sábado, 15 de diciembre de 2018

13. LA MISERICORDIA RADICAL


V. LAS NUEVAS ARMAS

El Hijo de Dios encarnado nos adiestró, con su vida y su palabra, para luchar contra nuestro enemigo.

Jesús, en la cruz, nos regaló, precisamente, su Amor misericordioso, con el que derrotaríamos a Satanás. De su corazón traspasado manó, entonces, sangre y agua, y un testigo presencial quiso dejar constancia por escrito de este hecho (Jn 19, 34). Fueron como dos rayos: uno blanco y otro rojo, como así le fue revelado a santa Faustina Kowalska.

Y con esas “nuevas armas” podemos derrotar a la Serpiente antigua, los que al principio de los tiempos fuimos vencidos junto a un árbol (cfr. Gn 3, 1-20).

Para extender su Reino y vencer al “demonio” , nos da el agua viva que nos purifica: la caridad destruye nuestro egoísmo si reconocemos nuestros pecados.

Dios se hace pan y vino, para fortalecer nuestra “carne”, al convertirse en el cuerpo y la sangre de Jesús. Y adelanta así el premio que nos dará, y aumenta la esperanza del cristiano.

Jesús es la Palabra de Dios: el diálogo con Dios es el arma, que al iluminar nuestra fe, vence al “mundo” (cfr. 1 Jn 5, 3-5).


La verdadera perfección
El cristianismo es radical
El seguimiento radical


LA VERDADERA PERFECCIÓN

Hay gente que le tiene miedo a Dios: le juzgan como un ser duro y justiciero.

Otros, en cambio, piensan que es tan bueno que permite todo. Que da igual lo que se haga, porque la bondad de Dios es infinitamente blandengue.

Hay cristianos cumplidores que piensan que el Señor es tan justo, que les daría miedo encontrarse con Él: lo imaginan un “Ser tan Perfecto”, que no admite fallos.

Esas buenas personas, al pensar en Dios, lo ven como un ser duro, que “no pasa una”.

Lo consideran como un padre rígido, serio, justo: como si el cielo fuese una academia militar de la antigua Prusia.

Efectivamente, el Señor nos propone a todos los cristianos que seamos perfectos (cfr. Mt 5, 48). Pero esto no quiere decir que Jesús pretenda que no tengamos fallos. Tener fallos es lo normal. Es muy humano ser tentado.

El Señor dice: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Hay que ser santos de la forma que Dios es santo.

Jesús aclara: sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6, 36). Así es Dios, y esta es nuestra meta. Precisamente el discípulo que vio la crucifixión nos dice que el Corazón del Señor fue traspasado. Y que de Él salió sangre y agua.

A santa Faustina le fue revelado que del Corazón de Jesús salen dos rayos, uno rojo y otro blanco.

El blanco hace referencia al Amor de Dios que nos limpia, especialmente a través de los sacramentos del Bautismo y la Penitencia.

Porque Dios no solo se compadece de nuestra miseria, sino que nos la limpia con su Amor. Así nos cura.

Y si somos semejantes a Él, también seremos radicalmente misericordiosos. Es un arma que Dios nos concede para vencer en esta guerra de paz. Con esa arma estamos blindados contra el “lado oscuro”, el poder de las tinieblas (Lc 22, 53; Col 1, 13).

Porque nadie tiene la capacidad de “hacernos malos” si nosotros no queremos. Pues a Dios nadie puede hacerle malo, incluso los que van contra Él, acaban demostrando que el Señor es bueno.

Jesús decía que nuestro Padre Dios hace salir el sol para todos (cfr. Mt 5, 45). Así debe ser el cristiano que aspira a la santidad: una persona con defectos, pero que sabe querer a todos,
con las miserias que ellos tengan.

A nosotros muchas veces nos cuesta actuar así, pero no a Dios, que es más humano que nosotros. Él nos ayudará si se lo pedimos...

Orar, que no solo hablar... Necesitamos escuchar a Dios. Estar junto a él para que nos pueda comunicar la forma de ser felices en esta vida.

Recuerdo que antes de marchar a la primera convivencia a la que asistí, me dijeron que el secreto para pasarlo bien era hacérselo pasar bien a los demás. Y esto es una paradoja.

También las palabras de Jesús son paradójicas cuando dice: Quien de vosotros quiera llegar a ser grande, que sea vuestro servidor (Mt 20, 26).

Porque a todo el mundo le gusta mandar y el Señor nos pide que seamos los esclavos en la convivencia diaria.

