenfocadas.
Pues uno de los enemigos de Jesús le preguntó para cazarle en una respuesta impopular. Le dijo que si habría que habría que pagar el impuesto al Cesar.
El Cesar era muy mal visto en Palestina, pues se trataba del gobernante extranjero que les había invadido por la fuerza.
El Señor le contesta: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 15-21).
Jesús nunca ataca a las personas, sino que pone las cosas en su lugar. Viene a decirle precisamente eso: que cada cosa tiene su sitio.
Parece que esta respuesta es muy fácil. Pero la realidad es otra. Siempre ha habido la tentación de mezclarlo todo. En nombre de Dios se han hecho autenticas barbaridades. Por ejemplo últimamente el ataque a las Torres gemelas de Nueva York.
Muchos han tenido la tentación de unir la religión con lo que ellos piensan. Y sin embargo en las cosas humanas no hay dogmas.
En las realidades humanas no hay dogmas. Creer lo que se dice creer, los cristianos tenemos que creer unas cuantas cosas: el Credo y poco más.
EN LO HUMANO NO HAY DOGMAS
La política, como el futbol, o el mundo empresarial hay muchas formas de llevarlas a cabo. No podemos decir que nosotros estamos en posesión de la verdad y que los demás se equivocan. Eso sería tiranía.
En las cosas humanas hay muchas maneras de enfocar los asuntos. Cada uno ve la parta de verdad. Como el cuento oriental que relata que unos ciegos se dirigen hacía un animal. Uno palpa una de sus patas enormes y dice que es una columna. Otro toca la trompa del animal y piensa que es una manguera. Otro acaricia uno de sus cuernos y piensa que es un rinoceronte…
Pero en realidad se trata de un elefante visto –si se puede decir así– por un grupo de ciegos
Solo Dios tiene la verdad completa. Nosotros tenemos parcialidades. Por eso en lo humano no hay dogmas.
Porque en las cosas humanas cada uno puede tener su opinión. Formarse su opinión sin trata de imponérsela a nadie.
Nosotros los cristianos tenemos que ser muy respetuosos con las opiniones de los demás.
A Dios hay que darle lo que es de Dios, y al César lo que es del Cesar.
Pero esto no quiere decir que las cosas de cada día estén separadas del Señor.
Hay personas que pueden pensar: ¿Qué tendrá que ver Dios con las matemáticas? ¿Qué tendrá que ver Dios con el resfriado?
¿Qué tendrá que ver Dios con los goles de Silva y la selección española? ¿Qué tendrá que ver Dios con los exámenes?
¿Qué tendrá que ver Dios con los bailes, con la anatomía patológica, o con el virus de la gripe?
¿Qué tendrá que ver Dios con Córdoba y Manolete?
La verdad es que Dios tiene mucho que ver con todo lo que hacemos.
Y esto es una paradoja: de Dios depende todo, pero Él quiere que también haya cosas que solo dependan de nosotros: realmente tenemos libertad.
Por eso las cosas humanas hay muchas formas de realizarlas: tantas como personas.
El Señor no quiere autómatas, ni personas cortadas por el mismo patrón.
Porque Dios es tan poderoso que nos ha dado la posibilidad de hacer las cosas como nos dé la gana.
Por eso en nuestra vida Dios estará presente si nosotros queremos.
LIBERTAD PARA ELEGIR A DIOS
Todo lo que existe depende de Dios, pero ya que nos ha dado libertad hemos de conseguir que nuestra parcela –las cosas que hacemos libremente– también sean de Dios.
Hay personas que al estudiar solo estudian, o al bailar solo bailan.
Los cristianos al comer y al divertirnos, o al hacer deporte hemos de hacerlo cada uno a su manera, pero junto al Señor. Nada puede separarnos de Él.
Que Dios esté presente en el mundo empresarial, en el mundo de la política o en el deporte depende, en gran medida, de los cristianos laicos que tenéis que santificar esas realidades.
De vosotros depende que Dios esté presente en el arte, o en una canción de moda. Y no es lo mismo que un futbolista sea cristiano a que no lo sea.
Pero no se puede decir que haya remates de cabeza «católicos» o saques de puertas propiamente «ateos», porque hay muchas formas en las que un seguidor de Cristo puede jugar al futbol.
Y todos los jugadores han sido creados por Dios. Y los goles se meten no porque se rece el rosario, sino porque se mete el pie.
–Maestro, ¿es lícito dar tributo al Cesar?
Esto equivaldría a decir: –Jesús, ¿qué es mejor ser del Madrid o del Barcelona?
DIOS NO TIENE PARTIDO POLÍTICO
Pues efectivamente Dios no es de derechas ni de izquierdas. Ni de centro. Ni es de arriba ni de abajo. Dios es de todos, no es exclusivo de ningún partido político.
Dios pone y quita gobiernos. Es dueño de la vida y de la muerte de los reyes y presidentes. Permite todo lo que se hace para el bien de los que le aman.
En el libro de Isaías se puede leer como el mismo Dios dice que un rey que no era judío había sido expresamente puesto por él (cfr. Isaías 45, 1. 4-6).
Porque el Dios del universo está por encima de esas decisiones humanas: verdaderamente el gobierna a todos los pueblos (cfr. Salmo responsorial: 95).
Por eso en la política puede haber tantas soluciones validas como personas, siempre que no se aparten de esa sana ecología que Dios enseña.
De ahí que no puede haber un partido que represente a los cristianos, porque en lo humano hay muchas opciones. Los cristianos no somos de carril único en estas materias.
Cuando se intentado unir a Dios con un partido la cosa ha salido mal: Dios es de todos. «El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos» (Antífona de comunión).
Pero puede haber decisiones que vayan en contra de la racionalidad, o del sentido común.
Mucho ha hablado el Papa Benedicto sobre los delitos contra la vida humana, porque eso no son ya decisiones políticas simplemente.
Por eso dice san Pablo que los cristianos brillamos «como lumbreras del mundo» (Aleluya de la Misa), porque hay que manifestar el esplendor de la verdad, y el Papa lo hace.
Por ejemplo: está claro, la Iglesia no hablará de futbol, pero sí levantará su voz cuando en un estadio no haya respeto por los demás.
DIOS Y EL FUTBOL
Está claro que no solo los cristianos juegan bien al futbol. La religión y el futbol son dos ámbitos distintos con diferentes reglamentos.
Pero Dios tiene que estar metido en todo, aunque Él sea respetuoso con nuestras decisiones libres.
Los que trabajan en el mundo del deporte tienen que ser consciente de que a Dios hay que ofrecerle los goles.
E que efectivamente es bueno trabajar, es bueno divertirse, es bueno dedicarle tiempo a los amigos.
Lo triste sería no dedicarle tiempo a Dios y a sus cosas, y las dejáramos para última hora: «A Dios lo que es de Dios».
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