El hecho de que dos de los apóstoles quisieran ocupar los puestos importantes, en la cadena de mando del Reino del Mesías, le sirve a Jesús para explicar cómo debían comportarse sus discípulos (Mc 10, 35-43):

Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor.

En el Reino de Dios, el poder no lo ejercerá la fuerza o el control político, sino el servicio, porque el que ama se hace voluntariamente esclavo de sus amigos.

El amor hace que nos gobierne la persona amada. Nos ponemos voluntariamente a su servicio.

Por eso Jesús les dice a los que le seguían: Quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos (Mc 10, 44). Y es que su Reino se fundamenta en el Amor, como la raíz que sostiene ese árbol.

Ya se sabe que la palabra radical viene de raíz y significa la esencia de una cosa. También designa lo que es fundamental. Así podemos decir que lo radical en el hombre es el amor, porque estamos hechos a imagen de Dios (cfr. Gn 1, 27 y Catecismo de la Iglesia Católica, n. 355).

Y ya nos dice san Juan que Dios es Amor (1 Jn 4, 8 ; cfr. Ibidem, nn. 218-221). Eso quiere decir que se da del todo, podíamos decir que se entrega de manera radical. Porque ese término también significa completo.

Efectivamente el Amor es radical en Dios. Pero también es el fundamento de la vida del hombre y la máxima expresión de la humanidad. Podríamos decir que el amor es la esencia del hombre.

El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda la recobrará (Lc 17, 33), dijo Jesús.

El amor está lleno de contrastes. No consiste en quedarse sin nada (eso piensa el egoísta), sino en darlo todo (eso piensa elque ama).

El joven rico del que nos habla el Evangelio se amaba a sí mismo sobre todas las cosas, y por eso no siguió al Señor.

Amar es correr un riesgo. Es aceptar la inseguridad, la incertidumbre de dar sin esperar nada a cambio.

El Amor misericordioso de Dios es radical porque Él es así. Siendo Todopoderoso, va y se hace Niño. Teniendo la vida, la entrega, para que lo maten en una cruz.

La misericordia es radical, porque el Amor de Dios es así de radical. Curiosamente, la gente que se entrega a Dios casi toda es joven, porque hay que estar un poco loco para darlo todo sin esperar nada.

Y, en caso de que se dé esa locura en “personas mayores” es porque tienen una chispa juvenil. Por eso de san Josemaría decían que estaba loco… de amor de Dios.

María Magdalena es un modelo de amor radical. Todos los que seguían al Señor la conocen. La mala fama que tenía había llegado a sus oídos. Se sabía que Jesús había expulsado de ella siete demonios (cfr. Mc 16, 9). Pero eso a ella le da igual.

Cuando Jesús resucita (Jn 20, 11), la Magdalena no se aparta del sepulcro, a pesar de que el Cuerpo del Señor no está. De allí no se va ella hasta que lo encuentre.

Al final el Señor se le aparece, especialmente a ella, porque a Jesús le emociona que le se busque así, de manera radical.

EL CRISTIANISMO ES RADICAL

También el poder es radical. Hay gente que lo busca, porque con él lo tendría todo: dinero, fama, sexo... Con el poder saciaría ese deseo que tenemos los seres espirituales de ser importantes.

En nuestro interior, quizá, anida el deseo de realizar cosas grandes. Y si lográramos que reconocieran nuestra valía, entonces, nos consideraríamos felices y, de lo contrario, pensaríamos que somos unos fracasados.

Lo mismo que uno se mira en un espejo para ver si está bien. Me acuerdo de una chica del Colegio Mayor que tardaba más de media hora en peinarse. Pues dudaba de cómo colocarse
un rizo.

Hay personas que se miran en el espejo de los demás. ¿Qué imagen tendrá de mí? ¿Debo ponerme el rizo para el otro lado?

Evidentemente todos tenemos deseos de que los demás nos vean como importantes, no solo físicamente. ¿Doy buena imagen? ¿Me consideran como una persona valiosa?

Y para realizar todos esos deseos de ser importantes la mayor parte de la gente ve que es necesario poseer una serie de cualidades. Los adolescentes piensan que para gustar a las chicas necesitan una moto. Un vecino tenía una con la que podía ser la envidia del barrio porque llevaba a la rubia de
la urbanización. Para este chico la moto formaba parte de su personalidad.

Y lo mismo que un adolescente puede pensar que conducir un vehículo enriquece su yo, para un adulto es el liderazgo lo que podría hacerle creer que vale más que los demás. El
mandar tiene un cierto valor añadido entre los hombres.

Pero la mayor grandeza de un cristiano es servir. Por la sencilla razón de que ese deseo de ser importante es producto del Amor, y el amor nos lleva a la entrega. Precisamente es esa actitud la que nos hace semejantes a Dios.

El deseo divino de ser grande tendría que haberlo llenado Satanás con el amor. Pero su ego de ángel, le convirtió en personaje “enlutado”, que no admitía bromas sobre su pretendida dignidad. Y el demonio se hinchó tanto, tanto, como un inmenso globo negro. Se infló con la “soberbia” –que es un
gas pesado– y por eso no es extraño que el Demonio cayese del cielo, por la fuerza de su propia “gravedad”.

Y lleno de orgullo y de amor propio, Satanás utilizó a los demás como si fuesen esclavos. Era de esperar que su grito fuese “no serviré”.

Las Actas de los mártires nos hablan de chicas adolescentes que mueren por las dentelladas de un leopardo o de otra fiera salvaje.

En Europa esto no sucede hoy en día, porque los leones son otros.

Voy a contaros la historia de Blanca, una cristiana de los “últimos siglos” del cristianismo, que desafía al qué dirán. Porque hay personas que “en la actualidad” tienen miedo a los  zarpazos de las leonas de su clase.

Blanca, es una niña bien, su padre es registrador de la propiedad. Tiene mucha amistad con Marina, que también estudia primero de Bachillerato pero en otra ciudad. Se ven sobre todo los veranos.

Marina le demostró que era amiga, como ninguna, cuando enfermó gravemente. Fue a verla con mucha frecuencia al hospital y se quedaba las noches del fin de semana, para que descansaran los padres de Blanca.

Finalmente se recuperó. Y una noche, mientras en su casa se veía la televisión, leyó un correo de Marina, que decía entre otras cosas:

“¡Qué pena no poder ir a la playa contigo en agosto!
La última vez que nos vimos tenía una noticia que darte, pero no me atreví. Y ahora no sé cómo empezar. Es sobre lo más importante que me ha ocurrido...

El amor que te he estado ocultando es Jesús. Ya ves, Blanca, he decidido entregarme a Dios.

Espero que no me odies ahora. Era lo que quería decirte el último día, pero no tuve valor.

Mis padres me dicen que no sea tan radical, y que no eche a perder mi juventud, que otras han acabado rebotadas.

Pero si yo les hiciera caso estaría traicionando al Amor de mi vida.
¿Puedes entender esto? Pensarás que estoy loca.

Blanca, se me caen las lágrimas... Esta mañana he rezado por tu familia y también por ti. No te enfades, yo he pedido para que algún día también tú ames y sigas a Jesús”.

Imaginemos, por un momento, que este mensaje se hubiera escrito hace veinte siglos, quizá, entonces, hubiera terminado de esta forma:

Le dejo esta carta a una esclava cristiana que trabaja en nuestra casa. Espero que mi muerte sea rápida, pero si no lo es, la ofreceré por ti. Adiós”.

Es cierto que si uno quiere radicalmente al Señor y Él nos pide cosas heroicas, se las daremos.

Dice Benedicto XVI “sé bien que vosotros, jóvenes, lleváis en el corazón una gran estima y amor hacia Jesús”.

Desde luego esto se cumplió en la vida de los primeros cristianos, y fue ejemplo para los que vinimos después, que somos ahora los últimos.

Si Blanca hubiera vivido en tiempos de los primeros cristianos, quizá, se hubiera escrito de ella lo siguiente:

Iba a escondidas a la tumba de su amiga para rezar y llorar. Y Dios cada día le parecía más cercano. Comenzó a recibir catequesis... Cada vez fue a más. Hasta que pidió bautizarse, sabiendo que eso le traería problemas. Y empezó a vivir su fe, a ir a Misa. A dar la cara”.

Entonces, como solía pasar, una conocida suya la delataría. Sus padres la interrogan: –¡Mira lo que dicen de ti, hija!

Pues es así; padre, madre, soy cristiana.

Su padre no se rinde y le ordena que de culto a otros dioses. Pero ella se niega. Entonces la amenazan con cambiarla de colegio.

Los padres se asombran de la firmeza de su hija. Deciden renegar de ella: firman un acta de repudio y la llevan a la cárcel. Hoy diríamos a un internado en Málaga.

Al final Blanca es decapitada. ¿Qué radical, verdad?

En la actualidad no le arrancarían la cabeza a la chica sino que le quitarían el móvil. ¿Qué radical, verdad?

SEGUIMIENTO RADICAL

Quiero deciros algo del cónclave sin violar el secreto. –Les decía Benedicto XVI a un grupo de alemanes– Nunca pensé en ser elegido Papa, ni hice nada para que así fuese. Cuando, lentamente, el desarrollo de las votaciones me permitió comprender que, por decirlo así, la ‘guillotina’ caería sobre mí, me quedé desconcertado”.

Una cosa por el estilo hemos notado los que nos entregamos a Dios. Hay un cuadro que se encuentra en un templo de Roma que es bastante famoso. Esta pintura describe la llamada de san Mateo. Y se ve que este hombre se encuentra desconcertado cuando el Señor le llama. Sencillamente no se lo esperaba.

Lo mismo que el padre de una chica muy pija, que conozco, a la que el Señor llamó a una entrega total. Su padre no salía de su asombro, cuando ella le manifestó su decisión:
Haz lo que tú quieras, le dijo. Pero tú vas a durar poco, con lo que te gusta a ti llevar tacones...

¿Qué tendrá que ver los tacones con entregarse a Dios? Incluso, al Señor le puede servir que una los lleve para que tenga más altura.

En el caso de Benedicto XVI él pensaba que, a su edad, Dios no iba a encargarle ninguna tarea, y sin embargo se le iba a encargar la más importante:

Creía que había realizado ya la obra de toda una vida y que podía esperar terminar tranquilamente mis días.

Y como sucede muchas veces después del desconcierto viene un primer momento de rebeldía, según él ha dicho:

Con profunda convicción dije al Señor: ¡no me hagas esto! Tienes personas más jóvenes y mejores, que pueden afrontar esta gran tarea con un entusiasmo y una fuerza totalmente diferentes.

De todas formas el Señor utiliza a alguna persona para hacernos reflexionar. Según contaba el Papa le impactó lo que le escribió un cardenal:

–Me recordaba que durante la Misa por Juan Pablo II yo había centrado la homilía en la palabra que el Señor dirigió a Pedro a orillas del lago de Genesaret: ¡Sígueme!

Efectivamente esa llamada de Jesús ha sido escuchada por muchas personas a lo largo de la historia. Parece como si el eco de esas palabras de Jesús siguiera resonando en el corazón
de los cristianos. Esto es lo que le sucedió a Juan Pablo II, y así lo explicaba Ratzinger. Karol Wojtyla había recibido esa llamada del Señor y había dicho:

-Sí, te sigo, aunque me lleves a donde no quisiera.

Por eso la persona que le escribió dice a Joseph Ratzinger que se aplique también el cuento:

Si el Señor te dijera ahora ‘sígueme’, acuérdate de lo que predicaste. No lo rechaces. Sé obediente, como describiste al gran Papa”.

Y esa carta, que de un compañero cardenal le llegó a Joseph Ratzinger al corazón, le hizo reflexionar:

–Los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes.

Ya lo decía el psiquiatra famoso que hemos citado anteriormente: el ser humano actúa por el deseo de ser grande. Y esto es así porque el Señor lo ha puesto en nuestro corazón.

Y aunque seguir al Señor cuesta trabajo, como Ratzinger estaba acostumbrado a darle gusto, también lo hizo esta vez:

–Así, al final, no me quedó otra opción que decir que sí. Comentaba con sencillez.

Desde luego podía haberse negado, porque a su edad el oficio de ser Papa no le resultaba nada atractivo, era una carga demasiado pesada. Por su forma de ser prefería dedicarse a una ocupación más tranquila como es el estudio de la teología.

Pero indudablemente el Señor le ha premiado, y su vocación por la enseñanza -que descubrió cuando era joven- se ha cumplido a lo grande. Porque Dios le iba preparando para que con su palabra enseñara a toda la humanidad.

Ya se ve que el Señor hace las cosas a lo grande. Y como decía una gran santa, que murió muy joven: Dios a las personas que más quiere no es a los que más da, sino a los que más pide... Parece una paradoja, pero es que luego les va a recompensar por la generosidad que hayan tenido.

Así es el radicalismo del amor, que en el caso de Dios y de los santos, se convierte en misericordia: cargar con las miserias de los demás, dar la vida por los demás.

La historia de la Virgen fue así. Eligió darle todo al Señor, cuando Él se lo pidió.

El radicalismo forma parte del amor de esta Mujer, que no solo perdona a los que causamos la muerte de su Hijo con nuestros pecados, sino que nos adoptó, y dio la vida por nosotros.

 Corazón misericordioso de María, ruega por los que ahora te lo pedimos…

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